In dubio pro reo [COMPLETO]
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Gracias sigue porfavor!! no me hagas esperar tanto eh!!
28Caskett- As del póker
- Mensajes : 454
Fecha de inscripción : 02/05/2013
Edad : 25
Localización : Cd. Juárez
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Me encanta!
Caskett(sariita)- Policia de homicidios
- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 25/10/2013
Edad : 24
Localización : En el mundo de los sueños
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
En cada ratito que tenga libre intentaré ir actualizando para que luego cierta persona cuando me vea no tenga razones para lanzarme puñales. Ella ya sabe quién es ¬¬
¡Gracias por leer! Disfrutadlo, y hacerme disfrutar con una pequeña review ^_^
- Debe de estar muy preocupada - comentó la joven pelirroja, que respondía al nombre de Bonnie, mirando la pantalla iluminada de mi móvil mientras rellenaba mi taza por ¿séptima? ¿Octava vez? Había perdido la cuenta de cuantos cafés había tomado desde que había entrado en el bar, tres horas atrás. Levanté la mirada del informe forense que estaba leyendo y miré la cara sonriente de Beckett, que me miraba desde el iPhone, esperando que le cogiera el teléfono. Me sorprendía que no se hubiera rendido, ya que me había dejado unas veinte llamadas perdidas.
– O es una acosadora muy persistente – repliqué.
- Incluso las acosadoras se cansan a la décima, así que, no, me inclino más por mi opción – dudó unos segundos antes de irse, deteniéndose a unos pasos de mi mesa para girarse de nuevo – Debería contestar – me recomendó, encogiéndose de hombros, preocupada pero a la vez haciéndome ver que aquello no iba con ella.
Me tragué la contestación que luchaba por salir de mi boca, demasiado borde y descortés, y me limité a asentir como si fuera a hacerle caso. Pero en cuanto volvió a meterse tras la barra color azul turquesa desvaído del local, me sumergí en la lectura e ignoré el móvil, que seguía iluminándose en una advertencia silenciosa.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
Aquello comenzaba a preocuparla.
Dejó de dar vueltas por el salón, mordiéndose el labio con tanta fuerza que no le extrañaría si empezara a sangrar. Tamborileó con los dedos en su cintura, inquieta, y decidió que era hora de dejarse de tonterías. Si Castle no quería hablar con ella, él se lo había buscado. Lo que la detective tenía muy claro es que no le iba a dejar investigar por su cuenta, no con lo peligrosa que era esa gente, habían tenido pruebas de sobra de que eran capaces de cualquier cosa por seguir en el anonimato.
Recuperando el iPhone de la mesita del centro, lo desbloqueó con pericia y abrió una aplicación que el mismo escritor le había enseñado. Introdujo el número de móvil del sujeto en cuestión y se quedó observando como un círculo giraba, cargándose con lentitud debido a la poca cobertura que tenía allí. Finalmente, un mapa apareció con dos puntitos, uno azul y otro rojo parpadeante. La detective escrutó la pantalla, y salió del apartamento cerrando la puerta con fuerza tras ella.
Trepó en el Jeep y aceleró en el camino arenoso de entrada, levantando una nube de polvo que dejó atrás enseguida, el aire revolviéndole el pelo al no llevar la capota de plástico puesta. Con el móvil firmemente sujeto contra el volante, cambió la marcha mientras enfilaba la carretera a una velocidad mucho mayor a la permitida, sin preocuparse por los controles. Fue adelantando a cada coche que iba demasiado despacio, convirtiéndose en lo que ella tanto odiaba: una conductora impaciente e imprudente.
Le echó un vistazo al mapa, reconociendo el edificio que estaba enfrente de donde el punto rojo parpadeaba. Aquello era la comisaria. Frunció el ceño, pisando el acelerador un poco más y sobrepasando a un Audi negro que hizo sonar su claxon. Contuvo las ganas de hacer un gesto grosero al conductor de atrás, sintiendo un déjà vu apoderarse de ella.
"- ¡Katie!
Beckett echó la cabeza atrás, liberando una carcajada que venía quemándole la garganta desde que su padre se había subido al coche con ella al volante. El coche que acababan de adelantar les pitó, el conductor asomando la cabeza por la ventanilla para soltar algún que otro improperio. La joven levantó el dedo corazón de la mano con la que no agarraba el volante, colocándolo entre ambos asientos delanteros para que el de atrás pudiera verlo bien.
Jim Beckett sacudió la cabeza, sin poder evitar que una sonrisa escapara de sus labios, y le dio un suave golpe a su hija en la mano, haciéndosela bajar.
- ¿Has visto la cara que se le ha quedado? – preguntó ella, todavía riéndose mientras levantaba poco a poco el pie del acelerador y la aguja del velocímetro bajaba hasta situarse justo en el límite permitido.
Su padre soltó el asa de la puerta, estirando la mano y dejando que la sangre volviera a sus extremidades, causando que Kate se carcajeara más aún.
- Papá, no sé de qué tienes miedo.
- ¿¡Pero tú has visto cómo has adelantado a ese tipo?!
- Vale, vale – señaló el salpicadero – Mira, ya estoy dentro del límite legal.
Jim se quedó callado, disfrutando por primera vez del paseo con su hija. Era la primera vez que se montaba en un coche conducido por ella desde que se había sacado el carnet, y tenía que admitir que estaba muerto de miedo.
- Katie, cariño, tienes que prometerme que conducirás más calmadamente – pidió, observándola.
La aludida apartó sus ojos almendrados de la carretera por unos segundos, mirando a su padre desde detrás de sus gafas negras de aviador. Se recogió un mechón de pelo tras la oreja para que no le molestara, jugueteando con las puntas teñidas de rojo en un degradado que se había hecho aprovechando que ya estaba en la universidad, fuera del control de sus padres.
- Pero es divertido ir así.
- Hasta que te pase algo, entonces no será divertido para ninguno de nosotros.
- Ugh, papá, qué catastrofista eres. – se quejó la joven.
- No, solo realista, y lo sabes.
Beckett se quedó callada, con la mirada al frente. Entonces sintió la mano de su padre sobre la suya, reclamando su atención.
- Lo hago porque te quiero. – añadió, con su mirada cargada de cariño.
- Siempre, papá – replicó ella."
Frenó con brusquedad frente un hueco vacío en un lateral de la calle, ganándose otro pitido más de un coche que tuvo que maniobrar para no chocarse con ella. Sacudió la cabeza, parpadeando para librarse de las lágrimas que amenazaban con caer.
- Vamos, Beckett, vuelve al presente – musitó para sí misma, dando un golpe en el volante con frustración.
Se suponía que eso de los recuerdos era una fase que había dejado atrás. Claro que con las suposiciones nada se sabe, porque nada es certero. No son nada más que algo que se dice, algo impregnado por los anhelos particulares.
Frunció el ceño, centrando toda su atención en meter el Jeep en el espacio entre ambos coches. Cogió el móvil y las llaves del contacto y salió, cerrando por encima del hombro antes de guardárselas en el bolsillo trasero de los shorts. Mirando hacia ambos lados de la carretera, aprovechó que no venía nadie para cruzar a la carrera, entrando en el bar donde supuestamente se escondía Castle.
Empujó la puerta, oyendo una campanilla anunciar su llegada.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
Alcé la cabeza con el sonido de la campanilla, alertado sobre la presencia de alguien nuevo en el local. Me incliné para asomarme por un lado de la camarera que me impedía ver la entrada, rezando para que no fuera ni Slaughter ni otro policía que pudiera reconocerme.
Pero era peor.
- Mierda – mascullé, recogiendo todos los papeles que tenía esparcidos por la mesa precipitadamente, guardándolos de cualquier manera y en cualquier carpeta, solo queriendo escapar de allí.
Dejé un billete encima de la mesa, al lado de mi taza a medio vaciar, y cogí el casco de la moto antes de levantarme medio escondido tras la joven Bonnie, que aún seguía anotando los pedidos de una mesa contigua. Podía lograrlo, solo tenía que llegar a la puerta que había al fondo del local, justo frente a mí, y que daba a una calle paralela.
- ¡Ni se te ocurra escapar de mí, Richard Castle! – avisó la detective a mi espalda, haciendo que me quedara congelado a medio paso.
Toda la cafetería se giró para mirarnos, centrando su atención en mí, principalmente, ya que parecía el tipo malo. Dejé caer los brazos y giré sobre mis talones.
- No te había visto – mentí, a sabiendas de que era una excusa barata e inaceptable.
Beckett se acercó a mí con su rostro convertido en una máscara de piedra.
- Le dije que tendría que haber contestado – comentó la joven pelirroja al pasar a mi lado, camino a la cocina. La miré con fastidio, lo último que necesitaba ahora era un recordatorio de que la había cagado. Y mucho.
- Siéntate – ordenó Kate, señalando la mesa de la que había huido.
Asentí, con miedo a negarme por las posibles repercusiones, y tiré la carpeta marrón sonoramente en la tabla de plástico.
- Has sido listo al venir a un sitio público, porque si no ahora mismo te estarías retorciendo por el suelo de dolor – amenazó, impasible y sin levantar el tono. Era escalofriante.
- Estaba… ¿todo planeado? – contesté, dudoso, sin saber muy bien qué decir. Quizá lo más sabio era quedarse callado.
- La próxima vez que te vayas así, sin decir a dónde ni dar explicaciones, que no contestes a mis llamadas y me tengas angustiada pensando que podía haberte pasado algo, que podías estar tirado en una cuneta medio muerto y yo sin saberlo… Te mato yo misma, y así me ahorro la incertidumbre y el sufrimiento.
- Tienes razón. Dios, tenías razón – me llevé las manos a la cabeza, derrotado. La observé entre mis dedos y pude ver que estaba ligeramente desconcertada, así que giré la carpeta y la deslicé hacia ella por la mesa.
- ¿Qué es esto? – inquirió, súbitamente centrada en todas aquellas anotaciones y olvidando el motivo que la había llevado hasta esa cafetería en primer lugar. Comenzó a leer, su ceño frunciéndose cada vez más a medida que sus ojos almendrados recorrían la letra menuda y apretada del Detective Slaughter y compañeros. - ¿De dónde demonios has sacado esto?
- Eso es lo de menos – contesté, haciendo un gesto con la mano para restarle importancia a la pregunta – Tenías razón, Kate, has ganado.
- Déjame adivinar – pidió, alzando el dedo índice – Amanda Sckuss es realmente una inmigrante ilegal que, por casualidades de la vida, ha tenido más suerte de lo normal y ha conseguido una vida confortable por méritos propios y sin recurrir a la prostitución o al tráfico de drogas.
- Aparentemente sí. Llevo cuatro horas aquí y no he encontrado nada que la apunte, ni un solo cabo suelto que pueda ser relacionado con ella.
- O sea, que parece que simplemente sabía más de lo que debería porque Ian le contaba cosas.
Asentí, frustrado. La detective siguió mirando los informes, contrariada por lo que veía.
- Pero… - comenzó a decir, cortándose a sí misma mientras daba la vuelta a las hojas, como si buscara más de lo que había – Estas notas son muy vagas, Castle. Cogen los mínimos datos, no profundizan en ellos, los investigan por encima. Es un trabajo mal hecho con el único propósito de terminar rápido y cerrar el caso aunque sea cargándole el muerto a un inocente.
- Lo sé, ya me he dado cuenta.
- No te subas a la parra – me advirtió – pero quizá no esté todo perdido con tu teoría sobra Amanda.
- ¿No te subas a la parra? ¿Qué clase de expresión es esa?
- ¿Y tú eres escritor? – la detective bufó pero no pudo evitar que mi sonrisa se le contagiara.
- De todos modos… Creo que tenías razón, Kate.
- ¿En más cosas aún? – bromeó ella, logrando que le contestara con una mueca.
- No te subas a la parra – repliqué, imitándola. – Pero sí. Creo que simplemente vi algo que no me encajaba a la primera, que requería de mucha suerte y grandes dosis de casualidad y me negué a creer que fuera posible. Yo… Cuando Alexis vivía, yo era un hombre que creía en la magia – ante la cara de la detective, me apresuré a aclararlo – No en personas con varitas mágicas y cicatrices en forma de rayo, pero sí en la magia del día al día, en los pequeños gestos extraordinarios, en la bondad de la gente. – Miré fijamente los rayajos de la superficie de plástico – Supongo que cuando la mataron, dejé de ver el mundo con buenos ojos.
Beckett buscó mi mano y la entrelazó con la suya encima de la mesa.
- Quizá sea hora de volver a las viejas creencias – susurró, en un tono lo suficientemente alto como para que la oyera sin problemas.
Esbocé una sonrisa triste que ella correspondió, dándome un ligero apretón en la mano. Entonces, la campanilla de la puerta sonó de nuevo, rompiendo nuestro momento.
- ¡Muñeca! ¡Un café solo doble! – ordenó el recién llegado mientras se sentaba en uno de los taburetes de la barra.
- En seguida, detective – contestó Bonnie.
- Mierda – mascullamos Beckett y yo a la vez.
¡Gracias por leer! Disfrutadlo, y hacerme disfrutar con una pequeña review ^_^
Capítulo 86:
- Debe de estar muy preocupada - comentó la joven pelirroja, que respondía al nombre de Bonnie, mirando la pantalla iluminada de mi móvil mientras rellenaba mi taza por ¿séptima? ¿Octava vez? Había perdido la cuenta de cuantos cafés había tomado desde que había entrado en el bar, tres horas atrás. Levanté la mirada del informe forense que estaba leyendo y miré la cara sonriente de Beckett, que me miraba desde el iPhone, esperando que le cogiera el teléfono. Me sorprendía que no se hubiera rendido, ya que me había dejado unas veinte llamadas perdidas.
– O es una acosadora muy persistente – repliqué.
- Incluso las acosadoras se cansan a la décima, así que, no, me inclino más por mi opción – dudó unos segundos antes de irse, deteniéndose a unos pasos de mi mesa para girarse de nuevo – Debería contestar – me recomendó, encogiéndose de hombros, preocupada pero a la vez haciéndome ver que aquello no iba con ella.
Me tragué la contestación que luchaba por salir de mi boca, demasiado borde y descortés, y me limité a asentir como si fuera a hacerle caso. Pero en cuanto volvió a meterse tras la barra color azul turquesa desvaído del local, me sumergí en la lectura e ignoré el móvil, que seguía iluminándose en una advertencia silenciosa.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
Aquello comenzaba a preocuparla.
Dejó de dar vueltas por el salón, mordiéndose el labio con tanta fuerza que no le extrañaría si empezara a sangrar. Tamborileó con los dedos en su cintura, inquieta, y decidió que era hora de dejarse de tonterías. Si Castle no quería hablar con ella, él se lo había buscado. Lo que la detective tenía muy claro es que no le iba a dejar investigar por su cuenta, no con lo peligrosa que era esa gente, habían tenido pruebas de sobra de que eran capaces de cualquier cosa por seguir en el anonimato.
Recuperando el iPhone de la mesita del centro, lo desbloqueó con pericia y abrió una aplicación que el mismo escritor le había enseñado. Introdujo el número de móvil del sujeto en cuestión y se quedó observando como un círculo giraba, cargándose con lentitud debido a la poca cobertura que tenía allí. Finalmente, un mapa apareció con dos puntitos, uno azul y otro rojo parpadeante. La detective escrutó la pantalla, y salió del apartamento cerrando la puerta con fuerza tras ella.
Trepó en el Jeep y aceleró en el camino arenoso de entrada, levantando una nube de polvo que dejó atrás enseguida, el aire revolviéndole el pelo al no llevar la capota de plástico puesta. Con el móvil firmemente sujeto contra el volante, cambió la marcha mientras enfilaba la carretera a una velocidad mucho mayor a la permitida, sin preocuparse por los controles. Fue adelantando a cada coche que iba demasiado despacio, convirtiéndose en lo que ella tanto odiaba: una conductora impaciente e imprudente.
Le echó un vistazo al mapa, reconociendo el edificio que estaba enfrente de donde el punto rojo parpadeaba. Aquello era la comisaria. Frunció el ceño, pisando el acelerador un poco más y sobrepasando a un Audi negro que hizo sonar su claxon. Contuvo las ganas de hacer un gesto grosero al conductor de atrás, sintiendo un déjà vu apoderarse de ella.
"- ¡Katie!
Beckett echó la cabeza atrás, liberando una carcajada que venía quemándole la garganta desde que su padre se había subido al coche con ella al volante. El coche que acababan de adelantar les pitó, el conductor asomando la cabeza por la ventanilla para soltar algún que otro improperio. La joven levantó el dedo corazón de la mano con la que no agarraba el volante, colocándolo entre ambos asientos delanteros para que el de atrás pudiera verlo bien.
Jim Beckett sacudió la cabeza, sin poder evitar que una sonrisa escapara de sus labios, y le dio un suave golpe a su hija en la mano, haciéndosela bajar.
- ¿Has visto la cara que se le ha quedado? – preguntó ella, todavía riéndose mientras levantaba poco a poco el pie del acelerador y la aguja del velocímetro bajaba hasta situarse justo en el límite permitido.
Su padre soltó el asa de la puerta, estirando la mano y dejando que la sangre volviera a sus extremidades, causando que Kate se carcajeara más aún.
- Papá, no sé de qué tienes miedo.
- ¿¡Pero tú has visto cómo has adelantado a ese tipo?!
- Vale, vale – señaló el salpicadero – Mira, ya estoy dentro del límite legal.
Jim se quedó callado, disfrutando por primera vez del paseo con su hija. Era la primera vez que se montaba en un coche conducido por ella desde que se había sacado el carnet, y tenía que admitir que estaba muerto de miedo.
- Katie, cariño, tienes que prometerme que conducirás más calmadamente – pidió, observándola.
La aludida apartó sus ojos almendrados de la carretera por unos segundos, mirando a su padre desde detrás de sus gafas negras de aviador. Se recogió un mechón de pelo tras la oreja para que no le molestara, jugueteando con las puntas teñidas de rojo en un degradado que se había hecho aprovechando que ya estaba en la universidad, fuera del control de sus padres.
- Pero es divertido ir así.
- Hasta que te pase algo, entonces no será divertido para ninguno de nosotros.
- Ugh, papá, qué catastrofista eres. – se quejó la joven.
- No, solo realista, y lo sabes.
Beckett se quedó callada, con la mirada al frente. Entonces sintió la mano de su padre sobre la suya, reclamando su atención.
- Lo hago porque te quiero. – añadió, con su mirada cargada de cariño.
- Siempre, papá – replicó ella."
Frenó con brusquedad frente un hueco vacío en un lateral de la calle, ganándose otro pitido más de un coche que tuvo que maniobrar para no chocarse con ella. Sacudió la cabeza, parpadeando para librarse de las lágrimas que amenazaban con caer.
- Vamos, Beckett, vuelve al presente – musitó para sí misma, dando un golpe en el volante con frustración.
Se suponía que eso de los recuerdos era una fase que había dejado atrás. Claro que con las suposiciones nada se sabe, porque nada es certero. No son nada más que algo que se dice, algo impregnado por los anhelos particulares.
Frunció el ceño, centrando toda su atención en meter el Jeep en el espacio entre ambos coches. Cogió el móvil y las llaves del contacto y salió, cerrando por encima del hombro antes de guardárselas en el bolsillo trasero de los shorts. Mirando hacia ambos lados de la carretera, aprovechó que no venía nadie para cruzar a la carrera, entrando en el bar donde supuestamente se escondía Castle.
Empujó la puerta, oyendo una campanilla anunciar su llegada.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
Alcé la cabeza con el sonido de la campanilla, alertado sobre la presencia de alguien nuevo en el local. Me incliné para asomarme por un lado de la camarera que me impedía ver la entrada, rezando para que no fuera ni Slaughter ni otro policía que pudiera reconocerme.
Pero era peor.
- Mierda – mascullé, recogiendo todos los papeles que tenía esparcidos por la mesa precipitadamente, guardándolos de cualquier manera y en cualquier carpeta, solo queriendo escapar de allí.
Dejé un billete encima de la mesa, al lado de mi taza a medio vaciar, y cogí el casco de la moto antes de levantarme medio escondido tras la joven Bonnie, que aún seguía anotando los pedidos de una mesa contigua. Podía lograrlo, solo tenía que llegar a la puerta que había al fondo del local, justo frente a mí, y que daba a una calle paralela.
- ¡Ni se te ocurra escapar de mí, Richard Castle! – avisó la detective a mi espalda, haciendo que me quedara congelado a medio paso.
Toda la cafetería se giró para mirarnos, centrando su atención en mí, principalmente, ya que parecía el tipo malo. Dejé caer los brazos y giré sobre mis talones.
- No te había visto – mentí, a sabiendas de que era una excusa barata e inaceptable.
Beckett se acercó a mí con su rostro convertido en una máscara de piedra.
- Le dije que tendría que haber contestado – comentó la joven pelirroja al pasar a mi lado, camino a la cocina. La miré con fastidio, lo último que necesitaba ahora era un recordatorio de que la había cagado. Y mucho.
- Siéntate – ordenó Kate, señalando la mesa de la que había huido.
Asentí, con miedo a negarme por las posibles repercusiones, y tiré la carpeta marrón sonoramente en la tabla de plástico.
- Has sido listo al venir a un sitio público, porque si no ahora mismo te estarías retorciendo por el suelo de dolor – amenazó, impasible y sin levantar el tono. Era escalofriante.
- Estaba… ¿todo planeado? – contesté, dudoso, sin saber muy bien qué decir. Quizá lo más sabio era quedarse callado.
- La próxima vez que te vayas así, sin decir a dónde ni dar explicaciones, que no contestes a mis llamadas y me tengas angustiada pensando que podía haberte pasado algo, que podías estar tirado en una cuneta medio muerto y yo sin saberlo… Te mato yo misma, y así me ahorro la incertidumbre y el sufrimiento.
- Tienes razón. Dios, tenías razón – me llevé las manos a la cabeza, derrotado. La observé entre mis dedos y pude ver que estaba ligeramente desconcertada, así que giré la carpeta y la deslicé hacia ella por la mesa.
- ¿Qué es esto? – inquirió, súbitamente centrada en todas aquellas anotaciones y olvidando el motivo que la había llevado hasta esa cafetería en primer lugar. Comenzó a leer, su ceño frunciéndose cada vez más a medida que sus ojos almendrados recorrían la letra menuda y apretada del Detective Slaughter y compañeros. - ¿De dónde demonios has sacado esto?
- Eso es lo de menos – contesté, haciendo un gesto con la mano para restarle importancia a la pregunta – Tenías razón, Kate, has ganado.
- Déjame adivinar – pidió, alzando el dedo índice – Amanda Sckuss es realmente una inmigrante ilegal que, por casualidades de la vida, ha tenido más suerte de lo normal y ha conseguido una vida confortable por méritos propios y sin recurrir a la prostitución o al tráfico de drogas.
- Aparentemente sí. Llevo cuatro horas aquí y no he encontrado nada que la apunte, ni un solo cabo suelto que pueda ser relacionado con ella.
- O sea, que parece que simplemente sabía más de lo que debería porque Ian le contaba cosas.
Asentí, frustrado. La detective siguió mirando los informes, contrariada por lo que veía.
- Pero… - comenzó a decir, cortándose a sí misma mientras daba la vuelta a las hojas, como si buscara más de lo que había – Estas notas son muy vagas, Castle. Cogen los mínimos datos, no profundizan en ellos, los investigan por encima. Es un trabajo mal hecho con el único propósito de terminar rápido y cerrar el caso aunque sea cargándole el muerto a un inocente.
- Lo sé, ya me he dado cuenta.
- No te subas a la parra – me advirtió – pero quizá no esté todo perdido con tu teoría sobra Amanda.
- ¿No te subas a la parra? ¿Qué clase de expresión es esa?
- ¿Y tú eres escritor? – la detective bufó pero no pudo evitar que mi sonrisa se le contagiara.
- De todos modos… Creo que tenías razón, Kate.
- ¿En más cosas aún? – bromeó ella, logrando que le contestara con una mueca.
- No te subas a la parra – repliqué, imitándola. – Pero sí. Creo que simplemente vi algo que no me encajaba a la primera, que requería de mucha suerte y grandes dosis de casualidad y me negué a creer que fuera posible. Yo… Cuando Alexis vivía, yo era un hombre que creía en la magia – ante la cara de la detective, me apresuré a aclararlo – No en personas con varitas mágicas y cicatrices en forma de rayo, pero sí en la magia del día al día, en los pequeños gestos extraordinarios, en la bondad de la gente. – Miré fijamente los rayajos de la superficie de plástico – Supongo que cuando la mataron, dejé de ver el mundo con buenos ojos.
Beckett buscó mi mano y la entrelazó con la suya encima de la mesa.
- Quizá sea hora de volver a las viejas creencias – susurró, en un tono lo suficientemente alto como para que la oyera sin problemas.
Esbocé una sonrisa triste que ella correspondió, dándome un ligero apretón en la mano. Entonces, la campanilla de la puerta sonó de nuevo, rompiendo nuestro momento.
- ¡Muñeca! ¡Un café solo doble! – ordenó el recién llegado mientras se sentaba en uno de los taburetes de la barra.
- En seguida, detective – contestó Bonnie.
- Mierda – mascullamos Beckett y yo a la vez.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Ahora sí que se va a liar la gorda y la otra, jajajajajaja
Me entusiasma tu historia desde el principio, y aunque no haya comentado mucho desde hace un tiempo, no he dejado de seguirla fielmente. No dispongo de todo el tiempo que me gustaría, pero hoy no iba a perder la ocasión de hacer un comentario a tu estupendo capítulo.
La historia es sumamente entretenida y la mantienes a lo largo de los capítulos, siempre dejándome con mucho interés y sobre todo curiosidad, cosa que me gusta muchísimo, pues es lo que más estimula mi imaginación cuando leo. La verdad es que se me hacen muy cortos tus capítulos puesto que tienes una forma de escribir muy amena y muy fácil de seguir, nunca se me olvida el hilo conductor de la historia pues lo haces aparecer de vez en cuando, consiguiendo así mantener el relato muy vivo.
Sigue pronto que aunque no siempre te comente, leo todos y cada uno de los capítulos que escribes.
BESOTESSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Me entusiasma tu historia desde el principio, y aunque no haya comentado mucho desde hace un tiempo, no he dejado de seguirla fielmente. No dispongo de todo el tiempo que me gustaría, pero hoy no iba a perder la ocasión de hacer un comentario a tu estupendo capítulo.
La historia es sumamente entretenida y la mantienes a lo largo de los capítulos, siempre dejándome con mucho interés y sobre todo curiosidad, cosa que me gusta muchísimo, pues es lo que más estimula mi imaginación cuando leo. La verdad es que se me hacen muy cortos tus capítulos puesto que tienes una forma de escribir muy amena y muy fácil de seguir, nunca se me olvida el hilo conductor de la historia pues lo haces aparecer de vez en cuando, consiguiendo así mantener el relato muy vivo.
Sigue pronto que aunque no siempre te comente, leo todos y cada uno de los capítulos que escribes.
BESOTESSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
agecastbet- Escritor - Policia
- Mensajes : 2971
Fecha de inscripción : 27/12/2012
Localización : En la colina del loco - Madrid
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Uff, la que se va a liar!! Conseguirán irse del local sin que los pillen?? Jejejejeje.
Espero que puedas continuar pronto
Espero que puedas continuar pronto
Yaye- Escritor - Policia
- Mensajes : 1751
Fecha de inscripción : 05/06/2012
Localización : Huelva
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Dios!! En que lio se han metido, sera dificil salir de ahí
Caskett(sariita)- Policia de homicidios
- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 25/10/2013
Edad : 24
Localización : En el mundo de los sueños
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Capítulo 87:
- ¡Agáchate! – siseó la detective, haciendo gestos nerviosos con la mano mientras ella misma se tumbaba en el sillón, escondiéndose tras el respaldo.
La imité, quedando ambos reclinados hacia donde estaba la pared, dando la impresión de estar buscando algo bajo la mesa. Por encima del borde de plástico, vigilé a Slaughter, que estaba sentado en un taburete, golpeando fuertemente con las palmas la barra al ritmo de una canción desconocida, acompañándolo con las piernas. Dejó escapar un grito de júbilo cuando Bonnie se acercó a servirle café, inclinándose para susurrarle algo que la hizo sonrojarse, supuse que no precisamente por lo delicado que era el detective. Sentí la sangre zumbarme en los oídos a causa de la rabia.
- Tsss – chistó Beckett, llamando mi atención. La miré, prefiriendo mil veces antes sus ojos almendrados y su sonrisa cálida. – Tenemos que salir de aquí como sea.
- Hay una puerta que da a la calle paralela – susurré, señalando con mi mano hacia atrás. La detective se alzó sobre el codo, levantándose lo justo y necesario, asintiendo.
- Cuando esté despistado con la camarera, sales corriendo – fruncí el ceño, negándome a marcharme de allí sin ella – Castle, es contigo con quien tiene el problema.
Refunfuñé, sabiendo que era cierto, o por lo menos una gran parte de ello era cierto. Había sido yo quien no había sabido controlarme y soportar sus asquerosas insinuaciones. Pero era como me habían educado. Yo, ante todo, era un caballero.
Volví a clavar mis ojos en el detective, quien tenía una sonrisa torcida en su rostro, viviendo feliz ignorando nuestra presencia. Apreté la mandíbula cuando la camarera se acercó de nuevo, rellenándole la, ya vacía, taza. Slaughter rodeó su menuda cintura con un brazo, atrayendo su cuerpo hacia el suyo a pesar de la resistencia de la joven pelirroja.
- ¡Venga! – me urgió Beckett, dándome un ligero golpecito para sacarme de mi ensoñación.
Apretando con fuerza la carpeta marrón oculta bajo mi cazadora, me escurrí hasta el borde del sillón y salí escopetado hacia la puerta. Estaba alargando el brazo para empujarla cuando una fuerte mano cayó sobre mi hombro, deteniéndome, haciendo que todo mi cuerpo se tensara en respuesta y me quedara congelado con el brazo estirado en el aire, con miedo a girarme y encarar al detective.
- Oiga, que se le ha caído un papel – dijo una voz desconocida, retirando la mano de mi hombro. - ¿Se encuentra bien? – por el rabillo de mi ojo pude ver a un hombre ancho de espaldas y media cabeza más alto que yo, negro de piel, mirándome con cierta impaciencia.
- Sí, gracias – contesté, cogiendo una hoja de notas que se había escurrido de la carpeta y tratando de sonreírle. Empujando la puerta de salida con el hombro izquierdo, salí a trompicones a la calle, corriendo hasta esconderme en el primer callejón que encontré, según lo acordado.
-.-.-.-.-.-.-
La detective observó a Castle salir de la cafetería y dejó escapar un suspiro de alivio, soltando toda la tensión que había acumulado inconscientemente en la base de su estómago. Enterró la cara entre las manos, cansada, regalándose un momento de descanso antes de irse pasando desapercibida y buscar al escritor.
Sacó el iPhone del bolsillo y utilizó la pantalla como espejo para vigilar los movimientos de Slaughter sin tener que girarse. Fue entonces cuando la campanilla de la puerta sonó y un hombre trajeado y con gafas de sol negras entró en el bar, llamando la atención de la detective. ¿Qué hacía alguien así en un sitio como ese?
El nuevo cliente parecía estar igual de desconcertado que ella porque se quedó mirando a su alrededor con evidente sorpresa antes de dirigirse a la barra y sentarse en el taburete libre al lado del detective. Cogió una servilleta y limpió su zona de la barra antes de apoyar en ella los antebrazos. Cuando la joven pelirroja le sirvió su café, Beckett pudo verle hablar con Slaughter disimuladamente, tapándose estratégicamente la boca con la taza para que nadie pudiera leerle los labios.
Frustrada y muy intrigada, abrió la cámara interior del móvil e hizo como que se sacaba fotos a sí misma, pero cuadrando el ángulo de forma que se viera a ambos hombres en el fondo. Cogió varias instantáneas del perfil del hombre, pero no le reconocía por mucho que ampliara la imagen. Frunció el ceño, esperando a ver si el trajeado miraba alguna vez recto hacia ella y podía sacar una foto, pero no hubo suerte.
Slaughter cogió algo que el otro le tendía, sus cuerpos ocultando sus manos. El hombre se volvió a colocar las gafas de sol, dejando un billete encima de la barra, al lado de la taza casi intacta y todavía humeante. Se despidió del detective con un escueto "nos mantendremos en contacto" y salió de nuevo a la achicharrante calle. Ahora Beckett sí que tenía que irse. Guardó el móvil rápidamente, pero con las prisas se le resbaló de las manos y cayó al suelo con un golpe sordo. Rezando silenciosamente para que nadie se fijara en ella, se agachó bajo la mesa y recuperó el Smartphone, comprobando que la pantalla estuviera intacta.
- Vaya, vaya, vaya… ¿Qué hace una neoyorquina como tú en un garito como este?
Toda su espalda se convirtió en hierro, tensándose de una forma que antes le habría parecido imposible. Se tragó la maldición y alzó la mirada, encontrándose con una conocida sonrisa torcida. Fijó su mirada en la tabla de plástico descolorido que servía de mesa, siendo interrumpida por el golpe de una taza aterrizando en algo sólido. Varias gotitas de café salpicaron, quedando intactas en la superficie.
- ¿Dónde está tu guardaespaldas?
Kate no dijo nada, se limitó a parpadear lentamente, alzando sus ojos para fijarlos fieramente en el hombre sentado frente a ella.
- La gatita se escapó de su domador, ¿eh? – el detective ronroneó, guiñando un ojo.
Reprimió una sonrisa, sabiendo que Slaughter la malinterpretaría, y se levantó, dando la conversación, si alguna vez había habido alguna, por terminada. Pero él también se incorporó, cortándole el camino.
- Oh, vaya, sin el escritorzuelo no eres tan valiente, ¿verdad? – inquirió, acercándose peligrosamente a Beckett.
- Déjame – advirtió con voz calmada.
- ¿Para ir corriendo a los brazos de tu neoyorkino? Sabes que él no es un hombre de verdad, ¿verdad?– continuó Slaughter redundantemente, colocando una mano en la cintura de la detective. Kate se dejó hacer, sin mostrar sus verdaderos sentimientos –Tú has conocido muchos tipos de hombres, y sabes que puedes aspirar a más.
- ¿Puedo? – preguntó, mirándole con ojos inocentes.
- Tú tienes pinta de ser salvaje, de las incansables. Una gatita indomable – susurró en su oído. – Los hombres suspiran a tu paso, se te quedan mirando ese bonito culo prieto que tienes – el detective le dio un azote y ella apretó la mandíbula, aguantándose las ganas de cruzarle la cara. – Tus ojos de tigre piden guerra, piden hacerte gritar hasta dejarte dolorida. – Su mirada lujuriosa se fijó en la de Kate, volviendo a esbozar una sonrisa torcida - ¿Ahora quién te va a cubrir las espaldas cuando yo me sobrepase?
- ¿Sabes qué más se te ha olvidado decir? – Susurró sensualmente la detective – Soy la dominante, me gusta mandar, y, por lo tanto… – tamborileó los dedos suavemente a lo largo del brazo de Slaughter hasta llegar a su mano, todavía agarrándole firmemente por la cintura. En un movimiento rápido que él no vio venir, Beckett agarró su pulgar, girándoselo bruscamente, haciendo que la soltara con un grito de dolor. Empujó su cuerpo hasta dejarle tirado encima de la mesa, retorciéndole el brazo hasta que se le saltaron las lágrimas, y se acercó a su cara, encogida y con una mejilla aplastada contra la superficie de plástico. – No necesito que nadie me proteja de personas como tú. ¿Crees que no he oído cosas peores? ¿Crees que la gente que meto tras las rejas diariamente es más fina que tú? Te usarían de palillo para limpiarse los dientes si se les diera la oportunidad – un gruñido de queja escapó de la garganta del detective. – Así que ahórrame lo que tú crees que es una charla mojabragas y déjame ir.
Slaughter se sacudió del agarre de Beckett, llevándose la mano al hombro y masajeándose con cara de dolor y cabreo a partes iguales. Si antes odiaba a Castle, ahora la odiaba a ella también.
- ¡Fuera de aquí! – escupió con rabia.
- Gracias, es lo que quería desde el principio – se burló la detective.
Giró sobre sus talones, dirigiéndose hacia la puerta, siendo consciente de las miradas de todos y cada uno de los clientes clavados en ella. Las mujeres sonreían con aprobación, viendo un ejemplo de fortaleza, de lucha contra el machismo y el acoso; mientras que los hombres la observaban con miedo pero sin poder evitar sentir cierta admiración. Al fin y al cabo, era delgada, con aspecto frágil, vestía ropa normal que jamás pudiera haber delatado la inmensa fuerza que guardaba dentro, y, ante todo, era una mujer que había hecho gimotear de dolor a un hombre dos veces más alto y más ancho que ella.
Con el asa de la puerta en la mano, dispuesta a empujarla para irse, se acordó de algo y volvió a mirar al detective.
- ¡Slaughter! – le llamó, logrando su atención y la de todo el bar. – Que sepas que Castle es mil veces más hombre que tú.
- Permíteme dudarlo – murmuró él con una risa escéptica y cara de superioridad.
- Solo tengo que darte una prueba y verás cómo todos están de acuerdo conmigo – el detective arqueó una ceja, a la espera, con total confianza en sí mismo – Él jamás levantaría un dedo contra mí.
El bar estalló en aplausos mientras Beckett abría la puerta de un empujón y salía a la calle con una sonrisa más grande que su cara. No miró atrás, no hacía falta.
Tocado y hundido sentenció, encaminándose con paso rápido hacia el primer callejón a la derecha.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Wow, una mujer de armas tomar, jejejejeje. El detective Slaughter se lo pensará mucho antes de volver a insinuarle nada, y más después de dejarlo en ridículo delante de tod@s en el bar
¿quién será ese hombre misterioso con el que se ha reunido?
Espero que puedas continuar pronto y poder salir cuanto antes de dudas, jejejejeje
¿quién será ese hombre misterioso con el que se ha reunido?
Espero que puedas continuar pronto y poder salir cuanto antes de dudas, jejejejeje
Yaye- Escritor - Policia
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Me gusta como kate defiende a castle!! Definitivamente súper enganchada con tu historia
Ruth Maria- Policia de homicidios
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
si señor!!!!!!! con un gran par de ovariooooos!!!!
nusky- Ayudante de policia
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Beckett siempre tan genial no solo es fuerte fisicamente sino tambien en caracter y eso la hace tan especial! Me encanto el escape fallido de Castle jajajaja pobre ingenuo pensar que se le iba a escapar a Kate jajaja: Continua me encanta!
Verispu- As del póker
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Yupii me encantó kate!
Caskett(sariita)- Policia de homicidios
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Sigue esta genial
28Caskett- As del póker
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
tan bueno como siempre! continua pronto porfa!
cururi- As del póker
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Localización : World Citizen
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
¡Qué bueno es estar de vuelta! Ahora que por fin terminé selectividad y soy completamente libre, actualizaré muy de seguido. No puedo prometer capítulo diario pero lo intentaré.
¡Espero que os guste! Para críticas, sugerencias y pedidas de cabeza, dejadme una review
Pero una mano apresó su muñeca, tirando de ella hacia dentro y haciendo que su espalda chocara contra la pared con un golpe un tanto brusco que hizo que el aire se escapara de golpe de sus pulmones. Unos labios conocidos atraparon los de Kate en un beso urgente, cargado de desesperación.
Y, por mucho que ella lo estuviera disfrutando, necesitaba respirar.
Empujó el pecho de Castle, alejándole unos centímetros de ella y cogió aire profundamente, sintiendo el alivio de sus pulmones.
- ¿Por qué has tardado tanto? – preguntó el escritor, con la voz rara.
Beckett le miró a los ojos y vio los restos del miedo que debía de haber pasado, allí solo, sin saber qué ocurría dentro de la cafetería, sin saber qué estaba retrasando a la detective. Acarició su mejilla con ternura, el cuerpo de Castle relajándose contra el suyo ante su roce. Le abrazó, hundiendo su nariz en el hueco de su cuello, aspirando su aroma.
- Lo siento, tuve que desembarazarme de él.
Los brazos del escritor se apretaron un poco alrededor de su cintura ante esas palabras, y Kate se separó, agarrando su cara entre sus manos para que la mirara a los ojos.
- No te preocupes, no me hizo nada. ¿Vale?
- Vale…
Le dio un suave beso antes de entrelazar sus dedos y tirar de él para salir del callejón, echando una última mirada por encima del hombro, preguntándose cómo demonios había hecho Castle para ocultarse si allí no había nada más que sombras.
- Soy un ladrón, ¿recuerdas? – contestó él a su pregunta silenciosa, con sus ojos azules brillando de nuevo.
- ¿Y?
- Las sombras son mis mejores aliadas.
A la detective se le escapó una sonrisita que no le pasó desapercibida al escritor, que alzó las cejas inquisitivamente, deseando conocer el motivo de su sonrisa.
- ¿Recuerdas cuando nos encontramos en la sala del café del tribunal? – preguntó Kate, trabando sus ojos almendrados con los de Castle.
- ¿Cómo olvidarlo? – sonrió de lado, divertido. Alzo un dedo y apuntó con él a la detective – Debes saber que cuando te pones en plan "te voy a arruinar la vida" eres condenadamente sexy.
La detective le dio un suave golpe en el brazo y continuó:
- Ese día estaba determinada a destaparlo todo, y cuando entré en esa pequeña sala y tú estabas allí, de espaldas, totalmente concentrado en hacerte un café, con tu colonia y la corbata azul del color de tus ojos… Me sentí flaquear.
- Suelo causar ese efecto.
- El caso es que me has hecho reír porque cuando estábamos hablando allí, te comenté que había oído que podías aparecer y desaparecer de las sombras así – chascó los dedos como ejemplo.
- Y yo te contesté: "Falacias".
Kate asintió, mirando al suelo y dejando que el pelo le tapara la cara momentáneamente, antes de que Castle se lo recogiera tras la oreja con cariño.
- Si llego a saber que eras tan capaz de mentir… - bromeó ella, sacudiendo la cabeza con diversión.
- ¿Qué le voy a hacer? Era un terremoto de pequeño y no quería cargar siempre con las culpas de lo que hacía.
Beckett se río, chocando su hombro suavemente con el del escritor antes de seguir andando.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
Aparqué la moto justo cuando Kate salía de un salto del Jeep, dándole al mando para que la puerta del garaje se fuera cerrando. Cogí las carpetas del asiento trasero del coche y nos dirigimos juntos al salón, esparciendo todo por la mesa del centro, el ordenador encendido y listo para usar en caso de necesidad.
La detective comenzó a trastear con él mientras yo repasaba de nuevo todas las notas de Slaughter, siendo consciente de que las únicas que recababan más información eran las de mi entrevista. Menos mal, después de preguntarme 50 veces las mismas cosas pero con palabras distintas, solo faltaría…, pensé, dejando escapar un resoplido.
Tras media hora observando aquella apretada letra, lo único que había sacado de ello había sido un creciente dolor de cabeza. Aparté las notas, molesto, y me senté en el sillón, curioso por saber qué había estado haciendo la detective todo el rato en el ordenador. Pero cuando me senté solo vi el google abierto en la página de imágenes.
- Tengo un mal presentimiento – comentó ella sin apartar la mirada de la pantalla.
- Bienvenida al club – contesté con ironía.
Pero aquello hizo que algo en mi cabeza hiciera click.
- Beckett – llamé, súbitamente preocupado.
- ¿Hmm? – ante mi silencio, clavó sus ojos verdes en mí, notando que algo iba mal. Cerró el portátil y lo dejó encima de la mesa - ¿Qué ocurre?
- Esta mañana el Doctor Perlmutter hizo un comentario que…
- ¿Cuándo has visto tú al forense? – me cortó, desconcertada.
- Fue quien me dio los informes – señalé el revoltijo de papeles de la mesa.
- Castle, ¿eres consciente de que si le pillan pasándote información…?
- Sí – interrumpí, sacudiendo la cabeza – Lo sé. Y recaerá sobre mi conciencia, pero escúchame. Me dijo que creía que Slaughter era corrupto, Kate.
Vi que algo cambiaba en su cara y en su postura ante la mención de la palabra "corrupto".
- Esa es una acusación grave, Castle. – comentó con cautela.
- No es algo que yo dijera, pero… Entonces todo tendría sentido, ¿no?
- ¿Qué todo?
- El trabajo hecho rápido y de mala manera. No es que no quieran investigar, es que no pueden. Si yo fuera Slaughter y estuviera cubriendo a alguien, pondría todos los impedimentos posibles.
- Castle… - suspiró Beckett.
- A no ser – seguí sin hacer caso, levantándome del sillón y dando vueltas mientras elucubraba – A no ser que toda su unidad sea corrupta, entonces ya no es que se lo impidan, es que obtienen más beneficios si no lo hacen.
- ¿Castle?
- ¿Pero quién tiene el poder suficiente para sobornar a toda una unidad? – Exclamé, sintiendo el entusiasmo crecer en mi interior – ¿Alexandre Gabriel? No, ¿qué ganaría cargándose a uno de sus matones? ¿Quizá alguien importante, un político o algo?
- Castle.
- ¿Y si lo que nos contó Amanda no es cierto? ¿Y si no les están matando por haberla cagado en mi asesinato sino porque se han enterado de toda esta red de corrupción y han chantajeado a la persona equivocada? ¿Y…?
- ¡Castle! – gritó la detective, cortándome de golpe. Me callé, sorprendido, y la miré, viendo otra vez algo raro en ella.
Beckett dejó escapar un suspiro y se frotó la cara.
- ¿Vas a basar toda una acusación en la sospecha de un hombre que habla con los cadáveres?
- ¡Tiene sentido!
- ¿Igual que lo de Amanda? – replicó ella, sin pensar. Al segundo de que las palabras escaparan de su boca, apretó los labios con claro arrepentimiento.
Uuh, eso ha sido un golpe bajo, susurró una vocecita en mi cabeza.
- ¿Qué es lo que no me estás contando, Beckett? – inquirí, cruzándome de brazos.
Ella volvió a suspirar y señaló el espacio que había estado ocupando en el sillón antes de empezar a teorizar. Me senté de nuevo, cauteloso. Se mordió el labio inferior, claramente preocupada, y me miró varias veces con fugacidad, tratando de decidir si contármelo o no.
Al final, se inclinó hacia delante y recuperó el portátil de la mesa, abriendo la tapa. Mientras los programas cargaban y volvía a coger la señal de internet, la detective fijó sus ojos en mí, buscando las palabras.
- Cuando estaba en la cafetería, entró un hombre trajeado al más puro estilo Men in Black, y se sentó al lado de Slaughter. No tendría que haber significado nada si no se hubieran puesto a hablar sin mirarse, casi sin mover los labios, como si nadie pudiera darse cuenta de que se conocían. Esto me hizo sospechar así que me las apañé para sacar algunas fotos al Jon Doe.
Beckett clicó encima del icono de "Mis Documentos" y abrió una serie de imágenes que se veía que habían sido recortadas y retocadas para que tuvieran más calidad. Pero el hombre siempre salía de perfil.
- No pude sacarle una foto de su cara completa, nunca miró hacia mí, es como si supiera que estaba allí.
- ¿Por qué no me lo has contado? – murmuré, sin apartar la mirada de las fotos.
Ella se mantuvo en silencio, rehuyendo mi mirada.
- No querías que pasara lo mismo que con Amanda, ¿verdad?
- Lo siento – contestó finalmente – Realmente, lo siento, pero sé lo que es tener esperanzas y que éstas se rompan como el cristal…
Busqué su mano y entrelacé mis dedos con los suyos, acariciándola.
- Está bien. Pero te agradecería que la próxima vez me lo cuentes.
- Prometido.
- Entonces yo prometo no hacerme más ilusiones – contesté, sonriendo fugazmente.
Volví a fijar la vista en la cara del hombre, en las sombras que le cubrían el otro lado. Las sombras eran mis amigas, tenía que haber alguna forma de descubrir su identidad.
- He probado todos los filtros existentes y por existir – dijo Kate, leyéndome la mente. – No hay manera de iluminarle la cara.
- ¿No tiene la policía programas de reconocimiento facial?
- Sí, pero necesitas tener al menos un porcentaje mínimo de superficie para reconocer. Con estas fotos nuestro programa no haría nada.
- ¿Vuestro? ¿Hay otros? – inquirí.
- La CIA tiene el más avanzado – alcé las cejas y ella se apresuró a frenarme – Castle, no existe ningún número en la guía telefónica que te comunique con una recepcionista de la CIA. Es una agencia de inteligencia.
- Ya lo sé, ya lo sé… - el silencio se hizo entre nosotros mientras reunía el valor necesario para plantear mi siguiente pregunta – Pero… ¿Y si yo conociera a alguien de dentro?
La cara de Beckett fue un auténtico poema. Encogiéndome de hombros, cogí mi teléfono y busqué en mi agenda.
Tres bips fueron necesarios antes de que me contestaran.
- Agente Turner.
¡Espero que os guste! Para críticas, sugerencias y pedidas de cabeza, dejadme una review
Capítulo 88:
La detective recorrió la calle, buscando a Castle, pero no estaba en el callejón tal y como habían acordado. Frunció el ceño, apartándose los rizos de la cara, mirando a su alrededor por si se había pasado algo por alto. Encogiéndose de hombros, siguió andando, dejando atrás la estrecha entrada al callejón.Pero una mano apresó su muñeca, tirando de ella hacia dentro y haciendo que su espalda chocara contra la pared con un golpe un tanto brusco que hizo que el aire se escapara de golpe de sus pulmones. Unos labios conocidos atraparon los de Kate en un beso urgente, cargado de desesperación.
Y, por mucho que ella lo estuviera disfrutando, necesitaba respirar.
Empujó el pecho de Castle, alejándole unos centímetros de ella y cogió aire profundamente, sintiendo el alivio de sus pulmones.
- ¿Por qué has tardado tanto? – preguntó el escritor, con la voz rara.
Beckett le miró a los ojos y vio los restos del miedo que debía de haber pasado, allí solo, sin saber qué ocurría dentro de la cafetería, sin saber qué estaba retrasando a la detective. Acarició su mejilla con ternura, el cuerpo de Castle relajándose contra el suyo ante su roce. Le abrazó, hundiendo su nariz en el hueco de su cuello, aspirando su aroma.
- Lo siento, tuve que desembarazarme de él.
Los brazos del escritor se apretaron un poco alrededor de su cintura ante esas palabras, y Kate se separó, agarrando su cara entre sus manos para que la mirara a los ojos.
- No te preocupes, no me hizo nada. ¿Vale?
- Vale…
Le dio un suave beso antes de entrelazar sus dedos y tirar de él para salir del callejón, echando una última mirada por encima del hombro, preguntándose cómo demonios había hecho Castle para ocultarse si allí no había nada más que sombras.
- Soy un ladrón, ¿recuerdas? – contestó él a su pregunta silenciosa, con sus ojos azules brillando de nuevo.
- ¿Y?
- Las sombras son mis mejores aliadas.
A la detective se le escapó una sonrisita que no le pasó desapercibida al escritor, que alzó las cejas inquisitivamente, deseando conocer el motivo de su sonrisa.
- ¿Recuerdas cuando nos encontramos en la sala del café del tribunal? – preguntó Kate, trabando sus ojos almendrados con los de Castle.
- ¿Cómo olvidarlo? – sonrió de lado, divertido. Alzo un dedo y apuntó con él a la detective – Debes saber que cuando te pones en plan "te voy a arruinar la vida" eres condenadamente sexy.
La detective le dio un suave golpe en el brazo y continuó:
- Ese día estaba determinada a destaparlo todo, y cuando entré en esa pequeña sala y tú estabas allí, de espaldas, totalmente concentrado en hacerte un café, con tu colonia y la corbata azul del color de tus ojos… Me sentí flaquear.
- Suelo causar ese efecto.
- El caso es que me has hecho reír porque cuando estábamos hablando allí, te comenté que había oído que podías aparecer y desaparecer de las sombras así – chascó los dedos como ejemplo.
- Y yo te contesté: "Falacias".
Kate asintió, mirando al suelo y dejando que el pelo le tapara la cara momentáneamente, antes de que Castle se lo recogiera tras la oreja con cariño.
- Si llego a saber que eras tan capaz de mentir… - bromeó ella, sacudiendo la cabeza con diversión.
- ¿Qué le voy a hacer? Era un terremoto de pequeño y no quería cargar siempre con las culpas de lo que hacía.
Beckett se río, chocando su hombro suavemente con el del escritor antes de seguir andando.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
Aparqué la moto justo cuando Kate salía de un salto del Jeep, dándole al mando para que la puerta del garaje se fuera cerrando. Cogí las carpetas del asiento trasero del coche y nos dirigimos juntos al salón, esparciendo todo por la mesa del centro, el ordenador encendido y listo para usar en caso de necesidad.
La detective comenzó a trastear con él mientras yo repasaba de nuevo todas las notas de Slaughter, siendo consciente de que las únicas que recababan más información eran las de mi entrevista. Menos mal, después de preguntarme 50 veces las mismas cosas pero con palabras distintas, solo faltaría…, pensé, dejando escapar un resoplido.
Tras media hora observando aquella apretada letra, lo único que había sacado de ello había sido un creciente dolor de cabeza. Aparté las notas, molesto, y me senté en el sillón, curioso por saber qué había estado haciendo la detective todo el rato en el ordenador. Pero cuando me senté solo vi el google abierto en la página de imágenes.
- Tengo un mal presentimiento – comentó ella sin apartar la mirada de la pantalla.
- Bienvenida al club – contesté con ironía.
Pero aquello hizo que algo en mi cabeza hiciera click.
- Beckett – llamé, súbitamente preocupado.
- ¿Hmm? – ante mi silencio, clavó sus ojos verdes en mí, notando que algo iba mal. Cerró el portátil y lo dejó encima de la mesa - ¿Qué ocurre?
- Esta mañana el Doctor Perlmutter hizo un comentario que…
- ¿Cuándo has visto tú al forense? – me cortó, desconcertada.
- Fue quien me dio los informes – señalé el revoltijo de papeles de la mesa.
- Castle, ¿eres consciente de que si le pillan pasándote información…?
- Sí – interrumpí, sacudiendo la cabeza – Lo sé. Y recaerá sobre mi conciencia, pero escúchame. Me dijo que creía que Slaughter era corrupto, Kate.
Vi que algo cambiaba en su cara y en su postura ante la mención de la palabra "corrupto".
- Esa es una acusación grave, Castle. – comentó con cautela.
- No es algo que yo dijera, pero… Entonces todo tendría sentido, ¿no?
- ¿Qué todo?
- El trabajo hecho rápido y de mala manera. No es que no quieran investigar, es que no pueden. Si yo fuera Slaughter y estuviera cubriendo a alguien, pondría todos los impedimentos posibles.
- Castle… - suspiró Beckett.
- A no ser – seguí sin hacer caso, levantándome del sillón y dando vueltas mientras elucubraba – A no ser que toda su unidad sea corrupta, entonces ya no es que se lo impidan, es que obtienen más beneficios si no lo hacen.
- ¿Castle?
- ¿Pero quién tiene el poder suficiente para sobornar a toda una unidad? – Exclamé, sintiendo el entusiasmo crecer en mi interior – ¿Alexandre Gabriel? No, ¿qué ganaría cargándose a uno de sus matones? ¿Quizá alguien importante, un político o algo?
- Castle.
- ¿Y si lo que nos contó Amanda no es cierto? ¿Y si no les están matando por haberla cagado en mi asesinato sino porque se han enterado de toda esta red de corrupción y han chantajeado a la persona equivocada? ¿Y…?
- ¡Castle! – gritó la detective, cortándome de golpe. Me callé, sorprendido, y la miré, viendo otra vez algo raro en ella.
Beckett dejó escapar un suspiro y se frotó la cara.
- ¿Vas a basar toda una acusación en la sospecha de un hombre que habla con los cadáveres?
- ¡Tiene sentido!
- ¿Igual que lo de Amanda? – replicó ella, sin pensar. Al segundo de que las palabras escaparan de su boca, apretó los labios con claro arrepentimiento.
Uuh, eso ha sido un golpe bajo, susurró una vocecita en mi cabeza.
- ¿Qué es lo que no me estás contando, Beckett? – inquirí, cruzándome de brazos.
Ella volvió a suspirar y señaló el espacio que había estado ocupando en el sillón antes de empezar a teorizar. Me senté de nuevo, cauteloso. Se mordió el labio inferior, claramente preocupada, y me miró varias veces con fugacidad, tratando de decidir si contármelo o no.
Al final, se inclinó hacia delante y recuperó el portátil de la mesa, abriendo la tapa. Mientras los programas cargaban y volvía a coger la señal de internet, la detective fijó sus ojos en mí, buscando las palabras.
- Cuando estaba en la cafetería, entró un hombre trajeado al más puro estilo Men in Black, y se sentó al lado de Slaughter. No tendría que haber significado nada si no se hubieran puesto a hablar sin mirarse, casi sin mover los labios, como si nadie pudiera darse cuenta de que se conocían. Esto me hizo sospechar así que me las apañé para sacar algunas fotos al Jon Doe.
Beckett clicó encima del icono de "Mis Documentos" y abrió una serie de imágenes que se veía que habían sido recortadas y retocadas para que tuvieran más calidad. Pero el hombre siempre salía de perfil.
- No pude sacarle una foto de su cara completa, nunca miró hacia mí, es como si supiera que estaba allí.
- ¿Por qué no me lo has contado? – murmuré, sin apartar la mirada de las fotos.
Ella se mantuvo en silencio, rehuyendo mi mirada.
- No querías que pasara lo mismo que con Amanda, ¿verdad?
- Lo siento – contestó finalmente – Realmente, lo siento, pero sé lo que es tener esperanzas y que éstas se rompan como el cristal…
Busqué su mano y entrelacé mis dedos con los suyos, acariciándola.
- Está bien. Pero te agradecería que la próxima vez me lo cuentes.
- Prometido.
- Entonces yo prometo no hacerme más ilusiones – contesté, sonriendo fugazmente.
Volví a fijar la vista en la cara del hombre, en las sombras que le cubrían el otro lado. Las sombras eran mis amigas, tenía que haber alguna forma de descubrir su identidad.
- He probado todos los filtros existentes y por existir – dijo Kate, leyéndome la mente. – No hay manera de iluminarle la cara.
- ¿No tiene la policía programas de reconocimiento facial?
- Sí, pero necesitas tener al menos un porcentaje mínimo de superficie para reconocer. Con estas fotos nuestro programa no haría nada.
- ¿Vuestro? ¿Hay otros? – inquirí.
- La CIA tiene el más avanzado – alcé las cejas y ella se apresuró a frenarme – Castle, no existe ningún número en la guía telefónica que te comunique con una recepcionista de la CIA. Es una agencia de inteligencia.
- Ya lo sé, ya lo sé… - el silencio se hizo entre nosotros mientras reunía el valor necesario para plantear mi siguiente pregunta – Pero… ¿Y si yo conociera a alguien de dentro?
La cara de Beckett fue un auténtico poema. Encogiéndome de hombros, cogí mi teléfono y busqué en mi agenda.
Tres bips fueron necesarios antes de que me contestaran.
- Agente Turner.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Un capítulo perfectamente calculado y medido, como es costumbre en ti. Perfecto el efecto que plasmas en él, haces ver cómo ambos aún se guardan pequeñas cosillas, que no comparten con el otro, a pesar de que luego no tienen problemas en compartirlo, sabiendo que lo hacen para proteger a su compañero, no quieren fallos ni equivocaciones que puedan dañar o causar dolor ante las expectativas de avance.
Me alegra mucho que hayas terminado ya con las clases y espero que salga todo como tú tengas planeado. El verano ya está aquí y nos traerá algo más de tiempo libre, o eso espero, jajajajajajaja Pero solo con la declaración de intenciones que has hecho ya me conformo, aunque no sea diaria, jajajajajajajaja
Sigue pronto que esta historia está cada vez más interesante y me tiene muy enganchada, no se si mis intuiciones, que hasta el momento no me han defraudado mucho, sigan siendo buenas pero nada como leer la confirmación, jajajajaja
ODIO A MUERTE AL RATÓN DE Slaughter¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ y eso no es una intuición, porqué será?????????
BESOTESSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Me alegra mucho que hayas terminado ya con las clases y espero que salga todo como tú tengas planeado. El verano ya está aquí y nos traerá algo más de tiempo libre, o eso espero, jajajajajajaja Pero solo con la declaración de intenciones que has hecho ya me conformo, aunque no sea diaria, jajajajajajajaja
Sigue pronto que esta historia está cada vez más interesante y me tiene muy enganchada, no se si mis intuiciones, que hasta el momento no me han defraudado mucho, sigan siendo buenas pero nada como leer la confirmación, jajajajaja
ODIO A MUERTE AL RATÓN DE Slaughter¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ y eso no es una intuición, porqué será?????????
BESOTESSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
agecastbet- Escritor - Policia
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Amo esta parejita! Me encanta como escribes!
Caskett(sariita)- Policia de homicidios
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Edad : 24
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Ya extrañaba esta historia!!
Ruth Maria- Policia de homicidios
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Me gusta, continua cuando puedas.
Delta5- Escritor - Policia
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
tan bueno como siempre! eres una genia!
cururi- As del póker
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Sigue eata genial!!
28Caskett- As del póker
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
No, no se me olvidó lo que dije de actualizar - o intentarlo - todos los días, es solo que me fui de vacaciones. Pero ya estoy de vuelta, cerrando poco a poco esta historia.
¡Espero que os guste! Dejadme una review y todas estas cosas que se suelen decir ^_^
La cara de Beckett fue un auténtico poema. Encogiéndome de hombros, cogí mi teléfono y busqué en mi agenda.
Tres bips fueron necesarios antes de que me contestaran.
- Agente Turner.
- ¿Sophia? Hola, soy Rick. Castle – añadí, al darme cuenta de que habían pasado muchos años y quizá no se acordaba.
- ¿Perdón? – se disculpó, desconcertada.
- Richard Castle, el famoso escritor – le aclaré, dándome cierto aire de importancia.
- ¿Nos conocemos?
- Em… - dudé, mirando fugazmente la pantalla por si me había equivocado de número – Sí, colaboramos juntos en un caso y bueno… Salimos juntos unos meses. – bajé la voz, tratando de que Beckett no me oyera.
- Lamento decirle, señor Castle, que creo que se ha equivocado de número – contestó al otro lado de la línea.
Fruncí el ceño. Si ese era el caso, la voz de aquella mujer era muy parecida a la de Sophia Turner. Se me pasó por la cabeza que quizá estuviera en alguna misión de encubierto y no quisiera destapar su tapadera hablando conmigo. Seguro que es eso, me auto-convencí.
- Entonces, siento haberla molestado. Buenas tardes, o días, lo que sea – colgué el móvil ante la expectante mirada de la detective, que me observaba con una mezcla de diversión y fastidio.
Dejé el iPhone en la mesa, cerca de mí, no fuera a ser que me devolviera la llamada cuando estuviera a salvo de oídos indiscretos. Beckett se aclaró la garganta ruidosamente, llamando mi atención.
- Así que… Sophia Turner.
- Aja – asentí, escueto. Tenía miedo de acabar diciendo algo de más.
- ¿Y de qué la conoces?
- Si te lo cuento, luego tendría que matarte – bromeé.
- Buena suerte con eso – masculló.
Suspiré, sabiendo que ni un milagro me salvaría de aquella.
- Ella fue en quien me basé para crear a Nikki Heat.
Sus ojos mostraron confusión, pero pronto fue sustituida por desdén.
- Es decir, que fue tu musa.
- Yo no lo llamaría as… Sí – resoplé.
- Está bien saber que tienes toda una saga de best-sellers inspirados en una mujer que realmente existe y que, aún encima, es una agente de la CIA que dice no conocerte.
- Dicho así, suena un poco de psicópata, probablemente estaría ocupada en ese momento, ya me llamará luego. No es la primera vez que me pasa – comenté, arrepintiéndome al momento. Puse cara de dolor – No lo estoy arreglando, ¿verdad?
Ella negó con la cabeza, cruzándose de brazos. Me rasqué la nuca, decidiendo ir con toda la verdad por delante.
- Nos conocimos gracias a un caso, un tipo que había imitado alguno de los asesinatos de mis primeros libros. En ese momento yo estaba algo escaso de inspiración y, bueno, no todos los días aparece en tu puerta una agente de la CIA que solicita tu colaboración. Cuando metimos al asesino entre rejas, acabó nuestra relación profesional.
- Pero no la personal – puntualizó la detective con frialdad.
- No… – suspiré – Salimos un par de meses, pura atracción física, no había sentimientos involucrados. Ahí surgió la detective Heat, motivo del final de nosotros como pareja. Nuestros caminos se separaron y no se han vuelto a unir.
- Hasta ahora.
- Nunca más – afirmé con total seguridad. – Cuando Sophia se enteró de que estaba escribiendo un libro sobre ella, aunque cambiase tantos detalles que fuera imposible relacionarla de algún modo con el personaje, me acusó de poner en peligro su verdadera identidad como agente secreta y cortó cualquier tipo de lazo que la uniera conmigo, aunque yo seguí adelante con mi proyecto. Puede que nuestra relación no me aportara nada a nivel personal, pero sí a nivel profesional. Me dio una idea. Hasta ese momento había estado perdido en un desierto, pero encontré una gota de agua que me sirvió para crear un oasis.
- ¿Me estás diciendo que le debes a esa mujer tu éxito? – inquirió Beckett con incredulidad.
- ¡No! – Exclamé – Para nada. – Respiré hondo, buscando como expresarlo - Lo que trato de decir es que me dio una idea cuando más la necesitaba. Puede que Nikki Heat comenzara basándose en ella, pero acabó evolucionando en otra persona diferente. No tiene ni un solo rasgo de Sophia, ni siquiera en el físico. – Tras un instante de silencio, volví a hablar – De hecho, se parece más a ti.
Kate soltó una risa escéptica.
- ¡No te rías! – Me quejé, sin poder evitar que se me escapara una sonrisa – Es fría, dura, con una determinación que le impide detenerse hasta que consigue lo que quiere. Tiene instinto, fiereza, pero también un lado frágil y sensible que no deja ver a todo el mundo. Puedes contar a sus amigos con los dedos de las manos, pero sabes que son de los verdaderos, los que están no solo en las buenas, sino también en las malas. Se esconde tras una muralla para protegerse, sobre todo desde lo que le ocurrió a su madre.
- Oye, mi madre está perfectamente – me interrumpió ella, bromeando a medias.
- Tiene los pies bien puestos en la tierra – continué, haciendo caso omiso - y la cabeza siempre centrada en el trabajo. Derrocha talento, pero también sensualidad, un je ne se quoique consigue que todos los hombres se giren para mirarla al pasar, aunque ella no esté muy interesada, respecto a las relaciones, no rechaza una buena noche de sexo, pero busca más bien seguridad y estabilidad. Está dañada y es horriblemente consciente de ello, aun así, sigue adelante, guiada por una vendetta personal, imparable a la hora de conseguir justicia para ella misma y para cada víctima que cae en sus manos.
Beckett tragó saliva notablemente, parpadeando varias veces para eliminar las lágrimas que se amontonaban en sus ojos. Miró hacia otro lado y esbozó un intento de sonrisa.
- Ahí te equivocas, no soy detective de homicidios.
- No todo puede ser exacto – comenté, encogiéndome de hombros, quitándole hierro al asunto.
- Entonces… ¿Tú eres Jameson Rook?
- ¿Acaso lo dudabas? – guiñé un ojo traviesamente.
- ¿Y las escenas de sexo? ¿Reales o ficticias?
- ¿Qué pregunta es esa? – exclamé, haciéndome el ofendido. – Por supuesto que son reales.
- ¿Seguro?
- No, por algún lado tenían que salir mis fantasías – comenté.
La detective soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza. Enredó sus brazos en mi cuello, atrayéndome hacia ella para depositar un dulce beso en mis labios.
Justo cuando la cosa comenzaba a ponerse interesante, mi teléfono empezó a sonar, vibrando sobre la superficie de la mesa. La pantalla se iluminó y ambos nos quedamos observando a la mujer que apareció, sonriendo, con los rizos enmarcando su cara.
- ¿Debería contestar? – pregunté, mirando a Kate.
- Lo que sea por la investigación – suspiró ella, quitándose de mi regazo.
Cogí el iPhone y apreté el botón verde.
- ¡Sophia! – saludé con fingida alegría.
- Hola de nuevo, Rick – respondió ella. Pude imaginar su sonrisa ladeada solo por su manera de hablar. – Admito que me has pillado por sorpresa, después de siete años, no esperaba una llamada tuya.
- He de ser sincero, yo no esperaba que me contestaras.
- ¿Y por qué no iba a hacerlo? Lo que pasó pasó, no te guardo rencor.
Abrí la boca para replicar, entonces recordé que tenía que pedirle un favor y que sería más efectivo si ella estaba receptiva y no cabreada. Me mordí la lengua, tragándome todo aquello que quería decirle.
- Me alegra oír eso – mentí.
- Bueno, ¿por qué no nos dejamos de charla formal y vas al grano, Rick? Solo puedo escaparme de la reunión unos minutos.
- Claro, claro, no es mi intención entretenerte. Verás, estoy trabajando junto con la policía de New York…
- ¿Otra vez jugando a polis y cacos? – me interrumpió, con un timbre divertido en su voz.
- Ya me conoces – contesté, apretando los dientes con molestia – El caso es que tenemos una foto de un tipo, pero solo conseguimos su perfil y el programa de reconocimiento facial necesita un mayor porcentaje.
- Y quieres saber si puedes usar el de la CIA, ¿no?
- Tan astuta como siempre, Sophia.
- La respuesta es no, lo siento.
- ¿Qué? ¿Por qué? – exclamé, claramente contrariado.
- Ni siquiera deberías tener la posibilidad de contactar conmigo – contestó ella como si fuera obvio – Soy una agente secreta, no me puedo arriesgar a que gente normal y corriente tenga mi número de teléfono en su agenda.
- Eso no explica por qué no me puedes ayudar.
- Es simple, Rick, la CIA guarda todas y cada una de las búsquedas realizadas con el programa. Cabe la posibilidad de que nunca se les ocurra revisarlas, pero, en el caso de que lo hagan, la que tendría problemas sería yo. Así que, no pienso arriesgar mi carrera por ayudarte.
- Cómo no… - masculle, dejando escapar una risa irónica.
- ¿Perdón? – preguntó ella, molesta.
- Qué raro que Sophia Turner no quiera arriesgar su carrera por ayudarme. ¿Alguna vez sacas la nariz de tu ombligo? ¿Alguna vez te preocupas por alguien que no seas tú misma?
- Creí que había quedado claro que no nos guardábamos rencor…
- No, no, no. Tú no me guardas rencor a mí por tratar de seguir adelante con mi vida, pero yo si te guardo rencor por ser tan malditamente egoísta, Sophia.
Se hizo un silencio al otro lado, tan prolongado que pensé que me había colgado.
- ¿Eso es todo? – preguntó, con la voz fría como el témpano.
- Sí.
- Bien, en ese caso, cambiaré de número de teléfono, así que te sugiero que me elimines de tu agenda.
- Me parece genial – dije con sarcasmo – Ah, y, gracias por perder algo de tu preciado tiempo conmigo.
- Ha sido un placer – replicó en el mismo tono.
Colgué, con rabia, pero sintiéndome liberado. Por fin le había dicho todo lo que me había guardado para mí mismo cuando cortamos.
- Menos mal que no había sentimientos en vuestra relación – comentó Beckett a mi espalda.
Respiré hondo y me giré, esbozando una sonrisa.
- Nunca especifiqué de qué tipo eran.
Hizo una mueca, contestando con un "touché" silencioso.
- Puedo dar por hecho que no nos ayudará, ¿verdad? – inquirió, sentándose en el sillón con un suspiro de cansancio.
- Para variar – resoplé.
- Ya nos las apañaremos – me dio un cariñoso apretón, tratando de insuflarme algo de ánimo.
El timbre del móvil de Beckett rompió el silencio en el que nos habíamos sumido. Extrañada, sin esperar ninguna llamada, sacó el iPhone del bolsillo y miró quién llamaba. Palideció notablemente, y, mordiéndose el labio con indecisión, me enseñó la pantalla. El nombre de Tom Demming aparecía bien claro, con el insistente zumbido del teléfono, casi parecía urgir a la detective a contestar, aunque solo fuera para acallarlo.
Beckett clavó sus ojos en los míos y pude ver qué le preocupaba. Ambos estábamos seguros de que una llamada del capitán de la comisaria 12 no podía significar nada bueno.
¡Espero que os guste! Dejadme una review y todas estas cosas que se suelen decir ^_^
Capítulo 89:
[…]- Pero… ¿Y si yo conociera a alguien de dentro?La cara de Beckett fue un auténtico poema. Encogiéndome de hombros, cogí mi teléfono y busqué en mi agenda.
Tres bips fueron necesarios antes de que me contestaran.
- Agente Turner.
- ¿Sophia? Hola, soy Rick. Castle – añadí, al darme cuenta de que habían pasado muchos años y quizá no se acordaba.
- ¿Perdón? – se disculpó, desconcertada.
- Richard Castle, el famoso escritor – le aclaré, dándome cierto aire de importancia.
- ¿Nos conocemos?
- Em… - dudé, mirando fugazmente la pantalla por si me había equivocado de número – Sí, colaboramos juntos en un caso y bueno… Salimos juntos unos meses. – bajé la voz, tratando de que Beckett no me oyera.
- Lamento decirle, señor Castle, que creo que se ha equivocado de número – contestó al otro lado de la línea.
Fruncí el ceño. Si ese era el caso, la voz de aquella mujer era muy parecida a la de Sophia Turner. Se me pasó por la cabeza que quizá estuviera en alguna misión de encubierto y no quisiera destapar su tapadera hablando conmigo. Seguro que es eso, me auto-convencí.
- Entonces, siento haberla molestado. Buenas tardes, o días, lo que sea – colgué el móvil ante la expectante mirada de la detective, que me observaba con una mezcla de diversión y fastidio.
Dejé el iPhone en la mesa, cerca de mí, no fuera a ser que me devolviera la llamada cuando estuviera a salvo de oídos indiscretos. Beckett se aclaró la garganta ruidosamente, llamando mi atención.
- Así que… Sophia Turner.
- Aja – asentí, escueto. Tenía miedo de acabar diciendo algo de más.
- ¿Y de qué la conoces?
- Si te lo cuento, luego tendría que matarte – bromeé.
- Buena suerte con eso – masculló.
Suspiré, sabiendo que ni un milagro me salvaría de aquella.
- Ella fue en quien me basé para crear a Nikki Heat.
Sus ojos mostraron confusión, pero pronto fue sustituida por desdén.
- Es decir, que fue tu musa.
- Yo no lo llamaría as… Sí – resoplé.
- Está bien saber que tienes toda una saga de best-sellers inspirados en una mujer que realmente existe y que, aún encima, es una agente de la CIA que dice no conocerte.
- Dicho así, suena un poco de psicópata, probablemente estaría ocupada en ese momento, ya me llamará luego. No es la primera vez que me pasa – comenté, arrepintiéndome al momento. Puse cara de dolor – No lo estoy arreglando, ¿verdad?
Ella negó con la cabeza, cruzándose de brazos. Me rasqué la nuca, decidiendo ir con toda la verdad por delante.
- Nos conocimos gracias a un caso, un tipo que había imitado alguno de los asesinatos de mis primeros libros. En ese momento yo estaba algo escaso de inspiración y, bueno, no todos los días aparece en tu puerta una agente de la CIA que solicita tu colaboración. Cuando metimos al asesino entre rejas, acabó nuestra relación profesional.
- Pero no la personal – puntualizó la detective con frialdad.
- No… – suspiré – Salimos un par de meses, pura atracción física, no había sentimientos involucrados. Ahí surgió la detective Heat, motivo del final de nosotros como pareja. Nuestros caminos se separaron y no se han vuelto a unir.
- Hasta ahora.
- Nunca más – afirmé con total seguridad. – Cuando Sophia se enteró de que estaba escribiendo un libro sobre ella, aunque cambiase tantos detalles que fuera imposible relacionarla de algún modo con el personaje, me acusó de poner en peligro su verdadera identidad como agente secreta y cortó cualquier tipo de lazo que la uniera conmigo, aunque yo seguí adelante con mi proyecto. Puede que nuestra relación no me aportara nada a nivel personal, pero sí a nivel profesional. Me dio una idea. Hasta ese momento había estado perdido en un desierto, pero encontré una gota de agua que me sirvió para crear un oasis.
- ¿Me estás diciendo que le debes a esa mujer tu éxito? – inquirió Beckett con incredulidad.
- ¡No! – Exclamé – Para nada. – Respiré hondo, buscando como expresarlo - Lo que trato de decir es que me dio una idea cuando más la necesitaba. Puede que Nikki Heat comenzara basándose en ella, pero acabó evolucionando en otra persona diferente. No tiene ni un solo rasgo de Sophia, ni siquiera en el físico. – Tras un instante de silencio, volví a hablar – De hecho, se parece más a ti.
Kate soltó una risa escéptica.
- ¡No te rías! – Me quejé, sin poder evitar que se me escapara una sonrisa – Es fría, dura, con una determinación que le impide detenerse hasta que consigue lo que quiere. Tiene instinto, fiereza, pero también un lado frágil y sensible que no deja ver a todo el mundo. Puedes contar a sus amigos con los dedos de las manos, pero sabes que son de los verdaderos, los que están no solo en las buenas, sino también en las malas. Se esconde tras una muralla para protegerse, sobre todo desde lo que le ocurrió a su madre.
- Oye, mi madre está perfectamente – me interrumpió ella, bromeando a medias.
- Tiene los pies bien puestos en la tierra – continué, haciendo caso omiso - y la cabeza siempre centrada en el trabajo. Derrocha talento, pero también sensualidad, un je ne se quoique consigue que todos los hombres se giren para mirarla al pasar, aunque ella no esté muy interesada, respecto a las relaciones, no rechaza una buena noche de sexo, pero busca más bien seguridad y estabilidad. Está dañada y es horriblemente consciente de ello, aun así, sigue adelante, guiada por una vendetta personal, imparable a la hora de conseguir justicia para ella misma y para cada víctima que cae en sus manos.
Beckett tragó saliva notablemente, parpadeando varias veces para eliminar las lágrimas que se amontonaban en sus ojos. Miró hacia otro lado y esbozó un intento de sonrisa.
- Ahí te equivocas, no soy detective de homicidios.
- No todo puede ser exacto – comenté, encogiéndome de hombros, quitándole hierro al asunto.
- Entonces… ¿Tú eres Jameson Rook?
- ¿Acaso lo dudabas? – guiñé un ojo traviesamente.
- ¿Y las escenas de sexo? ¿Reales o ficticias?
- ¿Qué pregunta es esa? – exclamé, haciéndome el ofendido. – Por supuesto que son reales.
- ¿Seguro?
- No, por algún lado tenían que salir mis fantasías – comenté.
La detective soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza. Enredó sus brazos en mi cuello, atrayéndome hacia ella para depositar un dulce beso en mis labios.
Justo cuando la cosa comenzaba a ponerse interesante, mi teléfono empezó a sonar, vibrando sobre la superficie de la mesa. La pantalla se iluminó y ambos nos quedamos observando a la mujer que apareció, sonriendo, con los rizos enmarcando su cara.
- ¿Debería contestar? – pregunté, mirando a Kate.
- Lo que sea por la investigación – suspiró ella, quitándose de mi regazo.
Cogí el iPhone y apreté el botón verde.
- ¡Sophia! – saludé con fingida alegría.
- Hola de nuevo, Rick – respondió ella. Pude imaginar su sonrisa ladeada solo por su manera de hablar. – Admito que me has pillado por sorpresa, después de siete años, no esperaba una llamada tuya.
- He de ser sincero, yo no esperaba que me contestaras.
- ¿Y por qué no iba a hacerlo? Lo que pasó pasó, no te guardo rencor.
Abrí la boca para replicar, entonces recordé que tenía que pedirle un favor y que sería más efectivo si ella estaba receptiva y no cabreada. Me mordí la lengua, tragándome todo aquello que quería decirle.
- Me alegra oír eso – mentí.
- Bueno, ¿por qué no nos dejamos de charla formal y vas al grano, Rick? Solo puedo escaparme de la reunión unos minutos.
- Claro, claro, no es mi intención entretenerte. Verás, estoy trabajando junto con la policía de New York…
- ¿Otra vez jugando a polis y cacos? – me interrumpió, con un timbre divertido en su voz.
- Ya me conoces – contesté, apretando los dientes con molestia – El caso es que tenemos una foto de un tipo, pero solo conseguimos su perfil y el programa de reconocimiento facial necesita un mayor porcentaje.
- Y quieres saber si puedes usar el de la CIA, ¿no?
- Tan astuta como siempre, Sophia.
- La respuesta es no, lo siento.
- ¿Qué? ¿Por qué? – exclamé, claramente contrariado.
- Ni siquiera deberías tener la posibilidad de contactar conmigo – contestó ella como si fuera obvio – Soy una agente secreta, no me puedo arriesgar a que gente normal y corriente tenga mi número de teléfono en su agenda.
- Eso no explica por qué no me puedes ayudar.
- Es simple, Rick, la CIA guarda todas y cada una de las búsquedas realizadas con el programa. Cabe la posibilidad de que nunca se les ocurra revisarlas, pero, en el caso de que lo hagan, la que tendría problemas sería yo. Así que, no pienso arriesgar mi carrera por ayudarte.
- Cómo no… - masculle, dejando escapar una risa irónica.
- ¿Perdón? – preguntó ella, molesta.
- Qué raro que Sophia Turner no quiera arriesgar su carrera por ayudarme. ¿Alguna vez sacas la nariz de tu ombligo? ¿Alguna vez te preocupas por alguien que no seas tú misma?
- Creí que había quedado claro que no nos guardábamos rencor…
- No, no, no. Tú no me guardas rencor a mí por tratar de seguir adelante con mi vida, pero yo si te guardo rencor por ser tan malditamente egoísta, Sophia.
Se hizo un silencio al otro lado, tan prolongado que pensé que me había colgado.
- ¿Eso es todo? – preguntó, con la voz fría como el témpano.
- Sí.
- Bien, en ese caso, cambiaré de número de teléfono, así que te sugiero que me elimines de tu agenda.
- Me parece genial – dije con sarcasmo – Ah, y, gracias por perder algo de tu preciado tiempo conmigo.
- Ha sido un placer – replicó en el mismo tono.
Colgué, con rabia, pero sintiéndome liberado. Por fin le había dicho todo lo que me había guardado para mí mismo cuando cortamos.
- Menos mal que no había sentimientos en vuestra relación – comentó Beckett a mi espalda.
Respiré hondo y me giré, esbozando una sonrisa.
- Nunca especifiqué de qué tipo eran.
Hizo una mueca, contestando con un "touché" silencioso.
- Puedo dar por hecho que no nos ayudará, ¿verdad? – inquirió, sentándose en el sillón con un suspiro de cansancio.
- Para variar – resoplé.
- Ya nos las apañaremos – me dio un cariñoso apretón, tratando de insuflarme algo de ánimo.
El timbre del móvil de Beckett rompió el silencio en el que nos habíamos sumido. Extrañada, sin esperar ninguna llamada, sacó el iPhone del bolsillo y miró quién llamaba. Palideció notablemente, y, mordiéndose el labio con indecisión, me enseñó la pantalla. El nombre de Tom Demming aparecía bien claro, con el insistente zumbido del teléfono, casi parecía urgir a la detective a contestar, aunque solo fuera para acallarlo.
Beckett clavó sus ojos en los míos y pude ver qué le preocupaba. Ambos estábamos seguros de que una llamada del capitán de la comisaria 12 no podía significar nada bueno.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Capítulo 90:
- Beckett – dijo a modo de saludo, algo típico en los policías según había aprendido.
- Detective – saludó Demming.
- Señor, está en manos libres, Castle le está escuchando – avisó Kate.
- Buenas tardes a usted también, señor Castle.
- Un placer oírle de nuevo, capitán – contesté, dorándole un poco la píldora, sabía de primera mano cuánto le gustaba.
- No creo que siga pensando lo mismo después de lo que tengo que decirles.
Beckett y yo nos miramos, nuestras sospechas tomando forma y fuerza. Tragué saliva, sin saber qué esperar de aquella llamada.
- ¿Ocurre algo? – inquirió la detective finalmente.
- Quedan apartados del caso.
- ¿Qué? – exclamé.
Demasiadas sorpresas para un solo día.
- Señor, con todo el respeto, no puede hacer eso.
- No es algo que pueda discutir, detective.
- Pero ¿por qué? – preguntó Beckett.
- Llevan casi dos meses en Barbados, en una investigación sin demasiada complicación, y ni siquiera han realizado un solo arresto. No tienen sospechosos, ni pistas, nada. Los hechos hablan por sí solos.
- ¡Eso es mentira! – Protesté – Tenemos nuevas pruebas, pruebas sólidas, solo nos falta comenzar a atar los cabos sueltos.
- A eso precisamente me refiero ¿Aún tienen cabos sueltos? Detective Beckett, usted es la líder del departamento de Robos por su aptitud para cerrar los casos con solo mirarlos. O bien se han topado con el más enrevesado del mundo, o tiene usted demasiadas distracciones.
Demming dejó que sus palabras calaran hondo, haciéndonos saber que tenía sus sospechas, acertadas, respecto a nuestra relación, pero totalmente equivocadas al suponer que eran el motivo que hacía que el caso no avanzara.
- Estamos haciendo todo lo que podemos, capitán – comenzó a excusarse Beckett.
- Mis fuentes no parecen estar de acuerdo.
- ¿Ah, no? ¿Y quiénes son, si puede saberse? – pregunté.
- Cuidado con su tono, Sr. Castle.
- No, le voy a decir yo con lo que tiene que tener cuidado. Estamos tratando con una banda tan organizada que es imposible encontrar un solo dato que no concuerde con el resto. No titubean a la hora de apretar el gatillo, ni cuando tienen que acabar con alguien a sangre fría, sin importar la edad.
Kate puso su mano sobre mi brazo, mandándome calmarme. Alcé las manos en señal de rendición y me senté en el sillón, inmóvil.
- Señor, lo que Castle acaba de decirle es verdad. Nosotros mismos lo experimentamos cuando atacaron la casa del alcalde. No tienen miedo de una placa, ni siquiera temen a la muerte.
- No es eso lo que me han comentado a mí.
- Pues consulte con la persona que le informa de nuevo, dígale que contraste de nuevo sus datos porque los tiene mal.
- Detective, ¿sabe usted lo que es una sanción disciplinaria?
- Por supuesto, pero en ningún momento le he faltado al respeto, capitán.
- No estoy hablando de mí.
- No le sigo – Beckett y yo nos miramos, ella se encogió de hombros y yo fruncí el ceño. ¿De qué iba todo eso?
- Hemos recibido quejas por su comportamiento para con un colega, si bien no de nuestro cuerpo, sí del de Barbados.
- Será capullo – exclamé antes de que Kate pudiera pararme.
- Sr. Castle, modere su leguaje. Dé gracias que no es policía porque si no habría recibido una amonestación usted también.
- Señor, está totalmente justificado.
- ¿En serio? ¿Usted ve lógico, y cito textualmente, "amenazar y agredir físicamente a un agente en una cafetería pública llena de testigos"?
- Creo que el detective Slaughter se saltó la parte en la que acosó sexualmente a Beckett – escupí, con rabia.
- No me consta ninguna queja sobre dicha situación – replicó Demming, el ruido de papeles de fondo, como si realmente estuviera buscando el informe correspondiente.
- Oh, para eso sí tengo una respuesta lógica – comenté, apretando los puños con tanta fuerza que los dedos se me pusieron blancos y podía notar las uñas clavándoseme en las palmas de las manos – El sistema actual está corrupto, no existe la justicia, y todas las quejas relacionadas con delitos sexuales terminan cogiendo polvo en la caja más oculta del archivo.
- Señor Castle, otra más y tendré que invitarle a abandonar la conversación – amenazó el capitán, denotando impaciencia. – Detective, ¿comparte su punto de vista?
Beckett me miró y miró el móvil, sin saber qué decir. Era, claramente, una pregunta con trampa, hecha para mentir ya que, si decía la verdad, que pensaba como yo, probablemente la suspendieran o algo peor. Sacudí la cabeza, dejándole ver que no merecía la pena defenderme.
Demming se tomó su silencio como una negativa.
- Bien, zanjado ese tema, estoy dispuesto a eliminar esta amonestación, que, hablando claro, supone una mancha en su impoluto expediente.
- ¿Y qué tengo que hacer a cambio? – inquirió la detective, apretando la mandíbula.
- Lo correcto, disculparse ante el detective Slaughter y coger un avión de vuelta a New York.
- ¿Y si me niego?
- Entonces váyase despidiendo de su placa, Beckett.
- ¿Sabes qué, Demming? – Espetó la detective, harta – Si tuvieras un mínimo de decencia te preocuparías por contrastar con los testigos de la cafetería lo que realmente pasó, y no te fiarías de la palabra de un hombre al que no conoces. No pienso disculparme porque no es mi deber hacerlo, sino el de Slaughter. Él fue el que se me insinuó repetidamente, el que se ha dedicado a entorpecer nuestra investigación.
- Detective, ¿debo recordarle quién es el capitán?
- No hace falta, tranquilo, te dedicas a recordármelo cada puñetero día.
Demming soltó una risa irónica, cambiando el tono y la manera de dirigirse hacia Beckett. Yo escuchaba la conversación, demasiado asombrado como para intervenir.
- ¿Ahora es mi culpa que renunciaras al puesto?
- No toques ese tema – le advirtió la detective con frialdad.
- Claro, por supuesto, no lo tocaré, seguiré ignorándolo como haces tú. Todos los problemas desaparecerán si simplemente haces como que no existen, ¿verdad?
- Dime, Demming, ¿el nuevo despacho venía con el ser un capullo o es algo con lo que naciste pero que tardaste en desarrollar?
- ¡Basta ya! – exclamó él, dando un golpe en la mesa, haciendo que nos sobresaltáramos. – Una sola falta de respeto más y quedas despedida. Ahora, si te queda un mínimo de decencia y de amor hacia tu trabajo – dijo, volviendo las palabras, que segundos atrás había utilizado la detective, contra ella – te disculparás ante Slaughter y luego pondrás tu culo en el primer avión que salga hacia New York. Sino, mándame la placa y pistola por correo y me encargaré de que Esposito o Ryan recojan tus cosas de tu mesa.
- Espero que la cantidad de dinero que te están ofreciendo sea suficiente para compensar esto – dijo Beckett, destilando odio por cada poro de su piel.
- ¿Estás insinuando que soy corrupto?
- Nunca se me ocurriría decir tal cosa, capitán – replicó Kate, como si nada hubiera ocurrido, pero todavía con frialdad.
- Mejor, detective, sería tremendamente insensato – Demming pareció seguirle el juego. Quizá era porque no le compensaba perder a Beckett… - La espero mañana en la comisaria.
Colgó sin decir nada más y sin darnos la oportunidad de replicar.
- ¿Qué vas a hacer? – pregunté, casi con miedo a la respuesta.
Ella sacudió la cabeza, con los hombros hundidos, toda la rabia que antes le había alimentado del cuerpo desaparecida de golpe, como agua evaporada.
- ¿La verdad? No lo sé.
- Deberías volver…
- ¿Y pedirle perdón a Slaughter?
- A veces tenemos que hacer cosas que no nos gustan para salvar otras que nos gustan – contesté. – Beckett, adoras tu trabajo, jamás he visto a alguien que sienta tanta pasión como tú. ¿De veras vas a perder eso por orgullo?
- ¿Crees que es una cuestión de orgullo? – preguntó, dolida. – Ese hombre me ha acosado sexualmente, habría llegado a más si tú no le hubieras parado los pies, ¿y soy yo la que tengo que arrastrarme por su perdón? Es como cuando les dicen a las chicas que llevar una falda corta o un escote es ir pidiendo que te violen.
- Yo te entiendo, Kate, y sabes que estoy de acuerdo contigo, pero…
- Además – me cortó ella – volver a New York supone retomar tu caso y me niego a hacerlo.
- Eso sí que no.
- Castle, ya lo hablamos…
- Beckett, entiendo que no quieras disculparte con Slaughter porque es un cabrón, pero no pienso dejar que pierdas tu trabajo en el NYPD por no hacerme pagar por algo que he hecho.
- Y yo no pienso meterte en la cárcel – dijo lentamente, pronunciando cada palabra con claridad.
- No volvamos al mismo tema – supliqué. – En cuanto estemos en los Estados Unidos, yo sigo siendo un ladrón al que tienes que apresar.
- ¿Pretendes que me olvide de toda tu historia? ¿De nuestra historia?
- Ya conoces mi respuesta – contesté, notando como mi interior se hacía añicos, como si estuviera hecho de cristal y alguien me acabara de golpear con un bate.
- Entonces quizás debería empezar ahora – espetó, furiosa, pero sus ojos denotando un trasfondo de dolor.
Giró sobre sus talones y subió a la habitación, cerrando con un portazo que me hizo encoger. Me quedé allí parado, en medio del salón, sin saber todavía con exactitud qué demonios había pasado, qué me ocurría para ser tan gilipollas y pedirle aquello cuando ni siquiera yo era capaz de hacerlo. Entonces la realidad se impuso, el bate volvió a golpearme, reduciendo mis añicos a polvo.
Eso era todo. El fin había llegado. Alguien había cerrado bruscamente el cuento de hadas en el que había estado viviendo esos últimos meses.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
No me puedo creer que le pidan a Beckett que vaya a disculparse con Slaughter, cuando debería ser al contrario, me alegro de que ella no haya aceptado ir y espero que no se vuelvan hasta no resolver todo, aunque eso le traiga consecuencia.
No me gusta que se hayan peleado, aunque entiendo la postura de ambos, espero que hagan las paces pronto
No me gusta que se hayan peleado, aunque entiendo la postura de ambos, espero que hagan las paces pronto
Yaye- Escritor - Policia
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Localización : Huelva
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Sólo diré que esperaré al siguiente capítulo para ver que pasa, estoy demasiado sorprendida por lo que está pasando, como para comentar. Además de sorprendida estoy furiosa y eso no es bueno, sobre todo para ciertas personas.
Sigue pronto que esto no se puede quedar así...
BESOTESSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
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agecastbet- Escritor - Policia
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