Mr. Brightside (Terminado)

Muy interesante!!! Yo re sigo esta historia!!! POr favor que va a suceder, donde esta Kate??? Richard toco fondo???

Siguelo pronto!! que interesante!

dioos pobre kate!!!

Esta buena la historia... Qué decía la carta?

gracias por continuar escribiendo

que fuerte


continua pronto increíble

- ¿Estás mejor? – La voz de Casey venía de fuera del baño.

Quiso decir que sí, pero otra arcada le sobrevino y volvió a aferrarse a la taza:

- Esta noche es la cena con Levine y Kahn y hay que…
- Ya lo sé – Logro balbucear.

Ahora estaba frente al espejo de la pila, aún en el baño, con el sudor frio empapándole la frente. Mirándose e intentando encontrarse. Ahora era morena, con el pelo a media espalda, y usaba lentillas azules. Su maquillaje era más agresivo y por ahora nadie había insinuado que se pareciera, ni remotamente, a la hija de Johanna Beckett, y lo cierto es que ella tampoco se reconocía mirándose al espejo.

Estaba demasiado nerviosa, igual que James Casey, la diferencia era que él la presionaba sin querer y ella no podía comer porque en seguida lo vomitaba.

Fuera Casey, llevaba un traje gris y camisa blanca, zapatos de punta negros y sin corbata. Él también era distinto. Se había rapado al uno, y mostraba orgulloso las cicatrices de su accidente, esperando tener así una imagen mucho más ofensiva que combinara con su nueva actitud, igual que hacía Beckett:

- Voy a ir bajando, te esperaremos en el restaurante del hotel, ¿De acuerdo? – Le dijo a la puerta del baño, oyendo como ella se duchaba.

Se tomó un instante bajo la ducha para pensar hasta donde había llegado y porque estaba haciendo lo que hacía. Si de verdad estaba dispuesta a llamar a aquella puerta y contemplar salir al monstruo.

Se preguntó cuándo fue la última vez que sonrió de verdad. Desde cuando se sentía atrapada en aquel hotel, sin más compañía que Casey, sin nada más que hacer que ver indeseables y tratar con ellos. Sin poder ser ella misma.


- Lamento la tardanza – Se disculpo Casey estrechando las manos de aquellos hombres, que también iban con traje y con cara de pocos amigos.
- No se preocupe – Dijo el más mayor de ellos - ¿Y su esposa? No nos dría que no vamos a disfrutar su compañía.
- No – Se dejaron guiar por el metre hasta su mesa – Pero ya saben cómo son las mujeres nunca les queda nada lo bastante bien.
- Que me va a contar, aunque son peores las amantes, ya me comprende – Pidió vino para todos y esperaron a que ella llegara – Aunque con una mujer como la suya yo tampoco tendría tiempo para amantes – Sonrió aquel hombrecillo y Casey tuvo ganas de darle un puñetazo directo en la boca.

Kahn era el charlatán, más mayor de los dos, pelo blanco y cejas negras, bronceado falso y sonrisa excesivamente blanca, una cadena de oro y un sello con la inicial de su apellido y un rubí enorme en el dedo pequeño de una de sus manos. El otro era Levine, delgado y con el pelo a cresta, serio y silencioso y el peor asesino contratado por el imperio Kahn según los archivos del FBI:

- Aquí está – Kahn sonrió orgulloso levantándose, y tras de él los otros dos hombres.

Casey vio lo que Kahn veía, un vestido corto negro y las piernas largas de Beckett terminado en unos tacones altos:

- Disculpadme.
- Querída con usted siempre es un placer – Le besó la mano y recibió un gesto de Levine, para después sentarse.

James Casey le acarició suavemente la mandíbula:

- ¿Qué quieres tomar nena?

Beckett pensaba en aquel novio que tuvo en el instituto, motorista, con los brazos llenos de tatuajes y que no paraba de llamarla “nena”. Al final, una noche celebrando el campeonato de futbol americano con otros compañeros de clase, le dio un rodillazo en sus partes, cuando le volvió a oír llamarla “nena”. Supuso que su subconsciente se había hartado después de las primeras 100.000 veces.


A los ojos de aquellos hombres y de media ciudad, eran Liz y Leonard Nolan. Beckett se había acostumbrado a compenetrarse con Casey, a mantener largos silencios cuando cruzaban la puerta de la habitación en la madrugada y dormían en la misma cama.

Liz Nolan era totalmente consciente de cómo se alegraba la entre pierna de Joseph Kahn cada vez que ella estaba por allí, y que solo le prestaba atención a Leo cuando ella era cariñosa. Por lo que estaba bastante acostumbrada a ser una persona que no era. Y todo aquello le había costado mucho menos de lo que creía:

- Al final el avión de mi amigo se ha retrasado. Aunque todavía no está muy convencido de si quiere veros, quizás mañana por la mañana podría insistir en que le merece la pena – Miró su móvil.
- Me parece genial – Dijo Leo mientras ella seguía absorta mirando las ostras.
- ¿No tienes hambre querida? – Dijo Kahn y ella se limitó a negar para no estar más cerca de vomitar por el olor y el aspecto.
- ¿Sabías que son afrodisiacas? – Aquel juego de cejas de Kahn solo aumentó sus ganas de vomitar, pero había sacado provecho a sus clases de interpretación en la universidad. Aquella optativa ahora parecía más útil que nunca.
- Hay gente a la que no le hace falta – Dijo entornando los ojos, seductora, y vio como la nuez de Kahn se movía lenta.

Cuando salieron del restaurante y se dirigieron a la salida. Kahn calló en la cuenta de algo:

- Leo, tengo en el coche lo que me pediste. Levine te acompañará.
- El dinero está arriba – El señor Nolan miró a Beckett.
- No te preocupes, yo lo bajaré.
- No hace falta querida, yo te acompaño – Sonrió.

Conforme se iban cerrando las puertas del ascensor, y la mirada de Leo se alejaba, supo lo que iba a pasar.

Nada más cerrarse las puertas del ascensor ya notaba el aliento caliente y desagradable de aquel hombre sobre su cuello, y sus manos aceitosas en sus muslos y subiendo. Mientras la aprisionaba contra la pared del ascensor, miro hacia arriba e intento pensar en otra cosa, en cualquier otra cosa:

- Hueles a cerezas – Pasó su lengua por el cuello de ella hasta su lóbulo izquierdo – Delicioso.

Suerte que Kahn no vio su cara de disgusto, ni como intentó centrarse en otra cosa para no arrancarle el corazón, pero ahí estaba su corazón latiendo rápido y su saliva caliente y pegajosa bajando por su pecho. Tensó la mandíbula y fingió disfrutar.

Llevaba desde hacía algo más de un mes con un toma y daca con Kanh, y aquella era la primera vez que lo tenía tan pegado a ella, y parecía que no había cosa más desagradable.

Las manos inquietas de Kahn fueron trepando por los muslos de Liz hasta que el timbre del ascensor llegando a su destino. Ella le llevaba de la mano hasta la habitación mientras él seguía con esa sonrisa maliciosa en los labios, que brillaba en el pasillo casi oscuro.

La palabra “cerezas” retumbaba en la cabeza de Beckett y tuvo que hacer un gran esfuerzo para mantenerse en el papel de Liz Nolan. Suspiró mientras abría la puerta intentando alejarse de esa parte de sí misma que se había esforzado en dejar atrás.

Le pareció difícil con las manos de Kahn aprendiéndose de memoria su trasero, pero al fin logro abrir la puerta, y apartarse de aquellas manos aunque fuera un instante. Encendió la luz y caminó hasta la cama, sacando de debajo de la misma la maleta de cuero negra con el dinero, le fue a preguntar si quería comprobar que estaba todo, pero cuando le miró, aquel hombre estaba en calzoncillos mirándola con lo que él pensaba que era una mirada sugerente.

Ahí supo que estaba al límite, que no iba a poder escabullirse como otras veces, e instintivamente se deshizo del vestido, quedando ella también en ropa interior y sobre aquellos tacones. Kahn se relamió como un león apunto de hincarle el primer bocado a su víctima.

Le costó mantener la compostura cuando él se acercó en aquel cuerpecillo desgastado, con su incipiente barriga y sus casi pechos sazonado con aquel moreno tan poco natural, y sus piernecillas débiles caminando hacía ella dispuesto a no ser amable ni cariñoso:

- Eres extraordinaria – Murmuró caminando hacía ella dispuesto a atacar.

Jorja escribió:Esta buena la historia... Qué decía la carta?

Paciencia

QUIERO MASSSSSSSSSSSSSSS ESTA MUY INTERESANTE

Teresita_yocastle$$NYPD escribió: QUIERO MASSSSSSSSSSSSSSS ESTA MUY INTERESANTE

Gracias

- ¿Qué haces en casa tan temprano? – Martha consultaba su reloj mientras miraba a Castle entrar por la puerta.
- No he podido – Caminó hasta su despacho.
- ¿Qué quieres decir?
- He estado allí, he fingido que lo que decían me interesaba, he intentando integrarme y me he dado cuenta de que prefería estar en casa viendo una película de terror barata que en una cita a ciegas con otra pareja.
- Sabes que lo hacen para ayudarte – Castle se frotaba los ojos y se sentaba delante de su ordenador.
- Sé que todo el mundo tiene muy buenas intenciones, soy totalmente consciente.
- ¿Y qué has hecho?
- Les he invitado a cenar incluso antes de pedir y he cogido un taxi.
- Porque te encierres en casa ella no va a venir – El escritor tensó la mandíbula y agachó la mirada triste – Lo siento querido – Se acercó y le acarició la mejilla.
- Ya lo sé. Soy totalmente consciente de la situación, pero no quiero…
- No puedes quedarte encerrado el resto de tu vida.
- No se trata del resto de mi vida, se trata de lo que quiero hacer ahora.
- ¿Y qué quieres hacer? – Se apoyaba en el escritorio.
- Estoy por cambiarme y salir a correr, llegar a casa agotado y dormirme antes de media noche.
- Richard, yo…
- No – Se levantó – Estoy cansado de estar siempre triste. Me cambiaré y saldré a correr.
- Está bien – Intentó sonreír – Yo me voy que me esperan, ¿Seguro que estarás bien? – Se limitó a asentir y ella le besó en la sien – Nos vemos el viernes.

Se cambió y cuando estuvo a punto de salir de casa, sonó el teléfono, pensó en Alexis o en su madre, diciéndole que se había dejado algo. Pero cuando contestó no obtuvo respuesta del otro lado. O la línea se había cortado o simplemente se habían equivocado.
Se puso la música muy alta y salió con firmeza a correr hasta que sus piernas le aguantasen y estuviera desfallecido. Ya que hacía meses que no dormía bien.


- ¿Kate?

James Casey o Leo Nolan la había encontrado en un teléfono público, con el maquillaje corrido y empapada por la lluvia. Descalza y con una chaqueta de él, estaba aferrada a aquel teléfono mientras lloraba desconsolada.

La cogió en brazos mientras la oía sollozar y la volvió a llevar hasta el hotel. La dejó en la cama, y le acarició la frente hasta que se quedó dormida totalmente agotada de llorar.


A la mañana siguiente mientras Casey hacía las maletas de los dos, ella se limitaba a mirar por la ventana del hotel, la gente en el paseo iba y venía, hacia buen tiempo y patinaban o iban en bici, y deseo poder estar más cerca de casa:

- Sé que echas de menos ciertas cosas – Dijo el mirando el desastre de la habitación – Y que desearías que las cosas fueran distintas. Lo sé porque a mí también me gustaría.

Ella se limitó a mirarle con cara triste intentando evitar el llorar:

- Pero nadie puede saber que estamos aquí, nadie. Sería peligrosos no solo para nosotros si no también para ellos.

Beckett se abrazó las rodillas, estando sentada de cara a la ventana y se acurrucó en si misma:

- Sabias que ocurriría. Sabías que no se trataba solo de abandonar el país, se trataba de abandonar todo lo que conoces, todo lo que te hace sentirte segura. Y me dijiste que sí, que estabas dispuesta. Que necesitabas cerrar esa etapa de tu vida.
- Lo sé – Murmuró.
- Ya, lo sabes, pero tengo dos muertos en el baño y un marrón bien gordo.
- Lo siento.

Le pareció que los restos de sangre seguían en el suelo, en la alfombra, en las paredes. Que daba igual como se hubiera esmerado Casey, el olor a sangre y la imagen de sus manos tintadas de rojo la iban a perseguir:

- Suerte que no nos vamos con las manos vacías.

Ahí ella ya no contesto.

Dejaron el hotel y cogieron un taxi, ahora tenían una nueva dirección y un nuevo nombre. Kahn resultó ser un don nadie con la mano muy larga, y su guardaespaldas resultó no ser un tipo tan peligroso.


Beckett seguía distraída mirando por la ventana del coche alquilado, Casey se había dado cuenta que desde el incidente del hotel estaba mucho más distante y retraída. Le acarició el antebrazo con el dorso de la mana y le sonrió cuando vio que al contacto ella le prestaba atención:

- Todo va a ir bien.

Quizás era porque los dos lo querían creer, quizás porque notaban que solo podían estar más cerca, y no más lejos. Quizás estaban alcanzando el límite, sobrepasándolo, llegando demasiado lejos y era posible que no pudieran volver nunca a casa.


Hicieron noche en un motel de carretera, y mientras Casey había caído dormido en cuestión de segundos, ella deseo poder echarse un pitillo o hacer algo útil mientras veía las luces de los coches pasar en plena madrugada. En aquel nuevo motel, lo único que se oía era la respiración profunda de su compañero, y el reloj de la mesilla marcando los segundos. Cerró los ojos y deseó estar en otra parte, en otro sitio, en otra ciudad, en otra compañía.

Había empezado a mentirle a Casey, aquello se alejaba de ser idílico, y cuando pararon en aquella gasolinera, compró algo más que agua. Un teléfono de prepago que guardó a escondidas en su bolso. Y que ahora tenía en la mano, dispuesta a acabar con aquella soledad, y aquel sentimiento de haberlo perdido todo.

En momento como ese era cuando mejor escribía, las palabras brotaban descontroladas, y el solo se tenía que dejar llevar. Como si aquellos pensamientos, aquellas manos, aquellas ideas no fueran suyas sino de otro.

Dispuesto a cumplir su palabra, se había tomado un tiempo sabático para alejarse de la obligación de escribir y de hablar de Nikki Heat, sin tener a Nikki Heat. Había empezado a colaborar con un artículo semanal en uno de los periódicos de mayor tirada de Nueva York, más que nada porque se había dado cuenta de que la soledad y el tiempo libre no hacían buenas migas.

Cuando lo soltó todo de golpe, miró por la ventana y deseó, deseó con todas sus fuerzas que ella quisiera volver a casa, tanto como él lo deseaba.

oh dios mio increíble

Isana escribió:Muy interesante!!! Yo re sigo esta historia!!! POr favor que va a suceder, donde esta Kate??? Richard toco fondo???

Nunca se sabe

Mel.Castle escribió: Siguelo pronto!! que interesante!

Ahí va la cosa

castle&beckett..cris escribió:dioos pobre kate!!!

y pobre Richard, ¿no?

Teresita_yocastle$$NYPD escribió: oh dios mio increíble

Gracias, de verdad

Espero que le llame, sigue pronto!!

Me gusta esta historia...
Gracias por seguirla.

Anver escribió:Me gusta esta historia...
Gracias por seguirla.

A ti por leerla

Mel.Castle escribió:Espero que le llame, sigue pronto!!

Ya veremos que pasa

Que buena que se sigue poniendo esta historia, la genialidad de lo que sale de tu mente me impresiona, realmente te felicito, porque no debe ser facil escribir y mantenernos a todos en la expectativa de un nuevo capitulo. Lo unico que pido es que no se acabe!!!

Dios!! Me tienes anonadada!! Ya no tengo uñas tengo muñones de los nervios!!
Qué alegría ver que te acuerdas de nosotros jeje

Continúa!! =)

Isana escribió:Que buena que se sigue poniendo esta historia, la genialidad de lo que sale de tu mente me impresiona, realmente te felicito, porque no debe ser facil escribir y mantenernos a todos en la expectativa de un nuevo capitulo. Lo unico que pido es que no se acabe!!!

Ouu vaya, muchas gracias. No es fácil pero los retos son buenos no?

LeFleur89 escribió:Dios!! Me tienes anonadada!! Ya no tengo uñas tengo muñones de los nervios!!
Qué alegría ver que te acuerdas de nosotros jeje

Continúa!! =)

Hey! Claro que me acuerdo, como para no hacerlo. Me alegra que este fan fic funcione bien, y realmente el mérito es casi vuestro, porque leer que la gente quiere más anima a escribir.

Cuando pararon con el coche ya les estaban esperando. Allí estaba aquel puertorriqueño, que era el último escalón para llegar al dragón. Con un traje blanco, y tres guardaespaldas de negro mirando a todas partes. Se quitó las gafas de sol y les sonrió como si les conociera de toda la vida:

- Bienvenidos a México. Yo soy Passos y pese a este calor sofocante este es un gran país – A James Casey le saludó con un amistoso apretón de manos y a Beckett con dos besos sonoros – Liz y Leo, ¿No? – Casey asintió – Bien pues seguidme y os llevaré a vuestro hotel.

Ya en la habitación, Leo se quedaba en camiseta de tirantes blanca y sacaba de la bolsa la camisa hawaiana, llena de colores, que Passos le había regalado como bienvenida:

- ¿Qué te parece? – Dijo Leo sonriente.
- Horrible – Murmuró ella.
- Supongo que ese es el plan – La miró descalza y pensativa - ¿Estás mejor?
- Si, es por el calor, en este país es insoportable.
- Anímate; sol, alcohol, playas paradisiacas…Las vacaciones soñadas – Ella no le contestó – Te diré donde he ido más lejos con las vacaciones que he tenido en estos años…A una cabaña abandonada en las montañas, eso no hizo que me relajara. Hizo que tuviera más ganas de matar a alguien.
- Yo lo más lejos que he ido desde que empecé a trabajar ha sido a los Hamptons – Dijo con melancolía.
- ¿Sí?
- O al menos son las únicas que recuerdo.

Leo Nolan se quitó la camiseta hawaiana y se colocó la funda de hombros doble para las pistolas y encima la camiseta hawaiana sin abrochar:

- ¿Has comprobado la habitación? – Murmuró mientras se colocaba todo.
- Si, y no hay nada.
- ¿Segura?
- Creo que este es el hotel numero un millón, ya me hago una idea de cómo va el asunto – Se molestó.
- Lo siento, es que ahora estamos cerca y es importante…. – Le vio la cara y dejó de hablar sabiendo que era lo mejor - ¿Quieres que baje a por algo fresco? No tienes buena cara.
- No, solo quiero darme una ducha y dormir del tirón.
- Esta noche…
- Ya sé lo que hay esta noche. Estaré preparada. Ahora solo quiero el aire acondicionado a toda pastilla – Se quitó el sudor de la frente – Y dormir.
- Está bien, yo iré a dar una vuelta por ahí.

Ella volvió a no contestar, justo ahora que estaban tan cerca la crispación era evidente, y quiso pensar que era por estar en esa situación por la que ambos parecían dispuestos a saltar a la mínima.


Raúl Passos torturaba, desmembraba y asesinaba por encargo, era un mercenario que no tenía escrúpulos y le daba igual si se trataba de hombres, mujeres o niños. Casey se sabía su historial de memoria, y lo gracioso era que desde hacía más de cinco años se hablaba de aquel hombre como si estuviera desaparecido fortuitamente.

Leo Nolan o James Casey, buscó una peluquería de hombre para volver a raparse el pelo, ahora se estaba dejando un poco de barba y eso unido a sus cicatrices le daban un aspecto más rudo. Cuando llegó marcando pistolas y sintió que todas las puertas se le abrían se sintió como un mafioso rechoncho y contento. Tanto que se dio un buen homenaje con comida típica de la tierra, disfrutando de las vistas tanto de la ciudad como de las mujeres. Tocando con el dedo gordo el anillo de bodas que llevaba en la misma mano. El de su matrimonio de pega con Kate Beckett.

Pensó también en lo que había dejado atrás, Beckett no era la única que lo estaba pasando mal, pero él sabía cuál era la diferencia entre ambos. Ella estaba enamorada, aunque no quisiera admitirlo, esperaba volver a casa, tenía ilusiones, quería cerrar ese capítulo de su vida para poder empezar a vivir sin lastres. Mientras que él cuando abrió los ojos en el hospital, un año y pico antes, deseó que aquella explosión hubiera acabado con él, porque ya no tenía nada por lo que pelear, por lo que esperar.
La mujer que quería había huido hacía años de su lado, y ahora era otra persona en otra ciudad, queriendo a alguien que no era él, probablemente con una familia y un montón de cosas más que él nunca le habría podido dar. Eso le había partido el corazón hacía tanto que parecía un siglo, y se dio cuenta de que jamás podría querer a nadie más, y que era solo por su culpa.

Casey no tenía nada que perder, no tenía miedo, solo quería hacer lo correcto por alguien que había hecho algo por él. Por eso su única preocupación era Katherine Beckett y que ella siguiera viva para poder cerrar un capítulo que él no iba a poder cerrar jamás, y disfrutara de una vida que él no iba a tener.
Por eso no le había importado robar archivos del FBI, pasaportes y material, armas decomisadas, nuevas identidades. Había decidido dejar de jugar limpio, y la verdad nada le importaba. Quería hacer eso por Beckett y después desaparecer, puede que a una playa paradisiaca como Santo Domingo, o Miami. Necesitaba algo nuevo en su vida que no estuviera ligado a la muerte y el sufrimiento sin sentido.

Quería redimirse y había encontrado una misión que le haría estar en paz consigo mismo y no tener nada que recriminarse cuando llegara su hora.


Estaba en la calle camino a una reunión con Gina cuando su teléfono sonó. Pensó en no cogerlo, tenía prisa y quería coger un taxi. Pero imaginó que sería Gina quejándose porque ya llegaba tarde:

- Dime – Estaba intentando parar un taxi, y parecía que nadie contestaba - ¿Hola? – Pensó que quizás se había cortado y justo cuando estaba a punto de colgar.
- Los interesados en la excursión al Castillo de Chichén-Itzá pueden esperar en la puerta del hotel.

Le llevó un instante centrarse ante la voz de la megafonía y el jaleo de la calle, pero se le escapó de la boca en un suspiro:

- ¿Kate? – Pero después de eso ya no había nadie al otro lado.

¿Puedo poner una pega?



¿Porque tan corto?