Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
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Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
¡Hola! Os dejo otro capítulo de la historia. Poco a poco se va acercando el final, muchas gracias a todos los que leéis por pasaros por aquí y también a los que os entretenéis en dejar un mensajito.
Sigo poniéndome al día en historias, mientras terminan de poner los subtítulos. ¡Que tengáis un buen día!
Capítulo 16:
El día siguiente amaneció muy fresco y nublado, aunque ya había dejado de llover y el viento había amainado bastante. Se prepararon como cada mañana. Kate llevaría a Castle y a Henry hasta el colegio, y como ya todo el mundo sabía que estaban juntos, esperaría a que Henry entrase y luego irían a la 12th.
Eso hicieron, dejaron al niño en el colegio, Castle avisó de que iría antes a recogerlo y luego se fueron a la comisaría. Realmente Castle podría haberse quedado en casa, pues de momento no había ningún caso, pero como había adelantado tanto escribiendo el día anterior, decidió acompañarla.
En la comisaría reinaba la tranquilidad, Esposito y Ryan ya estaban allí, y al verlos llegar, los saludaron con pícara sonrisilla. Ellos no hicieron caso y Kate se fue a su mesa, a empezar el papeleo, mientras Castle iba a preparar un café.
La mañana pasó lenta y aburrida, sobre todo para Castle, pues Kate se dedicaba a su trabajo, que aunque no era lo que más le gustaba, al menos la mantenía ocupada. Castle se estaba arrepintiendo de haberla acompañado, le apetecía estar con ella, pero como ella estaba enfrascada en su tarea, él, que pasaba de ayudarla con los temas burocráticos, estaba que se subía por las paredes. La había contemplado durante un rato, le había sacado algunas fotos, se había bajado varias aplicaciones para el móvil, algunas se las había quedado, y otras las había eliminado después de probarlas.
Kate reía para sí misma, sabía el esfuerzo sobrehumano que a él le costaba estarse allí, sin caso y sin hacer nada, así que decidió darle un respiro.
- Ya casi es la hora, ¿vamos a comer?
- Si – dijo levantándose de un salto – ¿Dónde quieres ir?, yo invito, pero por favor salgamos de aquí.
- ¿Vamos al italiano de la calle 30? – preguntó ella – me apetece comer lasaña.
- Donde tú quieras, con tal de salir de la comisaría.
- Si tanto te aburres, podrías haberte ido – dijo, aunque en el fondo le gustaba tenerlo allí, aunque se aburriera – o haberme echado una mano.
- De echarte una mano, sí que tengo ganas – dijo con picardía – donde te la echo inspectora – dijo acercándose a ella peligrosamente, con la clara intención de besarla y meterle mano.
- Aquí en la calle ni se te ocurra o te detengo por escándalo público – dijo sofocada.
- ¡Que te gusta arruinarme la diversión, inspectora! – dijo con una sonrisa.
- ¡Ya nos divertiremos luego! – dijo ella con convencimiento.
Comieron tranquilamente, y ya allí Castle se despidió de ella hasta la tarde, ya que tenía que recoger a Henry para repetir las muestras, para las pruebas de paternidad.
Como no estaban cerca de la comisaría, ella le permitió darle un beso en los labios. Él tomó un taxi que lo llevó hasta el colegio, y diciéndole al taxista que lo esperara, entró a buscar al niño. Durante el trayecto, le fue explicando que tenían que mirarle otra vez la lengua a los dos, pero que solo la lengua, a lo que el chiquillo, preguntó inocente:
- ¿Estoy malito?
- No, claro que no – le respondió – solo hay que repetir esa prueba, porque se estropeó una máquina.
- ¿Me van a regalar una piruleta?
- Pues no creo, pero si no te la regalan yo te compro una.
- Vale, pero de fresa.
Llegaron al laboratorio y en menos de media hora, y después de muchas disculpas, habían terminado. Antes de salir Henry dijo que quería hacer pis, así que entró con su padre al baño de caballeros. Al bajarse el pantalón Castle comprobó que había llegado la hora de reponer parte del vestuario de Henry.
Lo había comentado con Kate muchas veces, el niño necesitaba ropa nueva, muchas prendas, empezaban a quedársele cortas y otras como la ropa interior estaba bastante pasada. Le habían comprado, lo estrictamente necesario, pero por unas cosas o por otras iban posponiendo el comprarle lo demás que necesitaba.
Lo que había visto y que le había decidido, era un agujero en los calzoncillos que el chiquillo llevaba puestos, esperaba que nadie más lo hubiese visto, porque a saber lo que irían a pensar de él. Así que una vez que terminaron en el baño, le dijo al niño:
- Henry, nos vamos de compras.
- ¿Y que nos compramos?
- Para ti, ropa, hay que comprarte ropa… y zapatos.
- No me gusta comprar ropa, es aburrido.
- Pues hoy nos toca aburrirnos un poquito.
Bajaron a la calle. Castle paró otro taxi, al que le indicó que lo llevara al centro comercial Macy’s en la calle 34. Una vez allí se dirigió a la sección de ropa infantil, donde compró ropa para el niño, incluidos calcetines y calzoncillos, que fueron elegidos por Henry, que se mostró bastante insistente, ya que su padre se decidió por unos y él los quería con sus personajes favoritos de dibujos animados. Tanto insistió que al final, terminó entrando en uno de los baños y cambiándole los calzoncillos rotos, por unos flamantes de tipo bóxer en color azulina con un Nemo en la parte delantera.
Ese fin de semana iban a acompañar a Alexis para dejarla en su residencia universitaria, y el sábado tendrían un almuerzo familiar a modo de despedida, así que Castle decidió comprar un recuerdo para su hija, y aunque esta se llevaba media casa con ella, se decidió por un marco donde podían ir varias fotos. Luego se fue a la sección de fotografías, donde eligió de entre las fotos de su Iphone una selección de ellas, eran las fotos favoritas de Castle, las que tomaba sin que sus modelos se dieran cuenta.
Eligió una auto foto de él con Henry, de uno de los días que estuvieron en Central Park. Luego otra de Alexis y Henry en Los Hamptons, otra de Alexis y Martha, que a Castle le encantaba, estaban las dos muy guapas y naturales, ya que ninguna estaba posando. Las dos juntas, con los cabellos y los ojos de igual color. Las otras eran del mismo tipo, y por último y sin saber como sería aceptado por su hija, una para un hueco que había en el marco, un poco más grande, en donde estaban los cinco juntos, ya que pensó que le gustase a su hija o no, Kate también formaba ahora parte de su familia. La hicieron también en Los Hamptons, la noche que quedaron a cenar todos juntos.
Una vez completado el marco, allí mismo se lo envolvieron para regalo.
- ¿Para quién es el regalo? – preguntó Henry que no llegaba a entender eso de la universidad a donde se iba Alexis.
- Es para tu hermana – le dijo su padre – como ya te ha explicado se va a la universidad y se lo regalamos para que tenga un recuerdo de toda la familia.
- ¿La universidad está muy lejos? – volvió a preguntar.
- A la que va Alexis, no lo está, seguro que la veremos a menudo por casa.
- ¿Yo también me voy?
- Cuando seas mayor y vayas a estudiar, entonces te marcharás como tu hermana.
- Yo no quiero estudiar – dijo con firmeza – me quedo siempre contigo papi.
- Gracias hijo – dijo sonriente – ya sé al menos que tú no me abandonarás en mi vejez – ¿Quieres comprarle un regalo a Alexis para que tenga un recuerdo tuyo?
- Vale – dijo el chiquillo.
- A ver, ¿Qué te gustaría comprarle? – le preguntó.
- No sé… – contestó indeciso.
- De las cosas que tú tienes, ¿Cuál es la que más te gusta? – trató de ayudarlo Castle.
- Me gusta mi mochila de Spiderman – y se miró a la espalda, pues era la que usaba para el colegio – y la mochila de la playa…
A Castle se le ocurrió una idea.
- ¿Le buscamos un muñeco de peluche?, algo parecido a Edwin.
- Edwin es mi amigo, viene conmigo al cole.
Y así era. El libro de Castle, el álbum de fotos y las demás cosas había consentido en dejarlas en casa, pero Edwin iba con él todos los días al colegio, bien guardado en su mochila. Fueron a la sección de juguetes, y allí había un gran expositor con muñecos de peluche de distintos tamaños. A Henry se le iluminó la cara, ante tanto colorido.
- ¿Quieres elegir uno para Alexis?
- Si, ¿el que yo quiera?
- Claro, para eso lo elijes tú.
Al final y después de mucho mirar, a Henry le pudo la fidelidad y se decidió por otro dragón de felpa, un poco más pequeño que Edwin, diciendo que era el hermanito de su dragón y que él se lo regalaba a su hermana.
A Castle le pareció una excelente idea. También se lo envolvieron para regalo, con un enorme lazo naranja, el color favorito de Henry, que iba encantado con el regalo de su hermana.
- ¿Y a la abuela Martha y a la señora Kate también le compramos un regalo? – preguntó Henry.
- Ellas no se van a la universidad – dijo Castle.
- ¡Ah! – dijo Henry.
- ¿Te gustaría hacerle un regalo a la abuela y a Kate? – preguntó Castle interesado.
- Si – me gustan los regalos.
Pero como Henry no era capaz de decidirse que regalar a su abuela y a la novia de su padre, fue Castle quien eligió algo sencillo, un pequeño detalle que consistía en unos bonitos jarrones con flores de cristal.
- Son bonitas – afirmó Henry al que su padre no había soltado de la mano, mientras que visitaban esa zona llena de figuras de cristal.
Una vez terminadas todas las compras, ya era casi la hora de la cena. Castle había hablado varias veces con Kate, y como tenía bastante trabajo atrasado, había quedado con ella en verse en el loft.
A la salida de Macy’s, la llamó de nuevo, para decirle que ya iban para la casa. Ella le dijo que al final se había podido escapar un poco antes, que había pasado por su casa, la que casi no pisaba desde que Henry estaba con ellos, y después de darle una vuelta, había cogido ropa, sobre todo de abrigo, pues cada vez el tiempo era más frio y que los esperaba en el loft, para cenar juntos.
Así que Castle volvió a coger un taxi ese día y cargado de bolsas volvieron a casa. Cuando entraron al loft, Kate estaba tranquilamente sentada en el sofá leyendo un libro. Al llegar se había duchado, puesto ropa cómoda, y de lo más relajada los esperaba allí.
Castle dejó las bolsas en la entrada, y antes de poder decir nada, Henry corrió hacia Kate, se puso delante de ella y sin ningún tipo de pudor, se bajó los pantalones y con enorme sonrisa le comunicó:
- Mira señora Kate, tengo unos calzoncillos nuevos de Nemo.
- ¡Qué bonitos Henry! – le contestó al chiquillo sin poder evitar la risa.
- Papi me compra ropa nueva, y calcetines, y unos zapatos y unas botas de agua – dijo Henry, que mientras se volvía a poner los pantalones se sentía en la obligación de contar todo lo que habían hecho.
- Si, le he renovado un poco el vestuario – dijo Castle que se había sentado a su lado en el sofá – estoy exhausto.
- Y te he comprado un regalito, y a Alexis, y a la abuela – siguió informando Henry.
- ¡Henry! – protestó su padre – los regalos eran una sorpresa para el sábado – había que guardar el secreto.
- Pues acaban de convertirse en la sorpresa del jueves – dijo Kate con una sonrisa.
- ¡Huy! – exclamó el niño apurado tapándose la boca con las dos manos – ¿tú te enfadas? – preguntó a su padre.
- No hombre, no me enfado, anda ven aquí y enséñale a Kate lo que te he comprado y ten cuidado con la bolsa azul – era la de la tienda de cristal – esa mejor no la cojas.
Fue hasta la entrada e intentó coger todas las bolsas, menos la azul.
- ¡Pesa mucho! – protestó.
- Poco a poco – le dijo su padre que no tenía intención de levantarse para ir a ayudarle.
- Yo te ayudo – fue Kate quien se levantó y cogió las bolsas de ropa para acercarlas al sofá.
Henry fue sacando la ropa que su padre le había comprado.
- ¡Ey, ey! – dijo Castle – ¡para hombre que mira la que estás liando!
Y es que Henry se había emocionado y empezado a sacarlo todo, como los locos, en su afán de enseñárselo todo a Kate. Por su parte, esta reía, tanto ante el comportamiento del crio, como de la cara del padre.
- ¿Quieres que te ayude a guardar toda tu ropa nueva en tu armario? – le preguntó al niño.
- ¿No te importaría? – preguntó a su vez Castle – así mientras yo lo voy bañando.
- Claro que no, venga, vamos arriba.
Entre los tres subieron toda la ropa a la habitación de Henry. Kate empezó a colgarla en el armario y a guardar la ropa interior, los calcetines y pijamas en los cajones de la cómoda.
- Henry, vamos al baño – le dijo su padre – coge tu pijama.
- ¿Me pongo el pijama de Cars? – este era de los nuevos.
- Bueno – concedió el padre – hoy estrenarás el pijama.
- Voy a buscar unas tijeras, para quitar las etiquetas – anunció Kate – ahora te lo llevo al cuarto de baño.
Castle estaba llenando la bañera, a su lado Henry se quitaba la ropa y la dejaba sobre el taburete como le habían enseñado. Cuando su padre terminó, lo ayudó a entrar y una vez dentro tuvo que sacarle los juguetes del baño.
- Pero solo un ratito ¿Eh Henry?
- Vale – dijo el niño.
Entró Kate con el pijama, y dijo que iría preparando la cena. Cuando Henry y Castle bajaron Alexis y Martha acababan de llegar. La cena ya estaba lista y se sentaron todos a la mesa. Castle pensó que a Henry se le habría olvidado lo de los regalos, y podrían dejarlo para la comida del sábado, como tenía pensado.
Pero su hijo tenía una memoria de elefante, así que al terminar la cena, preguntó alegre.
- ¿Ya les doy los regalos?
- ¿Qué regalos? – preguntó Alexis curiosa.
- Está visto que tu hermano no sabe guardar un secreto – protestó Castle.
- Papá, tiene cinco años – dijo su hija con una sonrisa – es normal que no guarde un secreto, lo que no es normal es que tú te mosquees con él – rió la pelirroja, a la que acompañaron en su risa, Kate, Martha y Henry que al verlas reírse, empezó a reír él también, pero sin saber porque lo hacía.
- Era una sorpresita para el sábado, solo un regalo de despedida.
- Papá, que solo me voy al norte de la ciudad.
- Lo sé hija, lo sé, pero es solo un recuerdo. Anda Henry tu traes el de Alexis y yo traeré los de la abuela y Kate.
- ¿Hay también un regalo para mí? – preguntó Martha – yo no me voy, Kate tampoco, ¿cierto querida?
- Claro que no – dijo Kate.
- Al comprarle un regalo a su hermana, Henry se sintió en la obligación de compraros algo también a vosotras. Es todo un caballero. Henry, dale tu regalo a Alexis.
El niño entregó a su hermana el paquete. Esta lo desenvolvió y sonrió, cuando vio el dragón de peluche, bastante parecido a Edwin, aunque sin ser igual.
- Es el hermanito de Edwin – explicó Henry – Edwin es mi amigo y te presta a su hermano.
- Henry pensó que un dragón como el suyo, te sería de mucha ayuda, ya sabes lo que Edwin significa para él.
- Me gusta mucho Henry, muchas gracias, es un regalo estupendo – dijo Alexis mientras abrazaba y besaba a su hermano.
- Ahora el tuyo, papi – dijo el chiquillo impaciente.
Castle le dio a su hija el paquete. Cuando Alexis vio el bonito marco con las fotos, los ojos le empezaron a brillar.
- Es para que nos tengas un poco más cerca.
- Es precioso, estáis todos, muchas gracias papá.
Henry cortó el sentimental momento con su impaciencia infantil.
- Ahora para la abuela y la señora Kate.
- Ya los traigo yo – y fue por ellos.
Abrió la bolsa y cogió uno de los paquetes que le dio a Henry, diciéndole que tuviera mucho cuidado y que se lo diera a la abuela. Esta lo recibió con una sonrisa, dando a Henry un beso en la frente. Luego hizo lo mismo con Kate.
Las dos alabaron los regalos y le dieron las gracias a un feliz Henry. Fue un bonito momento familiar. Tanto a Alexis, como a Martha y a Kate les gustaron mucho los regalos. Henry sonreía satisfecho, pero ya era tarde y empezó a bostezar.
- Me parece que hay cierta personita que debería subir a acostarse – dijo Castle.
- ¿Yo papi? – preguntó el niño.
Antes de que Castle respondiera, Alexis le preguntó al niño:
- ¿Quieres que sea yo quien te acueste hoy y te cuente un cuento? – le preguntó a su hermano – me gustaría hacerlo, que cuando me vaya a la universidad ya no podré.
- ¿Qué te parece Henry?, ¿Te cuenta el cuento hoy Alexis?
- ¿Tú sabes cuentos? – preguntó el niño.
- Claro qué si – dijo la pelirroja – papá me ha contado todos los que sabe.
- Entonces vale – asintió el crio.
Mientras Alexis subía con Henry, los adultos se quedaron un rato conversando en el salón.
El sábado se reunieron todos a almorzar, como tenían previsto. La comida transcurrió con total normalidad, recordando anécdotas familiares, sobre todo, de cuando Alexis era pequeña. A Kate le encantaba oír hablar de esos momentos, a cada recuerdo, se daba cuenta de lo especial que era la relación entre Rick y su hija, de lo padrazo que era Castle, y de lo que se iban a echar de menos.
Llegó el domingo. Castle y Martha, junto con Henry, acompañarían a Alexis al campus. Allí almorzarían juntos y ellos se volverían después de comer.
Le dijeron a Kate si quería ir con ellos, pero ella declinó la invitación, aquel iba a ser un emotivo momento familiar, y no le pareció oportuno inmiscuirse. No es que se sintiera rechazada, sabía que era aceptada sin problemas, solo quiso darles su espacio. Dijo que su padre la había invitado a almorzar, lo cual era totalmente cierto y que a ella también le apetecía tener su momento padre hija.
Quedaron en verse ya por la tarde en el centro comercial. Habían estrenado una película infantil en 3D ese fin de semana y Castle había prometido llevar a Henry.
CONTINUARÁ…
Sigo poniéndome al día en historias, mientras terminan de poner los subtítulos. ¡Que tengáis un buen día!
Capítulo 16:
El día siguiente amaneció muy fresco y nublado, aunque ya había dejado de llover y el viento había amainado bastante. Se prepararon como cada mañana. Kate llevaría a Castle y a Henry hasta el colegio, y como ya todo el mundo sabía que estaban juntos, esperaría a que Henry entrase y luego irían a la 12th.
Eso hicieron, dejaron al niño en el colegio, Castle avisó de que iría antes a recogerlo y luego se fueron a la comisaría. Realmente Castle podría haberse quedado en casa, pues de momento no había ningún caso, pero como había adelantado tanto escribiendo el día anterior, decidió acompañarla.
En la comisaría reinaba la tranquilidad, Esposito y Ryan ya estaban allí, y al verlos llegar, los saludaron con pícara sonrisilla. Ellos no hicieron caso y Kate se fue a su mesa, a empezar el papeleo, mientras Castle iba a preparar un café.
La mañana pasó lenta y aburrida, sobre todo para Castle, pues Kate se dedicaba a su trabajo, que aunque no era lo que más le gustaba, al menos la mantenía ocupada. Castle se estaba arrepintiendo de haberla acompañado, le apetecía estar con ella, pero como ella estaba enfrascada en su tarea, él, que pasaba de ayudarla con los temas burocráticos, estaba que se subía por las paredes. La había contemplado durante un rato, le había sacado algunas fotos, se había bajado varias aplicaciones para el móvil, algunas se las había quedado, y otras las había eliminado después de probarlas.
Kate reía para sí misma, sabía el esfuerzo sobrehumano que a él le costaba estarse allí, sin caso y sin hacer nada, así que decidió darle un respiro.
- Ya casi es la hora, ¿vamos a comer?
- Si – dijo levantándose de un salto – ¿Dónde quieres ir?, yo invito, pero por favor salgamos de aquí.
- ¿Vamos al italiano de la calle 30? – preguntó ella – me apetece comer lasaña.
- Donde tú quieras, con tal de salir de la comisaría.
- Si tanto te aburres, podrías haberte ido – dijo, aunque en el fondo le gustaba tenerlo allí, aunque se aburriera – o haberme echado una mano.
- De echarte una mano, sí que tengo ganas – dijo con picardía – donde te la echo inspectora – dijo acercándose a ella peligrosamente, con la clara intención de besarla y meterle mano.
- Aquí en la calle ni se te ocurra o te detengo por escándalo público – dijo sofocada.
- ¡Que te gusta arruinarme la diversión, inspectora! – dijo con una sonrisa.
- ¡Ya nos divertiremos luego! – dijo ella con convencimiento.
Comieron tranquilamente, y ya allí Castle se despidió de ella hasta la tarde, ya que tenía que recoger a Henry para repetir las muestras, para las pruebas de paternidad.
Como no estaban cerca de la comisaría, ella le permitió darle un beso en los labios. Él tomó un taxi que lo llevó hasta el colegio, y diciéndole al taxista que lo esperara, entró a buscar al niño. Durante el trayecto, le fue explicando que tenían que mirarle otra vez la lengua a los dos, pero que solo la lengua, a lo que el chiquillo, preguntó inocente:
- ¿Estoy malito?
- No, claro que no – le respondió – solo hay que repetir esa prueba, porque se estropeó una máquina.
- ¿Me van a regalar una piruleta?
- Pues no creo, pero si no te la regalan yo te compro una.
- Vale, pero de fresa.
Llegaron al laboratorio y en menos de media hora, y después de muchas disculpas, habían terminado. Antes de salir Henry dijo que quería hacer pis, así que entró con su padre al baño de caballeros. Al bajarse el pantalón Castle comprobó que había llegado la hora de reponer parte del vestuario de Henry.
Lo había comentado con Kate muchas veces, el niño necesitaba ropa nueva, muchas prendas, empezaban a quedársele cortas y otras como la ropa interior estaba bastante pasada. Le habían comprado, lo estrictamente necesario, pero por unas cosas o por otras iban posponiendo el comprarle lo demás que necesitaba.
Lo que había visto y que le había decidido, era un agujero en los calzoncillos que el chiquillo llevaba puestos, esperaba que nadie más lo hubiese visto, porque a saber lo que irían a pensar de él. Así que una vez que terminaron en el baño, le dijo al niño:
- Henry, nos vamos de compras.
- ¿Y que nos compramos?
- Para ti, ropa, hay que comprarte ropa… y zapatos.
- No me gusta comprar ropa, es aburrido.
- Pues hoy nos toca aburrirnos un poquito.
Bajaron a la calle. Castle paró otro taxi, al que le indicó que lo llevara al centro comercial Macy’s en la calle 34. Una vez allí se dirigió a la sección de ropa infantil, donde compró ropa para el niño, incluidos calcetines y calzoncillos, que fueron elegidos por Henry, que se mostró bastante insistente, ya que su padre se decidió por unos y él los quería con sus personajes favoritos de dibujos animados. Tanto insistió que al final, terminó entrando en uno de los baños y cambiándole los calzoncillos rotos, por unos flamantes de tipo bóxer en color azulina con un Nemo en la parte delantera.
Ese fin de semana iban a acompañar a Alexis para dejarla en su residencia universitaria, y el sábado tendrían un almuerzo familiar a modo de despedida, así que Castle decidió comprar un recuerdo para su hija, y aunque esta se llevaba media casa con ella, se decidió por un marco donde podían ir varias fotos. Luego se fue a la sección de fotografías, donde eligió de entre las fotos de su Iphone una selección de ellas, eran las fotos favoritas de Castle, las que tomaba sin que sus modelos se dieran cuenta.
Eligió una auto foto de él con Henry, de uno de los días que estuvieron en Central Park. Luego otra de Alexis y Henry en Los Hamptons, otra de Alexis y Martha, que a Castle le encantaba, estaban las dos muy guapas y naturales, ya que ninguna estaba posando. Las dos juntas, con los cabellos y los ojos de igual color. Las otras eran del mismo tipo, y por último y sin saber como sería aceptado por su hija, una para un hueco que había en el marco, un poco más grande, en donde estaban los cinco juntos, ya que pensó que le gustase a su hija o no, Kate también formaba ahora parte de su familia. La hicieron también en Los Hamptons, la noche que quedaron a cenar todos juntos.
Una vez completado el marco, allí mismo se lo envolvieron para regalo.
- ¿Para quién es el regalo? – preguntó Henry que no llegaba a entender eso de la universidad a donde se iba Alexis.
- Es para tu hermana – le dijo su padre – como ya te ha explicado se va a la universidad y se lo regalamos para que tenga un recuerdo de toda la familia.
- ¿La universidad está muy lejos? – volvió a preguntar.
- A la que va Alexis, no lo está, seguro que la veremos a menudo por casa.
- ¿Yo también me voy?
- Cuando seas mayor y vayas a estudiar, entonces te marcharás como tu hermana.
- Yo no quiero estudiar – dijo con firmeza – me quedo siempre contigo papi.
- Gracias hijo – dijo sonriente – ya sé al menos que tú no me abandonarás en mi vejez – ¿Quieres comprarle un regalo a Alexis para que tenga un recuerdo tuyo?
- Vale – dijo el chiquillo.
- A ver, ¿Qué te gustaría comprarle? – le preguntó.
- No sé… – contestó indeciso.
- De las cosas que tú tienes, ¿Cuál es la que más te gusta? – trató de ayudarlo Castle.
- Me gusta mi mochila de Spiderman – y se miró a la espalda, pues era la que usaba para el colegio – y la mochila de la playa…
A Castle se le ocurrió una idea.
- ¿Le buscamos un muñeco de peluche?, algo parecido a Edwin.
- Edwin es mi amigo, viene conmigo al cole.
Y así era. El libro de Castle, el álbum de fotos y las demás cosas había consentido en dejarlas en casa, pero Edwin iba con él todos los días al colegio, bien guardado en su mochila. Fueron a la sección de juguetes, y allí había un gran expositor con muñecos de peluche de distintos tamaños. A Henry se le iluminó la cara, ante tanto colorido.
- ¿Quieres elegir uno para Alexis?
- Si, ¿el que yo quiera?
- Claro, para eso lo elijes tú.
Al final y después de mucho mirar, a Henry le pudo la fidelidad y se decidió por otro dragón de felpa, un poco más pequeño que Edwin, diciendo que era el hermanito de su dragón y que él se lo regalaba a su hermana.
A Castle le pareció una excelente idea. También se lo envolvieron para regalo, con un enorme lazo naranja, el color favorito de Henry, que iba encantado con el regalo de su hermana.
- ¿Y a la abuela Martha y a la señora Kate también le compramos un regalo? – preguntó Henry.
- Ellas no se van a la universidad – dijo Castle.
- ¡Ah! – dijo Henry.
- ¿Te gustaría hacerle un regalo a la abuela y a Kate? – preguntó Castle interesado.
- Si – me gustan los regalos.
Pero como Henry no era capaz de decidirse que regalar a su abuela y a la novia de su padre, fue Castle quien eligió algo sencillo, un pequeño detalle que consistía en unos bonitos jarrones con flores de cristal.
- Son bonitas – afirmó Henry al que su padre no había soltado de la mano, mientras que visitaban esa zona llena de figuras de cristal.
Una vez terminadas todas las compras, ya era casi la hora de la cena. Castle había hablado varias veces con Kate, y como tenía bastante trabajo atrasado, había quedado con ella en verse en el loft.
A la salida de Macy’s, la llamó de nuevo, para decirle que ya iban para la casa. Ella le dijo que al final se había podido escapar un poco antes, que había pasado por su casa, la que casi no pisaba desde que Henry estaba con ellos, y después de darle una vuelta, había cogido ropa, sobre todo de abrigo, pues cada vez el tiempo era más frio y que los esperaba en el loft, para cenar juntos.
Así que Castle volvió a coger un taxi ese día y cargado de bolsas volvieron a casa. Cuando entraron al loft, Kate estaba tranquilamente sentada en el sofá leyendo un libro. Al llegar se había duchado, puesto ropa cómoda, y de lo más relajada los esperaba allí.
Castle dejó las bolsas en la entrada, y antes de poder decir nada, Henry corrió hacia Kate, se puso delante de ella y sin ningún tipo de pudor, se bajó los pantalones y con enorme sonrisa le comunicó:
- Mira señora Kate, tengo unos calzoncillos nuevos de Nemo.
- ¡Qué bonitos Henry! – le contestó al chiquillo sin poder evitar la risa.
- Papi me compra ropa nueva, y calcetines, y unos zapatos y unas botas de agua – dijo Henry, que mientras se volvía a poner los pantalones se sentía en la obligación de contar todo lo que habían hecho.
- Si, le he renovado un poco el vestuario – dijo Castle que se había sentado a su lado en el sofá – estoy exhausto.
- Y te he comprado un regalito, y a Alexis, y a la abuela – siguió informando Henry.
- ¡Henry! – protestó su padre – los regalos eran una sorpresa para el sábado – había que guardar el secreto.
- Pues acaban de convertirse en la sorpresa del jueves – dijo Kate con una sonrisa.
- ¡Huy! – exclamó el niño apurado tapándose la boca con las dos manos – ¿tú te enfadas? – preguntó a su padre.
- No hombre, no me enfado, anda ven aquí y enséñale a Kate lo que te he comprado y ten cuidado con la bolsa azul – era la de la tienda de cristal – esa mejor no la cojas.
Fue hasta la entrada e intentó coger todas las bolsas, menos la azul.
- ¡Pesa mucho! – protestó.
- Poco a poco – le dijo su padre que no tenía intención de levantarse para ir a ayudarle.
- Yo te ayudo – fue Kate quien se levantó y cogió las bolsas de ropa para acercarlas al sofá.
Henry fue sacando la ropa que su padre le había comprado.
- ¡Ey, ey! – dijo Castle – ¡para hombre que mira la que estás liando!
Y es que Henry se había emocionado y empezado a sacarlo todo, como los locos, en su afán de enseñárselo todo a Kate. Por su parte, esta reía, tanto ante el comportamiento del crio, como de la cara del padre.
- ¿Quieres que te ayude a guardar toda tu ropa nueva en tu armario? – le preguntó al niño.
- ¿No te importaría? – preguntó a su vez Castle – así mientras yo lo voy bañando.
- Claro que no, venga, vamos arriba.
Entre los tres subieron toda la ropa a la habitación de Henry. Kate empezó a colgarla en el armario y a guardar la ropa interior, los calcetines y pijamas en los cajones de la cómoda.
- Henry, vamos al baño – le dijo su padre – coge tu pijama.
- ¿Me pongo el pijama de Cars? – este era de los nuevos.
- Bueno – concedió el padre – hoy estrenarás el pijama.
- Voy a buscar unas tijeras, para quitar las etiquetas – anunció Kate – ahora te lo llevo al cuarto de baño.
Castle estaba llenando la bañera, a su lado Henry se quitaba la ropa y la dejaba sobre el taburete como le habían enseñado. Cuando su padre terminó, lo ayudó a entrar y una vez dentro tuvo que sacarle los juguetes del baño.
- Pero solo un ratito ¿Eh Henry?
- Vale – dijo el niño.
Entró Kate con el pijama, y dijo que iría preparando la cena. Cuando Henry y Castle bajaron Alexis y Martha acababan de llegar. La cena ya estaba lista y se sentaron todos a la mesa. Castle pensó que a Henry se le habría olvidado lo de los regalos, y podrían dejarlo para la comida del sábado, como tenía pensado.
Pero su hijo tenía una memoria de elefante, así que al terminar la cena, preguntó alegre.
- ¿Ya les doy los regalos?
- ¿Qué regalos? – preguntó Alexis curiosa.
- Está visto que tu hermano no sabe guardar un secreto – protestó Castle.
- Papá, tiene cinco años – dijo su hija con una sonrisa – es normal que no guarde un secreto, lo que no es normal es que tú te mosquees con él – rió la pelirroja, a la que acompañaron en su risa, Kate, Martha y Henry que al verlas reírse, empezó a reír él también, pero sin saber porque lo hacía.
- Era una sorpresita para el sábado, solo un regalo de despedida.
- Papá, que solo me voy al norte de la ciudad.
- Lo sé hija, lo sé, pero es solo un recuerdo. Anda Henry tu traes el de Alexis y yo traeré los de la abuela y Kate.
- ¿Hay también un regalo para mí? – preguntó Martha – yo no me voy, Kate tampoco, ¿cierto querida?
- Claro que no – dijo Kate.
- Al comprarle un regalo a su hermana, Henry se sintió en la obligación de compraros algo también a vosotras. Es todo un caballero. Henry, dale tu regalo a Alexis.
El niño entregó a su hermana el paquete. Esta lo desenvolvió y sonrió, cuando vio el dragón de peluche, bastante parecido a Edwin, aunque sin ser igual.
- Es el hermanito de Edwin – explicó Henry – Edwin es mi amigo y te presta a su hermano.
- Henry pensó que un dragón como el suyo, te sería de mucha ayuda, ya sabes lo que Edwin significa para él.
- Me gusta mucho Henry, muchas gracias, es un regalo estupendo – dijo Alexis mientras abrazaba y besaba a su hermano.
- Ahora el tuyo, papi – dijo el chiquillo impaciente.
Castle le dio a su hija el paquete. Cuando Alexis vio el bonito marco con las fotos, los ojos le empezaron a brillar.
- Es para que nos tengas un poco más cerca.
- Es precioso, estáis todos, muchas gracias papá.
Henry cortó el sentimental momento con su impaciencia infantil.
- Ahora para la abuela y la señora Kate.
- Ya los traigo yo – y fue por ellos.
Abrió la bolsa y cogió uno de los paquetes que le dio a Henry, diciéndole que tuviera mucho cuidado y que se lo diera a la abuela. Esta lo recibió con una sonrisa, dando a Henry un beso en la frente. Luego hizo lo mismo con Kate.
Las dos alabaron los regalos y le dieron las gracias a un feliz Henry. Fue un bonito momento familiar. Tanto a Alexis, como a Martha y a Kate les gustaron mucho los regalos. Henry sonreía satisfecho, pero ya era tarde y empezó a bostezar.
- Me parece que hay cierta personita que debería subir a acostarse – dijo Castle.
- ¿Yo papi? – preguntó el niño.
Antes de que Castle respondiera, Alexis le preguntó al niño:
- ¿Quieres que sea yo quien te acueste hoy y te cuente un cuento? – le preguntó a su hermano – me gustaría hacerlo, que cuando me vaya a la universidad ya no podré.
- ¿Qué te parece Henry?, ¿Te cuenta el cuento hoy Alexis?
- ¿Tú sabes cuentos? – preguntó el niño.
- Claro qué si – dijo la pelirroja – papá me ha contado todos los que sabe.
- Entonces vale – asintió el crio.
Mientras Alexis subía con Henry, los adultos se quedaron un rato conversando en el salón.
El sábado se reunieron todos a almorzar, como tenían previsto. La comida transcurrió con total normalidad, recordando anécdotas familiares, sobre todo, de cuando Alexis era pequeña. A Kate le encantaba oír hablar de esos momentos, a cada recuerdo, se daba cuenta de lo especial que era la relación entre Rick y su hija, de lo padrazo que era Castle, y de lo que se iban a echar de menos.
Llegó el domingo. Castle y Martha, junto con Henry, acompañarían a Alexis al campus. Allí almorzarían juntos y ellos se volverían después de comer.
Le dijeron a Kate si quería ir con ellos, pero ella declinó la invitación, aquel iba a ser un emotivo momento familiar, y no le pareció oportuno inmiscuirse. No es que se sintiera rechazada, sabía que era aceptada sin problemas, solo quiso darles su espacio. Dijo que su padre la había invitado a almorzar, lo cual era totalmente cierto y que a ella también le apetecía tener su momento padre hija.
Quedaron en verse ya por la tarde en el centro comercial. Habían estrenado una película infantil en 3D ese fin de semana y Castle había prometido llevar a Henry.
CONTINUARÁ…
Cata Castillo- Escritor - Policia
- Mensajes : 1729
Fecha de inscripción : 25/09/2010
Localización : Al sur del sur
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Me ha encantado, ese momento en familia, a cada capitulo le cojo más cariño a Henry, espero que dentro de poco deje de llamar a Kate señora Kate, algo aunque sea un poco menos informal jajaja
Continua pronto...lo espero impaciente...
Continua pronto...lo espero impaciente...
Invitado- Invitado
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Excelente. Cada vez me gusta mas!!!!!
Yaye- Escritor - Policia
- Mensajes : 1751
Fecha de inscripción : 05/06/2012
Localización : Huelva
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Preciosooooo sigueee
castle&beckett..cris- Escritor - Policia
- Mensajes : 5471
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Edad : 33
Localización : Menorca..I LOVE NEW YORK..NYPD..RICK CASTLE & KATE BECKETT
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Muy dulce,,, y si, ya se nota que va llegando el final. La curiosidad me mata por saber si el pequeño es o no su hijo.
marypaz- Policia de homicidios
- Mensajes : 687
Fecha de inscripción : 09/06/2011
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Cata:
Sublime.
Me gusta mucho tu historia...
Sublime.
Me gusta mucho tu historia...
Anver- Policia de homicidios
- Mensajes : 711
Fecha de inscripción : 14/06/2012
Localización : Madrid
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Maravilloso capítulo, capítulo a capítulo esta historia se ha ido convirtiendo en una de mis favoritas del foro, la echaré de menos cuando llegue el final.
Este capítulo me ha gustado mucho, muy familia llena de momentosdivertidos.
Precioso!!
Este capítulo me ha gustado mucho, muy familia llena de momentosdivertidos.
Precioso!!
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Me gusta, me gusta mucho!!! Los momentos en familia son preciosos y Henry es un amor
Adoro tu historia! Sigueee
Adoro tu historia! Sigueee
cris_beckett- Autor de best-seller
- Mensajes : 857
Fecha de inscripción : 29/05/2012
Edad : 34
Localización : Madrid
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Me encanta, me encanta el detalle del dragón para Alexis y me ha hecho mucha gracia lo de enseñarle los calzoncillo, algo muy típico en niños eso de no tener pudor jejeje
anaforo- Escritor - Policia
- Mensajes : 1090
Fecha de inscripción : 06/02/2012
Edad : 31
Localización : Murcia. Y en una de las 20 manzanas que hay entre la casa Rick y la de Kate :)
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
¡Hola!
Llevo toda la tarde intentando colgar el capítulo, pero el foro no me deja. Voy a dividirlo en dos mensajes, a ver si quiere quedarse en el foro.
Aquí tenéis el siguiente capítulo. Como siempre, espero que os guste y muchas gracias por leer y comentar.
¡Feliz fin de semana!
Capítulo 17, (1ª parte):
Faltaba poco para que terminara octubre. Alexis llevaba casi un mes en la universidad, aunque la veían con bastante frecuencia, sobre todo Castle, ya que siempre que podía acudía a ayudar a Lanie, pues le gustaba hacer prácticas con ella. Además los fines de semana siempre se daba una vuelta por su casa, para ver a su abuela y a su hermano.
Henry estaba nervioso por la proximidad de la fiesta de Halloween, los dos últimos años la había celebrado en el centro de acogida, y solo recordaba su disfraz de fantasma, hecho con una sábana, y que llevaban varios chicos y unas pocas chucherías que le dieron. A pesar de todo recordaba habérselo pasado bien.
Ya llevaba casi dos meses en el colegio, estaba bastante adaptado y su mejor amigo era Liam. El padre de éste iba a organizar una fiesta de disfraces para niños, en su pub, a la que por supuesto Henry estaba invitado. Ian había contratado a un mago, y varias actividades más para los niños, así que el chiquillo estaba expectante.
No supo decidirse por un disfraz, al principio dijo que se quería vestir de pirata, pero después de leer un cuento que su padre le compró sobre castillos, caballeros y dragones, decidió que se disfrazaría de caballero, con su yelmo, y su cota de malla, además de una espada.
Una semana antes de Halloween, las previsiones del tiempo anunciaron un importante descenso de las temperaturas para el fin de semana. Precisamente ese viernes por la tarde, en que las temperaturas empezarían a bajar, Castle tenía una importante reunión en la editorial. No tenía más remedio que asistir, no le apetecía mucho, pero realmente no tenía manera de evitarla. El problema era que no tenía con quien dejar a Henry. Alexis se había ido a pasar el fin de semana a Boston, con sus amigos de la universidad, y Martha hacía dos semanas que se había marchado a un crucero con unas amigas. Así que la única persona que podía quedarse con Henry era Kate.
Castle sabía que Henry y Kate se gustaban, pero ella nunca se había encargado por completo del niño, así que se lo pidió un poco reticente, no por ella, sino por lo inseguro que a veces seguía mostrándose el niño. Ella accedió sin ningún problema.
- Castle, por Dios, es un niño de cinco años, yo cuidaré de él.
- Ya sé que lo cuidarás y que lo harás bien Kate – dijo él – pero ya sabes lo inseguro que sigue siendo Henry, sobre todo cuando yo no estoy.
- Pero tendrá que ir acostumbrándose, además tú volverás antes de la cena, ¿no?
- Creo que sí, es una reunión para tratar de mi nuevo libro, es a las tres, no creo que se alargue hasta la noche.
- Pues cuando llegues, estaremos los dos duchados y muy limpitos, esperándote para cenar contigo.
- Estaré ansioso por llegar a casa y comerte para cenar – dijo sugerentemente.
- Espero que no lo hagas delante de Henry, no queremos que se traumatice, ¿no? – le contestó ella, con una sonrisa, Castle siempre la hacía reír con sus ocurrencias.
- Claro que no, cenaremos en familia y tú serás mi postre – volvió a sorprenderla él.
Así que Castle fue a llevar a Henry al colegio y mientras llegaban le fue explicando que esa tarde sería Kate quien lo recogería y quien lo cuidaría por la tarde, pues él tenía una reunión muy importante.
- Entonces, ¿La señora Kate me cuida? – preguntó el niño.
- Si, ella te cuidará esta tarde, ¿te parece bien? – le preguntó, pensando que si no le parecía bien, eso era lo que había y que tendría que conformarse.
- Me gusta la señora Kate, ¿Y tú vienes después?
- Claro, intentaré tardar lo menos posible, te prometo que estaré en casa antes de que anochezca.
- Vale – dijo el niño.
Lo acompañó hasta la puerta del centro y se despidió de él con un beso.
- Hazle caso a Kate y pórtate bien, ¿de acuerdo? – le advirtió antes de que se marcara.
- Si papi – dijo el niño.
- Nos vemos esta noche, campeón.
- Adiós papi, hasta después.
Una vez que el niño se quedó en el colegio se marchó un rato a la comisaría. Cuando llegó había bastante actividad, y pensó que habría habido algún crimen. Llegó a la planta de homicidios, pero ahí estaban bastante más tranquilos.
- ¡Hola! – saludó a Kate y a los chicos – ¿Qué pasa abajo que están todos alborotados? – preguntó – pensé que habría habido algún crimen.
- No es eso – explicó Ryan – ya sabes que hay previsto un importante descenso de las temperaturas, por lo visto para mañana se espera que nieve.
- ¿Nieve ya? – preguntó Castle – pero si aún estamos en octubre.
- Pues eso – dijo Esposito – seguro que con la nevada habrá más de un percance. Abajo estarán organizando los turnos de guardia.
- Menos mal que a mí no me toca – dijo Becket – además mañana es sábado, así que si nieva estaré más que calentita en casa.
- ¿En tu casa o en la de Castle? – preguntó Esposito con una sonrisilla.
- ¡Y a ti que te importa! – exclamó indignada.
- Bueno, si te quedas en casa de Castle, ya sabemos quién te va a mantener caliente – rio Esposito ante su propio chiste.
Castle que estaba justo a su lado le dio un capón.
- ¡Ey!, ¿Qué haces hombre?
- Es de parte de Becket, ella hubiera tenido que levantarse y no le daba tiempo a llegar, así que te lo doy yo de su parte.
- Por mi puedes darle otro – dijo Kate molesta ante las continuas intromisiones en su vida por parte de su compañero – te doy permiso.
Castle no se hizo esperar y le dio otro.
- ¡Ahhh! – volvió a quejarse.
- Me lo ha mandado ella, y ya sabes que es la jefa.
- ¿Siempre haces lo que te ordena?
- Sí, siempre me ha encantado que me mande – dijo Castle con una sonrisa.
- ¿Y no te da vergüenza reconocerlo? – preguntó Ryan.
- Para nada – dijo Castle mirándola – no hay nada más estimulante que te mangonee una mujer fuerte.
- ¡Calzonazos! – dijo Esposito con cierto desprecio.
- Eso me recuerda a algo que me contó Lanie – empezó a decir Kate – de como era capaz de convencerte, con solo tocarte…
- ¡¡¡Para ya!!! – exclamó indignado – eso forma parte de mi intimidad con ella. Esa mujer es una cotilla.
- Pues para que te des cuenta de lo que forma parte de mi intimidad con Castle y dejes de hablar de nosotros como si no estuviésemos delante.
La tonta discusión que tenían fue interrumpida por Gates, anunciando que habían encontrado un cuerpo en un apartamento. Tomaron los datos y se dirigieron hasta allí.
Era el cuerpo de un hombre de mediana edad y lo habían descubierto a causa del mal olor que desprendía. Llevaba varios días muerto, eso era más que evidente, como evidente parecía ser la causa de la muerte, un fuerte golpe en la cabeza con una figura de bronce que estaba allí al lado del cadáver y bastante manchada de sangre.
Esposito y Ryan, fueron a preguntarles a los vecinos. Lo había descubierto el portero del edificio, pues la vecina de enfrente se alarmó por el mal olor y porque siempre se cruzaba con él, en el ascensor por la mañana al salir a trabajar y hacía días que no lo veía.
Se trataba de Marvin Wyman, de cincuenta y cinco años, soltero y que trabajaba en una empresa de alfombras, en el departamento de administración.
No tenían más que hacer allí, Lanie les dijo que ya les informaría si había alguna novedad, pero que no creía que la causa de la muerte fuese otra distinta a la que parecía.
Castle y Becket se fueron hasta la empresa donde trabajaba, y allí les dijeron que hacía varios días que no aparecía por el trabajo, pero que alguien había llamado, diciendo que estaba enfermo y que estaría unos días sin ir. Como siempre había sido un trabajador cumplidor no le dieron mayor importancia.
Tenían que investigar, a ver si podían averiguar de donde procedía la llamada. Con los datos que tenían volvieron a la comisaría. El señor Wyman no tenía familia, ni nadie que se interesase por él.
- ¡Qué triste! – dijo Castle – no tener nadie que te eche de menos cuando te mueres.
- La verdad es que si – corroboró ella.
Llegaron Ryan y Esposito. Tenían los registros de las últimas llamadas a la empresa y empezaron a investigarlo. Llegó la hora de comer y fueron juntos a una cafetería cercana, él se iría desde allí a su reunión en la editorial y ella volvería a la comisaría a adelantar todo lo que pudiera el trabajo. Había pedido permiso para salir un poco antes por asuntos personales, los cuales no había explicado a nadie, pero en realidad era para ir por Henry al colegio.
Se despidieron con un beso y quedaron en verse por la tarde en la casa. Ella volvió a la comisaría hasta la hora de ir a recoger al niño. Como le quedaba trabajo por hacer, metió varios informes en su bolso, pensando que mientras Henry jugaba un rato antes de la cena, ella podría adelantar trabajo.
Cuando salió de la 12th, notó cómo la temperatura había bajado bastante y como el cielo estaba cada vez más cubierto. Era evidente que las previsiones atmosféricas no se equivocaban, y que iba a nevar, a pesar de estar aún en el mes de octubre.
Dejó el coche de Castle, ya que este se lo había dejado por la silla de Henry, a dos calles del centro escolar y se dirigió hasta la puerta. Sonó el timbre anunciando la salida de los niños y estuvo pendiente hasta que lo vio buscándola con la mirada. Llegó hasta ella con una sonrisa.
- ¡Hola señora Kate! – la saludó contento.
- ¡Hola Henry!, ¿pero cómo sales así? – preguntó al ver que el niño llevaba el chaquetón abierto y no había rastro de la bufanda, gorro y guantes que su padre le había puesto por la mañana.
- Es que hace calor – protestó el chiquillo.
- Anda, ven aquí – se agachó junto a él y le subió la cremallera – hace calor dentro del cole porque hay calefacción, ¿y el gorro y la bufanda?
- En la mochila – dijo el niño.
Abrió la mochila de Henry y sacó el gorro, la bufanda y los guantes y se apresuró a ponérselos.
- ¡Anda vamos a casa, que hace mucho frio! – dijo cogiéndolo de la mano y empezando a caminar.
- ¿Nos vamos andando?
- No, el coche está en la otra calle.
Cuando llegaron hasta el coche, ella lo ayudó a subir y a colocarse en su silla, donde le puso el cinturón. Ella también subió y puso la calefacción, cada vez hacía más frio.
- El señor March, dice que mañana va a nevar y que podemos salir a hacer un muñeco y tirarnos bolas de nieve – informó Henry emocionado.
- Tu profesor tiene razón, lo más seguro es que nieve esta noche, así que mañana podemos salir a hacer ese muñeco.
- Me gusta mucho la nieve – dijo Henry – yo tenía un trineo rojo y me tiraba por las cuestas con mi mami, pero ahora no sé dónde está el trineo. ¿Tú te sabes tirar en trineo?
- Me encanta tirarme en trineo, seguro que en casa hay alguno de Alexis que puedas usar.
- Mi mami también me enseña a patinar en el hielo, pero yo me caigo y se me moja el culo.
- También podemos ir un día a patinar sobre hielo, seguro que a papá le encantará llevarte.
Llegaron a la casa, una vez en el loft, Kate ayudó a Henry a quitarse el abrigo, y todo lo demás y mirando el reloj y viendo que aún era temprano le dijo al niño:
- Henry yo tengo que trabajar un rato, si quieres puedes subir a jugar, o ver la tele hasta la hora de bañarte ¿de acuerdo?
- Vale, ¿mi papi viene pronto?
- Claro, cuando menos te lo esperes, ya está de vuelta.
Llevo toda la tarde intentando colgar el capítulo, pero el foro no me deja. Voy a dividirlo en dos mensajes, a ver si quiere quedarse en el foro.
Aquí tenéis el siguiente capítulo. Como siempre, espero que os guste y muchas gracias por leer y comentar.
¡Feliz fin de semana!
Capítulo 17, (1ª parte):
Faltaba poco para que terminara octubre. Alexis llevaba casi un mes en la universidad, aunque la veían con bastante frecuencia, sobre todo Castle, ya que siempre que podía acudía a ayudar a Lanie, pues le gustaba hacer prácticas con ella. Además los fines de semana siempre se daba una vuelta por su casa, para ver a su abuela y a su hermano.
Henry estaba nervioso por la proximidad de la fiesta de Halloween, los dos últimos años la había celebrado en el centro de acogida, y solo recordaba su disfraz de fantasma, hecho con una sábana, y que llevaban varios chicos y unas pocas chucherías que le dieron. A pesar de todo recordaba habérselo pasado bien.
Ya llevaba casi dos meses en el colegio, estaba bastante adaptado y su mejor amigo era Liam. El padre de éste iba a organizar una fiesta de disfraces para niños, en su pub, a la que por supuesto Henry estaba invitado. Ian había contratado a un mago, y varias actividades más para los niños, así que el chiquillo estaba expectante.
No supo decidirse por un disfraz, al principio dijo que se quería vestir de pirata, pero después de leer un cuento que su padre le compró sobre castillos, caballeros y dragones, decidió que se disfrazaría de caballero, con su yelmo, y su cota de malla, además de una espada.
Una semana antes de Halloween, las previsiones del tiempo anunciaron un importante descenso de las temperaturas para el fin de semana. Precisamente ese viernes por la tarde, en que las temperaturas empezarían a bajar, Castle tenía una importante reunión en la editorial. No tenía más remedio que asistir, no le apetecía mucho, pero realmente no tenía manera de evitarla. El problema era que no tenía con quien dejar a Henry. Alexis se había ido a pasar el fin de semana a Boston, con sus amigos de la universidad, y Martha hacía dos semanas que se había marchado a un crucero con unas amigas. Así que la única persona que podía quedarse con Henry era Kate.
Castle sabía que Henry y Kate se gustaban, pero ella nunca se había encargado por completo del niño, así que se lo pidió un poco reticente, no por ella, sino por lo inseguro que a veces seguía mostrándose el niño. Ella accedió sin ningún problema.
- Castle, por Dios, es un niño de cinco años, yo cuidaré de él.
- Ya sé que lo cuidarás y que lo harás bien Kate – dijo él – pero ya sabes lo inseguro que sigue siendo Henry, sobre todo cuando yo no estoy.
- Pero tendrá que ir acostumbrándose, además tú volverás antes de la cena, ¿no?
- Creo que sí, es una reunión para tratar de mi nuevo libro, es a las tres, no creo que se alargue hasta la noche.
- Pues cuando llegues, estaremos los dos duchados y muy limpitos, esperándote para cenar contigo.
- Estaré ansioso por llegar a casa y comerte para cenar – dijo sugerentemente.
- Espero que no lo hagas delante de Henry, no queremos que se traumatice, ¿no? – le contestó ella, con una sonrisa, Castle siempre la hacía reír con sus ocurrencias.
- Claro que no, cenaremos en familia y tú serás mi postre – volvió a sorprenderla él.
Así que Castle fue a llevar a Henry al colegio y mientras llegaban le fue explicando que esa tarde sería Kate quien lo recogería y quien lo cuidaría por la tarde, pues él tenía una reunión muy importante.
- Entonces, ¿La señora Kate me cuida? – preguntó el niño.
- Si, ella te cuidará esta tarde, ¿te parece bien? – le preguntó, pensando que si no le parecía bien, eso era lo que había y que tendría que conformarse.
- Me gusta la señora Kate, ¿Y tú vienes después?
- Claro, intentaré tardar lo menos posible, te prometo que estaré en casa antes de que anochezca.
- Vale – dijo el niño.
Lo acompañó hasta la puerta del centro y se despidió de él con un beso.
- Hazle caso a Kate y pórtate bien, ¿de acuerdo? – le advirtió antes de que se marcara.
- Si papi – dijo el niño.
- Nos vemos esta noche, campeón.
- Adiós papi, hasta después.
Una vez que el niño se quedó en el colegio se marchó un rato a la comisaría. Cuando llegó había bastante actividad, y pensó que habría habido algún crimen. Llegó a la planta de homicidios, pero ahí estaban bastante más tranquilos.
- ¡Hola! – saludó a Kate y a los chicos – ¿Qué pasa abajo que están todos alborotados? – preguntó – pensé que habría habido algún crimen.
- No es eso – explicó Ryan – ya sabes que hay previsto un importante descenso de las temperaturas, por lo visto para mañana se espera que nieve.
- ¿Nieve ya? – preguntó Castle – pero si aún estamos en octubre.
- Pues eso – dijo Esposito – seguro que con la nevada habrá más de un percance. Abajo estarán organizando los turnos de guardia.
- Menos mal que a mí no me toca – dijo Becket – además mañana es sábado, así que si nieva estaré más que calentita en casa.
- ¿En tu casa o en la de Castle? – preguntó Esposito con una sonrisilla.
- ¡Y a ti que te importa! – exclamó indignada.
- Bueno, si te quedas en casa de Castle, ya sabemos quién te va a mantener caliente – rio Esposito ante su propio chiste.
Castle que estaba justo a su lado le dio un capón.
- ¡Ey!, ¿Qué haces hombre?
- Es de parte de Becket, ella hubiera tenido que levantarse y no le daba tiempo a llegar, así que te lo doy yo de su parte.
- Por mi puedes darle otro – dijo Kate molesta ante las continuas intromisiones en su vida por parte de su compañero – te doy permiso.
Castle no se hizo esperar y le dio otro.
- ¡Ahhh! – volvió a quejarse.
- Me lo ha mandado ella, y ya sabes que es la jefa.
- ¿Siempre haces lo que te ordena?
- Sí, siempre me ha encantado que me mande – dijo Castle con una sonrisa.
- ¿Y no te da vergüenza reconocerlo? – preguntó Ryan.
- Para nada – dijo Castle mirándola – no hay nada más estimulante que te mangonee una mujer fuerte.
- ¡Calzonazos! – dijo Esposito con cierto desprecio.
- Eso me recuerda a algo que me contó Lanie – empezó a decir Kate – de como era capaz de convencerte, con solo tocarte…
- ¡¡¡Para ya!!! – exclamó indignado – eso forma parte de mi intimidad con ella. Esa mujer es una cotilla.
- Pues para que te des cuenta de lo que forma parte de mi intimidad con Castle y dejes de hablar de nosotros como si no estuviésemos delante.
La tonta discusión que tenían fue interrumpida por Gates, anunciando que habían encontrado un cuerpo en un apartamento. Tomaron los datos y se dirigieron hasta allí.
Era el cuerpo de un hombre de mediana edad y lo habían descubierto a causa del mal olor que desprendía. Llevaba varios días muerto, eso era más que evidente, como evidente parecía ser la causa de la muerte, un fuerte golpe en la cabeza con una figura de bronce que estaba allí al lado del cadáver y bastante manchada de sangre.
Esposito y Ryan, fueron a preguntarles a los vecinos. Lo había descubierto el portero del edificio, pues la vecina de enfrente se alarmó por el mal olor y porque siempre se cruzaba con él, en el ascensor por la mañana al salir a trabajar y hacía días que no lo veía.
Se trataba de Marvin Wyman, de cincuenta y cinco años, soltero y que trabajaba en una empresa de alfombras, en el departamento de administración.
No tenían más que hacer allí, Lanie les dijo que ya les informaría si había alguna novedad, pero que no creía que la causa de la muerte fuese otra distinta a la que parecía.
Castle y Becket se fueron hasta la empresa donde trabajaba, y allí les dijeron que hacía varios días que no aparecía por el trabajo, pero que alguien había llamado, diciendo que estaba enfermo y que estaría unos días sin ir. Como siempre había sido un trabajador cumplidor no le dieron mayor importancia.
Tenían que investigar, a ver si podían averiguar de donde procedía la llamada. Con los datos que tenían volvieron a la comisaría. El señor Wyman no tenía familia, ni nadie que se interesase por él.
- ¡Qué triste! – dijo Castle – no tener nadie que te eche de menos cuando te mueres.
- La verdad es que si – corroboró ella.
Llegaron Ryan y Esposito. Tenían los registros de las últimas llamadas a la empresa y empezaron a investigarlo. Llegó la hora de comer y fueron juntos a una cafetería cercana, él se iría desde allí a su reunión en la editorial y ella volvería a la comisaría a adelantar todo lo que pudiera el trabajo. Había pedido permiso para salir un poco antes por asuntos personales, los cuales no había explicado a nadie, pero en realidad era para ir por Henry al colegio.
Se despidieron con un beso y quedaron en verse por la tarde en la casa. Ella volvió a la comisaría hasta la hora de ir a recoger al niño. Como le quedaba trabajo por hacer, metió varios informes en su bolso, pensando que mientras Henry jugaba un rato antes de la cena, ella podría adelantar trabajo.
Cuando salió de la 12th, notó cómo la temperatura había bajado bastante y como el cielo estaba cada vez más cubierto. Era evidente que las previsiones atmosféricas no se equivocaban, y que iba a nevar, a pesar de estar aún en el mes de octubre.
Dejó el coche de Castle, ya que este se lo había dejado por la silla de Henry, a dos calles del centro escolar y se dirigió hasta la puerta. Sonó el timbre anunciando la salida de los niños y estuvo pendiente hasta que lo vio buscándola con la mirada. Llegó hasta ella con una sonrisa.
- ¡Hola señora Kate! – la saludó contento.
- ¡Hola Henry!, ¿pero cómo sales así? – preguntó al ver que el niño llevaba el chaquetón abierto y no había rastro de la bufanda, gorro y guantes que su padre le había puesto por la mañana.
- Es que hace calor – protestó el chiquillo.
- Anda, ven aquí – se agachó junto a él y le subió la cremallera – hace calor dentro del cole porque hay calefacción, ¿y el gorro y la bufanda?
- En la mochila – dijo el niño.
Abrió la mochila de Henry y sacó el gorro, la bufanda y los guantes y se apresuró a ponérselos.
- ¡Anda vamos a casa, que hace mucho frio! – dijo cogiéndolo de la mano y empezando a caminar.
- ¿Nos vamos andando?
- No, el coche está en la otra calle.
Cuando llegaron hasta el coche, ella lo ayudó a subir y a colocarse en su silla, donde le puso el cinturón. Ella también subió y puso la calefacción, cada vez hacía más frio.
- El señor March, dice que mañana va a nevar y que podemos salir a hacer un muñeco y tirarnos bolas de nieve – informó Henry emocionado.
- Tu profesor tiene razón, lo más seguro es que nieve esta noche, así que mañana podemos salir a hacer ese muñeco.
- Me gusta mucho la nieve – dijo Henry – yo tenía un trineo rojo y me tiraba por las cuestas con mi mami, pero ahora no sé dónde está el trineo. ¿Tú te sabes tirar en trineo?
- Me encanta tirarme en trineo, seguro que en casa hay alguno de Alexis que puedas usar.
- Mi mami también me enseña a patinar en el hielo, pero yo me caigo y se me moja el culo.
- También podemos ir un día a patinar sobre hielo, seguro que a papá le encantará llevarte.
Llegaron a la casa, una vez en el loft, Kate ayudó a Henry a quitarse el abrigo, y todo lo demás y mirando el reloj y viendo que aún era temprano le dijo al niño:
- Henry yo tengo que trabajar un rato, si quieres puedes subir a jugar, o ver la tele hasta la hora de bañarte ¿de acuerdo?
- Vale, ¿mi papi viene pronto?
- Claro, cuando menos te lo esperes, ya está de vuelta.
Cata Castillo- Escritor - Policia
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Fecha de inscripción : 25/09/2010
Localización : Al sur del sur
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Capítulo 17 (2ª parte)
Henry se fue a su cuarto a jugar un rato. Kate se instaló en el salón con los informes por delante y el portátil encendido y se dispuso a trabajar. No notó como empeoraba el tiempo y que incluso empezaba a nevar copiosamente, hasta que le llegó un SMS de Castle, en el que le explicaba que debido a la tormenta tan imprevista, los servicios de emergencia habían recomendado que nadie saliese a la calle, por lo menos hasta que pasase la fuerte ventisca que se había desatado, que se quedaba en la editorial, que estaba bien y que en cuanto pudiese volvería a casa.
Kate se asomó a la ventana, era increíble como había empeorado el tiempo así de repente. Miró el reloj, todavía podía trabajar al menos, otra hora hasta que tuviese que bañar a Henry. Se acercó a la escalera y subió hasta la habitación del niño. Este estaba en el suelo jugando con unos coches y unos muñecos, bastante entretenido y no quiso molestarlo. Volvió a bajar y se sentó de nuevo en el sofá enfrascándose de nuevo en su trabajo.
No se dio cuenta de cuanto tiempo había pasado hasta que se fue la luz y se vio solo iluminada por la pantalla del ordenador. Miró la hora y comprobó que se le había pasado el tiempo volando, hacía más de dos horas que tendría que haber bañado a Henry. Menos mal que al día siguiente era sábado, porque se había hecho bastante tarde. Se levantó preocupada también porque se había ido la luz y no oía al niño, pensó que a lo mejor se había asustado y se maldijo por no estar pendiente de él.
Se iluminó con la luz del móvil para dirigirse a la cocina donde sabía que había linternas y velas. La luz volvió de nuevo tan repentinamente como se había ido iluminando el loft y fue entonces cuando lo vio. La imagen era desoladora y le partió el corazón.
Henry estaba abrazando con fuerza a Edwin, de pie y apoyado en la pared junto a la puerta de entrada a la casa, llorando en silencio y dando uno hipidos que partían el alma.
Kate se sintió totalmente desarmada, comprendiendo por todo lo que estaba pasando ese niño tan pequeño. Se le formó un nudo en la garganta y volvió a maldecirse por no haber estado más pendiente de él. Conteniendo las lágrimas, se acercó al niño y se agachó junto a él.
El chiquillo temblaba de miedo y frio y fue entonces cuando advirtió que se había orinado encima.
- Pero Henry, ¿Qué pasa?, ¿Por qué lloras así?, no ves que te vas a poner malo.
Henry siguió llorando sin responder.
- Anda vamos arriba, que vamos a bañarte, luego limpiaremos eso.
Lo cogió de la mano y tiró de él suavemente. El niño se dejó llevar y subieron la escalera, hasta llegar al baño. Kate tapó la bañera y empezó a llenarla y dejando al niño allí, le dijo que iba por ropa limpia.
Cuando volvió vio que seguía allí de pie, abrazado a su muñeco y temblando como una hoja.
- Ven, vamos a ir quitándote esa ropa mojada, mientras se termina de llenar la bañera. Vaya, parece que Edwin también se ha mojado un poco, ahora cuando ponga la lavadora le damos un super lavado, ¿vale?
El chiquillo la miró sorbiendo por la nariz.
- Mi papi no viene y yo estoy solo, me dijo que venía por la noche y yo tenía miedo, porque ya es de noche y no viene – dijo dando rienda suelta a todo su dolor.
- Tu papá se va a retrasar un poquito, está nevando mucho y no puede salir a la calle – dijo Kate lamentando no haber avisado al niño del retraso de su padre – las calles están llenas de nieve, pero en cuanto pueda pasar viene enseguida. Entra en el baño – lo ayudó a meterse dentro de la bañera – además tu no estabas solo. ¿Esta buena el agua?
Henry suspiró al sentirse dentro del agua caliente.
- Sí que estaba solo – afirmó.
- Henry eso no es verdad, yo estaba contigo, tú no estabas solo.
- Pero yo no soy tu niño – dijo compungido hundiendo la cabeza entre los hombros y con un hilo de voz – tú eres la señora Kate, yo quiero a mi papá.
A Kate se le partió el corazón, con total sinceridad el niño le había dicho que con ella se sentía inseguro, que no la sentía nada suyo, ella solo era la señora Kate, que para que lo cuidase un rato bastaba, pero al ver que la cosa se prolongaba y su padre no volvía, recordaba por todo lo que había pasado y se sentía mal.
Le enjabonó la cabeza y el cuerpo, mientras aguantaba las lágrimas, que pugnaban por salir de sus ojos.
- Yo quiero que venga mi mamá – suspiró el niño.
En silencio Kate terminó de bañarlo y luego lo sacó del baño envolviéndolo en una toalla. Lo secó y le fue ayudando a ponerse la ropa interior y el pijama. Lo peinó y cogiéndolo de la mano, se dirigió a la escalera.
- ¿Qué hacemos?
- Vamos a cenar, ¿no tienes hambre?
- No, quiero a mi mamá y a mi papi – volvió a poner puchero y a empezar a llorar.
Kate lo cogió en brazos y bajó la escalera, hasta llegar al sofá donde se sentó con el niño encima.
- A ver Henry, tu sabes que tu mamá no puede volver de donde está, ¿verdad?
- Si, ella se pone muy malita y se muere y se va al cielo, pero yo quiero verla. ¿Por qué no vuelve?
- Cuando alguien muere y se va, no puede volver – dijo ella sin poder evitar emocionarse al recordar a su propia madre.
- Pero yo quiero verla – insistió el chiquillo.
- Puedes verla en las fotos – dijo ella y además también puedes verla de otra forma.
- ¿Sí?, ¿Cómo?
- Si cierras los ojos y piensas en ella, podrás verla con los ojos del corazón, venga inténtalo, cierra los ojos y piensa en tu mamá, ¿a qué puedes verla? – dijo ella mientras cerraba sus propios ojos y pensaba en su madre.
Henry cerró los ojos con fuerza hasta que con una sonrisa, dijo:
- ¡Es verdad, la he visto!
- Pues ella está en el cielo y desde allí cuidará de ti.
- ¿Y a ella quien la cuida?
- ¿Quieres que te cuente un secreto?
- Vale.
- Mi mamá también está en el cielo, Henry, ella también se murió.
- ¿Tu mamá también se puso malita? – preguntó el niño solidario acariciando la mejilla de Kate.
- Si Henry, ella también se puso malita – dijo, pensando en que el niño no necesitaba saber la verdad – estoy segura de que mi mamá y la tuya están juntas y son amigas y se cuidan las dos.
- Si – dijo el niño más alegre – mi mami se llama Rachel, ¿tu mami como se llama?
- Johanna – dijo Kate sin poder evitar ya que las lágrimas corrieran libremente por su rostro – mi mamá se llamaba Johanna.
- Pero – siguió explicando el niño – los otros niños del cole tienen una mamá, pero yo no tengo.
- Claro que la tienes, una mamá muy guapa que te quiere mucho y te cuida desde el cielo, ya te lo he dicho. Ella y mi mamá están juntas y son muy amigas – volvió a explicarle – además tienes a tu padre que también te quiere mucho.
- Pero tarda mucho y no viene y yo quería una mamá aquí – dijo con un suspiro intentando explicar que a ver quién lo cuidaba, si su padre no volvía.
Kate no lo pensó dos veces y abrazándolo le dijo:
- Tengo una idea, yo no tengo niño, y tú no tienes una mamá aquí, ¿te gustaría que yo fuese tu otra mamá?
- ¿Mi mamá de aquí?
- Claro, tienes una mamá en el cielo que se llama Rachel y otra aquí.
- ¿Entonces tú eres mi mamá Kate?
- Solo si tú quieres.
- ¿Y yo soy tu niño?
- Tú eres mi niño.
- ¿Y tú me cuidas?
- Tu papá y yo te cuidamos, si, bueno y Alexis, la abuela, el abuelo Jim – se dijo con una sonrisa pensando en su padre.
- Vale – dijo Henry ya más tranquilo.
- Pues dame un abrazo y un beso – le dijo ella.
Los dos se abrazaron y besaron efusivamente. En ese momento Henry y Kate se adoptaron mutuamente.
- ¿Yo cómo te llamo?, ¿mamá? – le preguntó el niño dudoso.
- Puedes llamarme como tú quieras, Kate, mamá, o señora Kate si quieres seguir llamándome así. ¿Cómo prefieres llamarme?
- No sé – dijo el niño indeciso.
- ¿Qué te parece Kate?
- Bueno – dijo el niño acurrucándose en su regazo – Kate es un nombre bonito.
- Oye Henry, ¿no tienes ni un poquito de hambre?, mira que no has cenado.
- No quiero comida – dijo serio.
- ¿Y un chocolate caliente? – le preguntó sabiendo que era muy goloso y se vendía por un dulce.
- Vale…
- ¿Y unas galletas de esas de muñeco, que tanto te gustan?
- A mi papá también le gustan – afirmó.
- Sí que es verdad, anda vamos a preparar ese chocolate – y se levantó del sofá aun con el niño en brazos.
Lo sentó en uno de los taburetes de la cocina y abrió el frigorífico para sacar la leche. Puso ésta a calentar.
- Mientras se calienta, voy a limpiar lo de la puerta, ¿vale?
- Yo nunca me hago pis encima, ¿te perdono? – preguntó muy serio.
- Claro que te perdono – dijo con una sonrisa – eso fue un accidente y estoy segura de que ya no va a pasar más.
Limpió el charquito de orina ya seco, y volvió a la cocina a preparar el chocolate. Ambos comieron en silencio. Afuera se oía el fuerte vendaval.
Se terminaron el chocolate y Kate lo recogió todo.
- Ahora vamos arriba a que te laves los dientes y a acostarte.
- ¿Me lees un cuento? – preguntó el chiquillo.
- Claro, el que tú quieras.
Mientras Henry se lavaba los dientes, Kate recogía la ropa sucia que había dejado en el suelo y a Edwin y los llevaba a la lavadora. Cerraba la puerta cuando Henry, que ya había terminado le preguntaba:
- ¿A Edwin también lo metemos en la lavadora?
- Si – dijo Kate – se ha mojado de pipí y es la mejor forma de lavarlo – poniendo el aparato en marcha.
El chiquillo observaba como daba vueltas,
- ¿Y se marea?
- A lo mejor un poco – rio Kate – pero Edwin es un dragón valiente y será capaz de superarlo – dijo muy seria – anda, vamos a la cama.
Pero cuando iba a meterse en la cama, el viento soplaba más y más fuerte.
- El viento hace mucho ruido. No me gusta – dijo Henry.
- A mí tampoco – dijo ella pensando que menos mal que Castle estaba en la editorial, porque cualquiera salía con ese tiempo.
En ese momento volvió a cortarse la luz. Se quedaron a oscuras.
- Yo no quiero dormir solo – dijo Henry temeroso ante la oscuridad y el tremendo ruido que hacía la tormenta.
- Ni yo – pensó Kate – Venga que te vienes abajo y dormimos en la cama grande, ¿de acuerdo?
- Vale – dijo Henry mientras se subía a la espalda de Kate, para que lo llevara en borricate.
Sacó el móvil de su bolsillo y por una vez agradeció que Castle le quitara más de una vez el móvil, para juguetear con él, pues entre las cosas que le había bajado había una aplicación que era una linterna. Gracias a ella pudieron bajar sin problemas hasta la cocina y sacar del cajón del mueble un par de linternas grandes. Encendió una y se la dio a Henry, para que fuera iluminando el camino.
Llegaron hasta el dormitorio, y en vista de lo tarde que era, del frio que hacía y de la falta de luz, Kate destapó la cama y se acostaron.
Un gran trueno se escuchó e hizo retumbar los cristales, Henry se arrimó a ella y le dijo flojito.
- ¿Me cuentas un cuento para que me de sueño?
- Claro – y en el mismo tono de voz, empezó a contarle uno de los cuentos que su madre le contaba cuando era pequeña, hasta que los dos terminaron durmiéndose.
CONTINUARÁ…
Henry se fue a su cuarto a jugar un rato. Kate se instaló en el salón con los informes por delante y el portátil encendido y se dispuso a trabajar. No notó como empeoraba el tiempo y que incluso empezaba a nevar copiosamente, hasta que le llegó un SMS de Castle, en el que le explicaba que debido a la tormenta tan imprevista, los servicios de emergencia habían recomendado que nadie saliese a la calle, por lo menos hasta que pasase la fuerte ventisca que se había desatado, que se quedaba en la editorial, que estaba bien y que en cuanto pudiese volvería a casa.
Kate se asomó a la ventana, era increíble como había empeorado el tiempo así de repente. Miró el reloj, todavía podía trabajar al menos, otra hora hasta que tuviese que bañar a Henry. Se acercó a la escalera y subió hasta la habitación del niño. Este estaba en el suelo jugando con unos coches y unos muñecos, bastante entretenido y no quiso molestarlo. Volvió a bajar y se sentó de nuevo en el sofá enfrascándose de nuevo en su trabajo.
No se dio cuenta de cuanto tiempo había pasado hasta que se fue la luz y se vio solo iluminada por la pantalla del ordenador. Miró la hora y comprobó que se le había pasado el tiempo volando, hacía más de dos horas que tendría que haber bañado a Henry. Menos mal que al día siguiente era sábado, porque se había hecho bastante tarde. Se levantó preocupada también porque se había ido la luz y no oía al niño, pensó que a lo mejor se había asustado y se maldijo por no estar pendiente de él.
Se iluminó con la luz del móvil para dirigirse a la cocina donde sabía que había linternas y velas. La luz volvió de nuevo tan repentinamente como se había ido iluminando el loft y fue entonces cuando lo vio. La imagen era desoladora y le partió el corazón.
Henry estaba abrazando con fuerza a Edwin, de pie y apoyado en la pared junto a la puerta de entrada a la casa, llorando en silencio y dando uno hipidos que partían el alma.
Kate se sintió totalmente desarmada, comprendiendo por todo lo que estaba pasando ese niño tan pequeño. Se le formó un nudo en la garganta y volvió a maldecirse por no haber estado más pendiente de él. Conteniendo las lágrimas, se acercó al niño y se agachó junto a él.
El chiquillo temblaba de miedo y frio y fue entonces cuando advirtió que se había orinado encima.
- Pero Henry, ¿Qué pasa?, ¿Por qué lloras así?, no ves que te vas a poner malo.
Henry siguió llorando sin responder.
- Anda vamos arriba, que vamos a bañarte, luego limpiaremos eso.
Lo cogió de la mano y tiró de él suavemente. El niño se dejó llevar y subieron la escalera, hasta llegar al baño. Kate tapó la bañera y empezó a llenarla y dejando al niño allí, le dijo que iba por ropa limpia.
Cuando volvió vio que seguía allí de pie, abrazado a su muñeco y temblando como una hoja.
- Ven, vamos a ir quitándote esa ropa mojada, mientras se termina de llenar la bañera. Vaya, parece que Edwin también se ha mojado un poco, ahora cuando ponga la lavadora le damos un super lavado, ¿vale?
El chiquillo la miró sorbiendo por la nariz.
- Mi papi no viene y yo estoy solo, me dijo que venía por la noche y yo tenía miedo, porque ya es de noche y no viene – dijo dando rienda suelta a todo su dolor.
- Tu papá se va a retrasar un poquito, está nevando mucho y no puede salir a la calle – dijo Kate lamentando no haber avisado al niño del retraso de su padre – las calles están llenas de nieve, pero en cuanto pueda pasar viene enseguida. Entra en el baño – lo ayudó a meterse dentro de la bañera – además tu no estabas solo. ¿Esta buena el agua?
Henry suspiró al sentirse dentro del agua caliente.
- Sí que estaba solo – afirmó.
- Henry eso no es verdad, yo estaba contigo, tú no estabas solo.
- Pero yo no soy tu niño – dijo compungido hundiendo la cabeza entre los hombros y con un hilo de voz – tú eres la señora Kate, yo quiero a mi papá.
A Kate se le partió el corazón, con total sinceridad el niño le había dicho que con ella se sentía inseguro, que no la sentía nada suyo, ella solo era la señora Kate, que para que lo cuidase un rato bastaba, pero al ver que la cosa se prolongaba y su padre no volvía, recordaba por todo lo que había pasado y se sentía mal.
Le enjabonó la cabeza y el cuerpo, mientras aguantaba las lágrimas, que pugnaban por salir de sus ojos.
- Yo quiero que venga mi mamá – suspiró el niño.
En silencio Kate terminó de bañarlo y luego lo sacó del baño envolviéndolo en una toalla. Lo secó y le fue ayudando a ponerse la ropa interior y el pijama. Lo peinó y cogiéndolo de la mano, se dirigió a la escalera.
- ¿Qué hacemos?
- Vamos a cenar, ¿no tienes hambre?
- No, quiero a mi mamá y a mi papi – volvió a poner puchero y a empezar a llorar.
Kate lo cogió en brazos y bajó la escalera, hasta llegar al sofá donde se sentó con el niño encima.
- A ver Henry, tu sabes que tu mamá no puede volver de donde está, ¿verdad?
- Si, ella se pone muy malita y se muere y se va al cielo, pero yo quiero verla. ¿Por qué no vuelve?
- Cuando alguien muere y se va, no puede volver – dijo ella sin poder evitar emocionarse al recordar a su propia madre.
- Pero yo quiero verla – insistió el chiquillo.
- Puedes verla en las fotos – dijo ella y además también puedes verla de otra forma.
- ¿Sí?, ¿Cómo?
- Si cierras los ojos y piensas en ella, podrás verla con los ojos del corazón, venga inténtalo, cierra los ojos y piensa en tu mamá, ¿a qué puedes verla? – dijo ella mientras cerraba sus propios ojos y pensaba en su madre.
Henry cerró los ojos con fuerza hasta que con una sonrisa, dijo:
- ¡Es verdad, la he visto!
- Pues ella está en el cielo y desde allí cuidará de ti.
- ¿Y a ella quien la cuida?
- ¿Quieres que te cuente un secreto?
- Vale.
- Mi mamá también está en el cielo, Henry, ella también se murió.
- ¿Tu mamá también se puso malita? – preguntó el niño solidario acariciando la mejilla de Kate.
- Si Henry, ella también se puso malita – dijo, pensando en que el niño no necesitaba saber la verdad – estoy segura de que mi mamá y la tuya están juntas y son amigas y se cuidan las dos.
- Si – dijo el niño más alegre – mi mami se llama Rachel, ¿tu mami como se llama?
- Johanna – dijo Kate sin poder evitar ya que las lágrimas corrieran libremente por su rostro – mi mamá se llamaba Johanna.
- Pero – siguió explicando el niño – los otros niños del cole tienen una mamá, pero yo no tengo.
- Claro que la tienes, una mamá muy guapa que te quiere mucho y te cuida desde el cielo, ya te lo he dicho. Ella y mi mamá están juntas y son muy amigas – volvió a explicarle – además tienes a tu padre que también te quiere mucho.
- Pero tarda mucho y no viene y yo quería una mamá aquí – dijo con un suspiro intentando explicar que a ver quién lo cuidaba, si su padre no volvía.
Kate no lo pensó dos veces y abrazándolo le dijo:
- Tengo una idea, yo no tengo niño, y tú no tienes una mamá aquí, ¿te gustaría que yo fuese tu otra mamá?
- ¿Mi mamá de aquí?
- Claro, tienes una mamá en el cielo que se llama Rachel y otra aquí.
- ¿Entonces tú eres mi mamá Kate?
- Solo si tú quieres.
- ¿Y yo soy tu niño?
- Tú eres mi niño.
- ¿Y tú me cuidas?
- Tu papá y yo te cuidamos, si, bueno y Alexis, la abuela, el abuelo Jim – se dijo con una sonrisa pensando en su padre.
- Vale – dijo Henry ya más tranquilo.
- Pues dame un abrazo y un beso – le dijo ella.
Los dos se abrazaron y besaron efusivamente. En ese momento Henry y Kate se adoptaron mutuamente.
- ¿Yo cómo te llamo?, ¿mamá? – le preguntó el niño dudoso.
- Puedes llamarme como tú quieras, Kate, mamá, o señora Kate si quieres seguir llamándome así. ¿Cómo prefieres llamarme?
- No sé – dijo el niño indeciso.
- ¿Qué te parece Kate?
- Bueno – dijo el niño acurrucándose en su regazo – Kate es un nombre bonito.
- Oye Henry, ¿no tienes ni un poquito de hambre?, mira que no has cenado.
- No quiero comida – dijo serio.
- ¿Y un chocolate caliente? – le preguntó sabiendo que era muy goloso y se vendía por un dulce.
- Vale…
- ¿Y unas galletas de esas de muñeco, que tanto te gustan?
- A mi papá también le gustan – afirmó.
- Sí que es verdad, anda vamos a preparar ese chocolate – y se levantó del sofá aun con el niño en brazos.
Lo sentó en uno de los taburetes de la cocina y abrió el frigorífico para sacar la leche. Puso ésta a calentar.
- Mientras se calienta, voy a limpiar lo de la puerta, ¿vale?
- Yo nunca me hago pis encima, ¿te perdono? – preguntó muy serio.
- Claro que te perdono – dijo con una sonrisa – eso fue un accidente y estoy segura de que ya no va a pasar más.
Limpió el charquito de orina ya seco, y volvió a la cocina a preparar el chocolate. Ambos comieron en silencio. Afuera se oía el fuerte vendaval.
Se terminaron el chocolate y Kate lo recogió todo.
- Ahora vamos arriba a que te laves los dientes y a acostarte.
- ¿Me lees un cuento? – preguntó el chiquillo.
- Claro, el que tú quieras.
Mientras Henry se lavaba los dientes, Kate recogía la ropa sucia que había dejado en el suelo y a Edwin y los llevaba a la lavadora. Cerraba la puerta cuando Henry, que ya había terminado le preguntaba:
- ¿A Edwin también lo metemos en la lavadora?
- Si – dijo Kate – se ha mojado de pipí y es la mejor forma de lavarlo – poniendo el aparato en marcha.
El chiquillo observaba como daba vueltas,
- ¿Y se marea?
- A lo mejor un poco – rio Kate – pero Edwin es un dragón valiente y será capaz de superarlo – dijo muy seria – anda, vamos a la cama.
Pero cuando iba a meterse en la cama, el viento soplaba más y más fuerte.
- El viento hace mucho ruido. No me gusta – dijo Henry.
- A mí tampoco – dijo ella pensando que menos mal que Castle estaba en la editorial, porque cualquiera salía con ese tiempo.
En ese momento volvió a cortarse la luz. Se quedaron a oscuras.
- Yo no quiero dormir solo – dijo Henry temeroso ante la oscuridad y el tremendo ruido que hacía la tormenta.
- Ni yo – pensó Kate – Venga que te vienes abajo y dormimos en la cama grande, ¿de acuerdo?
- Vale – dijo Henry mientras se subía a la espalda de Kate, para que lo llevara en borricate.
Sacó el móvil de su bolsillo y por una vez agradeció que Castle le quitara más de una vez el móvil, para juguetear con él, pues entre las cosas que le había bajado había una aplicación que era una linterna. Gracias a ella pudieron bajar sin problemas hasta la cocina y sacar del cajón del mueble un par de linternas grandes. Encendió una y se la dio a Henry, para que fuera iluminando el camino.
Llegaron hasta el dormitorio, y en vista de lo tarde que era, del frio que hacía y de la falta de luz, Kate destapó la cama y se acostaron.
Un gran trueno se escuchó e hizo retumbar los cristales, Henry se arrimó a ella y le dijo flojito.
- ¿Me cuentas un cuento para que me de sueño?
- Claro – y en el mismo tono de voz, empezó a contarle uno de los cuentos que su madre le contaba cuando era pequeña, hasta que los dos terminaron durmiéndose.
CONTINUARÁ…
Cata Castillo- Escritor - Policia
- Mensajes : 1729
Fecha de inscripción : 25/09/2010
Localización : Al sur del sur
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
PRECIOSO!
Carla_Bk- Policia de homicidios
- Mensajes : 569
Fecha de inscripción : 14/04/2011
Edad : 26
Localización : L.A.
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Ha sido muy dulce y tierno, me ha emocionado y encantado, me alegro que se haya estrechado más la relación entre Henry y Kate me muero por ver la cara de bobo y feliz de Castle cuando los vea a los dos en su cama abrazados y durmiendo, ha sido precioso.
Sigue pronto, buen fin de semana a ti también
Sigue pronto, buen fin de semana a ti también
anaforo- Escritor - Policia
- Mensajes : 1090
Fecha de inscripción : 06/02/2012
Edad : 31
Localización : Murcia. Y en una de las 20 manzanas que hay entre la casa Rick y la de Kate :)
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Que tierno capítulo, me encanta como el pequeño le cuenta a Kate que tiene miedo y que quiere a su madre y me gusta más aun como al final elniño ha dejado de llamarla señora Kate y la considera ahora como su segunda madre, la que cuidará de él junto con su padre.
Precioso capítulo!!
Precioso capítulo!!
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
ke bonitoooo he llorado y todo en la parte de kate y henry!!!!!mas te vale ke a rick no le ocurra nada eeh
sigue prontooo
sigue prontooo
castle&beckett..cris- Escritor - Policia
- Mensajes : 5471
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Edad : 33
Localización : Menorca..I LOVE NEW YORK..NYPD..RICK CASTLE & KATE BECKETT
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS ESTA MUY BUENOP
moni valdes- As del póker
- Mensajes : 298
Fecha de inscripción : 04/01/2012
Edad : 34
Localización : colombia
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Me ha gustado muchisimo, me parece genial que haya dejado de llamarla "señora Kate" ya era hora, que lindos los dos. Fue una tarde fabulosa, espero que continues pronto para ver la llegada de Castle y con las sorpresas que se han creado entre ellos dos.
Continua pronto...
Continua pronto...
Invitado- Invitado
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
¡Hola! Os dejo aquí el siguiente capítulo. Como ya dije, a la historiale que da poco para terminar. Espero que os guste y como siempre, muchas gracias por leer y comentar.
Capítulo 18:
Cuando Castle pudo salir de la editorial, eran ya más de las siete de la mañana. Amanecía en Manhattan y todo aparecía cubierto de nieve. Las máquinas quitanieves, llevaban un gran rato despejando las principales calles y avenidas y ya empezaban a circular por la ciudad, algunos valientes taxistas. Tuvo la suerte de poder parar un taxi, aunque tuvo que compartirlo, con un empleado de la editorial, que como el, se había quedado bloqueado en la empresa.
Estaba exhausto, porque había pasado la noche primero dormitando en un sillón en el despacho de Gina, un sillón incomodísimo, que él siempre decía que tenía allí, para las visitas molestas, para terminar luego durmiendo directamente en el suelo.
Cuando por fin entró por el loft, le sorprendió ver las luces del salón encendidas, sin haber nadie allí. Además era muy temprano y supuso que estarían durmiendo.
Apagó las luces y se dirigió al estudio. Desde allí, pasó a su habitación, la claridad de la mañana, entraba por las ventanas, iluminándolo todo. Sonrió al ver la escena, Kate y Henry dormían profundamente, este último prácticamente encima de ella. Siguió al baño y decidió darse una ducha, no solo porque había pasado la noche durmiendo en el suelo, sino porque necesitaba desentumecerse.
Cuando salió, se secó y se puso un pijama, iba a meterse en la cama, cuando oyó la voz de Kate que lo saludaba.
- ¿Ya llegaste?
- Si, por fin nos dejaron salir, ha sido una noche muy larga, estoy derrotado, pensaba dormir un rato más en una cama en condiciones, que aún es temprano.
- Vale, seguimos durmiendo – dijo ella por toda respuesta y quitándose a Henry de encima para colocarlo en la cama entre los dos.
- ¿Y este?, ¿Qué hace aquí contigo?, ¿no quiso dormir en su cama?
- Es una larga historia – dijo ella entre bostezos – mejor te la cuento luego.
- De acuerdo – dijo incorporándose por encima de Henry para darle un besito en los labios – hasta dentro de un rato.
Al cabo de unas horas, fue Kate la que primero se despertó. Se desperezó y se levantó con cuidado de no despertarlos. Pasó al baño y luego salió a preparar el desayuno.
Estaba de lo más entretenida haciendo tortitas cuando Castle y Henry llegaron a la cocina.
- ¡Buenos días Kate! – saludó Castle alegre.
- ¡Buenos días Kate! – repitió Henry – tengo hambre.
- Claro, como que anoche casi ni cenaste, siéntate que te pongo tortitas.
- ¿Cómo que anoche casi ni cenó?, ¿Pasó algo?
Henry miró a Kate un poco abochornado, lo que más recordaba de la noche anterior es que se había hecho pis encima, algo que no le había ocurrido, desde que él recordase. Ella que no quería recordarle al chiquillo el mal rato que pasó, solo dijo:
- La tormenta nos asustó un poco y se nos quitó el apetito, ¿Verdad?, pero nos tomamos una taza de chocolate caliente y unas galletas.
- Si papi, de las de muñeco que te gustan, Kate y yo nos las comimos todas.
- ¿Y no me habéis dejado ni una?
- No – dijo Henry serio.
- ¿Ni siquiera unas miguitas?
- Ni las miguitas – dijo ella sirviéndole tortitas en el plato – creo que vamos a tener que comprar más.
- ¿Podemos salir a ver la nieve? – preguntó Henry curioso.
- Pues no sé, como estará todo, la tormenta fue muy fuerte, creo que lo mejor es que nos quedemos en casa, y esperar a mañana para salir.
- Pero yo me quería tirar en trineo – dijo Henry.
- Vamos a dejar que pase la mañana, y según se ponga el tiempo, ya vemos, ¿De acuerdo?
- Vale. Ya he terminado, ¿puedo subir a jugar con mis coches?
- Claro – dijo su padre – pero quítate el pijama y ponte el chándal de estar por casa, que es más abrigado.
- Bueno – dijo el niño bajando del taburete y yendo hacia las escaleras.
- Oye Kate, ¿pasó algo anoche?
Kate que estaba sentada frente a él, al otro lado de la encimera, lo miró y solo le dijo:
- Lo siento Rick, de verdad que lo siento mucho.
- Pero, ¿Qué es lo que sientes?
- No haber cuidado bien de Henry, tú me pediste que lo cuidara y yo no lo hice.
- ¿Cómo que no lo hiciste?, yo lo veo perfectamente.
- Tengo algo que contarte…
Y durante un rato le fue contando lo que ocurrió la noche anterior, como ella se había descuidado y se le pasó el tiempo, y el susto que se había llevado Henry, cuando notó que ya era de noche y él no había vuelto.
- ¿Y eso es todo?
- Sí, eso es todo, lo siento mucho, de verdad.
- Por favor deja de disculparte, tú no tienes culpa de nada, Henry es un niño excesivamente inseguro a causa de lo que ha pasado, pero tiene que acostumbrarse a que yo no voy a poder estar siempre a su lado, e ir con él a todos los sitios – la besó y le tomó la mano – no te culpes, lo cuidaste muy bien, gracias por quedarte con él.
- Aún hay más…
Y le contó cómo se había ofrecido a ser su mamá de aquí.
- Espero que no te importe, pero es que estaba realmente asustado.
- ¿Importarme?, Kate ese ha sido un detalle precioso por tu parte, realmente Henry necesita una mamá aquí, aún es muy pequeño, y tú eres la mejor mamá que podría tener y yo te quiero mucho – se levantó rodeando la encimera y acercándose a ella, la abrazo y la besó apasionadamente.
Ella se dejó besar y mimar por él.
- Yo nunca he tenido un niño, así que vas a tener que darme algún consejillo.
- Yo te doy todos los consejos que quieras, y cuando quieras ser madre de nuevo, también me avisas – la seguía besando y acariciando por debajo de la camiseta – ya sabes que me encanta fabricar niños, es todo un proceso muy elaborado y a mí me salen muy bien – le mordía el lóbulo de la oreja mientras le susurraba al oído – hago unos niños preciosos y encantadores, tú lo sabes bien porque conoces a los dos que tengo.
Kate sentía que se derretía en sus brazos, ese hombre la volvía loca y sabía cómo hacerle perder la cabeza.
- Castle, Henry está arriba y puede bajar en cualquier momento y no creo que quieras que nos sorprenda así.
- Debería acostumbrarse a ver que sus papás se quieren mucho.
- Sí, pero poco a poco – dijo apartándolo al notar que se iba animando más de la cuenta.
- ¿Te has fijado inspectora en que siempre me interrumpes la diversión?
- ¿Y tú te has fijado en que siempre se te ocurre ponerte contento en los momentos más inoportunos?
A pesar de todo, siguieron besándose y acariciándose, a la vez que estaban pendientes por si oían pasos por las escaleras, y teniendo cuidado de no sofocarse mucho.
Empezó a sonar el teléfono del loft y no tuvieron más remedio que despegarse. Contestó Castle, era Alexis, que llamaba para ver como estaban, e informarles de que ella estaba bien. En Boston también había nevado, pero con mucha menos intensidad que en Nueva York.
Después de hablar con ella, se fueron los dos al estudio, donde pusieron la tele, para ver las noticias y las consecuencias del temporal. Como aun hacía mucho frio y aconsejaban no salir, Castle se puso a escribir un rato y Kate retomó el trabajo que había dejado el día anterior, cuando se fue la luz.
Estuvieron trabajando hasta más de media mañana, en que un aburrido Henry, bajó hasta el estudio, protestando porque ya estaba cansado de jugar con sus juguetes y quería salir a ver la nieve. Castle le dijo:
- ¿Quieres ver la nieve?, pues ven aquí.
Y subiéndolo lo puso en el alfeizar de la ventana para que se asomara y mirara a la calle.
- Pero así no papi, la quiero ver de verdad – protestó el chiquillo.
- Esa nieve es de verdad, pero todavía hace mucho frio fuera. Después de comer, si no vuelve a nevar, saldremos un rato al parque, ¿vale?
- Vale, pero ¿ahora qué hacemos?
- ¿Qué quieres hacer?
- No sé, es que ya me he aburrido de jugar solo, ¿juegas conmigo?
Así que al final, Castle dejó la escritura, Kate terminó dejando también los informes y estuvieron jugando a la Wii hasta la hora del almuerzo.
Después de este y como le habían prometido, salieron al parque más cercano con un trineo que era de Alexis, en el que empezó a montarse Henry, y en el que terminaron deslizándose los tres de forma temeraria, por los grandes montículos de nieve que se habían formado. También hicieron un muñeco, se sacaron fotos y en definitiva pasaron una alegre y divertida jornada familiar, que volvió a repetirse el domingo, pues aunque el tiempo había mejorado ostensiblemente y las temperaturas habían subido un poco, todavía era mucha la nieve que quedaba.
El lunes amaneció soleado, Kate tenía que volver a la 12th, no así Castle que se quedaba en casa cuidando a Henry, pues los colegios permanecerían cerrados ese día, evaluando los daños de la tormenta.
Como era habitual, él se levantó con ella para prepararle el desayuno, que compartieron los dos. Castle pensaba quedarse levantado escribiendo. Mientras él recogía las cosas del desayuno, ella pasaba al cuarto a lavarse los dientes y terminar de arreglarse.
Como cada día desde que Henry estaba con ellos, se dirigió a la caja fuerte del estudio para sacar la pistola que guardaba allí, mientras permanecía en la casa. Metió la mano en la caja fuerte y sin darse cuenta tiró unos papeles que había dentro. Allí guardaba Rick, la documentación importante, papeles de los médicos, de la casa, sus manuscritos cuando los imprimía antes de llevarlos a la editorial, y algún dinero de emergencia, por si hacía falta para algo urgente.
Al agacharse a recogerlos vio que lo que se había caído era un sobre del laboratorio donde Castle, se había hecho las pruebas de paternidad.
- ¡Qué raro! – pensó – Castle no me ha comentado nada de que hubieran llegado los resultados.
No pudo aguantar la curiosidad, no sabía si él se molestaría, pero dejando la pistola encima de la mesa, abrió el sobre y sacó el documento.
- ¡Vaya! – pensó – esto sí que no me lo esperaba.
En ese momento entró Rick, cuando ella lo vio solo le dijo:
- ¿Pensabas decírmelo alguna vez?
- No lo sé – suspiró – sinceramente no lo sé.
- Pero, ¿Nos lo quedamos?, ¿No?
- ¿Cómo? – preguntó sin comprender muy bien a que se refería.
- Que nos quedamos con Henry, ¿verdad?
- Claro que me… bueno – sonrió – nos quedamos con Henry, ya sabes que nunca me ha importado, si quieres lo rompemos y nadie más tiene que saberlo.
- Bueno, creo que Martha y Alexis deberían saberlo también.
- Si, supongo que sí – y rodeando la mesa se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos – gracias por comprenderlo y aceptarlo.
- No tienes nada que agradecerme, quiero mucho a Henry. Y tú, ¿Cómo estás?, sé lo que quieres a ese niño.
- Bueno, te mentiría si te dijera que no estoy desilusionado. Me enamoré de Henry, desde el momento en que lo vi en el centro de acogida, cuando tiró de mi chaqueta para llamar mi atención, abrazado a Edwin, y presentándose como Henry Rodgers, me dijo con total convencimiento que yo era su papá.
- Y lo eres, eres el padre que conoce y al que quiere, lo demás no importa.
- Claro que no, Henry es mi hijo, y ya es parte de esta familia.
Volvieron a abrazarse y besarse, ella le dijo que no tenía más remedio que ir a trabajar. Guardó la pistola y Castle volvió a poner los resultados de las pruebas, dentro de la caja fuerte.
Al salir al salón vieron que Henry, bajaba la escalera, con Edwin que ya se había secado, después de su aventura en la lavadora.
- Papi, tengo hambre.
- ¿Y no decimos antes, buenos días? – replicó su padre.
- Buenos días papi, tengo hambre – volvió a decir el niño.
- Despídete de Kate que se va a trabajar.
Henry se acercó a ella, que se inclinó para darle un beso, y se vio sorprendida, cuando el niño levantó los brazos y le rodeó el cuello, regalándole un húmedo beso en la mejilla. Ella lo levantó en peso y le dio un abrazo.
- Adiós Kate, ¿hoy no vienes al parque a jugar con nosotros?, yo no tengo cole, y papi ha dicho que me va a llevar otra vez con el trineo.
- Ojalé pudiera ir con vosotros – dijo ella sintiéndolo de verdad – pero no tengo más remedio que ir a trabajar.
- Pues haces el trabajo muy deprisa y luego te vienes a tirarte por las cuestas con el trineo, mira que es muy divertido y te lo vas a perder – dijo el niño muy convencido, mientras seguía abrazado a su cuello.
- Esa es una buenísima idea – dijo Kate sonriendo y dejando a Henry en el suelo – me voy ya para terminar pronto, y luego me reúno con vosotros en el parque.
- Adiós – se despidieron los dos – voy a prepararle el desayuno a este jovencito – dijo Castle yendo hacia la cocina.
Kate se marchó a trabajar con todo el dolor de su corazón, pues se hubiese ido con gusto a jugar al parque con ellos.
Mientras ella trabajaba deprisa como le dijo Henry y pidiendo mentalmente, que no hubiese otro asesinato, de momento tenía bastante con el de Marvin Wyman, del que aún no tenían muchas pistas, y además con la tormenta, había pasado a un segundo lugar.
Pero para su alegría y satisfacción Ryan y Esposito dieron con la solución del caso. Marvin Wyman, había ganado la lotería y lo comentó con un compañero de trabajo, al cual le asaltó la avaricia y pensó que su compañero al estar solo, no sabría cómo disfrutar del dinero, por lo que decidió aliviarlo de su pesada carga, y lo asesinó partiéndole el cráneo con una pesada figura de bronce, para quedarse con el décimo de lotería.
Una vez solucionado el caso y aunque todavía era pronto, Esposito, Ryan y Kate aprovecharon que Gates no había ido ese día y como tres estudiantes traviesos, decidieron hacer rabona y se fueron antes de la comisaría.
Como Kate le había prometido les dio el encuentro en el parque. Castle y Henry llevaban un buen rato allí, y sobre todo Castle estaba ya cansado. Se alegró mucho de ver a Kate, a la que le comentó, que había aprovechado que Liam había invitado a Henry a almorzar el día de Halloween en su casa, y ya después sus padres lo llevarían a la fiesta del pub, para citar a Alexis y Martha en el loft para comer y hablarles de los resultados de las pruebas de paternidad.
- ¿Cómo crees que se lo tomarán? – le preguntó Kate.
- Alexis se desilusionará, como me ha pasado a mí, pero estoy seguro de que va a seguir considerando a Henry su hermano pequeño.
- ¿Y Martha? – preguntó preocupada Kate – recuerdo lo que te insistió para que te hicieras las pruebas, es como si lo hubiese sospechado desde el principio.
- No creo que tampoco lo rechace, me sorprendería mucho que lo hiciese, mi madre no es así… y si lo fuera no va a tener más remedio que seguir siendo la abuela de Henry, pero estoy seguro que no le importará.
- Cuando vi los resultados, llegué a pensar en adoptar yo misma a Henry – dijo ella.
- ¿Creíste que sería capaz de devolverlo? – preguntó Castle asombrado.
- Claro que no, son esas cosas que se le pasan por la cabeza a una, sin ni siquiera pensarlas.
- Debería hablar con el abogado, aunque está reconocido como hijo mío, al no serlo biológicamente, no sé si tendré que hacer algún nuevo trámite, tengo que informarme – dijo pensativo – y por cierto, no me importaría en absoluto que quisieras adoptar legalmente a Henry. Necesita una madre, y me parece que no hay nadie mejor que tú.
- Ya te he dicho que lo he pensado, pero también he pensado que llevamos juntos unos pocos meses y me gustaría que esto, fuese para toda la vida, pero ¿y si lo nuestro no funcionara?, ¿Qué haríamos con Henry?
- Si lo nuestro no funcionara, Henry sería como otros tantos niños de padres separados, yo sería siempre su padre y tú su madre, tendríamos régimen de visitas, y seriamos los mejores amigos del mundo por el bien de nuestro hijo.
- No sé, Castle, déjame pensarlo, ¿vale? – dijo ella a quien realmente cada vez le apetecía más adoptar y ser alguien en la vida de Henry.
El centro de la conversación que había estado deslizándose en trineo, se acercó corriendo, feliz de ver que había ido a reunirse con ellos.
CONTINUARÁ…
Capítulo 18:
Cuando Castle pudo salir de la editorial, eran ya más de las siete de la mañana. Amanecía en Manhattan y todo aparecía cubierto de nieve. Las máquinas quitanieves, llevaban un gran rato despejando las principales calles y avenidas y ya empezaban a circular por la ciudad, algunos valientes taxistas. Tuvo la suerte de poder parar un taxi, aunque tuvo que compartirlo, con un empleado de la editorial, que como el, se había quedado bloqueado en la empresa.
Estaba exhausto, porque había pasado la noche primero dormitando en un sillón en el despacho de Gina, un sillón incomodísimo, que él siempre decía que tenía allí, para las visitas molestas, para terminar luego durmiendo directamente en el suelo.
Cuando por fin entró por el loft, le sorprendió ver las luces del salón encendidas, sin haber nadie allí. Además era muy temprano y supuso que estarían durmiendo.
Apagó las luces y se dirigió al estudio. Desde allí, pasó a su habitación, la claridad de la mañana, entraba por las ventanas, iluminándolo todo. Sonrió al ver la escena, Kate y Henry dormían profundamente, este último prácticamente encima de ella. Siguió al baño y decidió darse una ducha, no solo porque había pasado la noche durmiendo en el suelo, sino porque necesitaba desentumecerse.
Cuando salió, se secó y se puso un pijama, iba a meterse en la cama, cuando oyó la voz de Kate que lo saludaba.
- ¿Ya llegaste?
- Si, por fin nos dejaron salir, ha sido una noche muy larga, estoy derrotado, pensaba dormir un rato más en una cama en condiciones, que aún es temprano.
- Vale, seguimos durmiendo – dijo ella por toda respuesta y quitándose a Henry de encima para colocarlo en la cama entre los dos.
- ¿Y este?, ¿Qué hace aquí contigo?, ¿no quiso dormir en su cama?
- Es una larga historia – dijo ella entre bostezos – mejor te la cuento luego.
- De acuerdo – dijo incorporándose por encima de Henry para darle un besito en los labios – hasta dentro de un rato.
Al cabo de unas horas, fue Kate la que primero se despertó. Se desperezó y se levantó con cuidado de no despertarlos. Pasó al baño y luego salió a preparar el desayuno.
Estaba de lo más entretenida haciendo tortitas cuando Castle y Henry llegaron a la cocina.
- ¡Buenos días Kate! – saludó Castle alegre.
- ¡Buenos días Kate! – repitió Henry – tengo hambre.
- Claro, como que anoche casi ni cenaste, siéntate que te pongo tortitas.
- ¿Cómo que anoche casi ni cenó?, ¿Pasó algo?
Henry miró a Kate un poco abochornado, lo que más recordaba de la noche anterior es que se había hecho pis encima, algo que no le había ocurrido, desde que él recordase. Ella que no quería recordarle al chiquillo el mal rato que pasó, solo dijo:
- La tormenta nos asustó un poco y se nos quitó el apetito, ¿Verdad?, pero nos tomamos una taza de chocolate caliente y unas galletas.
- Si papi, de las de muñeco que te gustan, Kate y yo nos las comimos todas.
- ¿Y no me habéis dejado ni una?
- No – dijo Henry serio.
- ¿Ni siquiera unas miguitas?
- Ni las miguitas – dijo ella sirviéndole tortitas en el plato – creo que vamos a tener que comprar más.
- ¿Podemos salir a ver la nieve? – preguntó Henry curioso.
- Pues no sé, como estará todo, la tormenta fue muy fuerte, creo que lo mejor es que nos quedemos en casa, y esperar a mañana para salir.
- Pero yo me quería tirar en trineo – dijo Henry.
- Vamos a dejar que pase la mañana, y según se ponga el tiempo, ya vemos, ¿De acuerdo?
- Vale. Ya he terminado, ¿puedo subir a jugar con mis coches?
- Claro – dijo su padre – pero quítate el pijama y ponte el chándal de estar por casa, que es más abrigado.
- Bueno – dijo el niño bajando del taburete y yendo hacia las escaleras.
- Oye Kate, ¿pasó algo anoche?
Kate que estaba sentada frente a él, al otro lado de la encimera, lo miró y solo le dijo:
- Lo siento Rick, de verdad que lo siento mucho.
- Pero, ¿Qué es lo que sientes?
- No haber cuidado bien de Henry, tú me pediste que lo cuidara y yo no lo hice.
- ¿Cómo que no lo hiciste?, yo lo veo perfectamente.
- Tengo algo que contarte…
Y durante un rato le fue contando lo que ocurrió la noche anterior, como ella se había descuidado y se le pasó el tiempo, y el susto que se había llevado Henry, cuando notó que ya era de noche y él no había vuelto.
- ¿Y eso es todo?
- Sí, eso es todo, lo siento mucho, de verdad.
- Por favor deja de disculparte, tú no tienes culpa de nada, Henry es un niño excesivamente inseguro a causa de lo que ha pasado, pero tiene que acostumbrarse a que yo no voy a poder estar siempre a su lado, e ir con él a todos los sitios – la besó y le tomó la mano – no te culpes, lo cuidaste muy bien, gracias por quedarte con él.
- Aún hay más…
Y le contó cómo se había ofrecido a ser su mamá de aquí.
- Espero que no te importe, pero es que estaba realmente asustado.
- ¿Importarme?, Kate ese ha sido un detalle precioso por tu parte, realmente Henry necesita una mamá aquí, aún es muy pequeño, y tú eres la mejor mamá que podría tener y yo te quiero mucho – se levantó rodeando la encimera y acercándose a ella, la abrazo y la besó apasionadamente.
Ella se dejó besar y mimar por él.
- Yo nunca he tenido un niño, así que vas a tener que darme algún consejillo.
- Yo te doy todos los consejos que quieras, y cuando quieras ser madre de nuevo, también me avisas – la seguía besando y acariciando por debajo de la camiseta – ya sabes que me encanta fabricar niños, es todo un proceso muy elaborado y a mí me salen muy bien – le mordía el lóbulo de la oreja mientras le susurraba al oído – hago unos niños preciosos y encantadores, tú lo sabes bien porque conoces a los dos que tengo.
Kate sentía que se derretía en sus brazos, ese hombre la volvía loca y sabía cómo hacerle perder la cabeza.
- Castle, Henry está arriba y puede bajar en cualquier momento y no creo que quieras que nos sorprenda así.
- Debería acostumbrarse a ver que sus papás se quieren mucho.
- Sí, pero poco a poco – dijo apartándolo al notar que se iba animando más de la cuenta.
- ¿Te has fijado inspectora en que siempre me interrumpes la diversión?
- ¿Y tú te has fijado en que siempre se te ocurre ponerte contento en los momentos más inoportunos?
A pesar de todo, siguieron besándose y acariciándose, a la vez que estaban pendientes por si oían pasos por las escaleras, y teniendo cuidado de no sofocarse mucho.
Empezó a sonar el teléfono del loft y no tuvieron más remedio que despegarse. Contestó Castle, era Alexis, que llamaba para ver como estaban, e informarles de que ella estaba bien. En Boston también había nevado, pero con mucha menos intensidad que en Nueva York.
Después de hablar con ella, se fueron los dos al estudio, donde pusieron la tele, para ver las noticias y las consecuencias del temporal. Como aun hacía mucho frio y aconsejaban no salir, Castle se puso a escribir un rato y Kate retomó el trabajo que había dejado el día anterior, cuando se fue la luz.
Estuvieron trabajando hasta más de media mañana, en que un aburrido Henry, bajó hasta el estudio, protestando porque ya estaba cansado de jugar con sus juguetes y quería salir a ver la nieve. Castle le dijo:
- ¿Quieres ver la nieve?, pues ven aquí.
Y subiéndolo lo puso en el alfeizar de la ventana para que se asomara y mirara a la calle.
- Pero así no papi, la quiero ver de verdad – protestó el chiquillo.
- Esa nieve es de verdad, pero todavía hace mucho frio fuera. Después de comer, si no vuelve a nevar, saldremos un rato al parque, ¿vale?
- Vale, pero ¿ahora qué hacemos?
- ¿Qué quieres hacer?
- No sé, es que ya me he aburrido de jugar solo, ¿juegas conmigo?
Así que al final, Castle dejó la escritura, Kate terminó dejando también los informes y estuvieron jugando a la Wii hasta la hora del almuerzo.
Después de este y como le habían prometido, salieron al parque más cercano con un trineo que era de Alexis, en el que empezó a montarse Henry, y en el que terminaron deslizándose los tres de forma temeraria, por los grandes montículos de nieve que se habían formado. También hicieron un muñeco, se sacaron fotos y en definitiva pasaron una alegre y divertida jornada familiar, que volvió a repetirse el domingo, pues aunque el tiempo había mejorado ostensiblemente y las temperaturas habían subido un poco, todavía era mucha la nieve que quedaba.
El lunes amaneció soleado, Kate tenía que volver a la 12th, no así Castle que se quedaba en casa cuidando a Henry, pues los colegios permanecerían cerrados ese día, evaluando los daños de la tormenta.
Como era habitual, él se levantó con ella para prepararle el desayuno, que compartieron los dos. Castle pensaba quedarse levantado escribiendo. Mientras él recogía las cosas del desayuno, ella pasaba al cuarto a lavarse los dientes y terminar de arreglarse.
Como cada día desde que Henry estaba con ellos, se dirigió a la caja fuerte del estudio para sacar la pistola que guardaba allí, mientras permanecía en la casa. Metió la mano en la caja fuerte y sin darse cuenta tiró unos papeles que había dentro. Allí guardaba Rick, la documentación importante, papeles de los médicos, de la casa, sus manuscritos cuando los imprimía antes de llevarlos a la editorial, y algún dinero de emergencia, por si hacía falta para algo urgente.
Al agacharse a recogerlos vio que lo que se había caído era un sobre del laboratorio donde Castle, se había hecho las pruebas de paternidad.
- ¡Qué raro! – pensó – Castle no me ha comentado nada de que hubieran llegado los resultados.
No pudo aguantar la curiosidad, no sabía si él se molestaría, pero dejando la pistola encima de la mesa, abrió el sobre y sacó el documento.
- ¡Vaya! – pensó – esto sí que no me lo esperaba.
En ese momento entró Rick, cuando ella lo vio solo le dijo:
- ¿Pensabas decírmelo alguna vez?
- No lo sé – suspiró – sinceramente no lo sé.
- Pero, ¿Nos lo quedamos?, ¿No?
- ¿Cómo? – preguntó sin comprender muy bien a que se refería.
- Que nos quedamos con Henry, ¿verdad?
- Claro que me… bueno – sonrió – nos quedamos con Henry, ya sabes que nunca me ha importado, si quieres lo rompemos y nadie más tiene que saberlo.
- Bueno, creo que Martha y Alexis deberían saberlo también.
- Si, supongo que sí – y rodeando la mesa se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos – gracias por comprenderlo y aceptarlo.
- No tienes nada que agradecerme, quiero mucho a Henry. Y tú, ¿Cómo estás?, sé lo que quieres a ese niño.
- Bueno, te mentiría si te dijera que no estoy desilusionado. Me enamoré de Henry, desde el momento en que lo vi en el centro de acogida, cuando tiró de mi chaqueta para llamar mi atención, abrazado a Edwin, y presentándose como Henry Rodgers, me dijo con total convencimiento que yo era su papá.
- Y lo eres, eres el padre que conoce y al que quiere, lo demás no importa.
- Claro que no, Henry es mi hijo, y ya es parte de esta familia.
Volvieron a abrazarse y besarse, ella le dijo que no tenía más remedio que ir a trabajar. Guardó la pistola y Castle volvió a poner los resultados de las pruebas, dentro de la caja fuerte.
Al salir al salón vieron que Henry, bajaba la escalera, con Edwin que ya se había secado, después de su aventura en la lavadora.
- Papi, tengo hambre.
- ¿Y no decimos antes, buenos días? – replicó su padre.
- Buenos días papi, tengo hambre – volvió a decir el niño.
- Despídete de Kate que se va a trabajar.
Henry se acercó a ella, que se inclinó para darle un beso, y se vio sorprendida, cuando el niño levantó los brazos y le rodeó el cuello, regalándole un húmedo beso en la mejilla. Ella lo levantó en peso y le dio un abrazo.
- Adiós Kate, ¿hoy no vienes al parque a jugar con nosotros?, yo no tengo cole, y papi ha dicho que me va a llevar otra vez con el trineo.
- Ojalé pudiera ir con vosotros – dijo ella sintiéndolo de verdad – pero no tengo más remedio que ir a trabajar.
- Pues haces el trabajo muy deprisa y luego te vienes a tirarte por las cuestas con el trineo, mira que es muy divertido y te lo vas a perder – dijo el niño muy convencido, mientras seguía abrazado a su cuello.
- Esa es una buenísima idea – dijo Kate sonriendo y dejando a Henry en el suelo – me voy ya para terminar pronto, y luego me reúno con vosotros en el parque.
- Adiós – se despidieron los dos – voy a prepararle el desayuno a este jovencito – dijo Castle yendo hacia la cocina.
Kate se marchó a trabajar con todo el dolor de su corazón, pues se hubiese ido con gusto a jugar al parque con ellos.
Mientras ella trabajaba deprisa como le dijo Henry y pidiendo mentalmente, que no hubiese otro asesinato, de momento tenía bastante con el de Marvin Wyman, del que aún no tenían muchas pistas, y además con la tormenta, había pasado a un segundo lugar.
Pero para su alegría y satisfacción Ryan y Esposito dieron con la solución del caso. Marvin Wyman, había ganado la lotería y lo comentó con un compañero de trabajo, al cual le asaltó la avaricia y pensó que su compañero al estar solo, no sabría cómo disfrutar del dinero, por lo que decidió aliviarlo de su pesada carga, y lo asesinó partiéndole el cráneo con una pesada figura de bronce, para quedarse con el décimo de lotería.
Una vez solucionado el caso y aunque todavía era pronto, Esposito, Ryan y Kate aprovecharon que Gates no había ido ese día y como tres estudiantes traviesos, decidieron hacer rabona y se fueron antes de la comisaría.
Como Kate le había prometido les dio el encuentro en el parque. Castle y Henry llevaban un buen rato allí, y sobre todo Castle estaba ya cansado. Se alegró mucho de ver a Kate, a la que le comentó, que había aprovechado que Liam había invitado a Henry a almorzar el día de Halloween en su casa, y ya después sus padres lo llevarían a la fiesta del pub, para citar a Alexis y Martha en el loft para comer y hablarles de los resultados de las pruebas de paternidad.
- ¿Cómo crees que se lo tomarán? – le preguntó Kate.
- Alexis se desilusionará, como me ha pasado a mí, pero estoy seguro de que va a seguir considerando a Henry su hermano pequeño.
- ¿Y Martha? – preguntó preocupada Kate – recuerdo lo que te insistió para que te hicieras las pruebas, es como si lo hubiese sospechado desde el principio.
- No creo que tampoco lo rechace, me sorprendería mucho que lo hiciese, mi madre no es así… y si lo fuera no va a tener más remedio que seguir siendo la abuela de Henry, pero estoy seguro que no le importará.
- Cuando vi los resultados, llegué a pensar en adoptar yo misma a Henry – dijo ella.
- ¿Creíste que sería capaz de devolverlo? – preguntó Castle asombrado.
- Claro que no, son esas cosas que se le pasan por la cabeza a una, sin ni siquiera pensarlas.
- Debería hablar con el abogado, aunque está reconocido como hijo mío, al no serlo biológicamente, no sé si tendré que hacer algún nuevo trámite, tengo que informarme – dijo pensativo – y por cierto, no me importaría en absoluto que quisieras adoptar legalmente a Henry. Necesita una madre, y me parece que no hay nadie mejor que tú.
- Ya te he dicho que lo he pensado, pero también he pensado que llevamos juntos unos pocos meses y me gustaría que esto, fuese para toda la vida, pero ¿y si lo nuestro no funcionara?, ¿Qué haríamos con Henry?
- Si lo nuestro no funcionara, Henry sería como otros tantos niños de padres separados, yo sería siempre su padre y tú su madre, tendríamos régimen de visitas, y seriamos los mejores amigos del mundo por el bien de nuestro hijo.
- No sé, Castle, déjame pensarlo, ¿vale? – dijo ella a quien realmente cada vez le apetecía más adoptar y ser alguien en la vida de Henry.
El centro de la conversación que había estado deslizándose en trineo, se acercó corriendo, feliz de ver que había ido a reunirse con ellos.
CONTINUARÁ…
Cata Castillo- Escritor - Policia
- Mensajes : 1729
Fecha de inscripción : 25/09/2010
Localización : Al sur del sur
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
No puedo creer que se me hubiese pasado leer el capítulo 17 hasta ahora!! Los dos son preciosos!! Me encanta el acercamiento de Kate y Henry
No quiero que se acabe este fic, es muy hermoso!!!
No quiero que se acabe este fic, es muy hermoso!!!
cris_beckett- Autor de best-seller
- Mensajes : 857
Fecha de inscripción : 29/05/2012
Edad : 34
Localización : Madrid
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Me ha encantado, ese despertar con Kate, que bonito. Me parece genial que por fin le haya cogido cariño y la trate como a una madre. La idea de que Henry no sea su hijo biólogico, la verdad es que me gusta, ya que ha sido todo una sorpresa nunca lo hubiese imaginado y me ha gustado la idea. En cuanto a como lo tomarán tiene un encanto de familia, así que espero que bien Adoro que Kate quiere ser la madre, me ha parecido fabuloso.
Gracias, continúa pronto...
Gracias, continúa pronto...
Invitado- Invitado
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Pobrecitooooo sigueee
castle&beckett..cris- Escritor - Policia
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Fecha de inscripción : 20/03/2011
Edad : 33
Localización : Menorca..I LOVE NEW YORK..NYPD..RICK CASTLE & KATE BECKETT
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