Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
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Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Hoy tenemos nuevo capi no?
silvanalino- Escritor - Policia
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Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Lunes... casi las 22:00h
Gracias a todos los que leéis. Mil gracias a los que además me alentáis con vuestros comentarios y ánimos.
Y por supuesto, millones de gracias a los que esperáis que lleguen las 22.00h para poder leer.
Supongo que no sabéis lo que ayudáis... ya os lo digo yo... si sigo, es por vosotros.
Por cierto, Estrella, hay que cumplir...
CAPITULO 17. MIEDO.
Villa Sofía. Urbanización la Veleta. Torrevieja.
Richard se sobresaltó al oír a Alexander hablar por teléfono. Miró el reloj, era media noche. Hasta ese momento no había visto alterarse así su padre. Intrigado, se levantó de la cama y fue acercándose a la habitación donde estaba el agente enzarzado en una discusión telefónica, se quedó en el pasillo cerca de la puerta.
- ¡Me da igual que seas mi superior! Advertí que era mi última misión y después de cincuenta años de servicio, es la primera vez que elijo y antepongo a mi familia antes que el trabajo. Lo siento Mike, tendrás que buscar a otro para ir a Grozni y abortar la entrega de armas.
Alexander guardó silencio, escuchando lo que su interlocutor estaba diciéndole. Richard podía oír el tono de la voz de la otra persona, pues también parecía enfadado y era bastante alto, pero no lo suficientemente claro como para comprender lo que decía. El agente asentía de vez en cuando.
- Mike, si. Es mi última palabra. Lo he dado todo. Es mi hora de dárselo a ellos.
Richard se sintió optimista, quizá su vuelta a Nueva York era más inminente de lo que temía en un principio.
- ¡Tú mismo tienes familia Mike! No me amenaces, a estas alturas de mi vida tus amenazas son bolitas de papel para mí. Te he dicho que era mi última misión y no hay nada más que hablar. Me apostaría lo que tengo porque no quieres molestar a nadie de los que están en sus casas celebrando Acción de Gracias. ¿Quieres que te recuerde cuantas me he perdido yo?
Richard dejó de oír a la otra persona. Quizá había entrado en razón con las palabras de Alexander y había rebajado el tono.
- No te preocupes, iré a Washington en cuanto se solucione todo en Nueva York.
¿Qué es lo que ocurriría en Nueva York?
- Gracias Mike… Yo también espero que todo salga bien.
Richard oyó como Alexander soltaba el aire de sus pulmones y se apretó contra la pared dando un pequeño paso para alejarse sin ser descubierto.
- ¡Richard entra de una vez!
- Pero… ¿Cómo sabías? – dijo el escritor asomándose por la puerta.
- De novato… tú sombra.
- ¿Qué ocurre? – preguntó mientras observaba al agente desmontar y recoger a toda prisa el equipo informático.
- Nos vamos de inmediato a Nueva York.
Richard no sabía si seguir preguntando o salir corriendo a la calle para llegar cuanto antes al aeropuerto.
- ¿Los chechenos?
- Harán la entrega en Grozni en cuarenta y ocho horas, han llegado a un acuerdo, mujeres para su red aquí y distribución de droga allí, a cambio de armas.
- ¿Qué ocurre en Nueva York? – preguntó intrigado - ¿No tendrías que ir a Grozni?
Alexander le miró mientras terminaba de recoger el equipo y meterlo en una maleta.
- Vístete y trae tu mochila, tengo que revisar tu documentación.
Le fastidiaba que le tratase así, parecía un chiquillo.
- ¿Quieres darte prisa? – le apremió al ver que se quedaba parado – No tenemos tiempo.
Richard fue hasta la que había sido su habitación, abrió el armario y sacó la mochila de viaje, eligiendo unos vaqueros, un jersey de cuello vuelto, unos cómodos zapatos y una americana oscura. Volvió de nuevo a la habitación de Alexander. El agente mientras tanto, había extendido sobre la cama un fajo de billetes euros y otro de dólares, dos armas y al menos una decena de pasaportes de diferentes países.
Richard le entregó su mochila, Alexander la vació sobre la cama. El pasaporte que había utilizado para entrar a España, una botella de agua vacía y una chocolatina, pañuelos de papel y aspirinas, todo con etiquetas españolas, preparado para salir de allí cuando fuese necesario.
Alexander revisó uno de los pasaportes que tenía sobre la cama y se lo dio junto a la mitad del fajo de billetes de euro y el de dólares. Richard abrió el pasaporte para revisar la primera página del mismo. Ahora era estadounidense y se llamaba Anthony Robertson y habría llegado a Madrid unos días antes. Alexander eligió otro pasaporte para él y metió el resto en la maleta junto al equipo que ya había guardado y las dos armas y la cerró. Guardó en su propia mochila el dinero y su pasaporte.
- Nos vamos.
El escritor subió al coche en completo silencio, sabiendo que si Alexander no decía nada, era porque no tenía ninguna intención de hablar por mucho que él insistiese en hacer preguntas.
- ¿No vamos al aeropuerto? – preguntó Richard casi una hora después cuando vio como pasaban de largo el desvío para Alicante y el aeropuerto y seguían una carretera en dirección a la capital.
- No hay vuelos nocturnos y no podemos viajar con las armas. No tengo contactos para dejar nada aquí, todo ha sido precipitado, tenemos que viajar en coche hasta Madrid.
Richard suspiró, eso al menos retrasaba el viaje dos o tres horas, pero no le importaba, al menos iban rumbo a Nueva York y allí estaría seguro ella. Miró su reloj, en ese momento seguramente estaría cenando con su padre. Por un momento se preguntó que sería de Alexis y Martha, seguro que estarían cenando juntas, o al menos eso esperaba. Cuando se embarcó en el viaje con su padre, no pensaba que podría perderse Acción de Gracias.
- Duerme. En unas tres horas estaremos allí – le dijo Alexander.
Richard agradeció que en esta ocasión su papel fuese el de empresarios y pudiesen hacer el viaje en un potente Mercedes de gama alta en vez de los trastos viejos con los que Alexander solía moverse. Se acomodó en el asiento observando como su padre conducía con presteza y sobrepasaba de lejos el límite marcado por las señales de tráfico. Cerró los ojos intentando hacer un cálculo de cuantas millas por hora eran los 120 kilómetros que marcaban las señales, y en cuanto, en millas, estaba su padre violando la ley al ir a 180 y mientras se perdía intentando recordar equivalencias se quedó dormido.
Alexander tenía la intención de llegar al aeropuerto cuanto antes, un avión privado fletado por la agencia de seguridad les estaba esperando preparado para salir hacia Nueva York de inmediato.
Nueva York. Hospital Presbyterian Weill Cornell.
Katherine estaba sentada en una de las incómodas sillas de plástico de la sala de espera de urgencias, tenía los codos apoyados sobre sus muslos, su cuerpo inclinado hacía delante y en sus manos un café, frío ya. Su mirada fija en un punto entre sus pies, en el suelo.
Alexis volvió del baño y la agente se tensó cuando ésta llegó a su lado y se sentó junto a ella. Ninguna decía nada. Ambas estaban demasiado preocupadas como para poder mantener cualquier tipo de conversación.
Jim paseaba de un lado a otro, sin quitar ojo ni a su hija, ni a la que casi consideraba su nieta. Por un momento a su mente volvieron las imágenes, que en ese mismo hospital, se habían dado un par de años antes, cuando su Katie ingresó gravemente herida. Deseó que todo saliese bien, como pasó entonces.
Un rápido taconeo resonó por el pasillo y tanto Katherine como Alexis levantaron su mirada dirigiéndose a la causante del ruido. Lanie se acercaba a toda prisa.
- ¿Qué ha ocurrido? – preguntó nerviosa la forense sin ni siquiera llegar a su lado.
- ¡Lanie! – dijo Alexis levantándose y abrazándola – Es la abuela, de repente ha caído desplomada.
- ¿Quién es su médico? – preguntó con la intención de buscar información entre alguno de los conocidos del hospital.
- No lo sabemos, no nos han dicho nada aún – intervino Jim.
- Iré a ver si consigo información – dijo mientras se alejaba por el mismo pasillo.
Katherine volvió a inclinarse hacía delante, sumiéndose en sus pensamientos. Alexis le puso una mano sobre su hombro.
- Tú no tienes la culpa – le dijo suavemente.
Ella levantó la mirada, encontrándose con la de la pelirroja, esos ojos azules que tanto le recordaban a los de su padre.
- No tenía que haber dicho nada, los problemas entre tu padre y yo, tenían que haber quedado entre nosotros.
- Estabas dolida… Y te sinceraste con nosotras.
- No debí…
- ¿De verdad crees que a la abuela puede sorprenderla algo que haya hecho mi padre en su dormitorio? Hasta yo conozco su pasado de modelos y actrices interesadas en dejarse ver junto a él al precio que fuese y si era dentro de su cama, mejor.
- Yo la disgusté…
- No digas tonterías. La abuela es mayor y digamos que su vida no ha llevado un orden estricto, tú sabes su falta de horarios, su exceso de juergas y lo poco que cuida su alimentación, tú no tienes la culpa de nada, tú no eres quién la obliga a ir a fiestas y a llevar la vida que lleva.
- Pero si yo no hubiese dicho…
- Katherine, si le ha pasado es porque tenía que pasar. No te culpes por favor.
- Lo siento… Estoy más preocupada por mí que por ti – le dijo abrazándola – soy una egoísta, lo siento Alexis.
- Gracias por estar aquí, yo sólo les tengo a ellos…
- Y también por mi culpa tu padre no está aquí – añadió Katherine.
- No empieces de nuevo. Fue él quién decidió marcharse.
Alexis no se soltó del abrazo de Katherine. Necesitaba ese contacto, saber que alguien más estaba con ella y aunque intentase mantener la compostura, en el fondo no era más que una joven que empezaba a darse de bruces contra los designios de la vida.
- ¿Has llamado a tu madre? – le preguntó Katherine.
- ¿Para qué? Ella y la abuela no se aguantan. Nunca se llevaron bien, y si a mi madre le diese por venir y la abuela se enterase, no se recuperaría.
Katherine sonrió. Recordó la última vez que vio a Meredith y la distancia e hipocresía con la que Martha y ella se trataron.
- Katherine…
- Dime.
- ¿Podrías localizar a papá? – preguntó la pelirroja con cuidado.
- La persona que me ayudó a hacerlo lo está intentando.
- Gracias.
Ambas volvieron a quedarse en silencio, Katherine rodeaba los hombros de Alexis acercándola contra ella.
Unos minutos más tarde el mismo repiqueteo de tacones las sacó de sus pensamientos. Lanie volvía y mucho más relajada.
- ¿Sabes algo? – preguntó la pelirroja con ansiedad.
- Están haciéndole pruebas, parece una isquemia miocárdica.
- ¿Es grave?
- Sí. Pero ahora mismo está consciente y han empezado a tratarla. No podemos saber mucho más hasta que no pase el tiempo. Estará en cuidados intensivos durante al menos 24 horas.
- ¿Podré verla?
- Eso no depende de mí cariño, depende de su médico, aunque tratándose de quién es, supongo que no te pondrá ninguna pega para que lo hagas unos minutos.
- ¿Quién es su médico? – preguntó Katherine.
- Puede que no te creas quién estaba de guardia cuando la trajisteis.
Katherine hizo un gesto de sorpresa con su cara.
- ¿Josh? – preguntó con los ojos muy abiertos.
- Sí. Davidson. Así que, Martha está en buenas manos.
Alrededores del aeropuerto de Barajas. Madrid.
Richard se despertó sobresaltado al notar como el coche comenzaba a detenerse. Miró a su alrededor, no sabía muy bien donde estaban, parecía que era una zona industrial. Consultó la hora, eran las cuatro de la mañana.
- ¿Dónde estamos?
- Cerca del aeropuerto.
Pensó que su padre no le había mentido, debió de volar por la carretera saltándose todos los límites de velocidad, porque apenas habían pasado tres horas y habían recorrido algo más de cuatrocientos kilómetros.
Alexander aparcó el coche en una calle desierta, al lado de un Audi A6 de color plata y cogiendo su mochila salió y abrió el maletero del Audi.
Richard le miró sin saber muy bien que hacía.
- Deprisa, ponte esto – le dijo a Richard entregándole un traje gris, camisa blanca y corbata azul oscura.
Richard había aprendido a no discutir ninguno de sus mandatos, hizo lo que le pedía, desnudándose en mitad de la desierta calle y poniéndose después los calcetines y zapatos que le entregaba su padre.
Por su parte Alexander hacía lo mismo, vistiendo un traje de color azul oscuro, una camisa blanca y corbata granate.
Metieron la ropa que llevaban hasta ese momento en una gran bolsa de deporte y cambiaron sus mochilas por sendos maletines, metiendo el dinero y la documentación en ellos y dejando las mochilas vacías y la bolsa en el maletero del Mercedes en el que habían llegado hasta allí, junto a la maleta con el equipo informático y las armas.
- Vámonos
- ¿Y eso se queda ahí? – dijo refiriéndose al contenido del maletero.
- Se ocuparán de ello.
Subieron al Audi y Richard descubrió que estaban muy cerca del aeropuerto. Alexander se dirigió a la terminal ejecutiva, aparcó el coche y se dirigió al pabellón de acceso. En la puerta del mismo, les esperaba un joven al que Alexander saludó identificándose con su nombre falso y le siguieron por el interior de la terminal hasta los controles de acceso.
Veinte minutos después el jet privado cuya propiedad figuraba a nombre de una empresa multinacional inexistente con sede en Las Islas Caimán, despegaba de Madrid con rumbo a Nueva York, con dos supuestos ejecutivos de la compañía en su interior.
- Dormiré hasta que lleguemos – le dijo Alexander – y creo que deberías hacer lo mismo, el vuelo durará unas siete horas.
- Ahora no tengo sueño – contestó Richard.
Alexander se encogió de hombros y se levantó para adaptar su asiento convirtiéndolo en una cómoda cama. Se quitó la chaqueta dejándola sobre uno de los asientos libres y sacó una manta y una almohada de un compartimento, se descalzó y se tumbó sobre el asiento, cerrando las ventanillas cercanas y apagando la luz.
Al poco rato dormía profundamente. Richard se levantó y caminó hasta la parte trasera, llegó hasta la pequeña cocina y se preparó un café, volvió a su asiento dándole vueltas a como podría explicarse ante Katherine. La verdad es que no había sido un acierto salir a abrir la puerta de aquella guisa. Pero en ningún momento llegó a pensar que ella iría a buscarle.
El tema era muy complicado, su relación era un largo tira y afloja por ambas partes, y él lo sabía. Reconocía que después de tanto tiempo detrás de ella, justo cuando por fin consiguen estar juntos, él se había relajado demasiado y ella era la que había tomado la iniciativa en muchas ocasiones. Y cuando por fin, después de mucho pensarlo y sin querer estropearlo, le había pedido que se casaran, ella seguramente cansada, se negó.
Katherine no tenía ni idea de la profundidad de sus sentimientos por ella, si la había dado ese ultimátum el último día que la vio, era porque no podía más. No quería perderla y no quería que ella perdiese el tiempo en un trabajo que no era con el que había soñado. Es más, si por él fuese, ella no tendría que volver a trabajar nunca, podría dedicarse a hacer lo que quisiera mientras él escribía. Sus ganancias se lo permitían. Aunque sabía que eso era misión imposible, ella era demasiado independiente como para aceptar vivir mantenida. Sumido en esos pensamientos, finalmente reclinó su asiento y se durmió.
Nueva York. Hospital Presbyterian Weill Cornell.
Josh se acercó hasta ellos con una tímida sonrisa. Alexis se levantó como un resorte al verle.
- ¿Cómo está? – preguntó la pelirroja.
- Sedada. Necesita descansar.
- ¿Se recuperará?
- Es pronto para decir nada, es necesario esperar, si durante las siguientes veinticuatro horas no se repite, podremos decir que únicamente se trata de un aviso y tendrá que cambiar sus hábitos de vida.
- ¿Y si se repitiese?
- Esperaremos el resultado de las pruebas, en la mayor parte de los casos se soluciona con un by pass arterial, pero es pronto para saberlo, debemos esperar. Ahora puedes verla durante unos minutos.
- Gracias.
- Después os marcharéis a casa, se quedará en observación. Debéis ir a descansar, mañana el Doctor Weistein os informará de cómo ha pasado la noche. Yo volveré por la tarde. La enfermera os informará de los horarios de visita.
Katherine le sonrió. El busca del doctor comenzó a sonar y se excusó para salir a toda prisa por uno de los pasillos.
Alexis entró en la habitación que habían asignado a su abuela. Tan sólo podía verla durante unos minutos, Josh le había dado permiso para una visita rápida. Martha estaba conectada a un equipo de medición de ritmo cardiaco. El pitido de su corazón parecía estable. Alexis se acercó y acarició su mano. Martha tenía los ojos cerrados, sedada.
En ese momento la pelirroja fue consciente del peligro que corría su abuela. Se sentó a su lado y comenzó a llorar en silencio. Y su padre no estaba allí.
Pasados unos minutos y tras tranquilizarse, salió de la habitación después de darle un beso en la mejilla a su abuela.
- Podemos irnos – dijo al verles.
- ¿Cómo la has visto? – preguntó Jim.
- Está dormida.
- Vamos – le dijo Katherine rodeándole los hombros – te dejaré en casa para que descanses.
- Katherine… ¿No piensas dormir allí?
- Alexis… creo que después de lo que ha ocurrido con tu padre…
- ¡Por favor Katherine! – suplicó la chica – No quiero quedarme sola.
Katherine la miró. No podía dejarla sola. Ahora mismo era la persona más cercana que tenía.
- Lanie ¿Podrías llevar a mi padre a su casa?
- Claro – dijo la forense agarrándose del brazo de Jim.
Media hora después Katherine y Alexis entraban en el loft. Durante el trayecto Alexis había convencido a la agente para que se quedase en su casa hasta que encontrase un apartamento, alegando que si su abuela se enteraba de que se había marchado se llevaría un gran disgusto.
Katherine terminó por aceptar su propuesta, en parte porque no iba a dejar a Alexis sola y en parte porque prefería quedarse allí antes que en el apartamento de su padre o en la casa de Lanie. Había considerado el loft del escritor como su hogar durante el tiempo que ambos estuvieron juntos. Se sentía cómoda allí.
- ¿Sabes? – le dijo la chica abriendo la nevera para sacar leche – Nos hemos librado de una buena.
- ¿Si? – pregunto sin saber a que se refería.
- Iba a cocinar la abuela.
Ambas rieron mientras tomaban un chocolate antes de meterse en la cama para intentar descansar.
Katherine se metió en la cama. A su mente venían toda clase de imágenes en aquella habitación junto a Richard. Comenzó a llorar empapando la almohada. Le necesitaba en su vida.
Aeropuerto John Fitzgerald Kennedy. Nueva York. Siete horas después.
Richard siguió a Alexander que se movía a toda prisa por el aeropuerto en busca de la salida. Él también tenía ganas de salir de allí y volver a su casa, no entendía porque su padre estaba tan nervioso. Salieron a la calle y Alexander paró a un taxi.
- Al Hospital Presbyterian Weill Cornell – le dijo al taxista.
- ¿Hospital? – preguntó Richard al oírlo - ¿Qué ocurre?
Alexander le miró y puso una mano sobre su hombro.
- Es Martha.
- ¿Mi madre? ¿Qué le ha pasado?
- No lo tengo claro, pero está ingresada desde ayer.
- ¿Por qué no me lo has dicho antes? – gritó Richard.
- ¿Habría cambiado algo de habértelo dicho? No podíamos hacer nada, sólo habría servido para ponerte más nervioso.
Richard le miró con fastidio. Seguía tratándole como a un crío. Ese hombre había olvidado que se había perdido esa etapa de su vida y no iba a recuperarla jamás. Apremió al taxista prometiéndole una buena propina si esquivaba el intenso tráfico de entrada a Manhattan y agradeció en silencio que Alexander no se lo hubiese dicho, o le habría faltado aire en el avión.
Después de unos incómodos minutos de silencio, mientras el escritor recordaba la conversación telefónica que había oído a su padre, decidió preguntar.
- ¿Quién te avisó?
- La agencia. Siempre han tenido orden de hacerlo si os ocurría algo.
- ¿Has abandonado?
- Sí, ya lo oíste. Ya he dado todo al trabajo.
Richard giró su cara y perdió su mirada en las afueras de Nueva York.
Nueva York. Hospital Presbyterian Weill Cornell.
A la pelirroja le había costado dormir incluso con las pastillas que Lanie le había facilitado. Estaba demasiado preocupada. Unas profundas ojeras se marcaban bajo sus enrojecidos ojos. Había llorado durante gran parte de la noche, quedándose dormida al fin cuando Katherine, preocupada por ella, había llegado hasta su habitación y se había sentado junto a ella, abrazándola. En aquel momento la chica sólo pudo pedirle que se quedase a su lado, y finalmente ambas pudieron dormir durante un par de horas.
Y ahora estaban allí, esperando a que el doctor Weistein les informase sobre el estado Martha.
Ni Jim ni Lanie estaban con ellas. Lanie había recibido un aviso de madrugada y Jim había prometido ir por la tarde.
Tal y como les prometió Josh, el doctor Weistein acudió puntual para informales del estado de Martha. Había pasado la noche tranquila y aunque se encontraba bajo los efectos de tranquilizantes estaba despierta a intervalos.
- Podrán verla durante unos minutos – les dijo el médico – tiene que descansar lo máximo posible. Sólo permitiremos la entrada de uno en uno.
Katherine empujó levemente a Alexis para que entrase primero y la esperó sentada en la sala que le habían indicado, una sala cuya pared se había sustituido en su parte superior por cristal y que permitía ver las caras de quienes pasaban por el pasillo.
Alexis entró en la habitación con sumo cuidado. Martha tenía los ojos cerrados y el pitido de la máquina a la que estaba conectada, seguía con su cadencia como la noche anterior. La joven se acercó y besó a su abuela en la mejilla. Martha respondió abriendo los ojos con pesadez y al comprobar de quien se trataba esbozó una sonrisa.
- Cariño… te he dado un buen susto.
- Shss… no importa abuela. ¿Cómo te encuentras?
- Vieja y enfadada.
- ¿Por qué?
- Debo tener un aspecto horrible sin maquillaje y con mi pelo aplastado.
Alexis sonrió. Esa era la mejor respuesta que podía oír de su abuela. Todo estaba en orden si la gran Martha Rodgers estaba preocupada por el aspecto que tenía. Continuaron hablando durante unos minutos, Alexis había omitido comentar nada de lo que había pasado la noche anterior con Katherine y que había provocado que estuviese en ese estado.
- ¿Dónde está Katherine? – preguntó Martha.
- Esperando fuera.
- Quiero que entre, pobre muchacha, tu padre ha sido un tonto.
- Debes descansar abuela.
- Cariño, esos dos se quieren, no podemos permitir que ella se hunda ahora.
- Abuela… No es el momento, debes recuperarte.
- Hazme caso y habla con Lanie, ella sabrá qué hacer.
- Abuela, debes descansar, voy a irme. Ahora entrará Katherine.
- Si cariño… - dijo Martha cerrando los ojos.
Alexis volvió a besarla en la mejilla y salió de la habitación buscando a Katherine que se puso en pie de inmediato cuando vio aparecer la cabeza de la joven por el pasillo.
- ¿Cómo está?
- Creo que mejor, preocupada por su aspecto.
Katherine sonrió.
- ¿Puedo verla?
- Claro… Ha preguntado por ti.
- No tardaré, así podrás volver a entrar.
- Tranquila, debe descansar.
Katherine entró despacio en la habitación, no sabía muy bien que hacer, Martha tenía los ojos cerrados. Miró a su alrededor comprobando la máquina que registraba sus constantes y cuando su vista volvió a Martha, la encontró con los ojos abiertos y sonriéndola.
- Hola querida.
- Martha… - le dijo ella cogiéndole la mano.
- Ni se te ocurra pensar que todo esto ha sido culpa tuya – le dijo antes que pudiese hablar – caemos enfermos cuando tenemos que hacerlo, no es culpa de nadie.
- Martha.
- Querida, siento mucho que encontrases a mi hijo en esa situación – le dijo muy despacio.
- No importa… ¿Cómo te encuentras?
- Me encontraré mejor cuando me digas que vas a perdonarle – admitió la mujer apretándole la mano.
Katherine la sonrió levemente. Estaba tan dolida.
- No tengo que perdonarle nada Martha, era libre de estar con quien quisiera.
- Richard no es el mismo desde que te conoce, no entiendo su comportamiento.
- Martha, debes descansar, no debes preocuparte por nada.
- Sí – dijo Martha cuyos párpados cayeron pesadamente – estoy cansada.
- Ahora volverá Alexis y está tarde volveremos a verte.
Martha asintió sin abrir los ojos, sumida en el sopor inducido por la medicación. Katherine soltó su mano y se dispuso a salir.
- Katherine – dijo Martha provocando que la agente se girase para mirarla - él te quiere demasiado como para hacerte daño, tú eres lo mejor que le ha pasado.
Martha no dijo nada más y ella se quedó unos instantes parada y confundida con el pomo de la puerta en su mano. Lo que le acababa de decirle era lo que ella pensaba del escritor desde hacía mucho tiempo, él era lo mejor que la había pasado. Pero ahora no se trataba de ella, ahora era él quien la había olvidado. Giró la mano y abrió la puerta dirigiéndose a la sala de espera y sorprendiéndose al no ver allí a Alexis. Pensó que quizá podría haber ido al baño y se sentó allí para esperarla.
Miró por la ventana y no pudo creer lo que estaba viendo, Alexis acompañada de un Richard demasiado serio. El corazón le dio un vuelco y se puso en pie, allí estaba él, casi irreconocible con esa barba y ese pelo oscuro salpicados de canas, bronceado, con traje, corbata y más atractivo que nunca.
Richard la miró y se paró un instante, girándose después para mirar atrás y pocos segundos después una mujer rubia se lanzaba a sus brazos. Por un momento pensó que su corazón se saldría de su pecho cuando descubrió de quien se trataba. Era Gina. Otra vez Gina.
Alexis entró en la sala de espera acompañada de Alexander.
- Katherine – le dijo la chica – él es mi abuelo, Alexander.
- Hola – atinó a decir ella después de unos segundos sin reaccionar y sin dejar de mirar a Richard le extendió la mano.
- Vaya… He oído hablar mucho de ti – le dijo el agente correspondiendo al saludo y consiguiendo que ella le mirase a los ojos.
- Ya… Bueno… Lamento no poder decir lo mismo – dijo ella nerviosa.
Alexander sonrió y Katherine pensó que aunque sus ojos no eran del mismo color, padre e hijo compartían su particular forma de sonreír con los mismos. Ella correspondió a la sonrisa, volviendo de nuevo al mundo.
- Deberías entrar a ver a la abuela – intervino Alexis dirigiéndose a Alexander.
- No. No sería lo adecuado dado su estado. Hace años que no nos vemos y no quiero alterarla, será mejor dejarlo para otro momento.
Alexis asintió algo decepcionada, pero admitiendo que era la mejor opción.
- Alexis – dijo Katherine – me acaban de llamar de comisaría – mintió – y ahora que tu padre está aquí…
- Por favor Katherine… - dijo la joven sabiendo que intentaba huir.
- Debo marcharme – aseguró Katherine – encantada de haberte conocido – le dijo a Alexander -. Te llamaré más tarde.
- ¿Vendrás para la visita de esta tarde?... Por favor…
Katherine asintió. Jim había prometido pasar por la tarde, al igual que Lanie y seguro que Javi la acompañaría, eso conseguiría que estuviese más cómoda.
- Tengo que marcharme.
Salió de la sala en dirección contraria a donde estaba Richard, que seguía siendo consolado por Gina.
Salió del hospital con los ojos inundados de lágrimas y paró un taxi.
- A Brooklyn, al cementerio de Green Wood por favor – le dijo al taxista.
Una enfermera pidió a Richard y a Gina que despejasen el pasillo y pasasen a la sala de espera. Gina se despidió, tenía que recoger unas pruebas. Richard entró a la sala, y al hacerlo, el escritor se dio cuenta que Katherine no estaba allí. Con la mirada interrogó a Alexis.
- Ha tenido que marcharse, una llamada.
Richard asintió apesadumbrado.
- Deberías entrar antes de que no nos dejen hacerlo – le dijo la joven refiriéndose a su abuela.
Martha tenía los ojos abiertos cuando su hijo accedió a la habitación. Le miró como si no creyese lo que estaba viendo y tras un instante le reconoció.
- ¡Hijo!
- ¿Qué tal estás? ¿Por qué nos das estos sustos madre? – dijo acercándose y besándola en la frente.
- Cariño, me alegro tanto de verte – le dijo Martha casi en un susurro - ¿Qué le ha pasado a tu pelo?
- Mi padre – dijo sonriendo – no quería que nadie reconociese a Richard Castle.
- Entiendo.
- ¿Vas a volver a irte? – preguntó sin poder remediarlo.
- No. No madre. No volveré a marcharme.
- ¿Has visto a Katherine?
- Sí.
- Tenéis que hablar Richard.
- Madre, no te preocupes por nada, debes descansar.
- Ella te quiere cariño.
- Lo sé…
- No pierdas el tiempo, pasa tan deprisa que cuando te quieras dar cuenta será demasiado tarde…
- Debes descansar, volveremos por la tarde – le dijo volviendo a besar su frente.
- Sí.
- Alexander está aquí ¿Quieres verle? – preguntó en voz muy bajita al ver que ella cerraba los ojos.
- No cariño, ahora no estoy presentable.
- Esta es mi madre – dijo él sonriendo y acariciando su mejilla – volveremos en unas horas.
Alexis abrió la puerta dejando que su padre y su abuelo entrasen al loft.
- Te enseñaré el cuarto de invitados - dijo Alexis a su abuelo y este asintió.
- Por lo que veo no habéis hecho destrozos durante mi ausencia – dijo Richard intentando bromear para relajar a Alexis.
- ¡Oh! Papá… Katherine… Ella duerme en tu habitación.
- ¡Ah! – dijo Richard – comprendo… No te preocupes, cogeré mis cosas y dormiré en la habitación de la abuela.
- Y… ¿Vuestro equipaje? – señaló Alexis a ambos.
- Es una larga historia – dijo Richard mirando a su padre – te dejaré algo mío
Katherine sentada en el frío suelo, apoyaba la espalda contra el lateral de la lápida de su madre mientras lloraba amargamente.
Su mundo se había desmoronado por completo. Otra vez Gina. No podía dejar de recordar la cara con la que Richard la abrazaba y hablaba con ella. No sabía cuanto tiempo llevaba allí sentada, sus piernas estaban entumecidas y su pantalón vaquero estaba mojado por la humedad de la hierba. Miró su reloj, pronto cerrarían. Se levantó, limpiándose las lágrimas y comenzó a andar hacia la salida. Había prometido volver al hospital.
Josh, hablaba con el grupo sobre los pequeños avances de Martha. Para alegría de todos parecía que todo podría quedar en un susto, no obstante, Josh, cauteloso, recomendaba esperar veinticuatro horas más para poder asegurarlo. Richard le dio las gracias, aunque no gozaban de mutua simpatía, no podía desear que su madre estuviese bajo el cuidado de otro médico. Sabía que Josh era de los mejores en su campo.
Lanie volvió a marcar el número de Katherine en su móvil sin obtener respuesta. Era la hora de la visita y ella no estaba allí. Alexis les contó que había recibido una llamada de trabajo y se había marchado. Lanie, aunque no lo creyó, no quiso decir nada y cuando interrogó a Javi con la mirada, este la negó en un gesto que pasó desapercibido para el resto.
Uno a uno, fueron pasando para ver a Martha. Richard había decidido pasar el último, y Alexander, aunque les había acompañado, no entraría a verla.
Cuando llegó el turno de Richard, Katherine aún no había aparecido por allí y el escritor entró en la habitación.
Las puertas del ascensor se abrieron y Katherine casi chocó con Josh.
- Me alegro de verte – le dijo sonriéndola – aunque siento mucho lo de tu suegra.
- Bueno, Martha no es… Da igual… Yo también me alegro de verte Josh y que seas tú quien se ocupa de ella.
- Me he enterado que dejaste la policía…
- Sí. Ahora trabajo para el FBI.
- Esa es una buena noticia, me alegra que se reconozca tu esfuerzo.
- ¿Qué ha sido de tu vida?
- Bueno… No te lo vas a creer – le dijo sonriendo y buscando algo en su móvil para mostrárselo
- ¿Qué?
- Tengo un hijo.
Katherine sonrió y le abrazó dándole la enhorabuena. Jamás había podido culpar a Josh de nada, ella sabía que había sido la culpable de todo, y él se había comportado como un verdadero amigo poniéndole las cartas sobre la mesa y haciéndola ver que estaba equivocada si seguía negando que amaba al escritor y no a él.
- Me alegra tanto – le dijo separándose y tomándole de las manos.
- Gracias – dijo Josh girando su cara hacia el fondo del pasillo y poniéndose serio.
Katherine le imitó al ver su expresión, descubriendo a Richard mirándoles con seriedad.
- Lo siento – se disculpó Josh mirándola.
- No te preocupes – dijo ella – las cosas no han funcionado.
- Debo irme… Me alegro mucho de verte.
- Y yo…
Katherine comenzó a andar en dirección a Richard, pero él ya había entrado en la sala de espera. Cuando ella entró Richard estaba de espaldas, hablando con Javi y Alexander y no se molestó en girarse para mirarla, cuando ella saludó. Su padre y Alexis hablaban sentados en un extremo de la sala.
Katherine se dirigió hasta Lanie que al verla guardó su móvil e hizo un gesto con las manos.
- Lo siento. Estaba en Green Wood.
Lanie asintió comprendiendo que no estaba bien.
- Cariño…
- ¿Puedo dormir en tu casa? – preguntó Katherine
- Claro… yo tengo que volver al trabajo pero… - dijo buscando en su bolso – aquí están, toma las llaves.
Lanie se giró al comprobar que una mano se había adelantado y la obligaba a guardar de nuevo las llaves en el bolso.
- Gracias Lanie, pero no irá – dijo Richard mirando a Katherine.
Katherine entrecerró los ojos sin entender que estaba pasando.
- Tú y yo nos debemos una conversación – le dijo Richard con autoridad tomándola de la mano.
/../
Gracias por leer hasta aquí. Como siempre, espero no defraudar a nadie.
Nos vemos el lunes y tan sólo quedará uno más.
Gracias a todos los que leéis. Mil gracias a los que además me alentáis con vuestros comentarios y ánimos.
Y por supuesto, millones de gracias a los que esperáis que lleguen las 22.00h para poder leer.
Supongo que no sabéis lo que ayudáis... ya os lo digo yo... si sigo, es por vosotros.
Por cierto, Estrella, hay que cumplir...
CAPITULO 17. MIEDO.
Villa Sofía. Urbanización la Veleta. Torrevieja.
Richard se sobresaltó al oír a Alexander hablar por teléfono. Miró el reloj, era media noche. Hasta ese momento no había visto alterarse así su padre. Intrigado, se levantó de la cama y fue acercándose a la habitación donde estaba el agente enzarzado en una discusión telefónica, se quedó en el pasillo cerca de la puerta.
- ¡Me da igual que seas mi superior! Advertí que era mi última misión y después de cincuenta años de servicio, es la primera vez que elijo y antepongo a mi familia antes que el trabajo. Lo siento Mike, tendrás que buscar a otro para ir a Grozni y abortar la entrega de armas.
Alexander guardó silencio, escuchando lo que su interlocutor estaba diciéndole. Richard podía oír el tono de la voz de la otra persona, pues también parecía enfadado y era bastante alto, pero no lo suficientemente claro como para comprender lo que decía. El agente asentía de vez en cuando.
- Mike, si. Es mi última palabra. Lo he dado todo. Es mi hora de dárselo a ellos.
Richard se sintió optimista, quizá su vuelta a Nueva York era más inminente de lo que temía en un principio.
- ¡Tú mismo tienes familia Mike! No me amenaces, a estas alturas de mi vida tus amenazas son bolitas de papel para mí. Te he dicho que era mi última misión y no hay nada más que hablar. Me apostaría lo que tengo porque no quieres molestar a nadie de los que están en sus casas celebrando Acción de Gracias. ¿Quieres que te recuerde cuantas me he perdido yo?
Richard dejó de oír a la otra persona. Quizá había entrado en razón con las palabras de Alexander y había rebajado el tono.
- No te preocupes, iré a Washington en cuanto se solucione todo en Nueva York.
¿Qué es lo que ocurriría en Nueva York?
- Gracias Mike… Yo también espero que todo salga bien.
Richard oyó como Alexander soltaba el aire de sus pulmones y se apretó contra la pared dando un pequeño paso para alejarse sin ser descubierto.
- ¡Richard entra de una vez!
- Pero… ¿Cómo sabías? – dijo el escritor asomándose por la puerta.
- De novato… tú sombra.
- ¿Qué ocurre? – preguntó mientras observaba al agente desmontar y recoger a toda prisa el equipo informático.
- Nos vamos de inmediato a Nueva York.
Richard no sabía si seguir preguntando o salir corriendo a la calle para llegar cuanto antes al aeropuerto.
- ¿Los chechenos?
- Harán la entrega en Grozni en cuarenta y ocho horas, han llegado a un acuerdo, mujeres para su red aquí y distribución de droga allí, a cambio de armas.
- ¿Qué ocurre en Nueva York? – preguntó intrigado - ¿No tendrías que ir a Grozni?
Alexander le miró mientras terminaba de recoger el equipo y meterlo en una maleta.
- Vístete y trae tu mochila, tengo que revisar tu documentación.
Le fastidiaba que le tratase así, parecía un chiquillo.
- ¿Quieres darte prisa? – le apremió al ver que se quedaba parado – No tenemos tiempo.
Richard fue hasta la que había sido su habitación, abrió el armario y sacó la mochila de viaje, eligiendo unos vaqueros, un jersey de cuello vuelto, unos cómodos zapatos y una americana oscura. Volvió de nuevo a la habitación de Alexander. El agente mientras tanto, había extendido sobre la cama un fajo de billetes euros y otro de dólares, dos armas y al menos una decena de pasaportes de diferentes países.
Richard le entregó su mochila, Alexander la vació sobre la cama. El pasaporte que había utilizado para entrar a España, una botella de agua vacía y una chocolatina, pañuelos de papel y aspirinas, todo con etiquetas españolas, preparado para salir de allí cuando fuese necesario.
Alexander revisó uno de los pasaportes que tenía sobre la cama y se lo dio junto a la mitad del fajo de billetes de euro y el de dólares. Richard abrió el pasaporte para revisar la primera página del mismo. Ahora era estadounidense y se llamaba Anthony Robertson y habría llegado a Madrid unos días antes. Alexander eligió otro pasaporte para él y metió el resto en la maleta junto al equipo que ya había guardado y las dos armas y la cerró. Guardó en su propia mochila el dinero y su pasaporte.
- Nos vamos.
El escritor subió al coche en completo silencio, sabiendo que si Alexander no decía nada, era porque no tenía ninguna intención de hablar por mucho que él insistiese en hacer preguntas.
- ¿No vamos al aeropuerto? – preguntó Richard casi una hora después cuando vio como pasaban de largo el desvío para Alicante y el aeropuerto y seguían una carretera en dirección a la capital.
- No hay vuelos nocturnos y no podemos viajar con las armas. No tengo contactos para dejar nada aquí, todo ha sido precipitado, tenemos que viajar en coche hasta Madrid.
Richard suspiró, eso al menos retrasaba el viaje dos o tres horas, pero no le importaba, al menos iban rumbo a Nueva York y allí estaría seguro ella. Miró su reloj, en ese momento seguramente estaría cenando con su padre. Por un momento se preguntó que sería de Alexis y Martha, seguro que estarían cenando juntas, o al menos eso esperaba. Cuando se embarcó en el viaje con su padre, no pensaba que podría perderse Acción de Gracias.
- Duerme. En unas tres horas estaremos allí – le dijo Alexander.
Richard agradeció que en esta ocasión su papel fuese el de empresarios y pudiesen hacer el viaje en un potente Mercedes de gama alta en vez de los trastos viejos con los que Alexander solía moverse. Se acomodó en el asiento observando como su padre conducía con presteza y sobrepasaba de lejos el límite marcado por las señales de tráfico. Cerró los ojos intentando hacer un cálculo de cuantas millas por hora eran los 120 kilómetros que marcaban las señales, y en cuanto, en millas, estaba su padre violando la ley al ir a 180 y mientras se perdía intentando recordar equivalencias se quedó dormido.
Alexander tenía la intención de llegar al aeropuerto cuanto antes, un avión privado fletado por la agencia de seguridad les estaba esperando preparado para salir hacia Nueva York de inmediato.
Nueva York. Hospital Presbyterian Weill Cornell.
Katherine estaba sentada en una de las incómodas sillas de plástico de la sala de espera de urgencias, tenía los codos apoyados sobre sus muslos, su cuerpo inclinado hacía delante y en sus manos un café, frío ya. Su mirada fija en un punto entre sus pies, en el suelo.
Alexis volvió del baño y la agente se tensó cuando ésta llegó a su lado y se sentó junto a ella. Ninguna decía nada. Ambas estaban demasiado preocupadas como para poder mantener cualquier tipo de conversación.
Jim paseaba de un lado a otro, sin quitar ojo ni a su hija, ni a la que casi consideraba su nieta. Por un momento a su mente volvieron las imágenes, que en ese mismo hospital, se habían dado un par de años antes, cuando su Katie ingresó gravemente herida. Deseó que todo saliese bien, como pasó entonces.
Un rápido taconeo resonó por el pasillo y tanto Katherine como Alexis levantaron su mirada dirigiéndose a la causante del ruido. Lanie se acercaba a toda prisa.
- ¿Qué ha ocurrido? – preguntó nerviosa la forense sin ni siquiera llegar a su lado.
- ¡Lanie! – dijo Alexis levantándose y abrazándola – Es la abuela, de repente ha caído desplomada.
- ¿Quién es su médico? – preguntó con la intención de buscar información entre alguno de los conocidos del hospital.
- No lo sabemos, no nos han dicho nada aún – intervino Jim.
- Iré a ver si consigo información – dijo mientras se alejaba por el mismo pasillo.
Katherine volvió a inclinarse hacía delante, sumiéndose en sus pensamientos. Alexis le puso una mano sobre su hombro.
- Tú no tienes la culpa – le dijo suavemente.
Ella levantó la mirada, encontrándose con la de la pelirroja, esos ojos azules que tanto le recordaban a los de su padre.
- No tenía que haber dicho nada, los problemas entre tu padre y yo, tenían que haber quedado entre nosotros.
- Estabas dolida… Y te sinceraste con nosotras.
- No debí…
- ¿De verdad crees que a la abuela puede sorprenderla algo que haya hecho mi padre en su dormitorio? Hasta yo conozco su pasado de modelos y actrices interesadas en dejarse ver junto a él al precio que fuese y si era dentro de su cama, mejor.
- Yo la disgusté…
- No digas tonterías. La abuela es mayor y digamos que su vida no ha llevado un orden estricto, tú sabes su falta de horarios, su exceso de juergas y lo poco que cuida su alimentación, tú no tienes la culpa de nada, tú no eres quién la obliga a ir a fiestas y a llevar la vida que lleva.
- Pero si yo no hubiese dicho…
- Katherine, si le ha pasado es porque tenía que pasar. No te culpes por favor.
- Lo siento… Estoy más preocupada por mí que por ti – le dijo abrazándola – soy una egoísta, lo siento Alexis.
- Gracias por estar aquí, yo sólo les tengo a ellos…
- Y también por mi culpa tu padre no está aquí – añadió Katherine.
- No empieces de nuevo. Fue él quién decidió marcharse.
Alexis no se soltó del abrazo de Katherine. Necesitaba ese contacto, saber que alguien más estaba con ella y aunque intentase mantener la compostura, en el fondo no era más que una joven que empezaba a darse de bruces contra los designios de la vida.
- ¿Has llamado a tu madre? – le preguntó Katherine.
- ¿Para qué? Ella y la abuela no se aguantan. Nunca se llevaron bien, y si a mi madre le diese por venir y la abuela se enterase, no se recuperaría.
Katherine sonrió. Recordó la última vez que vio a Meredith y la distancia e hipocresía con la que Martha y ella se trataron.
- Katherine…
- Dime.
- ¿Podrías localizar a papá? – preguntó la pelirroja con cuidado.
- La persona que me ayudó a hacerlo lo está intentando.
- Gracias.
Ambas volvieron a quedarse en silencio, Katherine rodeaba los hombros de Alexis acercándola contra ella.
Unos minutos más tarde el mismo repiqueteo de tacones las sacó de sus pensamientos. Lanie volvía y mucho más relajada.
- ¿Sabes algo? – preguntó la pelirroja con ansiedad.
- Están haciéndole pruebas, parece una isquemia miocárdica.
- ¿Es grave?
- Sí. Pero ahora mismo está consciente y han empezado a tratarla. No podemos saber mucho más hasta que no pase el tiempo. Estará en cuidados intensivos durante al menos 24 horas.
- ¿Podré verla?
- Eso no depende de mí cariño, depende de su médico, aunque tratándose de quién es, supongo que no te pondrá ninguna pega para que lo hagas unos minutos.
- ¿Quién es su médico? – preguntó Katherine.
- Puede que no te creas quién estaba de guardia cuando la trajisteis.
Katherine hizo un gesto de sorpresa con su cara.
- ¿Josh? – preguntó con los ojos muy abiertos.
- Sí. Davidson. Así que, Martha está en buenas manos.
Alrededores del aeropuerto de Barajas. Madrid.
Richard se despertó sobresaltado al notar como el coche comenzaba a detenerse. Miró a su alrededor, no sabía muy bien donde estaban, parecía que era una zona industrial. Consultó la hora, eran las cuatro de la mañana.
- ¿Dónde estamos?
- Cerca del aeropuerto.
Pensó que su padre no le había mentido, debió de volar por la carretera saltándose todos los límites de velocidad, porque apenas habían pasado tres horas y habían recorrido algo más de cuatrocientos kilómetros.
Alexander aparcó el coche en una calle desierta, al lado de un Audi A6 de color plata y cogiendo su mochila salió y abrió el maletero del Audi.
Richard le miró sin saber muy bien que hacía.
- Deprisa, ponte esto – le dijo a Richard entregándole un traje gris, camisa blanca y corbata azul oscura.
Richard había aprendido a no discutir ninguno de sus mandatos, hizo lo que le pedía, desnudándose en mitad de la desierta calle y poniéndose después los calcetines y zapatos que le entregaba su padre.
Por su parte Alexander hacía lo mismo, vistiendo un traje de color azul oscuro, una camisa blanca y corbata granate.
Metieron la ropa que llevaban hasta ese momento en una gran bolsa de deporte y cambiaron sus mochilas por sendos maletines, metiendo el dinero y la documentación en ellos y dejando las mochilas vacías y la bolsa en el maletero del Mercedes en el que habían llegado hasta allí, junto a la maleta con el equipo informático y las armas.
- Vámonos
- ¿Y eso se queda ahí? – dijo refiriéndose al contenido del maletero.
- Se ocuparán de ello.
Subieron al Audi y Richard descubrió que estaban muy cerca del aeropuerto. Alexander se dirigió a la terminal ejecutiva, aparcó el coche y se dirigió al pabellón de acceso. En la puerta del mismo, les esperaba un joven al que Alexander saludó identificándose con su nombre falso y le siguieron por el interior de la terminal hasta los controles de acceso.
Veinte minutos después el jet privado cuya propiedad figuraba a nombre de una empresa multinacional inexistente con sede en Las Islas Caimán, despegaba de Madrid con rumbo a Nueva York, con dos supuestos ejecutivos de la compañía en su interior.
- Dormiré hasta que lleguemos – le dijo Alexander – y creo que deberías hacer lo mismo, el vuelo durará unas siete horas.
- Ahora no tengo sueño – contestó Richard.
Alexander se encogió de hombros y se levantó para adaptar su asiento convirtiéndolo en una cómoda cama. Se quitó la chaqueta dejándola sobre uno de los asientos libres y sacó una manta y una almohada de un compartimento, se descalzó y se tumbó sobre el asiento, cerrando las ventanillas cercanas y apagando la luz.
Al poco rato dormía profundamente. Richard se levantó y caminó hasta la parte trasera, llegó hasta la pequeña cocina y se preparó un café, volvió a su asiento dándole vueltas a como podría explicarse ante Katherine. La verdad es que no había sido un acierto salir a abrir la puerta de aquella guisa. Pero en ningún momento llegó a pensar que ella iría a buscarle.
El tema era muy complicado, su relación era un largo tira y afloja por ambas partes, y él lo sabía. Reconocía que después de tanto tiempo detrás de ella, justo cuando por fin consiguen estar juntos, él se había relajado demasiado y ella era la que había tomado la iniciativa en muchas ocasiones. Y cuando por fin, después de mucho pensarlo y sin querer estropearlo, le había pedido que se casaran, ella seguramente cansada, se negó.
Katherine no tenía ni idea de la profundidad de sus sentimientos por ella, si la había dado ese ultimátum el último día que la vio, era porque no podía más. No quería perderla y no quería que ella perdiese el tiempo en un trabajo que no era con el que había soñado. Es más, si por él fuese, ella no tendría que volver a trabajar nunca, podría dedicarse a hacer lo que quisiera mientras él escribía. Sus ganancias se lo permitían. Aunque sabía que eso era misión imposible, ella era demasiado independiente como para aceptar vivir mantenida. Sumido en esos pensamientos, finalmente reclinó su asiento y se durmió.
Nueva York. Hospital Presbyterian Weill Cornell.
Josh se acercó hasta ellos con una tímida sonrisa. Alexis se levantó como un resorte al verle.
- ¿Cómo está? – preguntó la pelirroja.
- Sedada. Necesita descansar.
- ¿Se recuperará?
- Es pronto para decir nada, es necesario esperar, si durante las siguientes veinticuatro horas no se repite, podremos decir que únicamente se trata de un aviso y tendrá que cambiar sus hábitos de vida.
- ¿Y si se repitiese?
- Esperaremos el resultado de las pruebas, en la mayor parte de los casos se soluciona con un by pass arterial, pero es pronto para saberlo, debemos esperar. Ahora puedes verla durante unos minutos.
- Gracias.
- Después os marcharéis a casa, se quedará en observación. Debéis ir a descansar, mañana el Doctor Weistein os informará de cómo ha pasado la noche. Yo volveré por la tarde. La enfermera os informará de los horarios de visita.
Katherine le sonrió. El busca del doctor comenzó a sonar y se excusó para salir a toda prisa por uno de los pasillos.
Alexis entró en la habitación que habían asignado a su abuela. Tan sólo podía verla durante unos minutos, Josh le había dado permiso para una visita rápida. Martha estaba conectada a un equipo de medición de ritmo cardiaco. El pitido de su corazón parecía estable. Alexis se acercó y acarició su mano. Martha tenía los ojos cerrados, sedada.
En ese momento la pelirroja fue consciente del peligro que corría su abuela. Se sentó a su lado y comenzó a llorar en silencio. Y su padre no estaba allí.
Pasados unos minutos y tras tranquilizarse, salió de la habitación después de darle un beso en la mejilla a su abuela.
- Podemos irnos – dijo al verles.
- ¿Cómo la has visto? – preguntó Jim.
- Está dormida.
- Vamos – le dijo Katherine rodeándole los hombros – te dejaré en casa para que descanses.
- Katherine… ¿No piensas dormir allí?
- Alexis… creo que después de lo que ha ocurrido con tu padre…
- ¡Por favor Katherine! – suplicó la chica – No quiero quedarme sola.
Katherine la miró. No podía dejarla sola. Ahora mismo era la persona más cercana que tenía.
- Lanie ¿Podrías llevar a mi padre a su casa?
- Claro – dijo la forense agarrándose del brazo de Jim.
Media hora después Katherine y Alexis entraban en el loft. Durante el trayecto Alexis había convencido a la agente para que se quedase en su casa hasta que encontrase un apartamento, alegando que si su abuela se enteraba de que se había marchado se llevaría un gran disgusto.
Katherine terminó por aceptar su propuesta, en parte porque no iba a dejar a Alexis sola y en parte porque prefería quedarse allí antes que en el apartamento de su padre o en la casa de Lanie. Había considerado el loft del escritor como su hogar durante el tiempo que ambos estuvieron juntos. Se sentía cómoda allí.
- ¿Sabes? – le dijo la chica abriendo la nevera para sacar leche – Nos hemos librado de una buena.
- ¿Si? – pregunto sin saber a que se refería.
- Iba a cocinar la abuela.
Ambas rieron mientras tomaban un chocolate antes de meterse en la cama para intentar descansar.
Katherine se metió en la cama. A su mente venían toda clase de imágenes en aquella habitación junto a Richard. Comenzó a llorar empapando la almohada. Le necesitaba en su vida.
Aeropuerto John Fitzgerald Kennedy. Nueva York. Siete horas después.
Richard siguió a Alexander que se movía a toda prisa por el aeropuerto en busca de la salida. Él también tenía ganas de salir de allí y volver a su casa, no entendía porque su padre estaba tan nervioso. Salieron a la calle y Alexander paró a un taxi.
- Al Hospital Presbyterian Weill Cornell – le dijo al taxista.
- ¿Hospital? – preguntó Richard al oírlo - ¿Qué ocurre?
Alexander le miró y puso una mano sobre su hombro.
- Es Martha.
- ¿Mi madre? ¿Qué le ha pasado?
- No lo tengo claro, pero está ingresada desde ayer.
- ¿Por qué no me lo has dicho antes? – gritó Richard.
- ¿Habría cambiado algo de habértelo dicho? No podíamos hacer nada, sólo habría servido para ponerte más nervioso.
Richard le miró con fastidio. Seguía tratándole como a un crío. Ese hombre había olvidado que se había perdido esa etapa de su vida y no iba a recuperarla jamás. Apremió al taxista prometiéndole una buena propina si esquivaba el intenso tráfico de entrada a Manhattan y agradeció en silencio que Alexander no se lo hubiese dicho, o le habría faltado aire en el avión.
Después de unos incómodos minutos de silencio, mientras el escritor recordaba la conversación telefónica que había oído a su padre, decidió preguntar.
- ¿Quién te avisó?
- La agencia. Siempre han tenido orden de hacerlo si os ocurría algo.
- ¿Has abandonado?
- Sí, ya lo oíste. Ya he dado todo al trabajo.
Richard giró su cara y perdió su mirada en las afueras de Nueva York.
Nueva York. Hospital Presbyterian Weill Cornell.
A la pelirroja le había costado dormir incluso con las pastillas que Lanie le había facilitado. Estaba demasiado preocupada. Unas profundas ojeras se marcaban bajo sus enrojecidos ojos. Había llorado durante gran parte de la noche, quedándose dormida al fin cuando Katherine, preocupada por ella, había llegado hasta su habitación y se había sentado junto a ella, abrazándola. En aquel momento la chica sólo pudo pedirle que se quedase a su lado, y finalmente ambas pudieron dormir durante un par de horas.
Y ahora estaban allí, esperando a que el doctor Weistein les informase sobre el estado Martha.
Ni Jim ni Lanie estaban con ellas. Lanie había recibido un aviso de madrugada y Jim había prometido ir por la tarde.
Tal y como les prometió Josh, el doctor Weistein acudió puntual para informales del estado de Martha. Había pasado la noche tranquila y aunque se encontraba bajo los efectos de tranquilizantes estaba despierta a intervalos.
- Podrán verla durante unos minutos – les dijo el médico – tiene que descansar lo máximo posible. Sólo permitiremos la entrada de uno en uno.
Katherine empujó levemente a Alexis para que entrase primero y la esperó sentada en la sala que le habían indicado, una sala cuya pared se había sustituido en su parte superior por cristal y que permitía ver las caras de quienes pasaban por el pasillo.
Alexis entró en la habitación con sumo cuidado. Martha tenía los ojos cerrados y el pitido de la máquina a la que estaba conectada, seguía con su cadencia como la noche anterior. La joven se acercó y besó a su abuela en la mejilla. Martha respondió abriendo los ojos con pesadez y al comprobar de quien se trataba esbozó una sonrisa.
- Cariño… te he dado un buen susto.
- Shss… no importa abuela. ¿Cómo te encuentras?
- Vieja y enfadada.
- ¿Por qué?
- Debo tener un aspecto horrible sin maquillaje y con mi pelo aplastado.
Alexis sonrió. Esa era la mejor respuesta que podía oír de su abuela. Todo estaba en orden si la gran Martha Rodgers estaba preocupada por el aspecto que tenía. Continuaron hablando durante unos minutos, Alexis había omitido comentar nada de lo que había pasado la noche anterior con Katherine y que había provocado que estuviese en ese estado.
- ¿Dónde está Katherine? – preguntó Martha.
- Esperando fuera.
- Quiero que entre, pobre muchacha, tu padre ha sido un tonto.
- Debes descansar abuela.
- Cariño, esos dos se quieren, no podemos permitir que ella se hunda ahora.
- Abuela… No es el momento, debes recuperarte.
- Hazme caso y habla con Lanie, ella sabrá qué hacer.
- Abuela, debes descansar, voy a irme. Ahora entrará Katherine.
- Si cariño… - dijo Martha cerrando los ojos.
Alexis volvió a besarla en la mejilla y salió de la habitación buscando a Katherine que se puso en pie de inmediato cuando vio aparecer la cabeza de la joven por el pasillo.
- ¿Cómo está?
- Creo que mejor, preocupada por su aspecto.
Katherine sonrió.
- ¿Puedo verla?
- Claro… Ha preguntado por ti.
- No tardaré, así podrás volver a entrar.
- Tranquila, debe descansar.
Katherine entró despacio en la habitación, no sabía muy bien que hacer, Martha tenía los ojos cerrados. Miró a su alrededor comprobando la máquina que registraba sus constantes y cuando su vista volvió a Martha, la encontró con los ojos abiertos y sonriéndola.
- Hola querida.
- Martha… - le dijo ella cogiéndole la mano.
- Ni se te ocurra pensar que todo esto ha sido culpa tuya – le dijo antes que pudiese hablar – caemos enfermos cuando tenemos que hacerlo, no es culpa de nadie.
- Martha.
- Querida, siento mucho que encontrases a mi hijo en esa situación – le dijo muy despacio.
- No importa… ¿Cómo te encuentras?
- Me encontraré mejor cuando me digas que vas a perdonarle – admitió la mujer apretándole la mano.
Katherine la sonrió levemente. Estaba tan dolida.
- No tengo que perdonarle nada Martha, era libre de estar con quien quisiera.
- Richard no es el mismo desde que te conoce, no entiendo su comportamiento.
- Martha, debes descansar, no debes preocuparte por nada.
- Sí – dijo Martha cuyos párpados cayeron pesadamente – estoy cansada.
- Ahora volverá Alexis y está tarde volveremos a verte.
Martha asintió sin abrir los ojos, sumida en el sopor inducido por la medicación. Katherine soltó su mano y se dispuso a salir.
- Katherine – dijo Martha provocando que la agente se girase para mirarla - él te quiere demasiado como para hacerte daño, tú eres lo mejor que le ha pasado.
Martha no dijo nada más y ella se quedó unos instantes parada y confundida con el pomo de la puerta en su mano. Lo que le acababa de decirle era lo que ella pensaba del escritor desde hacía mucho tiempo, él era lo mejor que la había pasado. Pero ahora no se trataba de ella, ahora era él quien la había olvidado. Giró la mano y abrió la puerta dirigiéndose a la sala de espera y sorprendiéndose al no ver allí a Alexis. Pensó que quizá podría haber ido al baño y se sentó allí para esperarla.
Miró por la ventana y no pudo creer lo que estaba viendo, Alexis acompañada de un Richard demasiado serio. El corazón le dio un vuelco y se puso en pie, allí estaba él, casi irreconocible con esa barba y ese pelo oscuro salpicados de canas, bronceado, con traje, corbata y más atractivo que nunca.
Richard la miró y se paró un instante, girándose después para mirar atrás y pocos segundos después una mujer rubia se lanzaba a sus brazos. Por un momento pensó que su corazón se saldría de su pecho cuando descubrió de quien se trataba. Era Gina. Otra vez Gina.
Alexis entró en la sala de espera acompañada de Alexander.
- Katherine – le dijo la chica – él es mi abuelo, Alexander.
- Hola – atinó a decir ella después de unos segundos sin reaccionar y sin dejar de mirar a Richard le extendió la mano.
- Vaya… He oído hablar mucho de ti – le dijo el agente correspondiendo al saludo y consiguiendo que ella le mirase a los ojos.
- Ya… Bueno… Lamento no poder decir lo mismo – dijo ella nerviosa.
Alexander sonrió y Katherine pensó que aunque sus ojos no eran del mismo color, padre e hijo compartían su particular forma de sonreír con los mismos. Ella correspondió a la sonrisa, volviendo de nuevo al mundo.
- Deberías entrar a ver a la abuela – intervino Alexis dirigiéndose a Alexander.
- No. No sería lo adecuado dado su estado. Hace años que no nos vemos y no quiero alterarla, será mejor dejarlo para otro momento.
Alexis asintió algo decepcionada, pero admitiendo que era la mejor opción.
- Alexis – dijo Katherine – me acaban de llamar de comisaría – mintió – y ahora que tu padre está aquí…
- Por favor Katherine… - dijo la joven sabiendo que intentaba huir.
- Debo marcharme – aseguró Katherine – encantada de haberte conocido – le dijo a Alexander -. Te llamaré más tarde.
- ¿Vendrás para la visita de esta tarde?... Por favor…
Katherine asintió. Jim había prometido pasar por la tarde, al igual que Lanie y seguro que Javi la acompañaría, eso conseguiría que estuviese más cómoda.
- Tengo que marcharme.
Salió de la sala en dirección contraria a donde estaba Richard, que seguía siendo consolado por Gina.
Salió del hospital con los ojos inundados de lágrimas y paró un taxi.
- A Brooklyn, al cementerio de Green Wood por favor – le dijo al taxista.
Una enfermera pidió a Richard y a Gina que despejasen el pasillo y pasasen a la sala de espera. Gina se despidió, tenía que recoger unas pruebas. Richard entró a la sala, y al hacerlo, el escritor se dio cuenta que Katherine no estaba allí. Con la mirada interrogó a Alexis.
- Ha tenido que marcharse, una llamada.
Richard asintió apesadumbrado.
- Deberías entrar antes de que no nos dejen hacerlo – le dijo la joven refiriéndose a su abuela.
Martha tenía los ojos abiertos cuando su hijo accedió a la habitación. Le miró como si no creyese lo que estaba viendo y tras un instante le reconoció.
- ¡Hijo!
- ¿Qué tal estás? ¿Por qué nos das estos sustos madre? – dijo acercándose y besándola en la frente.
- Cariño, me alegro tanto de verte – le dijo Martha casi en un susurro - ¿Qué le ha pasado a tu pelo?
- Mi padre – dijo sonriendo – no quería que nadie reconociese a Richard Castle.
- Entiendo.
- ¿Vas a volver a irte? – preguntó sin poder remediarlo.
- No. No madre. No volveré a marcharme.
- ¿Has visto a Katherine?
- Sí.
- Tenéis que hablar Richard.
- Madre, no te preocupes por nada, debes descansar.
- Ella te quiere cariño.
- Lo sé…
- No pierdas el tiempo, pasa tan deprisa que cuando te quieras dar cuenta será demasiado tarde…
- Debes descansar, volveremos por la tarde – le dijo volviendo a besar su frente.
- Sí.
- Alexander está aquí ¿Quieres verle? – preguntó en voz muy bajita al ver que ella cerraba los ojos.
- No cariño, ahora no estoy presentable.
- Esta es mi madre – dijo él sonriendo y acariciando su mejilla – volveremos en unas horas.
Alexis abrió la puerta dejando que su padre y su abuelo entrasen al loft.
- Te enseñaré el cuarto de invitados - dijo Alexis a su abuelo y este asintió.
- Por lo que veo no habéis hecho destrozos durante mi ausencia – dijo Richard intentando bromear para relajar a Alexis.
- ¡Oh! Papá… Katherine… Ella duerme en tu habitación.
- ¡Ah! – dijo Richard – comprendo… No te preocupes, cogeré mis cosas y dormiré en la habitación de la abuela.
- Y… ¿Vuestro equipaje? – señaló Alexis a ambos.
- Es una larga historia – dijo Richard mirando a su padre – te dejaré algo mío
Katherine sentada en el frío suelo, apoyaba la espalda contra el lateral de la lápida de su madre mientras lloraba amargamente.
Su mundo se había desmoronado por completo. Otra vez Gina. No podía dejar de recordar la cara con la que Richard la abrazaba y hablaba con ella. No sabía cuanto tiempo llevaba allí sentada, sus piernas estaban entumecidas y su pantalón vaquero estaba mojado por la humedad de la hierba. Miró su reloj, pronto cerrarían. Se levantó, limpiándose las lágrimas y comenzó a andar hacia la salida. Había prometido volver al hospital.
Josh, hablaba con el grupo sobre los pequeños avances de Martha. Para alegría de todos parecía que todo podría quedar en un susto, no obstante, Josh, cauteloso, recomendaba esperar veinticuatro horas más para poder asegurarlo. Richard le dio las gracias, aunque no gozaban de mutua simpatía, no podía desear que su madre estuviese bajo el cuidado de otro médico. Sabía que Josh era de los mejores en su campo.
Lanie volvió a marcar el número de Katherine en su móvil sin obtener respuesta. Era la hora de la visita y ella no estaba allí. Alexis les contó que había recibido una llamada de trabajo y se había marchado. Lanie, aunque no lo creyó, no quiso decir nada y cuando interrogó a Javi con la mirada, este la negó en un gesto que pasó desapercibido para el resto.
Uno a uno, fueron pasando para ver a Martha. Richard había decidido pasar el último, y Alexander, aunque les había acompañado, no entraría a verla.
Cuando llegó el turno de Richard, Katherine aún no había aparecido por allí y el escritor entró en la habitación.
Las puertas del ascensor se abrieron y Katherine casi chocó con Josh.
- Me alegro de verte – le dijo sonriéndola – aunque siento mucho lo de tu suegra.
- Bueno, Martha no es… Da igual… Yo también me alegro de verte Josh y que seas tú quien se ocupa de ella.
- Me he enterado que dejaste la policía…
- Sí. Ahora trabajo para el FBI.
- Esa es una buena noticia, me alegra que se reconozca tu esfuerzo.
- ¿Qué ha sido de tu vida?
- Bueno… No te lo vas a creer – le dijo sonriendo y buscando algo en su móvil para mostrárselo
- ¿Qué?
- Tengo un hijo.
Katherine sonrió y le abrazó dándole la enhorabuena. Jamás había podido culpar a Josh de nada, ella sabía que había sido la culpable de todo, y él se había comportado como un verdadero amigo poniéndole las cartas sobre la mesa y haciéndola ver que estaba equivocada si seguía negando que amaba al escritor y no a él.
- Me alegra tanto – le dijo separándose y tomándole de las manos.
- Gracias – dijo Josh girando su cara hacia el fondo del pasillo y poniéndose serio.
Katherine le imitó al ver su expresión, descubriendo a Richard mirándoles con seriedad.
- Lo siento – se disculpó Josh mirándola.
- No te preocupes – dijo ella – las cosas no han funcionado.
- Debo irme… Me alegro mucho de verte.
- Y yo…
Katherine comenzó a andar en dirección a Richard, pero él ya había entrado en la sala de espera. Cuando ella entró Richard estaba de espaldas, hablando con Javi y Alexander y no se molestó en girarse para mirarla, cuando ella saludó. Su padre y Alexis hablaban sentados en un extremo de la sala.
Katherine se dirigió hasta Lanie que al verla guardó su móvil e hizo un gesto con las manos.
- Lo siento. Estaba en Green Wood.
Lanie asintió comprendiendo que no estaba bien.
- Cariño…
- ¿Puedo dormir en tu casa? – preguntó Katherine
- Claro… yo tengo que volver al trabajo pero… - dijo buscando en su bolso – aquí están, toma las llaves.
Lanie se giró al comprobar que una mano se había adelantado y la obligaba a guardar de nuevo las llaves en el bolso.
- Gracias Lanie, pero no irá – dijo Richard mirando a Katherine.
Katherine entrecerró los ojos sin entender que estaba pasando.
- Tú y yo nos debemos una conversación – le dijo Richard con autoridad tomándola de la mano.
/../
Gracias por leer hasta aquí. Como siempre, espero no defraudar a nadie.
Nos vemos el lunes y tan sólo quedará uno más.
Anver- Policia de homicidios
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Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
C-como Lo dejas ahi?, no me gusta mucho la actitud de Kate, ella no tiene derecho a reprocharle nada ya que fue ella quién rompió Su relación y no es que ella halla se haya metido en un convento, pero creo que la entiendo el la dijo que esperaría y tal pero debe entender que era una misión... Me endanta como escribes enserio..
Apocalipsis.- As del póker
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Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Y lo dejas asi.
Continuaaaaa
Continuaaaaa
_Caskett_- Escritor - Policia
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Localización : en un mundo feliz
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Wow, increible. Un gran capítulo. A la espera impaciente para leer sea conversación que ambos se merecen para aclarar las cosas de una vez por todas. Que ganas de que sea otra vez lunes!! Jajajajajajajajaja.
Yaye- Escritor - Policia
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Localización : Huelva
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Bien por fin!!!! estos 2 uhyyy es que ahi que tenerles una paciencia de oro a ver si ahora que hablan logran entender que se comportan peores que niños de 5 años y que de una vez arreglen eso! tu fic cada vez mas genial y me alegro este hiatus de castle k me parecio eterno!!! asi k gracias por entretenernos tanto
cururi- As del póker
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Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Ahhh k super capitulo! Enhora buena super! ya quiero leer la charla y que se perdonen! de una vez!
Verispu- As del póker
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Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Reconozco y confieso que me pone perraca cuando Richard es serio y autoritario, no saber que dice esa conversación hará que la semana sea terriblemente eterna.
Gracias por seguir actualizando, es fantastico este fic.
Gracias por seguir actualizando, es fantastico este fic.
choleck- Escritor - Policia
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castle&beckett..cris- Escritor - Policia
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Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
No sé que decirte que no te haya dicho ya sin resultar repetitva Ana. Simplemente el hecho de dejarnos cada semana un capítulo tan trabajado como los tuyos ya tiene muchísimo mérito y yo lo agradezco muchísimo sabiendo de primera mano lo complicado que puede ser.
El capítulo de esta semana ha sido tan bueno como todos. Si es que no bajas el listón. Lo mejor es que haces tan reales escenas que son imposibles de ver en la serie como la vida de Alexander que luego me da coraje que no nos muestren algo así.Si Castle suele resultarme adorable en el modo en que se preocupa y cuida siempre de Beckett, Alexander me lo resulta aun más con Martha. No se lo pensó dos veces para dejarlo todo e ir a verla y saber cómo estaba. Se nota que después de tantos años, aun la sigue amando.
Siendo la más afectada por la situación, ha sido Alexis quien ha acabado siendo el apoyo de Beckett, demostrando la madurez que vemos siempre en ella en la serie. Tampoco es raro que Beckett se culpe. Siempre tiende a hacerlo cuando no suele ser su culpa. Y claro, tenía que aparecer Gina y Josh para , ahora que los dos se han vuelto a ver, no quieran ni mirarse.
Estoy deseando leer esa conversación, porque los dos tienen muchas cosas que explicarse y me dala sensaciónqueesa charla no va a ser fácil.
Ya sabes, estaré esperando el capítulo de la próxima semana como cada lunes.
Besos Ana.
El capítulo de esta semana ha sido tan bueno como todos. Si es que no bajas el listón. Lo mejor es que haces tan reales escenas que son imposibles de ver en la serie como la vida de Alexander que luego me da coraje que no nos muestren algo así.Si Castle suele resultarme adorable en el modo en que se preocupa y cuida siempre de Beckett, Alexander me lo resulta aun más con Martha. No se lo pensó dos veces para dejarlo todo e ir a verla y saber cómo estaba. Se nota que después de tantos años, aun la sigue amando.
Siendo la más afectada por la situación, ha sido Alexis quien ha acabado siendo el apoyo de Beckett, demostrando la madurez que vemos siempre en ella en la serie. Tampoco es raro que Beckett se culpe. Siempre tiende a hacerlo cuando no suele ser su culpa. Y claro, tenía que aparecer Gina y Josh para , ahora que los dos se han vuelto a ver, no quieran ni mirarse.
Estoy deseando leer esa conversación, porque los dos tienen muchas cosas que explicarse y me dala sensaciónqueesa charla no va a ser fácil.
Ya sabes, estaré esperando el capítulo de la próxima semana como cada lunes.
Besos Ana.
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
[quote="Anver"]Lunes... casi las 22:00h
Por cierto, Estrella, hay que cumplir...
Pero....serás cabrona ( con todo mi cariño, ya lo sabes) Sabes perfectamente la razón por la que esta semana no ha habido capitulo nuevo. Si hubiera podido lo habría escrito.
Respecto del capi tuyo, me ha gustado. Ahí Josh de médico de Martha, mola, jajajajajajaj.
Me dejas con ganas de leer esa conversación que deben de tener Kate y Rick.
Hasta el lunes con el próximo
Besos
Por cierto, Estrella, hay que cumplir...
Pero....serás cabrona ( con todo mi cariño, ya lo sabes) Sabes perfectamente la razón por la que esta semana no ha habido capitulo nuevo. Si hubiera podido lo habría escrito.
Respecto del capi tuyo, me ha gustado. Ahí Josh de médico de Martha, mola, jajajajajajaj.
Me dejas con ganas de leer esa conversación que deben de tener Kate y Rick.
Hasta el lunes con el próximo
Besos
meln- As del póker
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Localización : madrid
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Eso es todo lo que puedo decir...... no, ahora enserio xD
MENUDO CAPITULAZO.
Me alegro mucho de que lo de Martha no sea nada demasiado grave y que Rick y Alexander hayan vuelto por fin ha Nueva York.
asdfghjklñ Kate y Castle por fin se han visto asdfghjl aunque no en las mejores circunstancias, la verdad... Siempre tienen que estar Josh y Gina ahí dando el coñazo.
Me ha encantado las escenas Beckett-Alexis, han sido muy tiernas.
Y nada... deseando leer el próximo capítulo con la conversación que tanto llevamos esperando!
¡Un beso y gracias por esta magnífica historia!
Aitana- As del póker
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Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Buenisimo. Me encanta
evaelica2- Ayudante de policia
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Fecha de inscripción : 05/07/2013
Edad : 49
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Mañana en exacto 24 horas, se presentará el último capítulo de esta increíble, doloros, espectacular y maravillosa historia que por 18 semanas me importaron más los lunes que todos los demás día....gracias Ana por hacer que la espera no sea tan terrible...
Ya lo sabes pero no me canso de decírtelo...COMO ME GUSTA TUS HISTORIASSSSSS:reverence:
Ya lo sabes pero no me canso de decírtelo...COMO ME GUSTA TUS HISTORIASSSSSS:reverence:
silvanalino- Escritor - Policia
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Fecha de inscripción : 01/12/2010
Edad : 51
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Lunes... 22:00h
Gracias por seguir leyendo y por todos y cada uno de vuestros ánimos y comentario. Es todo un placer escribir para vosotros.
Sil, ánimo, ¿Cincuenta y cinco y descontando?. ¡¡Ve tomando fuerzas que serán días duros!!
CAPITULO 18. SINCERIDAD.
Lanie sonrió al escuchar hablar a Richard y dio un par de pasos hacia atrás alejándose de ambos.
- Tienes razón – contestó tímidamente Katherine.
- Bueno chicos – comenzó Richard elevando la voz – deberíamos irnos, gracias por venir.
Lanie y Javi se despidieron del resto y se fueron por uno de los pasillos, habían aparcado en zona reservada para trabajadores gracias a la tarjeta médica de la forense.
Jim observaba como Richard sujetaba firmemente a su hija de la mano y esbozó una pequeña sonrisa mirando a Alexis.
Los cinco bajaron en el ascensor. Katherine en silencio mientras Richard comentaba con su padre y con Jim el estado de Martha. El escritor no había soltado a Katherine. Cuando llegaron a la calle, Jim se despidió de ella, en ese momento la agente se soltó de la mano para abrazar a su padre, instantes más tarde mientras el abogado desaparecía por la primera entrada del metro, Richard volvía a tomar de la mano a Katherine.
El escritor paró un taxi.
- Alexis y tú ir a casa, mañana nos vemos aquí – le dijo a Alexander.
- ¿No vais a venir? – preguntó Alexis confundida.
- Mañana nos vemos – dijo el escritor negando con la cabeza y abriendo la puerta del taxi para que entrase después de darle un beso en la cabeza.
El taxi se alejó y Richard se volvió para mirarla.
- Daremos un paseo.
Comenzaron a andar en silencio por la Calle Sesenta y ocho, al principio ambos se sentían incómodos Katherine mantenía la mano casi rígida al contacto con la de él. Al rato ambos se acostumbraron al silencio del otro y comenzaron a relajarse mientas caminaban.
Giraron a la izquierda en Park Avenue, continuaron caminando en dirección sur.
- Richard… - dijo finalmente Katherine.
- Ya queda poco – contestó él haciendo que ella callase.
Minutos más tarde llegaron a la Calle Cincuenta y siete, Richard giró a la derecha y se paró bajo la cornisa del Four seasons, tirando levemente de su mano para que le siguiese. El portero abrió la puerta dedicándoles una gran sonrisa.
- Hola Andy – le saludó Richard.
- Bienvenido señor Castle – le dijo el portero después de entrecerrar los ojos hasta conseguir reconocerle tras esa barba y ese pelo oscuro.
Katherine se resistió un instante a seguirle.
- No podemos hablar en mi casa, Alexis y mi padre están allí y tu ya no tienes tu apartamento – le dijo.
Ella asintió, pensándolo mejor y le siguió al interior del hotel.
- Hola Robert
- Bienvenido señor Castle – le contestó con una gran sonrisa –. Nos agrada volver a verle después de tanto tiempo. ¿Desea su habitación habitual?
- Sí.
- Aquí tiene – le dijo tras unos instantes entregándole una llave magnética – habitación 5202.
Entraron en el ascensor y subieron hasta el piso cincuenta y dos. Richard abrió la puerta dejándola pasar. Ella miró a su alrededor. Había estado en aquel hotel en una ocasión anterior, por un caso, pero la habitación no era tan lujosa como aquella. Caminó hasta el piano, colocado frente a un mirador donde se podía ver el Empire State Building y más a su izquierda el edificio Chrysler, iluminados ya completamente y destacando sobre el azul del anochecer de Manhattan. Se dio la vuelta para mirarle, descubriendo frente al piano, habia dos amplios sofás entre grandes y lujosas librerías de madera noble llenas de libros desde clásicos a modernos, temáticos, bibliográficos, de viajes… En otra de las paredes una enorme chimenea.
Richard la miraba en silencio mientras ella inspeccionaba a su alrededor.
- Así que… ¿Esta es la habitación dónde…?
- Dónde venía cuando quería huir de mi casa – aseguró -. Cuando venía acompañado no utilizaba esta.
Katherine le miró y se acercó a uno de los sofás con la intención de sentarse.
- Deberías quitarte esa ropa.
- ¿Qué pretendes?
- No sé dónde has estado pero tus pantalones están mojados y verdes – le dijo señalando su propio trasero – y tu mano no ha entrado en calor en ningún momento.
Katherine se giró para mirarse comprobando que se había manchado cuando estuvo sentada en el césped del cementerio y sus pantalones aún no habían terminado de secarse. Richard le señaló la puerta del baño.
- Deberías tomar una ducha caliente. ¿Has comido hoy?
Katherine negó con la cabeza tras unos segundos.
- Pediré algo de cenar mientras te duchas.
Entró en el baño. Si la habitación era espectacular, el baño lo era aún más. Mármol de color blanco con vetas marrones, una gran bañera rodeada de otra más grande del mismo material y que permitía que si el agua rebosaba, no cayese al suelo, y además rodeada de una cristalera, dos enormes lavabos separados, con una gran encimera y totalmente cubiertos por espejos que reflejaban la gran ventana desde la que se observaba la ciudad desde otro ángulo. Abrió el grifo de la bañera y cerró el desagüe. Comenzó a desnudarse, doblando la ropa y poniéndola sobre la encimera del lavabo, no podía desaprovechar la ocasión de tomar un baño.
Encendió varias velas y apagó la luz, dejando que la iluminación de Manhattan invadiese la estancia. Olisqueó las diferentes espumas y sales disponibles y tras elegir una cuyo aroma le agradó, se sumergió mientras terminaba de llenarse, recostándose, poniendo una toalla tras su nuca como almohada y cerrando los ojos.
Unos minutos más tarde Richard llamó a la puerta.
- ¿Puedo pasar a recoger tu ropa? He llamado al servicio de habitaciones y estará limpia y seca para mañana – le aclaró.
- Sí, pasa – contestó ella.
Hasta ese momento no tenía claro si iba a pasar la noche allí o únicamente iba a ser un lugar neutral para hablar, un cosquilleo de emoción la recorrió el cuerpo. ¿Se quedarían a dormir allí? ¿Compartirían la enorme cama que había visto antes de entrar al baño?
Richard entró procurando no mirarla, cosa sencilla pues la luz de las velas y la iluminación de la ciudad no era suficiente como para revelar nada. Aprovechó para coger uno de los dos albornoces perfectamente doblados y colocados sobre una balda de mármol y unas zapatillas del mismo tejido.
- Mi ropa también se la llevarán – aclaró – no me gustan los hospitales y siento la necesidad de lavarla cuando salgo de ellos.
- Vale – contestó ella tímidamente.
- He pedido la cena, la traerán en media hora ¿Tendrás suficiente?
- Saldré en un momento, para que puedas ducharte si quieres.
- No. Disfruta del baño – le dijo saliendo de la habitación.
Hubiese deseado poder atreverse a decirle que entrase con ella en el agua, pero hasta el momento él se había limitado a tomarla de la mano, sin ningún otro gesto que la tranquilizase y la hiciese pensar que todo iba a ir bien. Puede que durmiesen allí los dos, pero no había terminado de ver la habitación y tal vez era una suite con dos habitaciones separadas.
Richard se desnudó doblando su ropa y dejándola dentro de una bolsa para que el personal de servicio la recogiese. Se puso el albornoz y se asomó por el gran ventanal junto al piano. Sonrió para si. Ella no había puesto objeción a que se llevasen su ropa y se la entregasen al día siguiente, evidentemente era una señal que no iba a negarse a pasar allí la noche.
Después de unos minutos abstraído en sus pensamientos mientras miraba su ciudad iluminada, un golpeteo suave en la puerta le hizo volver a la realidad. Venían a recoger la ropa.
A Katherine le parecía estar viviendo un sueño. Únicamente le faltaba él para que fuese completo. Richard golpeó suavemente la puerta del baño con los nudillos.
- Te traigo un pijama ¿Quieres que lo deje fuera?
- No. Pasa.
- Siento interrumpir tantas veces tu baño…
- No importa, voy a salir. Esto… es increíble Richard.
- Lo sé. Es mi lugar de relajación favorito.
- Te esperaré fuera – le dijo haciéndose un poco el remolón y deseando que ella le invitase a compartir la bañera.
- Bien.
Unos minutos después Katherine salía del baño con un pijama negro del hotel que parecía haber sido hecho a medida para ella.
- Veo que Robert tiene buen ojo con las tallas – dijo el observándola.
- Sí – contestó notando como se ruborizaba ante la mirada de él.
- Aprovecharé para tomar una ducha rápida. He dejado la propina para el camarero sobre la entrada.
- ¿Qué has pedido de cena?
- Algo que te sentará bien.
Katherine le vio desaparecer por la puerta del baño y se sentó al piano. Hacía siglos que no tocaba y no recordaba con especial cariño las clases que su madre se empeñó en que tomase con aquella septuagenaria solterona que olía a alcanfor y que provocaba que su garganta se irritase cada vez que se acercaba para corregirla.
Aún recordaba la canción que le hacía repetir una y mil veces cuando su nivel fue aceptable. Sus dedos acariciaron las teclas y comenzó a recordar “Arabesca” de Claude Debussy y lentamente comenzó a sonar la melodía.
Volvió de nuevo a atascarse en las mismas notas que cuando era niña. No advirtió la presencia de Richard apoyado en el quicio de la puerta, con un pijama idéntico al suyo, hasta que no terminó de tocar.
- No sabía que tocabas.
- Te dije en una ocasión que la cebolla Beckett tenía muchas capas.
- Lo recuerdo. Y me preguntaste como pensaba pelarlas todas. Entonces no te contesté – le dijo acercándose a ella – pero ahora creo tener la respuesta.
- ¿Si? ¿Y cómo pretendes hacerlo?
- Con amor – le dijo inclinándose y dándole un suave beso sobre la frente.
Ella se ruborizó ante el comentario y el gesto de él y pensó que el corazón se le saldría de su sitio. En ese momento golpearon la puerta con suavidad y él se separó yendo hacia la misma.
Richard le entregó la propina al camarero después de que éste hubiese puesto la mesa y el hombre sonrió mientras salía de la suite.
- Vamos a cenar – ordenó a Katherine.
Katherine se sentó dónde él la indicaba.
- Debes entrar en calor, te sentará bien – le dijo al ver como ella arrugaba la nariz al comprobar que se trataba de sopa.
- No me gusta la sopa de verduras.
- Lo sé, pero ésta es la mejor minestrone que hayas probado nunca.
Katherine no quiso discutir, su estómago empezaba a protestar y era cierto, el haber estado sentada sobre el frío césped del cementerio había hecho que su cuerpo se destemplara y aunque el baño había ayudado bastante, si no comía nada, volvería a tener frío en breve.
Comenzó a comer con avidez, Richard tenía razón, aquella no era una simple sopa de verduras.
- Richard, creo que ya podemos hablar…
- Por favor, ahora no. Come y lo haremos después – le dijo él.
Katherine protestó.
- ¿Qué te ha parecido mi padre?
- Apenas le he visto unos minutos…
- Espero que puedas conocerle, ha llevado una vida muy interesante.
- Supongo… ¿Qué te ha parecido a ti?
- ¿La verdad? No lo sé… Es una sensación extraña, uno debe crecer con sus padres, no conocerle cuando se tiene una hija en edad de hacerme abuelo.
Ella sonrió ante el comentario. Mientras hablaban de Alexander y los países en los que había estado, acabaron su cena y él se levantó invitándola a sentarse junto a él en el sofá.
Era el momento de hablar y ambos lo sabían y temían.
- Yo… - comenzó Richard fijando su mirada en la de ella – Yo sé que no puedo buscar ninguna excusa para lo que viste en España. No puedo cambiarlo. Podría intentar convencerte y que entendieses que únicamente estaba cubriendo la espalda a Alexander en una misión, pero lo cierto es que no me negué a hacerlo… No tengo excusa. Fue así. Me acosté con ellas.
- No puedo pedirte explicaciones – contestó resignada – no estábamos juntos.
- ¿No puedes pedirme explicaciones?
- No.
- Entonces… ¿Por qué te fuiste?
- Richard, quizá la pregunta no es la adecuada… No es por qué me fui de allí, si no, más bien ¿A qué fui?
Richard creyó morir allí mismo. ¿Acaso le estaba diciendo que no fue para buscarle y volver con él? Se quedó en silencio perdido en sus ojos sin atreverse a decir nada más. Pasados unos instantes recobró la compostura.
- ¿Para qué fuiste?
Ella tardó un instante en contestar.
- Pensé en lo que me dijiste y decidí que te quería lo suficiente como para darte todo.
Ambos hicieron un silencio sin saber quién debía seguir.
- Pero supongo – continuo ella – que tal y como me advertiste, no lo hice lo suficientemente rápido y…
- Lo siento, siento mucho lo que viste.
- No importa… Ahora entiendo que debí haberlo hecho antes. La culpa fue mía por no haber sido más rápida.
- Sin embargo si fuiste lo suficientemente rápida como para correr a refugiarte en los brazos de un tipo en Washington – dijo echándoselo en cara.
- ¿Cómo dices? – preguntó ella cambiando su tono de voz y ladeando la cabeza.
- No me mientas – dijo él autoritario – por qué sé lo que vi en Washington una semana después de marcharte de mi casa.
Katherine se quedó callada, sabiendo que no podía mentirle más.
- Tuve una aventura – confesó – pero cuando nos viste había terminado todo.
- Ya… Me pareció una forma muy correcta de dar por finalizada una relación, besándose y abrazándose por la calle – dijo con ironía.
- Richard, no te miento. Acabó antes de que yo regresase a Nueva York y tú y yo volviésemos a vernos.
- Te pregunté si había habido alguien…
- Y yo te mentí. Y lo siento. Tampoco puedo buscar ninguna excusa. Fue así. Mentí por miedo.
Richard se levantó y ella temió lo peor. Ahora sabía que haberle mentido sobre su aventura con Aaron le había dolido mucho más que saber que estaba con otro.
Richard fue hasta el carro nevera de los licores y se sirvió un bourbon con hielo, volviendo al sofá y sentándose junto a ella.
- ¿Y Josh? – preguntó mirando al frente sin cruzar su vista y tomando un sorbo del vaso.
- ¡Richard por favor! ¡Es el médico de Martha!
- ¿Abrazas a todos los médicos de la gente que conoces? – dijo volviéndose para sostener su mirada.
- Al menos no soy tan patética y abrazo a mi editora, que es además mi exmujer, con la que vuelvo cada dos por tres.
- ¿Qué? No tienes ni idea de lo que hablas.
- Yo también sé lo que vi.
- Gina está embarazada y estaba dándole la enhorabuena, tendrá gemelos.
- Y yo estaba dándole la enhorabuena a Josh por su reciente paternidad – escupió ella.
Richard apuró su bebida y dejó el vaso sobre la mesa, levantándose. A Katherine le volvió a latir el corazón con fuerza. ¿Dónde iba ahora?
- Vamos a la cama – dijo tendiendo su mano hacia ella para que se levantase.
- ¿Cómo? – dijo ella sin esperar esa reacción y dolida por todo lo que habían hablado.
- Creo que ya es suficiente, ya está aclarado. Cinco horas de coche, siete de avión, hospital… Realmente estoy cansado, y supongo que tú también. Vamos a dormir por favor – dijo sin retirar la mano y esperando que ella la aceptase – mañana tengo que hablar con los médicos a primera hora.
Katherine dudó unos instantes tras los cuales tendió su mano hacia él, que la ayudó a levantarse. No la soltó, al contrario, fue tirando de ella mientras andaba hacia la habitación.
Se quedó parada junto a la cama mientras él se situaba en la parte izquierda, retirando la colcha para meterse entre las sábanas.
- ¿Qué ocurre? – preguntó mientras la observaba.
- Yo…
- Tan sólo durmamos, por favor.
Ella asintió acercándose, retirando la colcha, quitándose el pantalón del pijama, con el que nunca era capaz de dormir y metiéndose en la cama.
- ¿Sigues teniendo frío? – preguntó él después de unos minutos y al notar que ella se tapaba hasta la nariz.
- Sí.
- Ven aquí – dijo mientras abría sus brazos y la empujaba a acomodarse entre ellos, abrazándola contra su pecho y frotando su espalda para que entrase en calor.
//..//
Alexis llevaba casi una hora en la cama intentando quedarse dormida. El día había sido muy largo y lleno de sorpresas. La llegada de su padre y su desconocido abuelo, la mejoría de su abuela, su padre y Katherine marchándose juntos…
Un leve crujido en el pasillo delató a su abuelo, Alexis prestó atención y a los pocos segundos oyó como otra de las maderas, esta vez en la escalera, emitía su seco lamento al ser pisada. Conocía cada uno de los sonidos de aquella casa. Minutos más tarde supo que él había salido de la casa.
Se preguntó dónde iría y supuso que tendría algún tema pendiente de su innombrable trabajo. Su mente divagó hasta su padre y Katherine. ¿Dónde estarían? Su padre estaba demasiado cansado como para estar despierto toda la noche hablando con ella.
Se acordó de PJ, volvería a Nueva York al día siguiente después de pasar un par de días con sus padres en Denver. Todo parecía enderezarse. Poco a poco se fue quedando dormida.
//..//
Una sombra silenciosa accedió a la habitación y tomó asiento en una butaca junto a la cama. El cuerpo que yacía en la misma, respirando acompasadamente, era ajeno a esa intromisión. La sombra miró su reloj y se acomodó lo mejor que pudo en el asiento a sabiendas que podía pasar mucho tiempo sentado allí.
Minutos después y como si algo le informase de que estaba siendo observado, el cuerpo que yacía sobre la cama se despertó y se giró encendiendo la lámpara junto a la cama, incorporándose y descubriéndole.
- ¡Alexander! ¿Qué estás haciendo aquí? – preguntó con el corazón doblemente acelerado por el susto y por descubrir de quién se trataba.
- Eso mismo me preguntaba yo de ti.
- ¿Quieres que llame a seguridad del hotel?
- ¿Quieres que llame yo a Richard para que venga a buscarte?
- No se te ocurriría hacer eso.
- Prueba a explicarme que está pasando aquí.
Martha suspiró. Sería mejor que le explicase todo.
- Tenía que hacer algo para que Richard volviese. Esa chica está loca por él y seguir a tu lado haciendo tonterías sólo iba a servir para separarlos definitivamente.
- Y fingir que te estabas muriendo era la mejor opción…
- ¿Me puedes explicar por qué no le dejaste que se comunicase con nosotras? Hubiese sido más sencillo…
- Por la misma razón por la que no he podido hacerlo yo en todo este tiempo Martha, por vuestra seguridad.
- Tonterías.
- ¿He de recordarte que Alexis fue secuestrada y llevada a París sólo para vengarse de mí?
La mujer guardó silencio durante unos instantes.
- Me alejaste de ti sin darme opción a elegir, sé lo que es y no iba a consentir que mi hijo pasase lo mismo que yo. Se quieren, ambos se quieren.
- Lo sé.
- Tenía que hacer algo y era la mejor opción.
- Nos has dado un susto de muerte… A Alexis, a Richard y a mí, por no decir de todas esas personas que han ido a verte o no han parado de llamar a nuestra nieta para preguntar como estabas.
Martha memorizó sus palabras, había dicho “nuestra nieta” y aunque no debería de extrañarle oírle decir eso, pensó en lo bien que sonaba, después de tantos años, que él se sintiese partícipe de su propia vida y familia.
- Si por alguien lo lamento es por Alexis… Mi pobre niña lo ha debido pasar muy mal.
- Es una chica estupenda… Richard ha hecho un gran trabajo con ella.
- Bueno, yo también he participado…
- Sí, pero tus ejemplos no creo que fuesen los que debía seguir… Aunque he de reconocer que nuestro hijo… Es un buen hombre Martha.
- Lo sé…
- Y los últimos años al lado de Katherine le han hecho madurar un poco… Ahora parece pisar la vida valorando más lo que tiene.
- Lo sé. Ella es su destino, pero ambos se empeñan en ponérselo difícil mutuamente. Pero aquí estoy yo para intentar solucionarlo.
Alexander sonrió.
- Supongo que todo esto es culpa mía por desaparecer durante tanto tiempo. Eres una romántica.
- Creo que jamás podré perdonarte que no volvieras.
- Estoy aquí.
- ¿Cuarenta y tres años después?
- No voy a volver a irme. Te lo prometí. He vuelto para quedarme.
- Querido… Es un poco tarde para decir eso ahora.
Ambos se sostuvieron la mirada. El agente tenía claro lo que quería y aunque ella se resistiese acabaría por convencerla, aunque ahora le tocaba a él hacer gala de la paciencia que ella había tenido durante todo ese tiempo. Hablaron durante un buen rato, Martha quería saber y Alexander le daba toda clase de explicaciones.
- ¿Tuviste algo que ver para que a Alexis la rechazasen en Standford?
- Ese novio suyo no le convenía.
- ¿Sabes que si tu nieta se entera no te dejará acercarte a ella?
- Me encanta su carácter. Lo tiene fuerte. No tiene que enterarse de nada. El tiempo ha demostrado que hice lo que le convenía. Ashley no era el adecuado.
- ¿Cómo estás tan enterado de tantas cosas? ¿Puedes explicármelo?
- Las comunicaciones son muy vulnerables Martha y parece ser que a vosotros tres os encanta hablar por teléfono.
El sonido de un lejano trueno hizo que ambos dejasen de mirarse.
- Será mejor que vuelva o Alexis descubrirá que está sola en casa –dijo levantándose.
- ¿Y Richard y Katherine?
- Te recomiendo que tengas cuidado para que no te descubran por la mañana, están en el piso cincuenta y dos…
- ¿Están en este hotel?
- Tenían que hablar a solas y Alexis y yo estamos en la casa de Richard… Tendrás que darte prisa en volver al hospital…
- No se te ocurrirá…
- Tu secreto está a salvo conmigo… Espero que tú medico no se busque un problema con todo esto…
- Espero que no. Josh se ha portado estupendamente.
Alexander se acercó hasta la cama y se inclinó para darle un suave beso en la mejilla.
- Me alegra tanto volver a verte Martha…
- Y yo también de verte a ti.
Alexander se alejó hasta la puerta y antes de salir se volvió para mirarla por última vez.
- Sigues siendo fascinante Martha – dijo y salió de la habitación.
Mientras la tormenta se acercaba, Martha se dejó caer sobre la cama sonriendo. Había imaginado mil y una maneras de volver a encontrarse con él. Pero nunca pensó que iba a ser de esa forma.
//..//
El sordo sonido de un trueno sobre el cielo de Manhattan hizo que ambos se despertasen sobresaltados.
- Tranquila – dijo Richard apretándola contra él– es sólo un trueno.
- ¿Qué hora es? – preguntó ella librándose del abrazo de él para incorporarse.
- Hemos dormido cuatro horas – aseguró el escritor consultando su reloj.
Richard sonrió al comprobar que tenía la chaqueta del pijama totalmente desabrochada. No era la primera vez que ella, entre sueños, le desabrochaba el pijama para dormir con la cara pegada a la piel de su pecho.
- Tengo sed – dijo él levantándose - ¿Quieres algo de beber?
- Agua por favor.
Cuando Richard volvió con el agua, ella salía del baño y él no pudo evitar mirar sus largas piernas, la chaqueta del pijama apenas llegaba hasta el comienzo de las mismas.
Ella bajó la mirada al sentirse observada y el escritor, dándose cuenta, se apresuró a acercarse a la cama dejando de mirarla.
- El agua – dijo tendiéndole la botella.
- Gracias – dijo ella sentándose dentro de la cama con la espalda apoyada en el respaldo, abriendo la botella y bebiendo de la misma.
Richard se quitó la chaqueta del pijama y pudo ver de refilón como ella sonreía disimuladamente. Se metió en la cama tumbándose boca arriba. Ella dejó la botella sobre la mesilla, se tumbó y estiró el brazo para apagar la luz, quedándose también boca arriba.
Un relámpago iluminó la habitación durante un par de segundos y acto seguido un estridente trueno rasgó el cielo de la ciudad. Ella dio un respingo, no esperaba que fuese tan rápido ni tan atronador.
- ¿Te has asustado? – preguntó él que no esperaba esa reacción de Katherine Beckett.
- Me ha sorprendido.
Richard dobló su brazo bajo su cabeza y suspiró.
- Cuando era pequeño me asustaban las tormentas de noche – confesó.
Ella guardó silencio durante unos instantes. Un prolongado relámpago iluminó nuevamente la habitación. Ella se giró hacia él en la cama mientras sonaba el trueno.
- ¿Te siguen dando miedo? – preguntó con media sonrisa.
- Si fuese así ¿Harías algo para ayudarme a superarlo? – respondió él mientras se giraba en la cama para quedar frente a su cara.
- Supongo que lo aprovecharía para reírme de ti.
Él no pudo contestar, un nuevo trueno acompañado del relámpago les pilló de sorpresa y ambos dieron un pequeño brinco sobre la cama, comenzaron a reírse por la coincidencia.
Richard acercó lentamente su mano hasta la cara de ella, acariciando su mejilla suavemente con la yema de sus dedos.
- ¿Sabes? – le dijo mirando sus ojos mientras eran iluminados por un nuevo relámpago – me muero por besarte.
Ella no dijo nada. El trueno se hizo esperar unos segundos, sonando más alejado. Richard siguió con su caricia y Katherine suspiró.
Si él se moría por darle un beso tanto como ella lo hacía por él, ambos se estaban conteniendo demasiado. Recordó por un momento el día en el que él se atrevió a pedir que se casase con él, su error al hacerle sufrir y no pudo resistirlo más. Levantó levemente su cabeza de la almohada acercándose con lentitud hasta su cara mirando alternativamente sus labios y sus ojos que brillaban con la escasa luz que provenía de la iluminación nocturna de la ciudad. Katherine terminó de cerrar la distancia entre ambos, cerrando los ojos y posando muy despacio sus labios sobre los de él.
Richard, que no había dejado de acariciar su cara, sostuvo su mandíbula con los dedos acercándola más a él y abriendo su boca para buscar su lengua. Ambos se perdieron en aquel beso que se eternizó durante unos minutos, sin que nada más existiese para ellos, ni tormentas, ni hospitales, ni peleas, ni trabajos…
Richard pasó el brazo alrededor de su cintura, atrayéndola contra él. Ella se dejó hacer, acariciándole el torso y comprobando el trabajo que Alexander había hecho en sus músculos al obligarle a ponerse en forma. No dejaban de besarse con tranquilidad, tomándose todo el tiempo del mundo, ambos deseaban ese momento.
Poco a poco los dedos de Richard fueron colándose por debajo de la chaqueta del pijama de ella, explorando con las yemas la suavidad de su piel. Abandonó su boca, acarició con su nariz la de ella y fue besando su cara hasta llegar a su cuello, oliéndolo, besándolo y finalmente hundiéndose en el. Katherine inclinó su cabeza hacia atrás dándole mayor acceso y lanzando un pequeño gemido cuando él la acarició con su lengua.
Katherine puso la mano sobre él empujándole levemente para intentar que él se girase y quedase boca arriba. Él sujetó su mano negando con la cabeza y ella le miró entrecerrando los ojos. Entonces él se giró al lado contrario, empujándola y haciendo que fuese ella la que quedase boca arriba. Volvieron a besarse, él la presionó con el peso de su cuerpo. Ella pasó la mano por su bíceps, acariciándole y bajando sus dedos hasta cruzarlos con los de él.
Richard utilizó su otra mano para desabrochar los botones de la chaqueta del pijama de Katherine. Abandonó su boca, mordiendo con suavidad su barbilla y bajando por su cuello hasta llegar a la piel que poco a poco iba quedando al descubierto tras desabotonar la chaqueta. Coló su mano por debajo de la tela, suspirando mientras la acariciaba y escuchando el ronroneo de ella bajo sus mimos.
Ella le soltó el botón del pantalón. En ese momento Richard se quedó paralizado durante unos segundos, sacó su mano de debajo de la chaqueta de Katherine, que ya estaba totalmente abierta, y se incorporó sobre ella, separándose para mirar fijamente sus ojos.
- ¿Qué? – preguntó ella.
- Lo siento… Yo… No contaba con esto y…
Katherine le miró interrogante, no entendía que estaba pasando.
- No he traído nada… ¿Estás tomando algo?
Ella esbozó una leve sonrisa mientras negaba con la cabeza, llevó la mano hasta la nuca de él, enredando los dedos en su pelo, acariciándole sin dejar de mirarle. Él la besó en la nariz.
- Lo siento – repitió él.
Katherine siguió acariciándole llegando hasta su oreja, pellizcándola suavemente con sus dedos.
- Recuerda – dijo tirándole levemente del lóbulo hacia ella – todo… Lo quiero todo contigo, Rick…
Richard sonrió pegándose a su cuerpo, volviendo a su boca y a sus caricias sobre ella.
- ¿Segura mi amor? – preguntó cuando sus respiraciones totalmente mezcladas, comenzaban a entrecortarse.
- Te amo – respondió mientras le acariciaba la cara.
- Y yo a ti Kate.
Se dejaron llevar y minutos después, entre el azul metálico de los relámpagos, y cuando ambos llegaban juntos al clímax, ella seguía acariciándole la cara sin que sus miradas se hubiesen abandonado ni un solo instante.
- Creo que empiezan a gustarme las tormentas de noche – dijo él y ambos se echaron a reír mientras él se giraba y tiraba de ella para colocarla sobre su pecho.
//..//
GRACIAS por leer hasta aquí, una vez más, espero no haber defraudado a nadie.
Bueno, pues... Ya está, ¿No? Lo dejamos aquí ¿No? El próximo lunes ya tenéis capitulo real...
Gracias por seguir leyendo y por todos y cada uno de vuestros ánimos y comentario. Es todo un placer escribir para vosotros.
Sil, ánimo, ¿Cincuenta y cinco y descontando?. ¡¡Ve tomando fuerzas que serán días duros!!
CAPITULO 18. SINCERIDAD.
Lanie sonrió al escuchar hablar a Richard y dio un par de pasos hacia atrás alejándose de ambos.
- Tienes razón – contestó tímidamente Katherine.
- Bueno chicos – comenzó Richard elevando la voz – deberíamos irnos, gracias por venir.
Lanie y Javi se despidieron del resto y se fueron por uno de los pasillos, habían aparcado en zona reservada para trabajadores gracias a la tarjeta médica de la forense.
Jim observaba como Richard sujetaba firmemente a su hija de la mano y esbozó una pequeña sonrisa mirando a Alexis.
Los cinco bajaron en el ascensor. Katherine en silencio mientras Richard comentaba con su padre y con Jim el estado de Martha. El escritor no había soltado a Katherine. Cuando llegaron a la calle, Jim se despidió de ella, en ese momento la agente se soltó de la mano para abrazar a su padre, instantes más tarde mientras el abogado desaparecía por la primera entrada del metro, Richard volvía a tomar de la mano a Katherine.
El escritor paró un taxi.
- Alexis y tú ir a casa, mañana nos vemos aquí – le dijo a Alexander.
- ¿No vais a venir? – preguntó Alexis confundida.
- Mañana nos vemos – dijo el escritor negando con la cabeza y abriendo la puerta del taxi para que entrase después de darle un beso en la cabeza.
El taxi se alejó y Richard se volvió para mirarla.
- Daremos un paseo.
Comenzaron a andar en silencio por la Calle Sesenta y ocho, al principio ambos se sentían incómodos Katherine mantenía la mano casi rígida al contacto con la de él. Al rato ambos se acostumbraron al silencio del otro y comenzaron a relajarse mientas caminaban.
Giraron a la izquierda en Park Avenue, continuaron caminando en dirección sur.
- Richard… - dijo finalmente Katherine.
- Ya queda poco – contestó él haciendo que ella callase.
Minutos más tarde llegaron a la Calle Cincuenta y siete, Richard giró a la derecha y se paró bajo la cornisa del Four seasons, tirando levemente de su mano para que le siguiese. El portero abrió la puerta dedicándoles una gran sonrisa.
- Hola Andy – le saludó Richard.
- Bienvenido señor Castle – le dijo el portero después de entrecerrar los ojos hasta conseguir reconocerle tras esa barba y ese pelo oscuro.
Katherine se resistió un instante a seguirle.
- No podemos hablar en mi casa, Alexis y mi padre están allí y tu ya no tienes tu apartamento – le dijo.
Ella asintió, pensándolo mejor y le siguió al interior del hotel.
- Hola Robert
- Bienvenido señor Castle – le contestó con una gran sonrisa –. Nos agrada volver a verle después de tanto tiempo. ¿Desea su habitación habitual?
- Sí.
- Aquí tiene – le dijo tras unos instantes entregándole una llave magnética – habitación 5202.
Entraron en el ascensor y subieron hasta el piso cincuenta y dos. Richard abrió la puerta dejándola pasar. Ella miró a su alrededor. Había estado en aquel hotel en una ocasión anterior, por un caso, pero la habitación no era tan lujosa como aquella. Caminó hasta el piano, colocado frente a un mirador donde se podía ver el Empire State Building y más a su izquierda el edificio Chrysler, iluminados ya completamente y destacando sobre el azul del anochecer de Manhattan. Se dio la vuelta para mirarle, descubriendo frente al piano, habia dos amplios sofás entre grandes y lujosas librerías de madera noble llenas de libros desde clásicos a modernos, temáticos, bibliográficos, de viajes… En otra de las paredes una enorme chimenea.
Richard la miraba en silencio mientras ella inspeccionaba a su alrededor.
- Así que… ¿Esta es la habitación dónde…?
- Dónde venía cuando quería huir de mi casa – aseguró -. Cuando venía acompañado no utilizaba esta.
Katherine le miró y se acercó a uno de los sofás con la intención de sentarse.
- Deberías quitarte esa ropa.
- ¿Qué pretendes?
- No sé dónde has estado pero tus pantalones están mojados y verdes – le dijo señalando su propio trasero – y tu mano no ha entrado en calor en ningún momento.
Katherine se giró para mirarse comprobando que se había manchado cuando estuvo sentada en el césped del cementerio y sus pantalones aún no habían terminado de secarse. Richard le señaló la puerta del baño.
- Deberías tomar una ducha caliente. ¿Has comido hoy?
Katherine negó con la cabeza tras unos segundos.
- Pediré algo de cenar mientras te duchas.
Entró en el baño. Si la habitación era espectacular, el baño lo era aún más. Mármol de color blanco con vetas marrones, una gran bañera rodeada de otra más grande del mismo material y que permitía que si el agua rebosaba, no cayese al suelo, y además rodeada de una cristalera, dos enormes lavabos separados, con una gran encimera y totalmente cubiertos por espejos que reflejaban la gran ventana desde la que se observaba la ciudad desde otro ángulo. Abrió el grifo de la bañera y cerró el desagüe. Comenzó a desnudarse, doblando la ropa y poniéndola sobre la encimera del lavabo, no podía desaprovechar la ocasión de tomar un baño.
Encendió varias velas y apagó la luz, dejando que la iluminación de Manhattan invadiese la estancia. Olisqueó las diferentes espumas y sales disponibles y tras elegir una cuyo aroma le agradó, se sumergió mientras terminaba de llenarse, recostándose, poniendo una toalla tras su nuca como almohada y cerrando los ojos.
Unos minutos más tarde Richard llamó a la puerta.
- ¿Puedo pasar a recoger tu ropa? He llamado al servicio de habitaciones y estará limpia y seca para mañana – le aclaró.
- Sí, pasa – contestó ella.
Hasta ese momento no tenía claro si iba a pasar la noche allí o únicamente iba a ser un lugar neutral para hablar, un cosquilleo de emoción la recorrió el cuerpo. ¿Se quedarían a dormir allí? ¿Compartirían la enorme cama que había visto antes de entrar al baño?
Richard entró procurando no mirarla, cosa sencilla pues la luz de las velas y la iluminación de la ciudad no era suficiente como para revelar nada. Aprovechó para coger uno de los dos albornoces perfectamente doblados y colocados sobre una balda de mármol y unas zapatillas del mismo tejido.
- Mi ropa también se la llevarán – aclaró – no me gustan los hospitales y siento la necesidad de lavarla cuando salgo de ellos.
- Vale – contestó ella tímidamente.
- He pedido la cena, la traerán en media hora ¿Tendrás suficiente?
- Saldré en un momento, para que puedas ducharte si quieres.
- No. Disfruta del baño – le dijo saliendo de la habitación.
Hubiese deseado poder atreverse a decirle que entrase con ella en el agua, pero hasta el momento él se había limitado a tomarla de la mano, sin ningún otro gesto que la tranquilizase y la hiciese pensar que todo iba a ir bien. Puede que durmiesen allí los dos, pero no había terminado de ver la habitación y tal vez era una suite con dos habitaciones separadas.
Richard se desnudó doblando su ropa y dejándola dentro de una bolsa para que el personal de servicio la recogiese. Se puso el albornoz y se asomó por el gran ventanal junto al piano. Sonrió para si. Ella no había puesto objeción a que se llevasen su ropa y se la entregasen al día siguiente, evidentemente era una señal que no iba a negarse a pasar allí la noche.
Después de unos minutos abstraído en sus pensamientos mientras miraba su ciudad iluminada, un golpeteo suave en la puerta le hizo volver a la realidad. Venían a recoger la ropa.
A Katherine le parecía estar viviendo un sueño. Únicamente le faltaba él para que fuese completo. Richard golpeó suavemente la puerta del baño con los nudillos.
- Te traigo un pijama ¿Quieres que lo deje fuera?
- No. Pasa.
- Siento interrumpir tantas veces tu baño…
- No importa, voy a salir. Esto… es increíble Richard.
- Lo sé. Es mi lugar de relajación favorito.
- Te esperaré fuera – le dijo haciéndose un poco el remolón y deseando que ella le invitase a compartir la bañera.
- Bien.
Unos minutos después Katherine salía del baño con un pijama negro del hotel que parecía haber sido hecho a medida para ella.
- Veo que Robert tiene buen ojo con las tallas – dijo el observándola.
- Sí – contestó notando como se ruborizaba ante la mirada de él.
- Aprovecharé para tomar una ducha rápida. He dejado la propina para el camarero sobre la entrada.
- ¿Qué has pedido de cena?
- Algo que te sentará bien.
Katherine le vio desaparecer por la puerta del baño y se sentó al piano. Hacía siglos que no tocaba y no recordaba con especial cariño las clases que su madre se empeñó en que tomase con aquella septuagenaria solterona que olía a alcanfor y que provocaba que su garganta se irritase cada vez que se acercaba para corregirla.
Aún recordaba la canción que le hacía repetir una y mil veces cuando su nivel fue aceptable. Sus dedos acariciaron las teclas y comenzó a recordar “Arabesca” de Claude Debussy y lentamente comenzó a sonar la melodía.
Volvió de nuevo a atascarse en las mismas notas que cuando era niña. No advirtió la presencia de Richard apoyado en el quicio de la puerta, con un pijama idéntico al suyo, hasta que no terminó de tocar.
- No sabía que tocabas.
- Te dije en una ocasión que la cebolla Beckett tenía muchas capas.
- Lo recuerdo. Y me preguntaste como pensaba pelarlas todas. Entonces no te contesté – le dijo acercándose a ella – pero ahora creo tener la respuesta.
- ¿Si? ¿Y cómo pretendes hacerlo?
- Con amor – le dijo inclinándose y dándole un suave beso sobre la frente.
Ella se ruborizó ante el comentario y el gesto de él y pensó que el corazón se le saldría de su sitio. En ese momento golpearon la puerta con suavidad y él se separó yendo hacia la misma.
Richard le entregó la propina al camarero después de que éste hubiese puesto la mesa y el hombre sonrió mientras salía de la suite.
- Vamos a cenar – ordenó a Katherine.
Katherine se sentó dónde él la indicaba.
- Debes entrar en calor, te sentará bien – le dijo al ver como ella arrugaba la nariz al comprobar que se trataba de sopa.
- No me gusta la sopa de verduras.
- Lo sé, pero ésta es la mejor minestrone que hayas probado nunca.
Katherine no quiso discutir, su estómago empezaba a protestar y era cierto, el haber estado sentada sobre el frío césped del cementerio había hecho que su cuerpo se destemplara y aunque el baño había ayudado bastante, si no comía nada, volvería a tener frío en breve.
Comenzó a comer con avidez, Richard tenía razón, aquella no era una simple sopa de verduras.
- Richard, creo que ya podemos hablar…
- Por favor, ahora no. Come y lo haremos después – le dijo él.
Katherine protestó.
- ¿Qué te ha parecido mi padre?
- Apenas le he visto unos minutos…
- Espero que puedas conocerle, ha llevado una vida muy interesante.
- Supongo… ¿Qué te ha parecido a ti?
- ¿La verdad? No lo sé… Es una sensación extraña, uno debe crecer con sus padres, no conocerle cuando se tiene una hija en edad de hacerme abuelo.
Ella sonrió ante el comentario. Mientras hablaban de Alexander y los países en los que había estado, acabaron su cena y él se levantó invitándola a sentarse junto a él en el sofá.
Era el momento de hablar y ambos lo sabían y temían.
- Yo… - comenzó Richard fijando su mirada en la de ella – Yo sé que no puedo buscar ninguna excusa para lo que viste en España. No puedo cambiarlo. Podría intentar convencerte y que entendieses que únicamente estaba cubriendo la espalda a Alexander en una misión, pero lo cierto es que no me negué a hacerlo… No tengo excusa. Fue así. Me acosté con ellas.
- No puedo pedirte explicaciones – contestó resignada – no estábamos juntos.
- ¿No puedes pedirme explicaciones?
- No.
- Entonces… ¿Por qué te fuiste?
- Richard, quizá la pregunta no es la adecuada… No es por qué me fui de allí, si no, más bien ¿A qué fui?
Richard creyó morir allí mismo. ¿Acaso le estaba diciendo que no fue para buscarle y volver con él? Se quedó en silencio perdido en sus ojos sin atreverse a decir nada más. Pasados unos instantes recobró la compostura.
- ¿Para qué fuiste?
Ella tardó un instante en contestar.
- Pensé en lo que me dijiste y decidí que te quería lo suficiente como para darte todo.
Ambos hicieron un silencio sin saber quién debía seguir.
- Pero supongo – continuo ella – que tal y como me advertiste, no lo hice lo suficientemente rápido y…
- Lo siento, siento mucho lo que viste.
- No importa… Ahora entiendo que debí haberlo hecho antes. La culpa fue mía por no haber sido más rápida.
- Sin embargo si fuiste lo suficientemente rápida como para correr a refugiarte en los brazos de un tipo en Washington – dijo echándoselo en cara.
- ¿Cómo dices? – preguntó ella cambiando su tono de voz y ladeando la cabeza.
- No me mientas – dijo él autoritario – por qué sé lo que vi en Washington una semana después de marcharte de mi casa.
Katherine se quedó callada, sabiendo que no podía mentirle más.
- Tuve una aventura – confesó – pero cuando nos viste había terminado todo.
- Ya… Me pareció una forma muy correcta de dar por finalizada una relación, besándose y abrazándose por la calle – dijo con ironía.
- Richard, no te miento. Acabó antes de que yo regresase a Nueva York y tú y yo volviésemos a vernos.
- Te pregunté si había habido alguien…
- Y yo te mentí. Y lo siento. Tampoco puedo buscar ninguna excusa. Fue así. Mentí por miedo.
Richard se levantó y ella temió lo peor. Ahora sabía que haberle mentido sobre su aventura con Aaron le había dolido mucho más que saber que estaba con otro.
Richard fue hasta el carro nevera de los licores y se sirvió un bourbon con hielo, volviendo al sofá y sentándose junto a ella.
- ¿Y Josh? – preguntó mirando al frente sin cruzar su vista y tomando un sorbo del vaso.
- ¡Richard por favor! ¡Es el médico de Martha!
- ¿Abrazas a todos los médicos de la gente que conoces? – dijo volviéndose para sostener su mirada.
- Al menos no soy tan patética y abrazo a mi editora, que es además mi exmujer, con la que vuelvo cada dos por tres.
- ¿Qué? No tienes ni idea de lo que hablas.
- Yo también sé lo que vi.
- Gina está embarazada y estaba dándole la enhorabuena, tendrá gemelos.
- Y yo estaba dándole la enhorabuena a Josh por su reciente paternidad – escupió ella.
Richard apuró su bebida y dejó el vaso sobre la mesa, levantándose. A Katherine le volvió a latir el corazón con fuerza. ¿Dónde iba ahora?
- Vamos a la cama – dijo tendiendo su mano hacia ella para que se levantase.
- ¿Cómo? – dijo ella sin esperar esa reacción y dolida por todo lo que habían hablado.
- Creo que ya es suficiente, ya está aclarado. Cinco horas de coche, siete de avión, hospital… Realmente estoy cansado, y supongo que tú también. Vamos a dormir por favor – dijo sin retirar la mano y esperando que ella la aceptase – mañana tengo que hablar con los médicos a primera hora.
Katherine dudó unos instantes tras los cuales tendió su mano hacia él, que la ayudó a levantarse. No la soltó, al contrario, fue tirando de ella mientras andaba hacia la habitación.
Se quedó parada junto a la cama mientras él se situaba en la parte izquierda, retirando la colcha para meterse entre las sábanas.
- ¿Qué ocurre? – preguntó mientras la observaba.
- Yo…
- Tan sólo durmamos, por favor.
Ella asintió acercándose, retirando la colcha, quitándose el pantalón del pijama, con el que nunca era capaz de dormir y metiéndose en la cama.
- ¿Sigues teniendo frío? – preguntó él después de unos minutos y al notar que ella se tapaba hasta la nariz.
- Sí.
- Ven aquí – dijo mientras abría sus brazos y la empujaba a acomodarse entre ellos, abrazándola contra su pecho y frotando su espalda para que entrase en calor.
//..//
Alexis llevaba casi una hora en la cama intentando quedarse dormida. El día había sido muy largo y lleno de sorpresas. La llegada de su padre y su desconocido abuelo, la mejoría de su abuela, su padre y Katherine marchándose juntos…
Un leve crujido en el pasillo delató a su abuelo, Alexis prestó atención y a los pocos segundos oyó como otra de las maderas, esta vez en la escalera, emitía su seco lamento al ser pisada. Conocía cada uno de los sonidos de aquella casa. Minutos más tarde supo que él había salido de la casa.
Se preguntó dónde iría y supuso que tendría algún tema pendiente de su innombrable trabajo. Su mente divagó hasta su padre y Katherine. ¿Dónde estarían? Su padre estaba demasiado cansado como para estar despierto toda la noche hablando con ella.
Se acordó de PJ, volvería a Nueva York al día siguiente después de pasar un par de días con sus padres en Denver. Todo parecía enderezarse. Poco a poco se fue quedando dormida.
//..//
Una sombra silenciosa accedió a la habitación y tomó asiento en una butaca junto a la cama. El cuerpo que yacía en la misma, respirando acompasadamente, era ajeno a esa intromisión. La sombra miró su reloj y se acomodó lo mejor que pudo en el asiento a sabiendas que podía pasar mucho tiempo sentado allí.
Minutos después y como si algo le informase de que estaba siendo observado, el cuerpo que yacía sobre la cama se despertó y se giró encendiendo la lámpara junto a la cama, incorporándose y descubriéndole.
- ¡Alexander! ¿Qué estás haciendo aquí? – preguntó con el corazón doblemente acelerado por el susto y por descubrir de quién se trataba.
- Eso mismo me preguntaba yo de ti.
- ¿Quieres que llame a seguridad del hotel?
- ¿Quieres que llame yo a Richard para que venga a buscarte?
- No se te ocurriría hacer eso.
- Prueba a explicarme que está pasando aquí.
Martha suspiró. Sería mejor que le explicase todo.
- Tenía que hacer algo para que Richard volviese. Esa chica está loca por él y seguir a tu lado haciendo tonterías sólo iba a servir para separarlos definitivamente.
- Y fingir que te estabas muriendo era la mejor opción…
- ¿Me puedes explicar por qué no le dejaste que se comunicase con nosotras? Hubiese sido más sencillo…
- Por la misma razón por la que no he podido hacerlo yo en todo este tiempo Martha, por vuestra seguridad.
- Tonterías.
- ¿He de recordarte que Alexis fue secuestrada y llevada a París sólo para vengarse de mí?
La mujer guardó silencio durante unos instantes.
- Me alejaste de ti sin darme opción a elegir, sé lo que es y no iba a consentir que mi hijo pasase lo mismo que yo. Se quieren, ambos se quieren.
- Lo sé.
- Tenía que hacer algo y era la mejor opción.
- Nos has dado un susto de muerte… A Alexis, a Richard y a mí, por no decir de todas esas personas que han ido a verte o no han parado de llamar a nuestra nieta para preguntar como estabas.
Martha memorizó sus palabras, había dicho “nuestra nieta” y aunque no debería de extrañarle oírle decir eso, pensó en lo bien que sonaba, después de tantos años, que él se sintiese partícipe de su propia vida y familia.
- Si por alguien lo lamento es por Alexis… Mi pobre niña lo ha debido pasar muy mal.
- Es una chica estupenda… Richard ha hecho un gran trabajo con ella.
- Bueno, yo también he participado…
- Sí, pero tus ejemplos no creo que fuesen los que debía seguir… Aunque he de reconocer que nuestro hijo… Es un buen hombre Martha.
- Lo sé…
- Y los últimos años al lado de Katherine le han hecho madurar un poco… Ahora parece pisar la vida valorando más lo que tiene.
- Lo sé. Ella es su destino, pero ambos se empeñan en ponérselo difícil mutuamente. Pero aquí estoy yo para intentar solucionarlo.
Alexander sonrió.
- Supongo que todo esto es culpa mía por desaparecer durante tanto tiempo. Eres una romántica.
- Creo que jamás podré perdonarte que no volvieras.
- Estoy aquí.
- ¿Cuarenta y tres años después?
- No voy a volver a irme. Te lo prometí. He vuelto para quedarme.
- Querido… Es un poco tarde para decir eso ahora.
Ambos se sostuvieron la mirada. El agente tenía claro lo que quería y aunque ella se resistiese acabaría por convencerla, aunque ahora le tocaba a él hacer gala de la paciencia que ella había tenido durante todo ese tiempo. Hablaron durante un buen rato, Martha quería saber y Alexander le daba toda clase de explicaciones.
- ¿Tuviste algo que ver para que a Alexis la rechazasen en Standford?
- Ese novio suyo no le convenía.
- ¿Sabes que si tu nieta se entera no te dejará acercarte a ella?
- Me encanta su carácter. Lo tiene fuerte. No tiene que enterarse de nada. El tiempo ha demostrado que hice lo que le convenía. Ashley no era el adecuado.
- ¿Cómo estás tan enterado de tantas cosas? ¿Puedes explicármelo?
- Las comunicaciones son muy vulnerables Martha y parece ser que a vosotros tres os encanta hablar por teléfono.
El sonido de un lejano trueno hizo que ambos dejasen de mirarse.
- Será mejor que vuelva o Alexis descubrirá que está sola en casa –dijo levantándose.
- ¿Y Richard y Katherine?
- Te recomiendo que tengas cuidado para que no te descubran por la mañana, están en el piso cincuenta y dos…
- ¿Están en este hotel?
- Tenían que hablar a solas y Alexis y yo estamos en la casa de Richard… Tendrás que darte prisa en volver al hospital…
- No se te ocurrirá…
- Tu secreto está a salvo conmigo… Espero que tú medico no se busque un problema con todo esto…
- Espero que no. Josh se ha portado estupendamente.
Alexander se acercó hasta la cama y se inclinó para darle un suave beso en la mejilla.
- Me alegra tanto volver a verte Martha…
- Y yo también de verte a ti.
Alexander se alejó hasta la puerta y antes de salir se volvió para mirarla por última vez.
- Sigues siendo fascinante Martha – dijo y salió de la habitación.
Mientras la tormenta se acercaba, Martha se dejó caer sobre la cama sonriendo. Había imaginado mil y una maneras de volver a encontrarse con él. Pero nunca pensó que iba a ser de esa forma.
//..//
El sordo sonido de un trueno sobre el cielo de Manhattan hizo que ambos se despertasen sobresaltados.
- Tranquila – dijo Richard apretándola contra él– es sólo un trueno.
- ¿Qué hora es? – preguntó ella librándose del abrazo de él para incorporarse.
- Hemos dormido cuatro horas – aseguró el escritor consultando su reloj.
Richard sonrió al comprobar que tenía la chaqueta del pijama totalmente desabrochada. No era la primera vez que ella, entre sueños, le desabrochaba el pijama para dormir con la cara pegada a la piel de su pecho.
- Tengo sed – dijo él levantándose - ¿Quieres algo de beber?
- Agua por favor.
Cuando Richard volvió con el agua, ella salía del baño y él no pudo evitar mirar sus largas piernas, la chaqueta del pijama apenas llegaba hasta el comienzo de las mismas.
Ella bajó la mirada al sentirse observada y el escritor, dándose cuenta, se apresuró a acercarse a la cama dejando de mirarla.
- El agua – dijo tendiéndole la botella.
- Gracias – dijo ella sentándose dentro de la cama con la espalda apoyada en el respaldo, abriendo la botella y bebiendo de la misma.
Richard se quitó la chaqueta del pijama y pudo ver de refilón como ella sonreía disimuladamente. Se metió en la cama tumbándose boca arriba. Ella dejó la botella sobre la mesilla, se tumbó y estiró el brazo para apagar la luz, quedándose también boca arriba.
Un relámpago iluminó la habitación durante un par de segundos y acto seguido un estridente trueno rasgó el cielo de la ciudad. Ella dio un respingo, no esperaba que fuese tan rápido ni tan atronador.
- ¿Te has asustado? – preguntó él que no esperaba esa reacción de Katherine Beckett.
- Me ha sorprendido.
Richard dobló su brazo bajo su cabeza y suspiró.
- Cuando era pequeño me asustaban las tormentas de noche – confesó.
Ella guardó silencio durante unos instantes. Un prolongado relámpago iluminó nuevamente la habitación. Ella se giró hacia él en la cama mientras sonaba el trueno.
- ¿Te siguen dando miedo? – preguntó con media sonrisa.
- Si fuese así ¿Harías algo para ayudarme a superarlo? – respondió él mientras se giraba en la cama para quedar frente a su cara.
- Supongo que lo aprovecharía para reírme de ti.
Él no pudo contestar, un nuevo trueno acompañado del relámpago les pilló de sorpresa y ambos dieron un pequeño brinco sobre la cama, comenzaron a reírse por la coincidencia.
Richard acercó lentamente su mano hasta la cara de ella, acariciando su mejilla suavemente con la yema de sus dedos.
- ¿Sabes? – le dijo mirando sus ojos mientras eran iluminados por un nuevo relámpago – me muero por besarte.
Ella no dijo nada. El trueno se hizo esperar unos segundos, sonando más alejado. Richard siguió con su caricia y Katherine suspiró.
Si él se moría por darle un beso tanto como ella lo hacía por él, ambos se estaban conteniendo demasiado. Recordó por un momento el día en el que él se atrevió a pedir que se casase con él, su error al hacerle sufrir y no pudo resistirlo más. Levantó levemente su cabeza de la almohada acercándose con lentitud hasta su cara mirando alternativamente sus labios y sus ojos que brillaban con la escasa luz que provenía de la iluminación nocturna de la ciudad. Katherine terminó de cerrar la distancia entre ambos, cerrando los ojos y posando muy despacio sus labios sobre los de él.
Richard, que no había dejado de acariciar su cara, sostuvo su mandíbula con los dedos acercándola más a él y abriendo su boca para buscar su lengua. Ambos se perdieron en aquel beso que se eternizó durante unos minutos, sin que nada más existiese para ellos, ni tormentas, ni hospitales, ni peleas, ni trabajos…
Richard pasó el brazo alrededor de su cintura, atrayéndola contra él. Ella se dejó hacer, acariciándole el torso y comprobando el trabajo que Alexander había hecho en sus músculos al obligarle a ponerse en forma. No dejaban de besarse con tranquilidad, tomándose todo el tiempo del mundo, ambos deseaban ese momento.
Poco a poco los dedos de Richard fueron colándose por debajo de la chaqueta del pijama de ella, explorando con las yemas la suavidad de su piel. Abandonó su boca, acarició con su nariz la de ella y fue besando su cara hasta llegar a su cuello, oliéndolo, besándolo y finalmente hundiéndose en el. Katherine inclinó su cabeza hacia atrás dándole mayor acceso y lanzando un pequeño gemido cuando él la acarició con su lengua.
Katherine puso la mano sobre él empujándole levemente para intentar que él se girase y quedase boca arriba. Él sujetó su mano negando con la cabeza y ella le miró entrecerrando los ojos. Entonces él se giró al lado contrario, empujándola y haciendo que fuese ella la que quedase boca arriba. Volvieron a besarse, él la presionó con el peso de su cuerpo. Ella pasó la mano por su bíceps, acariciándole y bajando sus dedos hasta cruzarlos con los de él.
Richard utilizó su otra mano para desabrochar los botones de la chaqueta del pijama de Katherine. Abandonó su boca, mordiendo con suavidad su barbilla y bajando por su cuello hasta llegar a la piel que poco a poco iba quedando al descubierto tras desabotonar la chaqueta. Coló su mano por debajo de la tela, suspirando mientras la acariciaba y escuchando el ronroneo de ella bajo sus mimos.
Ella le soltó el botón del pantalón. En ese momento Richard se quedó paralizado durante unos segundos, sacó su mano de debajo de la chaqueta de Katherine, que ya estaba totalmente abierta, y se incorporó sobre ella, separándose para mirar fijamente sus ojos.
- ¿Qué? – preguntó ella.
- Lo siento… Yo… No contaba con esto y…
Katherine le miró interrogante, no entendía que estaba pasando.
- No he traído nada… ¿Estás tomando algo?
Ella esbozó una leve sonrisa mientras negaba con la cabeza, llevó la mano hasta la nuca de él, enredando los dedos en su pelo, acariciándole sin dejar de mirarle. Él la besó en la nariz.
- Lo siento – repitió él.
Katherine siguió acariciándole llegando hasta su oreja, pellizcándola suavemente con sus dedos.
- Recuerda – dijo tirándole levemente del lóbulo hacia ella – todo… Lo quiero todo contigo, Rick…
Richard sonrió pegándose a su cuerpo, volviendo a su boca y a sus caricias sobre ella.
- ¿Segura mi amor? – preguntó cuando sus respiraciones totalmente mezcladas, comenzaban a entrecortarse.
- Te amo – respondió mientras le acariciaba la cara.
- Y yo a ti Kate.
Se dejaron llevar y minutos después, entre el azul metálico de los relámpagos, y cuando ambos llegaban juntos al clímax, ella seguía acariciándole la cara sin que sus miradas se hubiesen abandonado ni un solo instante.
- Creo que empiezan a gustarme las tormentas de noche – dijo él y ambos se echaron a reír mientras él se giraba y tiraba de ella para colocarla sobre su pecho.
//..//
GRACIAS por leer hasta aquí, una vez más, espero no haber defraudado a nadie.
Bueno, pues... Ya está, ¿No? Lo dejamos aquí ¿No? El próximo lunes ya tenéis capitulo real...
Anver- Policia de homicidios
- Mensajes : 711
Fecha de inscripción : 14/06/2012
Localización : Madrid
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
AAAAAAAAAAAAAAAAAhhhhhhhhhhhhhh si si si si si! k bonito se reconciliaron! y vaya manera! Genial capitulo sigue sigue pf!
Verispu- As del póker
- Mensajes : 437
Fecha de inscripción : 24/06/2013
Edad : 46
Localización : Mexico, Oaxaca
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Ala, no me esperaba para nada que lo de Martha fuese otro montaje, y mucho menos que Josh estuviese también metido en el ajo, jejeje. Me ha gustado mucho el capítulo, ha sido una bonita reconciliación.
Harás un epílogo?? Aunque si no, es una buena forma de terminarla . Gracias por compartirla con tod@s nosotr@s.
Harás un epílogo?? Aunque si no, es una buena forma de terminarla . Gracias por compartirla con tod@s nosotr@s.
Yaye- Escritor - Policia
- Mensajes : 1751
Fecha de inscripción : 05/06/2012
Localización : Huelva
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
POR FIIIIIIIIIIIIIIIIN!!
Que bien, que bonito
El Lunes que viene toca otro eh... que yo quiero saber mas
CONTINUA PRONTO
Que bien, que bonito
El Lunes que viene toca otro eh... que yo quiero saber mas
CONTINUA PRONTO
AlwaysSerenity- Autor de best-seller
- Mensajes : 966
Fecha de inscripción : 14/10/2012
Edad : 27
Localización : Málaga (Andalucia) España
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Ha sido maravilloso, gracias a ti
choleck- Escritor - Policia
- Mensajes : 1967
Fecha de inscripción : 07/06/2012
Localización : en la parra
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Por fin me deja comentar desde el móvil!!!!
Bueno Ana, te digo: SUBLIME. En serio, pffff no he podido dejar de leerlo, era imposible a cada situación más enganchada y cuando esperaba que nos regalarías la reconciliación al final nos deleitas con esa tormenta y esa experiencia.
Excelente, de verdad. Te has creído en el capi. Me ha encantado el detalle en la descripción de varias cosas como el qe el portero del hotel tuviera que forzar la vista para reconocerlo tra la barba o el hotel y la habitación. Como la guió y así podría tirarme un rato.
Cuando llegue a casa me explayo más. Gracias pr este enorme cpi.
Ánimo! Ya solo uno más
PD: 4 horas después me deja publicarlo.... Acabo de llegar a mi casa. Mañana te lo comento mejor
Bueno Ana, te digo: SUBLIME. En serio, pffff no he podido dejar de leerlo, era imposible a cada situación más enganchada y cuando esperaba que nos regalarías la reconciliación al final nos deleitas con esa tormenta y esa experiencia.
Excelente, de verdad. Te has creído en el capi. Me ha encantado el detalle en la descripción de varias cosas como el qe el portero del hotel tuviera que forzar la vista para reconocerlo tra la barba o el hotel y la habitación. Como la guió y así podría tirarme un rato.
Cuando llegue a casa me explayo más. Gracias pr este enorme cpi.
Ánimo! Ya solo uno más
PD: 4 horas después me deja publicarlo.... Acabo de llegar a mi casa. Mañana te lo comento mejor
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Aaaaaaahhhh ni se te ocurra dejarlo asiiii...sigueee
castle&beckett..cris- Escritor - Policia
- Mensajes : 5471
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Edad : 33
Localización : Menorca..I LOVE NEW YORK..NYPD..RICK CASTLE & KATE BECKETT
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
asdfghjkl me ha encantado ♥ sobretodo la ultima parte que dice : no olvides... todo lo que quiero lo quiero contigo asaasdfghjk fue demasiado u.u
castle4ever- Actor en Broadway
- Mensajes : 174
Fecha de inscripción : 14/04/2012
Edad : 25
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Sisi 54 días y contando...gracias, vos sola sabes lo que espero esos días....
Vamos a lo importante. La palabra es PERFCTO. Como el domino toda la situación, como se hizo cargo de sus equivocaciones, todo. Y ella por fin se dio cuenta que hace 18 capítulos que vengo sufriendo por sus equivocaciones. Las dos veces que Rick se levanta pensé lo mismo que Kate....se va todo al demonio, pero por suerte, a ellos les gusta las tormentas como a mi!!!!
Y lo que me reí con Martha!!! Es mi idola.
Tengo un capi masssss....soy felizzzzzzzz
Gracias por escribir como lo haces!!!! Eres una genia!!!
Vamos a lo importante. La palabra es PERFCTO. Como el domino toda la situación, como se hizo cargo de sus equivocaciones, todo. Y ella por fin se dio cuenta que hace 18 capítulos que vengo sufriendo por sus equivocaciones. Las dos veces que Rick se levanta pensé lo mismo que Kate....se va todo al demonio, pero por suerte, a ellos les gusta las tormentas como a mi!!!!
Y lo que me reí con Martha!!! Es mi idola.
Tengo un capi masssss....soy felizzzzzzzz
Gracias por escribir como lo haces!!!! Eres una genia!!!
silvanalino- Escritor - Policia
- Mensajes : 2439
Fecha de inscripción : 01/12/2010
Edad : 51
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