Castle---(Pasado por agua)/Atracción fatal--- CAPÍTULOS 1-17/ ACTUALIZADO (20/10)

PD: Qué descortesía por mi parte no volver a agradeceros vuestro apoyo!! Espero q os guste el capitulo!! No sé si podré seguir subiendo día a día los caps porque tengo mucho que estudiar y no tengo tiempo pero lo intentaré!

Capítulo 5

-¡¡¡¡¡¡SORPRESA!!!!!-saltaron a la vez todos los que, hasta el momento, habían estado escondidos tras los muebles del salón. La mano de Kate voló hacia su boca instintivamente del susto que se llevó, incapaz de articular palabra.

Estaban todos allí: Ryan, Javi, Lanie, Alexis, Martha, la familia de Roy y mucha otra gente de la comisaría...¡Incluso la capitana Gates se encontraba allí, aplaudiendo entre el resto de invitados! Pero para el único para el que Kate tenía ojos era para el escritor, cuyo buen humor había vuelto, como si nunca le hubiese abandonado. “Estaba fingiendo” pensó con alivio Beckett, que seguía inmóvil, en medio de la sala.

Castle, con las pupilas aún dilatadas por la emoción del momento, se acercó a ella con una sonrisa burlona.
-¡Tú!-gruñó Kate con una enorme sonrisa en su cara.
Castle la tomó por los brazos mientras ella le apuntaba con el dedo acusatoriamente, dándole golpecitos en el pecho. Rieron al unísono al comprobar, aliviados, que su camadería permanecía intacta. Estuvieron balanceándose unos segundos en los brazos del otro hasta que el resto de invitados los rodearon para felicitar a la detective. La velada transcurrió deprisa y sin sobresaltos, para regocijo de los convidados. Kate pronto perdió la cuenta de las copas que había tomado. Apenas se reconocía a sí misma. Estaba pasándoselo bien, mejor de lo que jamás hubiese esperado. Castle estaba encantado de verla así, de haber descubierto otra faceta suya. No le quitó el ojo de encima mientras esta acaparó la pista de baile en la que se había convertido el gran hall. Bailaba con los ojos cerrados y las manos en alto, dejándose guiar por la música. Su improvisado peinado había ido deshaciéndose durante la velada y en aquel momento la detective presentaba un look bastante sexy. Castle se había dado cuenta de esto, por lo que le costaba apartar la vista de donde se encontraba. El tiempo pasó volando y, tras entregarle el regalo colectivo a Beckett, los invitados decidieron ir yéndose a sus respectivas casas. Cuando el gran reloj dio las 3, Richard reparó en que Beckett había caído rendida en el cómodo sofá de cuero. Todo el mundo se había ido ya. La sala estaba desierta y en silencio. Castle se acercó con sigilo hacia donde se encontraba Beckett con cuidado para no despertarla.
-Rick.-saludó ella con tono cantarín. Por el color de sus mejillas y la afabilidad de su voz, Richard supuso que el efecto del alcohol aún le duraba.
-Pensaba que estabas dormida.-alegó él. Se sentó junto a ella y le colocó una manta para que no cogiese frío.-¿Te lo has pasado bien?

Kate asintió al tiempo que se quitaba la manta. De pronto, se irguió y le plantó un beso en la mejilla. Sus ojos chispeaban de alegría y sus mejillas presentaban un adorable tono rosado. Castle sonrió un tanto cortado.
-Ha sido genial.-afirmó ella. Se volvió a inclinar sobre él y le volvió a besar.-Gracias.
Castle la cogió por las muñecas y la enderezó un poco para evitar que siguiese con su muestra de cariño. Estaba seguro de que era el alcohol el que había inhibido a su amiga, y no quería que esta tuviese que avergonzarse por lo que hiciese aquella noche. Aun así, ella hizo caso omiso a su gesto y se volvió a reclinar sobre el sofá, sosteniendo la mirada al escritor.
-Me alegra que te haya gustado.-susurró él.
Kate sostuvo su mano entre las suyas y cerró los ojos. Castle contempló su rostro hasta que ésta volvió en sí. La sonrisa de Kate se ensanchó aún más. Un rizo de su melena cayó sobre su cara y Richard alargó la mano para colocárselo tras la oreja. La piel de Kate estalló en un cosquilleo que la hizo sonrojarse levemente. Castle se permitió coger una botella de champán ya abierta que estaba apoyada en el suelo y se la ofreció a la detective.
-¿Así? ¿Sin copas?-preguntó ella, divertida.
Castle asintió algo cortado, culpándose interiormente por no haber sido más considerado. Al ver su expresión, Kate se carcajeó.
-Trae aquí, Castle.-tomó la botella y, aun sosteniendo la mirada del escritor, bebió.
Castle la observó, fascinado. Sin duda, aquella era una Kate que le gustaba de veras. Era agradable verla fuera de la comisaría, en un contexto más relajado. Cuando terminó de beber, le entregó la botella. Este la cogió y la elevó al aire.
-Felicidades.-brindó.
Se produjo un extraño silencio en que ninguno de los dos dijo nada. Se mantuvieron la mirada durante lo que pareció una eternidad. Entonces Castle recordó algo.

-¿Qué querías decirme antes?-preguntó con tono curioso y ojos divertidos.
Kate le miró sin entender a lo que se refería.
-Cuando llegaste.-le aclaró.-Parecías muy seria y me preguntaba a qué se debería.
Kate se sonrojó levemente al recordar que había estado a punto de exponer a Castle el lío que era su cabeza y cuáles eran sus sentimientos en aquel momento, y se alegró de que la hubiesen interrumpido.
-No era nada importante.-mintió.
-Pues no lo parece.-susurró Castle, acercándose a su oído.-Te estás sonrojando.
Esto solo hizo aumentar el calor que sentía Kate por detrás de las orejas y en sus mejillas.
-¿Lo ves?-prosiguió el escritor, quien estaba disfrutando con la incomodidad de su compañera.
Kate cerró los ojos y negó con vehemencia, intentando salir de aquella situación. No se sentía preparada para soltarle todo de golpe a Castle. No en ese momento, no cuando apenas podía mantenerse en pie sin balancearse.
Richard fue quien le tomó de las manos en ese momento, intentando convencerla.
-Venga, Kate. Soy yo. Me lo puedes contar.
Beckett continuó en sus trece y se soltó de las manos de Rick. Temía soltarlo todo ahora que estaba bajo los efectos del alcohol. No quería estropearlo todo ahora que estaban bien, de nuevo.
-Me debería ir yendo.-comenzó, intentando levantarse coordinadamente.
Castle interrumpió sus esfuerzos y tiró de su muñeca hacia abajo, haciéndola caer de nuevo en el sofá. Ella le miró, extrañada.
-Tú no te mueves de aquí.-dijo él con tono serio. No iba a permitir que se fuese en ese estado.
-Castle, tengo que ir a casa.
-Puedes dormir aquí o en mi cuarto, tú decides.-dijo Castle, ignorándola.
Ella levantó las cejas, incrédula. Castle repasó rápidamente sus palabras, cayendo en la cuenta del doble sentido de su frase.
-Puedes dormir en mi cuarto, sola.-aclaró con una sonrisa.
-¡Ah! Era eso lo que querías decir.-dijo ocultando una risa.-Claro...
Richard fingió una carcajada y se levantó.
-¿Dónde vas?-preguntó ella, súbitamente alarmada.
-A por mantas. Las voy a necesitar.
Castle subió al segundo piso para coger la ropa de cama del armario del pasillo. Estaba en esto cuando oyó un ruido tras de sí.
-¡Richard Castle!-bramó Martha Rogers. Su semblante dejaba entrever su enfado.
-¿Cómo osas?-Castle se protegió con las manos de una sarta de manotazos que le cayeron por parte de su madre, que estaba colérica.
-¿Qué pasa?-preguntó mientras evitaba un golpe en el pescuezo.-¿Qué es lo que he hecho?
Martha resopló mientras sacudía la cabeza, incrédula.
-¿Cómo que qué has hecho?-preguntó al aire, levantando las manos dramáticamente.-Como si no lo supieras, joven. No deberías hacer lo que le estás haciendo a la pobre Kate.-Castle la miró sin entender a lo que se refería.
-No me mires así. Ambos sabemos que la chica está hecha un lío y tú estás aprovechando su estado para conquistarla. Castle se tuvo que proteger de otro manotazo.
-No es verdad. Sólo somos amigos.
-Hijo, no me vengas con excusas, que estás hablando conmigo.-le tomó de la mano y se la apretó levemente.-Ten cuidado, es lo único que te digo. Puede que ahora esté muy cariñosa contigo pero sabes que no deberías intentar cortejarla.
-¡Madre!
Martha le miró con ojos acusadores.
-Está bien.-cedió Richard.-No tenía nada en mente, pero te haré caso.
-¿Lo prometes?.-Castle asintió.-Buen chico.-le felicitó mientras le apretaba un carrillo.
La diva se alejó con movimientos de bailarina y Castle cogió la ropa de cama mientras pensaba en lo que le acababa de decir a su madre. En realidad no tenía pensado hacer nada, pero Kate era tan... Suspiró y cerró la puerta del armario. Una promesa era una promesa.

*****

Cuando Richard bajó de nuevo al salón, Kate yacía tumbada en el sofá, completamente inmóvil. Se acercó a ella intentando hacer el menor ruido posible para no despertarla. Cuando llegó a su lado, comprobó el lento pero acompasado subir y bajar de su pecho y se quedó observando su sueño durante unos minutos. Mientras dormía, Kate movió los labios varias veces como si estuviese intentando hablar, pero Castle no llegó a entender lo que decía. El escritor dudó entre llevarla hasta arriba, a su cama, o dejarla allí abajo. Como no quería que se despertase, decidió cubrirla con las mantas que había traído. “Parece tan vulnerable” pensó Castle. No pudo resistirse a acariciar levemente su mejilla. Suspiró profundamente y se levantó. Cuando se estaba yendo oyó un murmullo a sus espaldas:
-Castle...
Richard se dio la vuelta rápidamente, pensando que Kate se había despertado. Aun así, la chica tan solo giró sobre sí misma para cambiar de postura y siguió durmiendo. Una sonrisa involuntaria curvó los labios de Castle. Tras esto, se dirigió hacia su habitación arrastrando los pies, con una promesa demasiado pesada para poder cargar con ella sobre sus espaldas.

sigueeee

ME GUSTAAAAAAAA

Sigueeee no me dejes asiiiiiiiiii please!!!!

Sigue sigue soy nueva pero leo fics y todo lo relacionado con castle desde hace mucho Y me tiene enganchada sigue que yo leere y comentare porque me tiene enganchada .buen trabajo

MUY LINDO,CONTINUALO PRONTO

A día de todos los capis!! me encanta la historia! sigue pronto!

Aquí está el nuevo capítulo, (con un poco de retraso), pero más vale tarde que nunca no? Espero que os guste Comentad, sugerid, etc... ^^ Muchas gracias a todos por leer mi fic

Capítulo 6


Kate se despertó en mitad de la noche, confundida. “¿Dónde estoy?” Los recuerdos de la noche anterior afloraron en su mente. Miró el reloj, eran las 4 y media de la mañana. Se desperezó y se levantó del cómodo sofá, reparando en la manta que descansaba enredada entre sus piernas. “Castle...” pensó con ternura. Se acordó de que casi le había confesado su... No sabía si era amor lo que sentía en realidad. Esa era una de las razones por las que no se había atrevido a decirle nada cuando estaban sentados en aquel mismo lugar, apenas unas horas antes... En ese mismo instante, su tripa gruñó; estaba hambrienta. Se dirigió a la cocina con los pies descalzos para no hacer ruido. Picoteó algo y, como no se sentía con ganas de dormir, comenzó a deambular por la casa para que le entrase el sueño. Acabó colando en el despacho del escritor, donde descansaban todos sus best-sellers. La detective se tomó la libertad de coger “Heat wave” y comenzó a hojearlo, pero hacía poco que lo había vuelto a leer y se cansó rápidamente. Le sonaba que Castle le había comentado algo del nuevo libro que estaba escribiendo sobre Nikki Heat y decidió curiosear un poco. Se acercó a la gran pantalla donde sabía que Castle hacía los borradores de sus libros, que estaba al lado del escritorio, y la encendió. La luz del monitor inundó la sala, iluminando la expresión extrañada de Kate al ver que lo que mostraba la pantalla no tenía nada que ver con Nikki Heat...

Castle se despertó al oír un ruido. Gruñó levemente mientras comprobaba qué hora era. Las agujas del reloj marcaban las 5:05 de la mañana. Se frotó los ojos y se dirigió hacia las escaleras, para comprobar qué había sido aquel ruido. Le había parecido el sonido de la puerta principal al cerrarse. “No puede ser” se dijo a sí mismo, “no es tan cabezota”. Bajó los escalones con cuidado de no tropezar, pues aún estaba adormilado. Cuando llegó al gran salón donde había dejado por última vez a Beckett comprobó que ya no estaba allí. Merodeó por la zona para ver si estaba por otra habitación de la casa, sin encontrarla. Vio una luz asomar por debajo de la rendija de la puerta que daba a su oficina y se extrañó. Con un mal presentimiento recorriéndole las tripas, entornó la puerta...
-¡No!-exclamó el escritor al encontrar la sala vacía, la pantalla que estaba conectada a su portátil encendida y un revoltijo de papeles esparcidos por el suelo.

El escritor se dirigió corriendo hacia la puerta principal para intentar parar a su compañera, en vano, pues ya hacía mucho que se había ido. El semblante de Castle se tornó en una mueca horrorizada y su frente se pobló de arrugas.
-No. No. No. No es posible.-farfullaba mientras daba vueltas sobre sí mismo, aun en estado de shock.-No ha podido...

Volvió sobre sus pasos al despacho para saber cuánto había visto Kate. Con creciente espanto observó cómo las anotaciones que había guardado en su escritorio acerca del señor Smith habían desaparecido, al igual que el pen-drive que había dejado el día anterior sobre su escritorio tras haber estado horas escribiendo. Supuso con terror que Kate lo habría tomado para guardar la información que aun mostraba la pantalla del monitor.
-Mierda.-gruñó con la voz tomada.-Mierda. Mierda. Mierda. Kate...
Se llevó las manos a la cabeza, incapaz de reaccionar. No sabía qué hacer. Debía encontrarla pero estaba seguro de que la comisaría sería el último sitio donde iría en aquel momento, temiendo que él la siguiera. Tampoco veía muy probable que hubiese ido a su apartamento, pues conocía su dirección y lo último que querría en ese instante sería tener a Castle aporreando su puerta para que le abriese.

Se dejó caer en el suelo, vencido. Lo había estropeado todo. Todo por lo que había estado luchando desde el funeral de Montgomery estaba ahora perdido. Ahora que ella lo sabía, no se detendría. Se destrozaría la cabeza intentando descubrir quién era aquel señor Smith, qué tenía que ver con la muerte de su madre, con Montgomery... Intentaría relacionar el asesinato que había involucrado al alcalde con el asesinato de su madre... Se volvería loca, jamás podría salir de ese lío, la envolvería por completo y él la perdería para siempre. Eso si no la acababan matando antes. Las palabras del señor Smith resonaron en la cabeza del escritor, tan claras que parecía estar escuchándole en aquel mismo momento.
“La vida de la detective Beckett no corre peligro, a no ser que siga investigando. Esto le viene grande. Es mejor que continúe ignorante de lo que pasa, todos tenemos mucho que perder...” Castle se frotó los párpados, intentando concentrarse para averiguar dónde pordía encontrarla. No dejaría que le sucediese nada malo. Lo impediría.
Cogió el teléfono que descansaba sobre el escritorio y marcó una tecla. “Venga, Kate...”; no esperaba que respondiese al teléfono, pero no pudo evitar intentar contactar con ella. Saltó el buzón de voz. “¡Maldita sea!”, la agitada respiración del escritor llenó la silenciosa habitación. Richard se levantó del suelo, había tomado una decisión. Iría a buscarla. Cogió las llaves del Ferrari que guardaba en el cajón derecho del escritorio y salió con la ropa de pijama fuera de la casa.

El motor del coche rugió con fuerza cuando su impaciente dueño lo arrancó. Tenía pensado ir a su casa, ya que no sabía donde más podía estar. Varios dedos corazón de diversos conductores le saludaron al pasar, mientras se saltaba todas las señales de tráfico. Probó a llamarla otra vez... cuando estaba a punto de colgar, se acordó, de repente, de que Kate le había dicho en la fiesta que había tenido que aparcar cerca de allí para poder llegar a su casa a tiempo. “Por probar...” pensó el escritor mientras daba un volantazo y se encaminaba hacia allí. Con suerte, no le habría dado tiempo a llegar desde que salió de la casa. Rick estuvo a punto de atropellar a unos jóvenes que volvían de fiesta, y un segundo después, la vio. Corría balanceándose ligeramente porque iba descalza. Bajo su brazo llevaba los documentos que él mismo había escrito meses atrás. Le quedaba muy poco para llegar al coche, media calle. Castle pisó con fuerza el acelerador, asustando a los colegiales.

Cuando Kate oyó un coche derrapar justo a su lado, se giró con violencia para comprobar que, efectivamente, se trataba de Castle. Un segundo después volvió a echar a correr lo máximo que le permitían sus piernas agarrotadas y sus pies doloridos. La ráfaga de odio que le inundaba el pecho en ese momento, le infundió fuerzas extras y consiguió llegar hasta el coche patrulla. Buscó frenéticamente las llaves del automóvil sin volver a mirar dónde estaba Castle. Al fin, consigió hacerse con ellas y abrió la puerta del coche. Vio cómo, a unos metros más allá, Castle se volvía a meter en el Ferrari. Kate arrancó el coche, pero antes de poder llegar a sacarlo del pequeño hueco, el flamante vehículo se encontraba ya a su lado. Rick volvió a salir de él y se colocó junto a la ventanilla del conductor del coche patrulla. Una máscara de pesar cubría su rostro. Kate le observó con odio. La mano del escritor se apoyó sobre el cristal.

-Kate, por favor.-suplicó con sincera preocupación.-No lo hagas.
-¡Aléjate de mí, Rick!-gritó ella. La cara del escritor se crispó de dolor.
-Kate.-farfulló.-Lo siento.
Kate giró la cabeza para no tener que mirarle. La rabia que sentía en aquel momento emborronaba toda la escena. La temblorosa voz de Castle seguía susurrando palabras para serenarla, para que entrase en razón... Palabras que Kate no escuchó. Sin previo aviso, giró el volante con furia, sacando el coche de la pequeña plaza. Le faltó poco para arrollar a Castle quien, por suerte, se apartó de la trayectoria del vehículo. Kate apenas dirigió una mirada al retrovisor, donde alcanzó a ver la mueca demacrada en la que se había convertido la cara de Castle quien, a su vez, observó cómo el amor de su vida se perdía para siempre alejándose a gran velocidad por un mar de asfalto...

NOOOOOOOOOOOOO

noooooooooooooooooooooooooooooooooooo
dioooss

muy padre continualo pronto

noooooooooooooooooo NOOOOOO NOOOO


solucionaaaaaaaaaaaaaaaa


dios miooooo nos quieres matar verdad



otro capitulo impresionante

Pobre Kate, que impresión se ha debido de llevar al ver lo que había en la pantalla.... Me gusta mucho como llevas el fic, esperamos más!! =)

WOW! Asi lo lias parda chiquilla!!!
pero me ha encantado!¿Cuando seguiras??
Bueno, o sigues pronto o te caera la maldicion de la loba voladora!

Holaaaa! me alegro que os guste el fic pero me da que no voy a poder escribir hasta el viernes que viene (el 20) porque tengo globales esta semana eso sí, os prometo que a partir de entonces, capítulos todos los días!! muchas gracias por leer mi fic!!

Porfavorrr sigue ,quiero ver que sucede en el siguiente

Porfavorrr sigue ,quiero ver que sucede en el siguiente

Hola a todos. Siento haber tardado tanto en subir el nuevo capítulo pero como os dije, tenía exámenes esta semana y me era imposible. Aquí está el nuevo capítulo (que es un poco más largo de lo normal, por haberos hecho esperar ^^). Espero que os guste! Disfrutad!

Capítulo 7


La adrenalina quemaba sus venas como si fuese ácido. Notaba la bilis en su paladar y apenas podía pensar con claridad. Toda su mente estaba colapsada por los últimos acontecimientos. Los documentos. Los recibos del teléfono. La gente que por la calle la señalaba como si se tratase de una enferma mental escapada del psiquiátrico. La cara de Castle. Su gesto de dolor. El dolor que ella misma sentía. Pesar. Miedo. Pérdida. Traición...

Apenas notó cómo iban cayendo sus lágrimas sobre los papeles que tenía sobre el regazo. Ni si quiera se dio cuenta de que había llegado hasta su edificio hasta que un vecino la saludó a través de la ventanilla con cara preocupada al comprobar que estaba llorando. Ella le devolvió el saludó con una cabezada, fingiendo una sonrisa.

Ya en su casa, se dirigió hacia el mueble donde guardaba el alcohol y tomó una botella de Absolut Vodka que estaba medio llena. Se dedicó toda la mañana a mirar los papeles robados y a cada palabra que leía, a cada anotación que Castle había hecho acerca de la nueva información que había ido recopilando, se iba sintiendo más y más traicionada. Se sentía tan mal que llegó un momento en el que no pudo continuar con la lectura y se dejó caer sobre el sofá. De repente, el teléfono comenzó a sonar.
Incapaz de moverse, Kate lo dejó hacer. Fuese quien fuese, no quería saber nada. Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y tomó la botella de vodka que descansaba junto a ella. Apenas quedaba alcohol. El teléfono seguía sonando. El contestador saltó.

-Kate...-la voz desesperada de Castle cargó la habitación con una incipiente ansiedad.-¿Kate? Por favor, contéstame.

Un involuntario sollozo nació del pecho de la detective. Casi a rastras, se acercó al teléfono y tiró fuertemente del cable hasta que este se desconectó de la red. Todo quedó en silencio. Sin poder aguantarlo más, Kate rompió a llorar como una niña pequeña. Notaba cómo su corazón se resquebrajaba sin poder evitarlo. Había puesto tanta confianza en él... Y la había traicionado. La había traicionado justo con aquello que él sabía que ella jamás le podría perdonar. Y eso la mataba.

-Richard...-sollozó.

Se fue deslizando sin apenas darse cuenta hasta que cayó rendida en el suelo. Pasaron horas antes de que volviese en sí. Se había quedado fría y se sentía débil. Muy débil. Con lentitud se acercó al sofá y se incorporó poco a poco. El móvil, que descansaba sobre el mueble, comenzó a vibrar. Era su padre.

-Hola, papá.-su voz sonó ronca, llevaba mucho tiempo llorando.

-Katie, te he llamado antes.- la voz de él parecía un poco-¿Dónde estabas?

-Hola, papá.-saludó ella.-Había salido.

-¿Te lo pasaste bien?

-¿Cuándo?-la detective estaba confusa.

-Ayer. La fiesta, ¿recuerdas?

Parecía haber pasado un año desde la noche anterior. En verdad habían cambiado muchas cosas desde entonces...

-¡Ah! La fiesta...-intentó sonar lo más creíble posible.-Sí, me lo pasé muy bien papá. Gracias.

-Este Richard es un buen tipo...-prosiguió su padre.-Me hizo prometer que no te diría nada.

A Kate se le hizo un nudo en el estómago.

-Katie, ¿estás bien?

La detective se derrumbó.

-No, papá. Nada está bien.-sollozó.

-¿Katie? ¿Qué ha pasado?-preguntó, alarmado, su padre.

-Papá...-ella era incapaz de contarle todo. No sabía por dónde empezar.

Tras unos minutos, acordaron verse. Kate aceptó para no alarmar a su padre, pero no le apetecía nada salir al mundo exterior. Se sentía demasiado frágil. Aun así, su padre era demasiado importante como para preocuparle de esa manera; además, hablar con él podría ayudarla, como cuando era pequeña.

Habían quedado en la cafetería de siempre. Donde iban siempre que necesitabn hablar. Donde habían estado yendo los últimos doce años, todos los 27 de octubre, para conmemorar el aniversario de la muerte de su madre. Se trataba de un lugar especial para ambos.

Cuando la detective llegó vio que su padre ya se encontraba allí. Parecía cansado. De repente, él levantó la vista y la vio.

-Katie.-saludó su padre, mientras la abrazaba.

Justo en ese momento Kate supo que había hecho bien en ir. No podía permitirse herirle de esa manera, no cuando sabía que su dolor era provocado porque ella era desdichada. Le sonrió con poca convicción, intentando hacerle entender que no estaba tan mal como aparentaba, pero su padre no picó. Le tomó de la mano y la condujo a su mesa. A la mesa de siempre. Ella se dejó guiar y cayó con pesadez sobre los cómodos cojines.

Pidieron dos cafés y esperaron a que se los trajesen. Una vez Dina, la camarera, los hubo depositado sobre la mesa, Kate tomó aire para comenzar su relato. Su padre la observaba pacientemente, esperando a que reuniese el valor suficiente para contarle aquello que le producía tanto mal.

-Pues bien...-comenzó la detective, evitando la mirada de su padre.

El cuarto de hora siguiente transcurrió con ella contándole todos los sucesos que se habían producido en las últimas veinticuatro horas, evitando aquellos momentos más embarazosos. Cuando terminó de contarle todo, la detective notó que se le habían vuelto a anegar los ojos en lágrimas. Su padre alargó la mano por la mesa y tomó las suyas, intentando mostrarle su apoyo.

-Kate...-comenzó él.-Lo siento mucho, cielo.

Kate asintió levemente, intentando evitar que sus lágrimas la delatasen.

-Pero sabes que Richard lo hizo para protegerte...

Como si hubiese recibido una descarga eléctrica, Kate retiró sus manos de la de su padre y le miró furiosa.

-¿Cómo puedes defenderle?-saltó, indignada.-No tiene ningún derecho a ocultarme información acerca del caso de mamá. Es mi vida, ¿sabes?

-Kate, el caso de tu madre lleva conduciendo tu vida demasiado tiempo. Tal vez sea hora..-continuó Jim Beckett pero, al comprobar la mirada de su hija, calló.

-¿Sea hora de qué? ¿De qué?-le incitó.

-Hija, deberías hacer caso al mensaje que te está enviando Richard...

-No entiendo...

-Es bastante obvio que se preocupa por ti y sé de buena tinta que tú también te preocupas por él.-sentenció su padre.

-Pero...-le interrumpió la detective.

-No, Kate. Déjame terminar.-continuó, impasible.-Castle se preocupa por ti y está intentando evitar que acabes malparada. Ya hablé con él sobre esto hace algún tiempo y...

-¿Que hablaste con él?-preguntó, atónita.-¿Cuándo? ¿Tú sabías esto?

-No. No lo sabía.-negó su padre.-Porque si lo hubiese hecho jamás hubiese permitido que te enterases.

Kate no pudo evitar que las lágrimas que había estado controlando hasta el momento se desbordasen sin control. No podía dar crédito a lo que estaba oyendo. Su corazón latía con fuerza, incapaz de determinar si se encontraba sumida en una horrible pesadilla o de verdad estaba oyendo a su padre decir todo eso. Aquello no podía estar ocurriendo realmente.

A pesar del dolor que sabía que le estaba infligiendo a su hija, Jim Beckett tenía que sincerarse con ella.

-Kate, fui a hablar con Castle porque no quería que acabases con tu vida por intentar resolver el caso de tu madre. Como sabía que Richard tenía tantas razones como yo para querer mantenerte a salvo fui a hablar con él.-confesó.-Y no me arrepiento de nada. Es más,-prosiguió.- lo que hice no fue suficiente.

Kate no entendía a lo que se refería. Le interrogó con la mirada.

-Te dispararon.-concluyó su padre, mirándola con pesar.

Un barullo de imágenes invadieron en tropel la mente de la detective. Recordó con gran viveza el momento en el que Castle traspasó las puertas de su apartamento y la pidió que se alejase del caso de su madre para que no la matasen. Siempre había pensado que Castle había actuado desde su egoísmo para intentar que ella no cometiese ninguna estupidez, pero ahora se daba cuenta de que su padre había tenido algo que ver con todo aquello. Seguramente Richard había acudido a ella con la certeza de que no iba a triunfar en la misión que se había propuesto, pero aun así se había arriesgado a “romper” con ella por intentar protegerla. Todo lo había hecho por ella. Otra imgen vino a su mente. Una mucho más dolorosa y triste. Una imagen que siempre recordaría, un recuerdo que se había grabado en su cuerpo en forma de cicatriz. Se llevó una mano inconscientemente al pecho donde, debajo de la camiseta, podía sentir la marca del agujero de entrada de la bala que le había atravesado el pecho el verano anterior.
En aquel momento, revivió el instante en que notó como el pequeño artificio se incrustaba en su cuerpo. Cómo un segundo después notó el cuerpo de Richard contra el suyo, haciéndola caer contra el suelo, bajo su peso. Vivió de nuevo el momento en el que, mientras su pecho ardía como el fuego, oyó salir de los labio de Castle un “te quiero”. Evocó el segundo en el que sintió que su consciencia la abandonaba y cómo lo último que logró ver fue la aterrorizada mirada del escritor que seguía rogándola que no la abandonase. Todo se volvió negro.

Kate despertó de su pequeña ensoñación y vio que su padre la observaba alarmado, temiendo que se fuese a desmayar, puesto que se había ido inclinando hacia un lado de la mesa peligrosamente y sus manos estaban aferradas fuertemente a los bordes de la misma como evitando que se cayese. La detective se irguió poco a poco. Se encontraba realmente mareada. Jim Beckett, preocupado de que su confesión hubiese sido demasiado para su hija, decidió cambiar de tema y tratar de calmarla hablando acerca de los planes de vacaciones. Kate no le escuchó y, aunque Jim lo intuía, lo dejó pasar. Ambos necesitaban calmarse.

Pasaron las horas y se hizo de noche. Ambos tenían que trabajar al día siguiente, por lo que decidieron marcharse de la pequeña cafetería. Ya en la calle, se despidieron con un breve abrazo. Kate aún se sentía bastante débil, pero se negó a que su padre la acompañase de vuelta a casa. Tras asegurarle que estaría bien y que le llamaría al día siguiente, cada uno se fue por su camino. Cuando llegó a su portal seguía sintiendo cierto vahído. Le temblaban ligeramente las piernas.

Kate subió lentamente los escalones. Estaba terriblemente cansada después de un día tan intenso como aquel. Aún seguía reflexionando acerca de lo que le había dicho su padre. Tal vez debería llamar a Castle... No. Aunque sentía unas ganas terribles de verle, le dolía muchísimo su traición. Debía aceptar que se había acabado. Inconscientemente se llevó una mano a la cara y cuando la retiró, vio que estaba mojada. Había llorado tanto en las últimas horas que no sabía por qué seguía haciéndolo. Sabía que en gran parte se debía al terrible dolor que sentía cuando entendía que jamás podría volver a estar con el escritor. No había tenido ni si quiera la oportunidad de sincerarse con él, y se lamentaba profundamente por eso. Pero ya era demasiado tarde y lo que ella hubiese sentido por él carecía ya de sentido. Apenas le quedaban fuerzas para subir el último tramo de escaleras que le quedaba para llegar a su apartamento. Estaba agotada. Agotada y sin ganas de seguir. Se dejó caer con suavidad en el descansillo de la escalera y apoyó la cabeza contra la pared, esperando que aquel insufrible dolor abandonase su cuerpo. Comenzó a temblar mientras notaba cómo su corazón seguía resquebrajándose, a cada segundo.
Nunca había sabido con certeza si de verdad amaba a Richard. Lo había intuido, había creído que se trataba de un pequeño flechazo pasajero, de una pequeña aventura que no le habría importado vivir. Ahora se daba cuenta de que, en realidad, estaba enamorada del escritor. El mero pensamiento de no volverlo a ver le hacía estremecerse. Pero un dolor mayor se instalaba en su pecho cuando pensaba en la posibilidad de perdonarle. No quería defraudar a su madre. No podía hacerlo. No podía permitirse el lujo de mostrarse débil, no después de tanto tiempo intentando descubrir al asesino de Johanna. Y ahora tenía nuevas pistas, tenía que seguir trabajando. Se lo debía... Entonces, si estaba tan segura de lo que debía hacer... ¿por qué no podía? Dejó que el dolor la consumiera durante unos minutos más, esperando que al día siguiente, vivir con aquello fuese, al menos, un poco menos doloroso. Después, cansada de sentirse débil, de sentirse perdida, tomó el móvil del bolsillo delantero del pantalón y marcó una sola tecla...

Me encanta como escribes!! Me lo he leido entero y por favor, sigue pronto!!! Lo has dejado super interesante

sigueeee

Sigue pronto!!

ME ENCANTAAA COMO ESCRIBES!!!

ME LO ACABO DE LEER ENTEROOOOO!!!

SIGEE PRONTOOOOO!!!!!

UYY ESPEROOO Q LA TECLA Q MARQEEE SEA CASTLEEEE!!!!

Como extrañaba tu histori, por favor sube cuando puedas los proximos capitulos
muy buenooooo

Muy lindo,
Continua pronto

Aquí está el capítulo 8. Espero que os guste. No es muy largo, pero me intentaré extender en los siguientes, ya que la trama empieza ahora (o eso espero ^^). Disfrutad!
pd: si tenéis dudas acerca de la secuencia de los hechos, es un poco lioso. Una amiga mía me ha recomendado que lo explique pero para mí es bastante evidente. De todas maneras, si no entendéis algo intentaré dejarlo claro en el siguiente capítulo. (*En el capítulo anterior Kate llega a su portal sobre las 11 y media de la noche*)

Capítulo 8

Castle había estado dando vueltas por su despacho como un loco durante toda la tarde. Martha, que le observaba alarmada, intentó calmarlo.

-Richard, cariño...-alargó la mano para detenerle pues temía que se derrumbase en su estado.

Pero Castle se soltó de su abrazo, no quería tener público. No sabía qué hacer. Estaba claro que ella estaba en casa cuando él la había llamado, pero al haber desconectado el teléfono ya no podía estar seguro. Y lo que le mataba era no poder saber si se hallaba en peligro. Aunque dudaba que le hubiese dado tiempo a investigar demasiado por su cuenta, conociendo como era ella, ya se habría puesto manos a la obra. Ya era demasiado tarde. Esta vez, no la podría proteger. La iba a perder. Su puño se estrelló con fuerza sobre el marco de la puerta y su madre soltó un gritito de sorpresa. Richard comenzó a sollozar. Notó una mano sobre su espalda.

-Hijo, ¿qué ha pasado?-preguntó con voz cautelosa.

En todo el tiempo que había estado con él, viéndolo sufrir de aquella manera, no había logrado sacarle una palabra. Sabía con certeza que tenía que ver con Kate, de eso no le cabía la menor duda.

-¿Ha pasado algo entre Kate y..?-preguntó por enésima vez. Quería ayudarlo como fuera y sabía que lo mejor que podía hacer era hacerle hablar, de manera que sacase todo lo que tenía dentro.

-Ella...-comenzó.-Ella ha...

Pero fue incapaz de continuar. Entre sollozos y gemidos, Castle le intentó contar todo lo que había pasado. Martha, que ya se esperaba que todo aquello fuese a suceder, no podía parar de sacudir la cabeza de un lado a otro, incapaz de decir nada.

-¿Qué piensas?-preguntó Rick, al ver la cara de su madre.

-Nada, hijo. Es tan solo que...-comenzó a decir.

-¿Que qué?-preguntó, exasperado.

-Tenía un mal presentimiento acerca de todo esto. Eso es todo.-contestó.

-¿En serio, madre? Me vas a venir con el “ya te lo dije?-el tono de voz de él se elevó y su madre trató de apaciguar su creciente ira.

-No. Me refiero a que no creo que fuese buena idea que escondieses cosas a Kate.

-Si lo que quieres decir que lo mejor hubiese sido dejar que la mataran...-tronó.

-¡No!-exclamó Martha, incrédula.

-¿O -prosiguió el escritor, quien por fin estaba liberándo toda la furia que había en él.- que le hubiese dicho como quien no quiere la cosa: “¡Eh! Kate, ¿sabes que recibo llamadas de un señor misterioso que me ha prometido que estarás a salvo siempre y cuando no hagas aquello que lleva conduciendo tu vida desde hace doce años?”?

-Richard, no...-susurró su madre, dolida por ver lo duro que resultaba para él.-Lo que quiero decir es que son los secretos lo que siempre acaba con vosotros. Siempre os hacéis daño, porque no sé por qué, os negáis a estar juntos, sin tapujos, sin nada que esconderos...

-Eso no tiene nada que ver.-negó Rick.-Además, Kate ni si quiera sabe que la quiero. La protejo porque es lo que tengo que hacer y sé que ella jamás me lo permitiría.

-¿Cuándo te vas a dar cuenta de que ella también te ama?-preguntó ella, cansada de la testarudez de su hijo.-Deberías habérselo dicho, Richard. Como tú bien sabes, puede cuidar de sí misma.

-Precisamente por eso, no se lo podía decir. Su obstinación le conduciría a la muerte, y no pienso perderla de nuevo.-la cara del escritor se torció en una mueca de dolor ante el pensamiento de perder de nuevo a Kate. Era algo que no se podía permitir.

-No. Si tú se lo hubieses pedido ella no habría...-prosiguió la diva.

-¡Eso no lo sabes!-saltó él.

-Ni tú tampoco, Richard...-dijo cansinamente Martha.

-¿Y crees que voy a poner en peligro su vida esperando que me haga caso? ¿Deseando que escoja quedarse conmigo? No puedo arriesgar su vida por mi ego, madre. Ella es demasiado importante... Si le ocurriese algo, yo...

-Richard...

-No sé qué hacer...- Castle se derrumbó sobre el sillón que estaba a sus espaldas y apoyó su cara contra las manos. Su madre se incorporó y le rodeó con los brazos.

-Ve a verla.-susurró en su oído.

-No querrá verme.-gruñó él.

-Inténtalo.

-¿Y si tan solo lo empeoro?-la voz de Castle temblaba ligeramente.

-Has de intentar arreglar lo que has hecho. Cuéntale toda la verdad.-convino Martha.

-Pero...-protestó él.-¿Y si...?

-No, Richard.-le cortó, tajante.- Si es verdad que ya la has perdido, no temas empeorarlo. Si hay algo que he aprendido en mis años como actriz-dijo ella, elevando teatralmente los brazos.-es que la película no se acaba hasta que sale la palabra “fin”.

Richard no pudo sino sonreír ante el comentario de su madre. La tomó de la mano y le besó el dorso, mientras susurraba “gracias”.

-De nada, hijo.-sonrió con pesar la diva, mientras abandonaba la habitación para que su hijo pudiese meditar tranquilo.

Castle se hundió en sus pensamientos. En verdad su madre llevaba mucha razón. Debía afrontar la realidad. La había perdido, o al menos, era bastanta probable que nunca recuperasen su antigua camaradería. Ese simple pensamiento le hizo estremecerse hasta la médula. Pero ahora no se trataba de eso, no. Había algo mucho más importante en juego. La vida de Kate, su propia vida. Richard se había comportado egoístamente ocultándole la verdad, pero ya no había vuelta atrás. Ahora el escritor se debatía entre ir a verla o intentar protegerla mediante otros medios. Tal vez pudiese poner al corriente a Ryan y a Esposito, si es que ella no lo había hecho ya. Por otra parte, se moría de ganas por verla, aunque fuese por última vez. No podía concebir la idea de no poder volver a estar con ella; más aún cuando la última imagen que tenía de ella era con el odio reflejado en sus ojos. Richard se levantó del sillón; había tomado una decisión.


Le temblaban las manos a causa de los nervios que sentía en cuanto aparcó delante de la casa de la detective. Aún no sabía qué le iba a decir, ni cómo. “Mejor será no pensarlo...” y salió del flamante Ferrari. Subió rápidamente las escaleras hasta el quinto piso y golpeó con fuerza sus nudillos contra la puerta. No se oyó nada al otro lado. Esperó pacientemente y... nada. Castle no sabía si en verdad ella no se encontraba en casa o es que le había visto llegar por la mirilla... Por ello, decidió esperar. No se iría de allí sin hablar con ella, necesitaba verla. Miró el reloj; eran las nueve y media de la noche. “Tengo tiempo...” pensó el escritor mientras se dejaba caer ágilmente sobre el felpudo de la puerta de entrada. Tenía toda la noche; se quedaría todo el día si hiciese falta. Lentamente pasaron las horas y el escritor ya se estaba quedando dormido cuando, de repente, se oyeron unos pasos lentos y desacompasados que subían por las escaleras. Castle se espabiló rápidamente y su corazón comenzó a latir con fuerza cuando creyó entender la voz de la detective entre el murmullo que iba ascendiendo por el descansillo. Apenas se había incorporado del todo cuando la vio. Ahí estaba ella, como un espejismo. Su cara reflejaba signos evidentes de cansancio y no tenía buen aspecto. Pero Castle apenas se dio cuenta de eso, ya que se quedó observando, incrédulo, a quien acompañaba a la detective...