(+18) La primera noche

-¿Papá? –Le llamo preocupada. Lleva tres días sin salir de su estudio. Solo come cuando le llevo una bandeja y apenas prueba la comida. Está triste, la echa de menos y necesita saber de ella. Pero parece que se la ha tragado la tierra. Nadie sabe dónde está, ni siquiera Lanie o su padre. Y eso no solo preocupa a mi padre, sino a todos los demás. Hay un asesino que quiere matarla y es difícil proteger a alguien si no sabes dónde está. Levanta la cabeza del ordenador y me recibe con una triste sonrisa. Me odio a mí misma, siento que es culpa mía, a pesar de que mi padre me asegure que no es así. No es culpa tuya cielo, sino mía, no debía tratarla así. Pero sigo culpándome, él jamás le habría dicho esas cosas de no ser por… mi padre se acerca a mí y me da un beso en la mejilla, recibiendo la bandeja que traigo en mis manos. -¿Vas a comer? –Pregunto, esperanzada. Él asiente y se sienta de nuevo, corta la carne y empieza a comer. Levanta la mirada. –Cielo, no hace falta que te quedes ahí, te prometo que me lo comeré todo como un niño bueno. –Me sonríe, pero no es la sonrisa de mi padre que tanto la caracteriza, en esta sigue habiendo tristeza, miedo y preocupación en su rostro. Me acerco a él y le rodeo los hombros con mis brazos. –Ella va a volver papá, estoy segura. –Asiente en silencio, poco convencido. Le doy un beso en la cabeza y me marcho, sabiendo que en estos momentos la soledad es mejor compañera que yo.

Vuelvo a mandarle un mensaje, pero sin la menor esperanza de que me conteste. Este es solo uno de los cuarenta o cincuenta que le he mandado en tres días, ¿por qué iba a contestarme? Aunque es un poco distinto, por primera vez no le pido que me perdone ni que me diga si está bien, solo le pido que llame a su padre. El hombre está asustado y sé lo que se siente cuando temes por tu hija, últimamente no hago otra cosa. Temer por Alexis y por cómo le van a afectar sus actos en su vida y por Kate. Miro de nuevo el móvil, pero sigue igual. Suspiro y sigo comiendo, no porque tenga hambre, sino por tener contenta a Alexis y a mi madre, o por lo menos tranquilas. De repente me atraganto con el vino, el móvil ha sonado, miro esperanzado, ilusionado, ¡es ella!, un mensaje suyo, por fin. “Dile a mi padre que estoy bien”. Nada más. Eso me cabrea, entiendo que me odie y que no quiera hablarme, pero… ¿qué le ha hecho su padre? Cojo el móvil y tecleo furioso. “¿Por qué no se lo dices tú misma?, ¡es tu padre!” Lo dejo en la mesa y cojo de nuevo el tenedor, temblando de rabia. Estoy a punto de terminar mi filete cuando me llega un nuevo mensaje. “Se me olvidaba que ya no puedo esperar nada de ti. Gracias. Se lo pediré a Lanie”. Genial. Más odio. Quizás haya sido un poco brusco con el anterior mensaje, intento suavizar las cosas, quiero que me perdone, no que levante otro muro. “Lo siento, es solo que deberías hablar con él, está muy asustado Kate”. Otra vez a esperar, miro mi bandeja, que está vacía. Bueno, entre mensaje y mensaje al final he comido, Alexis estará contenta. Me recuesto sobre el respaldo, suspirando, con el móvil en la mano. Tarda largo rato en sonar. “Me mintió. Él sabía lo de mi madre. No quiero hablar con nadie”. Kate… entiendo que quiera estar sola, parece que nos hemos puesto de acuerdo para decepcionarla. Le mando un último mensaje. “Se lo diré, a cambio quiero que me mandes un mensaje esta noche. Necesito saber que estás bien, cariño”. Conociéndola ahora mismo estará pronunciando mi nombre acompañado de una palabra poco amable, pero me da igual. Prefiero que siga odiándome y saber que está bien que lo contrario. Necesito verla, tenerla cerca, decirle que la quiero, que me perdone, que fui un imbécil y que voy a cuidar de ella, pero sé que ahora eso es imposible, así que por lo menos un mensaje hará que respire tranquilo, sabiendo que al menos está a salvo. Suena de nuevo el móvil. “Eres un maldito manipulador. Te mandaré el mensaje para que veas que estoy viva, pero no te equivoques. No estoy bien”. Dejo el móvil en el escritorio, suspiro, agotado. No está bien, pude haberla apoyado cuando más me necesitaba, intentar que la noticia sobre el romance de su madre no la afectara tanto, pero en vez de eso la dejé sola, le hice daño. Y ahora no está bien. Y todo por mi culpa. -Ojalá me perdones algún día, Kate.-Murmuro. Y de nuevo voy a mi mueble bar y me sirvo una copa y luego otra y otra más. Y, del mismo modo que antes vacié la bandeja para calmar a Alexis, ahora vacío la botella, para calmar mi culpa.

-¿Qué haces tú aquí? –Lo miro indignada, aguantando las ganas de darle una bofetada, pero sus ojos de cordero degollado y sus profundas ojeras me contienen. Me mira en silencio, haciendo un gesto de súplica. Me hago a un lado, para dejarle pasar, cierro la puerta con más fuerza de la necesaria, pero o descargo mi ira con la puerta o con él y la puerta no me puede demandar. –Lanie… necesito saber dónde está. –Ahora sí que empiezo a temblar de rabia. ¿Él necesita saber dónde está? Hijo de puta. Lo miro con furia, veo como se hace cada vez más y más pequeño. Respiro hondo, conozco a mi amiga y si le hiciera algo a su escritor me mataría, aunque se lo tenga más que merecido. –Por favor. –Susurra. Una lágrima cae por su mejilla, es la primera vez que lo veo llorar. Me acerco a él y suavizo mi voz, aunque no pienso callarme. –Le has ha hecho mucho daño.

-Lo sé. –Murmuro, agotado. Veo en sus ojos resentimiento, rabia y enfado y lo comprendo, yo siento lo mismo hacía mí, pero realmente necesito saber dónde está. Son ya dos semanas sin verla y es demasiado, sus mensajes con simples y cortos “Estoy viva” me duelen en lo más hondo, me hacen daño, pero me lo merezco, a diferencia de ella, que no se merecía mi desprecio. Por eso estoy aquí, soportando más miradas heladas, crueles, porque sé que Lanie sabe dónde está y necesito saberlo, aunque sea para poder mirarla a los ojos una vez más.

-No sé dónde está. –Le miento. Ante mí no veo al hombre divertido, ególatra, soñador e infantil que conozco, rasgos que en cualquier otro serían exasperantes, en él, adorables. No, ante mí tengo una sombra de alguien llamado Richard Castle, una sombra triste, deprimida, oscura. Sufre y mucho, tanto como sufre ella. Se sienta en mi sofá, agotado, con el rostro entre las manos, escucho un suspiro, parecido a un sollozo. Alza la mirada. –Será mejor que me vaya… -Se levanta y se dirige a la puerta, suspiro, vas a odiarme Kate, pero quizás esto es lo mejor para ti, para él, para vosotros, quizás necesitéis esta oportunidad. –Espera…

-¿Esperando a qué vuelva a sonar? –Me pregunta con una amable sonrisa. Me encojo de hombros, con tristeza y acepto el café que trae entre las manos. Tomo un sorbo, el olor a la vainilla me recuerda a Castle y las mil veces que me ha traído un café cada mañana. Nuevas lágrimas quieren escapar de mis ojos, pero esta vez no las dejo, estoy agotada de tanto llorar. -Lo echas de menos, ¿verdad? –Asiento, con un sollozo. Se sienta a mi lado y me abraza, con ternura, compasiva. –Tranquila, todo se arreglará, estoy convencida de que habéis nacido para estar juntos. –Me separo, limpiándome las lágrimas, mirándola, sorprendida. –No nos conoces… -Se ríe y se encoge de hombros, me coge la mano, la acaricia, dándome paz, como una amiga, una hermana mayor a la que no conozco. –Vicky me ha hablado mucho de vosotros. Dice que sois como los protagonistas de un cuento de hadas, pero que os ha costado verlo. No lo conozco, no más de lo que escribe sobre él en sus libros, pero lo veo en tus ojos Kate, le quieres y esos mil mensajes me dicen que él a ti también. Lo necesitas y te necesita, de la misma forma que yo necesito a Vicky. Y yo también tardé en verlo de nuevo… pero lo arreglé y ahora soy feliz, sabiendo que tengo a mi lado a la mujer de mi vida y sabiendo que mi bebé va a tener una madre maravillosa. –Sonrío, asintiendo, esa mujer da paz a cualquiera, ahora entiendo porque Gates me dio las llaves de esta casa y me dijo que me fuera con ella, que su novia sabría escucharme sin agobiarme. Han pasado dos largas semanas oyendo el móvil, llorando, echándolo de menos y odiándolo a la vez. Dos semanas en la que Emma me ha dado espacio, limitándose a hacerme compañía en silencio, pero ahora, tras oírla hablar, necesito otra compañía, la de él, la de mi escritor.