Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
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Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
esta genial, sigue asiiii!!!!!
alcalde100- Ayudante de policia
- Mensajes : 128
Fecha de inscripción : 18/03/2013
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Que voy decir yo que tú no sepas ya, si me enamoro de todo lo que escribes jajaja
Ya sé que puede sonar raro pero me gusta lo triste de tu historia porque a la vez resulta realista y tantos fics de bodas,... me tienen empachada. El tuyo es justo lo que estaba buscando leer.
Me gusta la relación que se ha forjado entre Martha y Jim, al final me veo a los dos haciendo lo imposible porque sus hijos vuelvan a estar juntos.
He alucinado con lo detallado del trabajo en el FBI, realmente parecía estar viendo todo el proceso con Kate desde que le entregan el contrato hasta que termina su primer día. Es fascinante el modo en que haces que me pueda imaginar perfectamente cada escena.
Me resulta gracioso el modo en que tanto Castle como Beckett nada más marcharse encuentran a alguien que les llama la atención, Castle con la recepcionista de su hotel y Beckett con su compañero. No pierden el tiempo jajaja
Por cierto, me encantó la escena de Castle y Leo, la cara que se le debió de quedar de no entender nada mientras Castle le iba contando que iba tras una mujer que pasaba de él.
El final resume perfectamente lo que ha significado tanto Beckett como Castle para los compañeros e incluso para Gates. Han sido grandes pilares en el equipo que han dejado un gran vacío tras sus marchas.
Deseando estoy de que sea lunes para leer el siguiente capítulo, ahora los lunes me encantan jaja
Besos!!
PD: Gracias por la dedicatoria en la parte que me toca
Ya sé que puede sonar raro pero me gusta lo triste de tu historia porque a la vez resulta realista y tantos fics de bodas,... me tienen empachada. El tuyo es justo lo que estaba buscando leer.
Me gusta la relación que se ha forjado entre Martha y Jim, al final me veo a los dos haciendo lo imposible porque sus hijos vuelvan a estar juntos.
He alucinado con lo detallado del trabajo en el FBI, realmente parecía estar viendo todo el proceso con Kate desde que le entregan el contrato hasta que termina su primer día. Es fascinante el modo en que haces que me pueda imaginar perfectamente cada escena.
Me resulta gracioso el modo en que tanto Castle como Beckett nada más marcharse encuentran a alguien que les llama la atención, Castle con la recepcionista de su hotel y Beckett con su compañero. No pierden el tiempo jajaja
Por cierto, me encantó la escena de Castle y Leo, la cara que se le debió de quedar de no entender nada mientras Castle le iba contando que iba tras una mujer que pasaba de él.
El final resume perfectamente lo que ha significado tanto Beckett como Castle para los compañeros e incluso para Gates. Han sido grandes pilares en el equipo que han dejado un gran vacío tras sus marchas.
Deseando estoy de que sea lunes para leer el siguiente capítulo, ahora los lunes me encantan jaja
Besos!!
PD: Gracias por la dedicatoria en la parte que me toca
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
esto esta buenisimo quedo esperando con ancias el proximo lunes!
cururi- As del póker
- Mensajes : 447
Fecha de inscripción : 15/03/2013
Edad : 36
Localización : World Citizen
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Jim dice que a lo mejor Kate se equivocó, por que no se lo dijo antes? Y Martha es tan inteligente y ve lo que nadie ve y sufre por los dos. La adoro!
Menos mal que cambió a un año el contrato igual tendrá que volver antes porque NO PASARA la parte psicológica y me encantara eso por todo lo que me hace sufrir!
Eres única escribiendo! Sigueeee
silvanalino- Escritor - Policia
- Mensajes : 2439
Fecha de inscripción : 01/12/2010
Edad : 51
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Me encanta . Estos del FBI son superestrictos, que error ha cometido en irse y abandonarlos a todos.
Estoy deseosa de ver que es lo que se le ocurre a Martha para juntarles de nuevo, jejeje, es única cuando se lo propone.
A la espera del siguiente capi
Estoy deseosa de ver que es lo que se le ocurre a Martha para juntarles de nuevo, jejeje, es única cuando se lo propone.
A la espera del siguiente capi
Yaye- Escritor - Policia
- Mensajes : 1751
Fecha de inscripción : 05/06/2012
Localización : Huelva
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Muchas gracias por tu reto, se agredece tu esfuerzo y encima lo haces muy interesante , pero no seas como los de la nbc con las promos , jejej.
bueno gracias de un lector
bueno gracias de un lector
roy-rogers- Ayudante de policia
- Mensajes : 147
Fecha de inscripción : 04/12/2012
Edad : 41
Localización : bilbao
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Enhorabuena, no encuentro más palabras. Enhorabuena por llevar estas dos historias en paralelo con un punto de vista diferente y a la vez tan compenetrados.
La descripción tan detallada que no dejas a la imaginación a equivocarse con ningún detalle es un deleite, Ana.
Espero con ganas el próximo lunes.
La descripción tan detallada que no dejas a la imaginación a equivocarse con ningún detalle es un deleite, Ana.
Espero con ganas el próximo lunes.
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Me encanta, continua pronto.
_Caskett_- Escritor - Policia
- Mensajes : 2936
Fecha de inscripción : 22/01/2013
Localización : en un mundo feliz
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Beckett_Castle_Alba escribió:Que voy decir yo que tú no sepas ya, si me enamoro de todo lo que escribes jajaja
Ya sé que puede sonar raro pero me gusta lo triste de tu historia porque a la vez resulta realista y tantos fics de bodas,... me tienen empachada. El tuyo es justo lo que estaba buscando leer.
Me gusta la relación que se ha forjado entre Martha y Jim, al final me veo a los dos haciendo lo imposible porque sus hijos vuelvan a estar juntos.
He alucinado con lo detallado del trabajo en el FBI, realmente parecía estar viendo todo el proceso con Kate desde que le entregan el contrato hasta que termina su primer día. Es fascinante el modo en que haces que me pueda imaginar perfectamente cada escena.
Me resulta gracioso el modo en que tanto Castle como Beckett nada más marcharse encuentran a alguien que les llama la atención, Castle con la recepcionista de su hotel y Beckett con su compañero. No pierden el tiempo jajaja
Por cierto, me encantó la escena de Castle y Leo, la cara que se le debió de quedar de no entender nada mientras Castle le iba contando que iba tras una mujer que pasaba de él.
El final resume perfectamente lo que ha significado tanto Beckett como Castle para los compañeros e incluso para Gates. Han sido grandes pilares en el equipo que han dejado un gran vacío tras sus marchas.
Deseando estoy de que sea lunes para leer el siguiente capítulo, ahora los lunes me encantan jaja
Besos!!
PD: Gracias por la dedicatoria en la parte que me toca
Estoy totalmente de acuerdo. A pesar de ser un fic triste me encanta, porque es diferente. Que bonito los dos pensando en el otro al mismo tiempo, si es que Y el Aaron ese me cae mal, va lanzadito, y presiento que la recepcionista no tardará en entrar en el juego también, ya sabes lo que les toca... jajajajaja No me lío más que no quiero repetirme, ¡que ganas de leer el próximo!
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Bueno no se como decir lo que siento, me has dejado tocada de una forma que hace tanto tiempo que no sentía que has conseguido lo que no es nada fácil conseguir de mi, dejarme sin palabras, ni aliento me ha quedado. Solo puedo decir que me has dejado acongojada, desde lo más profundo de mi ser, repito no puedo explicar ni como ni porqué, no encuentro las palabras, siento no ser más explícita, pero no doy más de sí.
Enorme, no lo dejes sin terminar por favor, dure poco o mucho pero no lo dejes a medias.
BESOTESSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Enorme, no lo dejes sin terminar por favor, dure poco o mucho pero no lo dejes a medias.
BESOTESSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
agecastbet- Escritor - Policia
- Mensajes : 2971
Fecha de inscripción : 27/12/2012
Localización : En la colina del loco - Madrid
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Gracias por seguir leyendo. Insisto que si escribo es por esa recompensa.
Evidentemente, mil gracias a quien comentáis, elevais el ego y las ganas de continuar.
Sil, puede que existan palabras que quieran causar consuelo, puede que haya alguien capaz de juntarlas y formar una frase que intente trasmitirlo, pero evidentemente, si tengo algo claro, es que yo, no seré capaz en la vida de hilar un sólo párrafo, por pequeño que sea, con la capacidad suficiente para apaciguar por un instante la tristeza y desolación que significa perder a un ser querido. Lo siento mucho amiga. Ánimo y fuerza.
***********************
CAPITULO 3. NO CONSIGO OLVIDARTE.
Lanie, frente al espejo y con los ojos muy abiertos definía sus pestañas con el pequeño cepillito de su bote de Rimmel. Su mirada estaba en su imagen, pero su mente estaba viajando a toda velocidad entre Washington, Nueva York y cualquier parte del mundo donde estuviese escondido Richard Castle.
- Estás preciosa – le dijo Javier abrazando su cintura por detrás mientras descansaba su barbilla sobre el hombro de la forense.
- ¡Javier Esposito! – exclamó ella – aléjate de mí, estás empapado.
Lanie se giró y le alejó empujándole con la palma de su mano sobre su pecho.
- ¡Oh vamos chica! – le dijo él acercándose para besarla mientras sujetaba alrededor de su cintura la toalla con la que había salido de la ducha.
- ¡Javi no! – gritó riendo pero dejando que el moreno volviese a abrazarla y comenzase a besarla.
Media hora después Lanie se apresuraba a vestirse mirando a Esposito que seguía tumbado sobre la cama.
- ¿No vas a llegar tarde? – le preguntó.
- Llegaré a tiempo – contestó él – no tenemos ningún caso y de todas formas la capitana se ha relajado con nosotros desde que Katherine se fue. Si llego tarde no dirá nada. Ayer Kevin se retrasó media hora y pasó por su lado como sí nada cuando él llegó.
- ¿Me estás diciendo que no tendré que esperar a hacer su autopsia para descubrir que esa mujer tiene corazón? – preguntó Lanie parando de vestirse para hablarle.
- O le damos pena, o ella también la echa de menos – aseguró él.
- No sé cómo se sentirá ella, pero yo sí que la echo de menos – confesó Lanie.
- Y nosotros – contestó refiriéndose a Kevin y a él – pero nuestro trabajo es así, nuestros compañeros vienen y van y tenemos que superarlo cuanto antes.
- ¡Vaya Javier! Pensé que ella era tu amiga – le reprochó.
- ¡Y lo es! – contestó de inmediato – Pero eso no quiere decir que no tengamos que continuar sin ella en el trabajo. No podemos hacer como Richard y salir corriendo porque ella no esté.
Lanie le miró entristecida. Odiaba la situación. Desde que la había conocido, no había visto a su amiga tan feliz con nadie excepto con Richard. No terminaba de entender cómo habían podido llegar hasta el punto de dejarlo de un día para otro.
Sentía un enorme desconsuelo al pensar en Katherine. La vida de su mejor amiga estaba destinada desde pequeña a ser feliz y tener un gran éxito, seguro que si su madre siguiese viva, estaría felizmente casada con un hombre adorable, con niños guapísimos y un trabajo en el mejor bufete de abogados del país. Pero la vida, que nos da una bofetada cuando menos lo esperamos, la tiró al suelo mostrándole la verdadera situación, y ella, aunque intentaba engañar a todo el que la rodeaba, en realidad, jamás había conseguido levantarse, superar el golpe y continuar adelante. Seguía tirada en el suelo intentando esquivar más impactos mientras la vida se reía cruelmente de ella.
- Te has quedado callada – dijo Javier tras el interminable momento de silencio.
- Sé que le quiere – afirmó ella-. Yo sé que ella le quiere. Pensé que ya lo había superado, y ya no era la chica reservada y cauta que alejaba a todo aquél que intentaba dar un paso a su lado. Creí que por fin iba a ser feliz y dejarse querer y cuidar por alguien que la ama de verdad. Porque Richard lo hace.
Javier se levantó y se acercó a la forense para estrecharla entre sus brazos, balanceándose con ella para intentar consolarla.
- ¿Por qué es tan tonta de no querer verlo Javi? – preguntó cómo si él pudiese darle la respuesta adecuada.
- Yo tampoco pensé que llegaría hasta este extremo, cariño – le dijo él en un susurro-. Cree que no puede ser feliz hasta que no haya metido en la cárcel al último asesino que haya en el mundo – le dijo él –. No se da cuenta que el crimen es tan antiguo como la propia historia del mundo.
- Deberíamos hacer que entrase en razón – dijo un tanto suplicante ella –. Que ambos lo hiciesen.
- Entiendo a Richard, yo también habría desistido – dijo pensativo Javier.
- ¡Pues yo no! – dijo enfadada -. Debería haberla drogado, secuestrado y habérsela llevado a cualquier playa paradisiaca durante un mes antes de dejar que se marchase como lo hizo y sin aceptarle. Créeme, yo le habría proporcionado ayuda con las drogas de habérmelo pedido.
Javier no pudo evitar reír a carcajadas por las ocurrencias de su chica.
- Ahora no es el momento. Necesitan tranquilizarse y pensar – le dijo él.
- Cuando llegue el momento me ayudarás – le advirtió sin consentir una negativa.
- Cuando llegue el momento… - afirmó él – y Kevin también lo hará.
Tras unos minutos abrazados, Lanie se separó y terminó de vestirse rápidamente mientras Javier hacía lo mismo a gran velocidad para llevar a la forense hasta su trabajo.
Lanie se permitió una pequeña sonrisa. No sabía cómo, pero en algún momento estaba segura que se divertiría de lo lindo entreteniéndose en tenderles una trampa a esos dos cabezotas. Y esperaba tener ayuda, mucha ayuda. A esos dos intransigentes les quería demasiada gente dispuesta a ayudar si a ella se le ocurría un buen plan.
/../
Richard abrió los ojos. Aún estaba oscuro. Miró su reloj. Las cinco de la mañana. Las siete en DC.
Debía dejar de pensar en ella. Volvió a cerrar los ojos y se dijo en voz alta y rectificándose a sí mismo: son las siete en Nueva York.
No consiguió volver a dormirse. Ella rondaba su mente constantemente haciendo imposible que pudiese conciliar el sueño. Sus ojos le miraban con asombro y miedo, de su boca no salía un sí, ni un no. Silencio.
A las ocho de la mañana después de dar mil vueltas en la cama hasta llegar a desencajar la sábana que cubría el colchón, decidió que era hora de darse una larga ducha y conocer San José.
Pulsó el botón de la planta baja y suspiró. Los ascensores también le recordaban a ella. Durante cuatro años había sido en un ascensor en el único lugar donde había estado tan cerca de ella como para poder aspirar su aroma, adoraba los momentos en los que ella le decía que tenían un caso y salía corriendo por la doce en dirección al elevador y él lo hacía detrás, tan solo porque sabía que pasarían muy juntos los escasos cuarenta segundos del viaje hasta la planta baja. Tomó aire por la nariz. En ocasiones sabía cuándo ella había subido antes que él, porque el ascensor aún olía a ella. ¿Y las tardes? Cuando acababan el trabajo y ambos salían juntos, incluso a veces ella le llevaba hasta su casa en coche y entonces la tarde era perfecta. Y desde hacía un año, el ascensor era el único lugar de la comisaría donde ambos se permitían un respiro y se besaban, o se daban fugaces abrazos y caricias.
En su momento adoró los ascensores. Ahora ese ascensor que olía a desinfectante de pino, era insulso y frío, tan solo era para él un medio de desplazamiento vertical.
Se sorprendió al descubrir que Lena, desde la recepción y mientras atendía a una clienta, le dedicaba una larga sonrisa mientras él se dirigía al restaurante a desayunar, y él se la devolvió con una ligera inclinación de cabeza.
Tomando su café, decidió que lo mejor sería que llamase a Leo. No tenía claro qué debía ver en aquella ciudad, y el idioma no le ayudaba demasiado. Apenas conocía algunas palabras en español. El muchacho le había caído bastante bien. Además no tener ningún plan y que él apareciese con su todoterreno y ofreciéndole ser su guía por todo el país si era necesario, era como una señal.
Marcó el teléfono de Leo y no tuvo que esperar demasiado para que contestase.
- Buenos días – contestó Leo en español.
- ¿Leo? Soy Richard Castle.
- ¡Hola Richard! – contestó en inglés contento por recibir la llamada - ¿En qué puedo ayudarle?
- ¿Tienes algo que hacer durante las próximas seis semanas? – preguntó directo.
- Tengo algún cliente concertado, pero puedo pasárselo a algún amigo – confesó - ¿Qué idea tiene?
- ¿Qué tal si vienes a buscarme a mi hotel y hablamos? – propuso.
- ¿Le viene bien en media hora? – preguntó.
- Perfecto. Estaré en el restaurante desayunando –le informó.
Richard levantó una mano llamando la atención de Leo.
- Buenos días, ¿has desayunado ya? – le preguntó invitándole a sentarse junto a él.
- Algo – dijo el chico y Richard llamó al camarero - ¿Qué ha pensado?
- Me dijiste que podrías enseñarme el país.
- Así es. ¿Qué idea tiene? – preguntó.
- Haz un itinerario. Quiero estar cerca de Palo… no recuerdo ni su nombre – dijo Richard medio riendo.
- Palo verde – continuó Leo.
- Quiero estar cerca, y poder espiar de vez en cuando a mi niña – confesó – pero también me gustaría recorrer tu país. He echado un vistazo a la información que me dejaste. Voy a tener que comprarme una cámara de fotos – aseguró.
- Eso sería lo más inteligente que podría hacer – contestó Leo sonriendo.
Hablaron durante al menos una hora sobre las diferentes zonas que visitar, y cuando los camareros comenzaron a recoger las mesas, Richard pidió que cargasen todo a su cuenta y se trasladaron al bar, donde sentados en un apartado, comenzaron a hablar sobre el sueldo de Leo y los gastos del viaje.
A Richard le pareció bien el precio que Leo le indicaba por sus servicios. Era justo. El muchacho le dijo que en todo momento buscaría hoteles adecuados a su nivel y exigencias, mientras él se alojaría en otros establecimientos más modestos. Todos los gastos correrían a cargo del escritor, hospedaje, comidas, desplazamientos… Richard estuvo de acuerdo.
El resto del día, Leo hizo de guía al escritor por los tres museos más importantes de San José. El museo del Jade, El museo del oro y El museo Nacional.
No quiso conocer ni el museo del café ni el de criminología. Sabía que le traería sin remedio el recuerdo de la que hasta hacía unos días había sido su novia y pretendía olvidarla a toda costa. Era curioso que de todas las ciudades del mundo, él estuviese en una donde existiesen ambos museos.
El día siguiente Leo debía de invertirlo en preparar su equipaje, el coche y hacer las reservas necesarias para no tener problemas cuando fuesen llegando a los destinos. El joven le recomendó que llevase calzado cómodo y resistente que pudiese utilizar cuando se adentrasen en parajes selváticos. Le apuntó un par de sitios donde poder hacerlo y en los que no tendría problemas con el idioma. Richard bajó del coche en la puerta de su hotel despidiéndose de Leo.
Entró al hotel mirando hacia la recepción. Descubrió a Lena sola, revisando algo en el ordenador. Se acercó sonriendo.
- Buenas noches.
Lena levantó la mirada y al descubrirle le devolvió la sonrisa.
- Buenas noches señor Castle ¿puedo ayudarle en algo?
- ¿Tienes el día libre mañana? – preguntó directo Richard sin terminar de sorprenderse por sus propias palabras.
- ¿Necesita algo en especial? – contestó Lena esquivando un poco la pregunta del escritor.
- Tengo que hacer algunas compras y pensé que tal vez… si librabas mañana podrías ayudarme – le dijo poniendo su mejor sonrisa.
- Señor Castle, comprenderá que el hotel tiene normas sobre las relaciones personales de los empleados con los clientes – contestó Lena.
- ¿Pero si no existieran esas normas me acompañarías? – insistió él.
Lena le mantuvo la mirada y afirmó en silencio.
- Podría hacerlo. Mañana y pasado descanso – confirmó ella.
- Dime dónde debo recogerte y a qué hora y pasaré a por ti – le dijo Richard manifestando su alegría.
- Pero le ruego que…
- Nadie se enterará…
Ella le escribió una dirección y una hora en una nota y se la tendió.
Se metió en el ascensor con una amplia sonrisa atravesando su cara. Tomaría una ducha y saldría a cenar algo.
Después de ducharse y mientras ajustaba su reloj en su muñeca, decidió que era el momento de hablar con su madre, se tumbó boca arriba sobre la cama y marcó la larga numeración desde el teléfono del hotel.
- Hola madre – dijo después de esperar un buen rato a que Martha contestase.
- Hola querido – contestó Martha con alegría - ¿Qué tal tu viaje?
- Bien madre. ¿Cómo estás tú?
- Sola querido. Estoy completamente sola y echándoos de menos a Alexis y a ti.
- ¿Me estás pidiendo que vuelva madre? – preguntó riendo - ¿Qué pasa con tus fiestas y tus clases?
- ¿Fiestas? – preguntó Martha.
- No me engañas. Sé de sobra que no nos echas de menos, seguro que tienes a todos tus amigos guardando silencio mientras hablamos – le dijo.
- ¡Claro que os echo de menos! – protestó Martha.
- Lo sé madre - le dijo Richard riendo –. ¿Ha llamado Alexis?
- Ha llamado hace unas horas desde el centro de estudiantes – afirmó – me ha dejado su teléfono y los horarios en los que podemos localizarla.
- ¿Preguntó por mí? – se interesó él.
- ¡Claro hijo! – le dijo la actriz – le dije que estarías con algún caso y no me preguntó nada más… te manda muchos besos.
- Gracias madre – contestó él sabiendo que no era nada fácil para su madre silenciar el engaño.
- Katherine llegó a su destino – le informó sin que él lo pidiese – hablé con Jim.
- No te he preguntado nada sobre ella – le dijo algo molesto.
- Lo sé, pero me dijiste que le habías dicho que la llamarías para saber cómo le iba y…
- Madre…
- Bien, bien… - dijo ella silenciándole – no hace falta que me digas nada. Sólo quiero que no seas tan cabezota. Siempre fuisteis amigos…
- Fuimos… tú lo has dicho.
- Deberías llamar…
- Madre… será mejor que cuelgue y que sigas con tu fiesta – le dijo-. Procura que no rompan nada.
- Richard… te quiero hijo.
- Lo sé y yo a ti también – le dijo cortando la comunicación.
Richard colocó el auricular en su sitio y se quedó pensativo mirando al techo. No había nada en ese momento que le pudiese apetecer más que llamarla. Oír su voz podría ser el bálsamo necesario para poder calmar un poco su roto corazón. Aunque sabía que si lo hacía, al colgar volvería a sentir esa incómoda sensación de abismo en sus entrañas. Era una difícil situación que no sabía cómo afrontar, lo deseaba y lo temía a partes iguales. Miró la hora… las siete en DC…
Y sin poder remediarlo, comenzó de nuevo a llorar. Ojalá pudiese dormirse y despertar un mes o dos más tarde, cuando ese abismo no fuese tan grande, cuando el tiempo hubiese empezado a curar un poco su mente y comenzar a aceptarlo. Jamás había amado así a nadie y dudaba que la vida le regalase la oportunidad de volver a hacerlo de nuevo con otra persona que no fuese ella.
Nunca sería capaz de olvidarla.
/../
Katherine colgó en el armario de su despacho un par de trajes, tal y como Aaron le había recomendado, y dejaba también dentro del mismo una bolsa con todo lo que podría necesitar para salir de viaje en cualquier momento.
Miró a su alrededor y pensó que debería hacerse con una cafetera para colocarla allí. Irremediablemente se acordó de él y de la cafetera que compró para ellos en la doce. Evidentemente la que ella comprase sería mucho más modesta. Tan sólo un sencillo electrodoméstico que le permitiese tomar cafeína a grandes dosis manteniéndolo caliente.
Comenzó a colocar su portátil sobre la mesa cuando unos golpes en su puerta la sacaron de su tarea.
- ¿Si? – preguntó ella a la chica que llamaba.
- Buenos días agente Beckett – le dijo –. Soy de recursos humanos, vengo a hacerle entrega de sus credenciales y de la copia de los informes médicos que realizó ayer.
- ¡Ah! bien – contestó ella – gracias – dijo mientras recibía de manos de la chica una gruesa carpeta.
- Mi nombre es Laura Button – le dijo – tiene mi extensión en la carpeta. Le ruego compruebe todos sus datos, en especial los bancarios y se ponga en contacto conmigo si detecta algún error.
- Gracias.
Se sentó y abrió la carpeta. Lo primero que vio fue su carnet de agente, también la identificación para colgar de su cuello y que le permitiría pasar por los tornos de acceso del edificio, tarjeta de crédito para cargar los gastos de cada desplazamiento, un recibo para que recogiese ropa deportiva para sus entrenamientos obligatorios y la famosa cazadora azul oscura con letras amarillas en la espalda que identificaba a todos los agentes del FBI cuando acudían a un escenario.
Rompió el sobre de sus informes médicos y lo leyó por encima. Aunque tenía conocimientos médicos adquiridos a la fuerza por su trabajo, no entendía nada sobre niveles de componentes sanguíneos y la importancia de mantenerlo entre las pautas correctas. De estas cosas siempre se encargaba Lanie, tendría que llamarla y enviarle esos informes para que se los tradujese.
Siguió leyendo, se mencionaba su lesión de corazón, causada por la herida de bala, afortunadamente el médico no la consideraba grave, aunque recomendaba revisiones periódicas. También le recomendaba la realización de ejercicios de espalda, después de detectar una pequeña lesión en una de sus vertebras como consecuencia del algún traumatismo. Se preguntó que tipo de traumatismo podría haber sido. A lo largo de su carrera se había llevado muchos y duros golpes de todo tipo. Recordó la mañana en la azotea en la que estuvo a punto de morir, aquel tipo era realmente fuerte y la golpeó a conciencia. Seguía sin entender como pudo aguantar tanto tiempo colgada de sus dedos con la cantidad de golpes que recibió anteriormente. Aquel día ni se molestó en ir al médico aunque le dolía todo el cuerpo. Recordó la noche y sonrío. El escritor había sido tan cuidadoso y dulce con ella aquella noche... Sacudió la cabeza, no podía permitirse el lujo de pensar en él cada momento.
Abrió el sobre más temido. El informe psicológico. Lo leyó con avidez, intentando averiguar si se había descubierto su secreto. Nada… no se mencionaba nada, simplemente y al igual que el médico, figuraba la palabra APTA al final del mismo. Sonrío. Nada… ni siquiera la recomendación de tener que volver a la consulta.
Revisó el resto de la documentación. Su copia del contrato de trabajo, el seguro médico, los datos bancarios donde se ingresaría su salario… Accedió a internet y entró en la web de su banco, para poder revisar que la numeración de la cuenta era correcta.
Se identificó y espero a que apareciesen sus datos. Comprobó el número completo con el que figuraba en el expediente. Era correcto. Ya que había entrado en su cuenta, decidió revisar si su casero le había devuelto el dinero de la fianza tal y como había prometido hacerlo.
Sus ojos se abrieron con sorpresa. En su cuenta había 250.000 dólares que días antes no estaban allí. Pinchó sobre el ingreso, buscando más información sobre su procedencia, pero únicamente figuraba “trasferencia desde otra cuenta”. ¿Qué narices sería eso? ¿Un error?
Lo mejor sería que llamase a Mónica, la subdirectora de la sucursal bancaria en Nueva York, para que le averiguase la procedencia. Buscó su teléfono en la memoria de su IPhone y marcó la tecla de llamada.
- ¿Mónica? – preguntó al oír la voz de la mujer al otro lado – Soy Katherine Beckett.
- Hola Katherine – contestó la mujer – hace mucho que no hablaba contigo.
- Es cierto – confesó ella – tu trabajo es como el mío, sólo te llaman cuando ocurre algo.
- Así es… - le dijo riendo – por tanto… ¿Qué ocurre Katherine? ¿Algún problema?
- Verás… supongo que se trata de un error – le explicó – he visto en mi cuenta un ingreso por un importe bastante elevado y no sé su procedencia.
- Espera un momento que acceda a tu cuenta – le dijo pidiéndole unos segundos.
- La información que puedo ver – continuó ella – es que se trata de una transferencia de otra cuenta por un importe de 250.000 dólares.
- ¿Y me llamas para quejarte? – preguntó riendo Mónica – cariño, a mi me ingresan esa cantidad y no pregunto, directamente voy a la Quinta Avenida con la Calle Cincuenta y siete – aseguró refiriéndose a la ubicación de Tiffany´s.
- Me pilla un poco lejos hoy – informó – he cambiado de trabajo, ahora vivo en DC.
- ¡Vaya! – exclamó la subdirectora – espero no perderte como cliente, y menos con ese ingreso que dices.
- No es mi intención – le dijo ella riendo.
- Ya lo tengo en pantalla – dijo Mónica – veamos… parece una transferencia desde US Bancorp, pero no puedo identificar quién lo ha realizado.
- Mónica, debe tratarse de un error ¿podrías averiguar algo más? ¿Quién la hizo? – pidió ella.
- Sabes que es complicado – contestó la mujer – pero por suerte tengo un amigo en la sucursal de Park Avenue desde donde está realizada.
- ¿Te importa…?
- No te preocupes – afirmó la mujer – trataré de averiguar si se trata o no de un error y te llamaré a lo largo del día. Dame tiempo, hoy tendré una mañana complicada.
- No te preocupes Mónica – le dijo ella – cuando te sea posible.
- Te llamaré.
- Muchas gracias.
Katherine colgó pensativa. Tal vez su casero se había equivocado y le había hecho un ingreso por un importe equivocado, muy equivocado. Aunque ella juraría que le pagaba a una cuenta de su mismo banco, el Wells Fargo. Aaron le sacó de sus pensamientos apareciendo por la puerta.
- Buenos días – saludó sonriente - ¿un café?
- Por favor – le dijo levantándose y caminando junto a él hasta la sala de descanso.
El resto del día lo pasó pegada a su nuevo compañero familiarizándose con el sistema informático y el arduo papeleo. Incluso entrenó junto a Aaron en el inmenso gimnasio del edificio.
Quería cuanto antes ponerse en acción y que le asignasen un caso, pero Aaron le dijo que eso no ocurriría en la primera semana. Tenía que aprender bastantes cosas antes de poder acompañar a otro agente en un caso o de lo contrario podría retrasar el trabajo del compañero con sus preguntas, o peor, con sus meteduras de pata por no conocer debidamente los procedimientos. Ella lo entendió, aunque seguía deseando que le asignasen ya un caso.
- ¿Serás tú a quién acompañe? – preguntó a Aaron mientras comían.
- Eso lo decidirá el jefe – contestó él masticando un trozo de pizza – pero hay una gran probabilidad de que sea así.
A las seis y media, Aaron comenzó a recoger sus pertenencias. Había sido otro día tranquilo y ambos podrían marcharse a descansar. Ella siguió verificando el caso en el que ambos habían estado trabajando durante el día, y que aunque estaba cerrado, le servía para aprender los procedimientos. Aaron cogió la carpeta de entre las manos de ella cerrándola y guardándola en el archivo.
- No siempre saldremos pronto – le dijo –. Tienes que aprovechar estos días. Y creo que deberías invertir tiempo en buscar una casa.
- Tienes razón – confesó ella pensándolo.
Salió del aburrido edificio del FBI y caminó hasta su hotel. Le habían comentado que los cerezos del cercano parque West Potomac florecerían durante ese mes, y se preguntó si le sería posible contemplarlo.
Mientras caminaba su móvil comenzó a sonar. Mónica del Wells Fargo.
- Hola Mónica – saludó.
- Perdona por no haber llamado antes – se disculpó la mujer.
- No hay problema, a decir verdad, he estado tan ocupada que había olvidado todo el tema – le dijo ella-. ¿Sabes ya algo?
- Sí – contestó Mónica – precisamente fue James, mi amigo de la sucursal del Bancorp, quién realizó esa transferencia.
- ¿Y bien? – preguntó impaciente.
- Creo que conoces de sobra a quien dio la orden, pero James me ha pedido que no reveles como lo has averiguado, puesto que le pidieron que no figurase el nombre del ordenante por ningún sitio- le aclaró Mónica.
- ¿Tengo que asustarme? – preguntó ella parándose en mitad de la acera.
- Cariño, yo no me asustaría si alguien tan estupendo me regalase tanto dinero – le dijo riendo.
- ¿De quien se trata Mónica? – pidió -. Me estoy poniendo nerviosa.
- Richard Castle – contestó sin querer hacer que esperase más – el escritor que trabajaba a tu lado según la prensa ¿no es así?
- ¿Richard? – preguntó ella casi en un grito.
- Recuerda que James me ha pedido…
- Tranquila Mónica – le dijo – siempre puedo decir que recurrí a mis compañeros. No sabes cuanto te agradezco que te hayas molestado en averiguarlo…
- ¿Está todo bien? – preguntó la mujer.
- Si, si… todo bien, aunque mañana te mandaré orden para que transfieras el dinero a la cuenta de dónde proviene – dijo ella.
- ¿Estás segura?
- Completamente – contestó de inmediato -. Gracias de nuevo Mónica. Mañana te mandaré la orden.
- No hay problema Katherine, la cursaré en cuanto la reciba. Cuídate.
- Gracias.
Colgó y entró en su hotel. ¿Por qué Richard había hecho eso? ¿Qué pretendía? Tiró su bolsa sobre una silla y comenzó a desnudarse mientras entraba en el baño. Sería mejor que tomase una ducha antes de llamarle.
Se puso unos pantalones cortos y una vieja camiseta y terminó de secarse el pelo. Cogió su IPhone varias veces sin atreverse a marcar, sabía que sufriría después de hablar con él, hasta que finalmente y tras luchar contra sí misma, tocó sobre el nombre del escritor y la llamada empezó a cursarse.
- Hola soy yo – le dijo al notar que él descolgaba sin dejar que llegase a contestar.
- Hola – contestó él aún sorprendido – tenía que llamarte yo, pero no sabía a que hora debía hacerlo, por tus nuevos horarios… ¿Qué tal tu nuevo trabajo?
- Bien… adaptándome… lo normal supongo – contestó ella intentando relajarse.
- ¿Va todo bien? – preguntó interesado, le extrañaba que fuese ella quién llamase.
- Richard… ¿Qué coño pretendes ingresando en mi cuenta 250.000 dólares? – le soltó sin más.
- Ya – dijo él e hizo un largo silencio -. Que iluso ¿no? Pensé que me llamabas para saber si sigo vivo.
Se dio cuenta que había sido un poco brusca con él. Supuso que su propio mecanismo de autodefensa había actuado por ella.
- Perdona. Tienes razón. ¿Cómo estás Richard? – preguntó en un tono más bajo.
- Estoy todo lo bien que puede estarse, supongo – contestó - ¿Qué tal te va por DC?
- Todo lo bien que puede irme, supongo – imitó ella -. ¿Me quieres contar ya lo del dinero por favor?
- He cobrado el adelanto de mi última novela.
- ¿Y qué tengo yo que ver con eso? – preguntó suavemente.
- Nunca te he agradecido lo suficiente que me soportases durante cinco años – le dijo de carrerilla – es justo que te ceda una parte.
- ¡No lo hice por dinero! – dijo medio gritando.
- Lo sé – cortó él – pero es mi forma de agradecerte que lo hicieras.
- Si quieres agradecérselo a alguien, haz un donativo al alcalde que fue quién te dejó trabajar conmigo – rebatió ella.
- A quien molesté fue a ti, no a él. Además a él ya le hago suficientes donativos – aclaró.
- Mañana ordenaré que te lo devuelvan.
- No harás eso – ordenó – puede que tú y yo no hayamos acabado de la forma que soñé, pero como te dije me gustaría seguir siendo tu amigo, y los amigos hacen regalos a sus amigos. Y más cuando esos amigos no han agradecido lo suficiente la ayuda prestada con sus novelas.
- Richard…
- Katherine… - dijo muy despacio - tómalo como un regalo por favor.
- Un regalo podría ser un libro, unos guantes, un perfume incluso una bicicleta, pero no un cuarto de millón de dólares.
- Te has mudado a cuatrocientos kilómetros de tu ciudad. Te vendrá bien como ayuda para comprar una casa… Nunca habría ganado tanto dinero si no hubiese sido por ti – le dijo casi en un susurro - acéptalo por favor.
- Escúchame Richard…
- Sabes de sobra lo que siento por ti – volvió a cortar él – quiero que todo te vaya muy bien, no quiero que tengas preocupaciones, quiero poder llamarte y saber que eres feliz… y no es que el dinero pueda darte todo eso, pero si al menos consigue que tengas una cosa menos en la que pensar… yo… yo también seré feliz.
- Lo pensaré – le dijo ella totalmente confundida por lo que había oído.
- Espero que no lo hagas – pidió él – Katherine ahora… debo… tengo que…
- Si… yo también tengo que colgar… - dijo ella muy bajito.
- Te llamaré…
- Adiós…
- Te quiero… – dijeron a la vez, pero ninguno pudo oír al otro, porque ambos habían cortado la comunicación.
Irremediablemente una lágrima cayó sobre la imagen de él en la pantalla de su IPhone. Estaba claro que no era capaz de olvidarle…
/../
Roselyn Karpowski llevaba más de diecisiete años ejerciendo como policía. Se consideraba una agente dura y eficiente. Desde el primer día, se tomaba su trabajo con toda la responsabilidad y el compromiso que prometió al recibir su placa y no había abandonado ese código moral jamás.
Admitía que, cuando el fallecido Capitán Montgomery eligió a aquella novata para que fuese detective de homicidios, mientras que a ella le había costado más de cuatro años conseguirlo, sintió una profunda rabia contra Katherine Beckett.
Pero cuando la nueva detective fue haciendo rápidos progresos dejando horas y horas de trabajo extra en ello, se ganó todo su respeto y admiración, incluso su ayuda y su apoyo cuando lo había necesitado.
Ver ahora a Javier y a Ryan allí, como dos cachorrillos a los que han separado de sus padres al nacer, la llenaba de tristeza. Y no era porque pensase que ambos policías no abandonarían tarde o temprano de esa situación. Ambos eran tipos entrenados y profesionales y saldrían de aquello. Pero la situación la apenaba mucho.
Le entristecía saber que la compleja detective Katherine Beckett, a la que había visto durante años dejarse la piel día a día en aquella comisaría sin permitirse apenas tener vida privada, había echado por la borda la única oportunidad de ser feliz que se le había presentado y perseguido durante los últimos cinco años, porque Richard Castle había sido eso, la única y real oportunidad de ser feliz que la detective no había podía obviar, porque él era insistente, tenaz y adorable y no había abandonado aquella comisaría hasta conseguir que ella se rindiese y admitiese que merecía ser feliz por encima del trabajo.
Pero la tozuda detective lo había dejado todo por perseguir de nuevo lo mismo: trabajo. Trabajo y fantasmas, porque desgraciadamente perseguir asesinos en muchos casos consistía en encontrar únicamente eso: fantasmas.
Pensaba que había conseguido que ella cambiase de opinión las últimas navidades, cuando casi tuvo que empujarla por la puerta del ascensor para que fuese a cenar con el escritor y su familia, después de una larga charla en la que se sinceró con ella y le admitió que acababa de divorciarse, y que si pudiese, no volvería a anteponer su trabajo ante al que, hasta hacía bien poco, había sido su marido.
Sonrió al recordar la cara de la detective cuando le confesó que la mitad de la comisaría sospechaba que ella y el escritor tenían una relación y que por la doce corría una apuesta con dinero de por medio, poniendo fecha a lo que tardaría Gates en enterarse y echarle.
Pero Gates no le había echado. Había sido la propia detective quien había elegido un trabajo a casarse con el hombre que le había demostrado cuanto la amaba hasta el punto de poner su vida en serio peligro en varias ocasiones por estar a su lado y no dejarla sola.
Cabezota… Si alguien le pidiese ayuda para hacer que recapacitase, desde luego podría contar con ella.
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G R A C I A S por leer hasta aquí, una vez más espero no defraudaros.
Natalia, ya sabes... sin tus correcciones esto sería un caos.
Evidentemente, mil gracias a quien comentáis, elevais el ego y las ganas de continuar.
Sil, puede que existan palabras que quieran causar consuelo, puede que haya alguien capaz de juntarlas y formar una frase que intente trasmitirlo, pero evidentemente, si tengo algo claro, es que yo, no seré capaz en la vida de hilar un sólo párrafo, por pequeño que sea, con la capacidad suficiente para apaciguar por un instante la tristeza y desolación que significa perder a un ser querido. Lo siento mucho amiga. Ánimo y fuerza.
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CAPITULO 3. NO CONSIGO OLVIDARTE.
Lanie, frente al espejo y con los ojos muy abiertos definía sus pestañas con el pequeño cepillito de su bote de Rimmel. Su mirada estaba en su imagen, pero su mente estaba viajando a toda velocidad entre Washington, Nueva York y cualquier parte del mundo donde estuviese escondido Richard Castle.
- Estás preciosa – le dijo Javier abrazando su cintura por detrás mientras descansaba su barbilla sobre el hombro de la forense.
- ¡Javier Esposito! – exclamó ella – aléjate de mí, estás empapado.
Lanie se giró y le alejó empujándole con la palma de su mano sobre su pecho.
- ¡Oh vamos chica! – le dijo él acercándose para besarla mientras sujetaba alrededor de su cintura la toalla con la que había salido de la ducha.
- ¡Javi no! – gritó riendo pero dejando que el moreno volviese a abrazarla y comenzase a besarla.
Media hora después Lanie se apresuraba a vestirse mirando a Esposito que seguía tumbado sobre la cama.
- ¿No vas a llegar tarde? – le preguntó.
- Llegaré a tiempo – contestó él – no tenemos ningún caso y de todas formas la capitana se ha relajado con nosotros desde que Katherine se fue. Si llego tarde no dirá nada. Ayer Kevin se retrasó media hora y pasó por su lado como sí nada cuando él llegó.
- ¿Me estás diciendo que no tendré que esperar a hacer su autopsia para descubrir que esa mujer tiene corazón? – preguntó Lanie parando de vestirse para hablarle.
- O le damos pena, o ella también la echa de menos – aseguró él.
- No sé cómo se sentirá ella, pero yo sí que la echo de menos – confesó Lanie.
- Y nosotros – contestó refiriéndose a Kevin y a él – pero nuestro trabajo es así, nuestros compañeros vienen y van y tenemos que superarlo cuanto antes.
- ¡Vaya Javier! Pensé que ella era tu amiga – le reprochó.
- ¡Y lo es! – contestó de inmediato – Pero eso no quiere decir que no tengamos que continuar sin ella en el trabajo. No podemos hacer como Richard y salir corriendo porque ella no esté.
Lanie le miró entristecida. Odiaba la situación. Desde que la había conocido, no había visto a su amiga tan feliz con nadie excepto con Richard. No terminaba de entender cómo habían podido llegar hasta el punto de dejarlo de un día para otro.
Sentía un enorme desconsuelo al pensar en Katherine. La vida de su mejor amiga estaba destinada desde pequeña a ser feliz y tener un gran éxito, seguro que si su madre siguiese viva, estaría felizmente casada con un hombre adorable, con niños guapísimos y un trabajo en el mejor bufete de abogados del país. Pero la vida, que nos da una bofetada cuando menos lo esperamos, la tiró al suelo mostrándole la verdadera situación, y ella, aunque intentaba engañar a todo el que la rodeaba, en realidad, jamás había conseguido levantarse, superar el golpe y continuar adelante. Seguía tirada en el suelo intentando esquivar más impactos mientras la vida se reía cruelmente de ella.
- Te has quedado callada – dijo Javier tras el interminable momento de silencio.
- Sé que le quiere – afirmó ella-. Yo sé que ella le quiere. Pensé que ya lo había superado, y ya no era la chica reservada y cauta que alejaba a todo aquél que intentaba dar un paso a su lado. Creí que por fin iba a ser feliz y dejarse querer y cuidar por alguien que la ama de verdad. Porque Richard lo hace.
Javier se levantó y se acercó a la forense para estrecharla entre sus brazos, balanceándose con ella para intentar consolarla.
- ¿Por qué es tan tonta de no querer verlo Javi? – preguntó cómo si él pudiese darle la respuesta adecuada.
- Yo tampoco pensé que llegaría hasta este extremo, cariño – le dijo él en un susurro-. Cree que no puede ser feliz hasta que no haya metido en la cárcel al último asesino que haya en el mundo – le dijo él –. No se da cuenta que el crimen es tan antiguo como la propia historia del mundo.
- Deberíamos hacer que entrase en razón – dijo un tanto suplicante ella –. Que ambos lo hiciesen.
- Entiendo a Richard, yo también habría desistido – dijo pensativo Javier.
- ¡Pues yo no! – dijo enfadada -. Debería haberla drogado, secuestrado y habérsela llevado a cualquier playa paradisiaca durante un mes antes de dejar que se marchase como lo hizo y sin aceptarle. Créeme, yo le habría proporcionado ayuda con las drogas de habérmelo pedido.
Javier no pudo evitar reír a carcajadas por las ocurrencias de su chica.
- Ahora no es el momento. Necesitan tranquilizarse y pensar – le dijo él.
- Cuando llegue el momento me ayudarás – le advirtió sin consentir una negativa.
- Cuando llegue el momento… - afirmó él – y Kevin también lo hará.
Tras unos minutos abrazados, Lanie se separó y terminó de vestirse rápidamente mientras Javier hacía lo mismo a gran velocidad para llevar a la forense hasta su trabajo.
Lanie se permitió una pequeña sonrisa. No sabía cómo, pero en algún momento estaba segura que se divertiría de lo lindo entreteniéndose en tenderles una trampa a esos dos cabezotas. Y esperaba tener ayuda, mucha ayuda. A esos dos intransigentes les quería demasiada gente dispuesta a ayudar si a ella se le ocurría un buen plan.
/../
Richard abrió los ojos. Aún estaba oscuro. Miró su reloj. Las cinco de la mañana. Las siete en DC.
Debía dejar de pensar en ella. Volvió a cerrar los ojos y se dijo en voz alta y rectificándose a sí mismo: son las siete en Nueva York.
No consiguió volver a dormirse. Ella rondaba su mente constantemente haciendo imposible que pudiese conciliar el sueño. Sus ojos le miraban con asombro y miedo, de su boca no salía un sí, ni un no. Silencio.
A las ocho de la mañana después de dar mil vueltas en la cama hasta llegar a desencajar la sábana que cubría el colchón, decidió que era hora de darse una larga ducha y conocer San José.
Pulsó el botón de la planta baja y suspiró. Los ascensores también le recordaban a ella. Durante cuatro años había sido en un ascensor en el único lugar donde había estado tan cerca de ella como para poder aspirar su aroma, adoraba los momentos en los que ella le decía que tenían un caso y salía corriendo por la doce en dirección al elevador y él lo hacía detrás, tan solo porque sabía que pasarían muy juntos los escasos cuarenta segundos del viaje hasta la planta baja. Tomó aire por la nariz. En ocasiones sabía cuándo ella había subido antes que él, porque el ascensor aún olía a ella. ¿Y las tardes? Cuando acababan el trabajo y ambos salían juntos, incluso a veces ella le llevaba hasta su casa en coche y entonces la tarde era perfecta. Y desde hacía un año, el ascensor era el único lugar de la comisaría donde ambos se permitían un respiro y se besaban, o se daban fugaces abrazos y caricias.
En su momento adoró los ascensores. Ahora ese ascensor que olía a desinfectante de pino, era insulso y frío, tan solo era para él un medio de desplazamiento vertical.
Se sorprendió al descubrir que Lena, desde la recepción y mientras atendía a una clienta, le dedicaba una larga sonrisa mientras él se dirigía al restaurante a desayunar, y él se la devolvió con una ligera inclinación de cabeza.
Tomando su café, decidió que lo mejor sería que llamase a Leo. No tenía claro qué debía ver en aquella ciudad, y el idioma no le ayudaba demasiado. Apenas conocía algunas palabras en español. El muchacho le había caído bastante bien. Además no tener ningún plan y que él apareciese con su todoterreno y ofreciéndole ser su guía por todo el país si era necesario, era como una señal.
Marcó el teléfono de Leo y no tuvo que esperar demasiado para que contestase.
- Buenos días – contestó Leo en español.
- ¿Leo? Soy Richard Castle.
- ¡Hola Richard! – contestó en inglés contento por recibir la llamada - ¿En qué puedo ayudarle?
- ¿Tienes algo que hacer durante las próximas seis semanas? – preguntó directo.
- Tengo algún cliente concertado, pero puedo pasárselo a algún amigo – confesó - ¿Qué idea tiene?
- ¿Qué tal si vienes a buscarme a mi hotel y hablamos? – propuso.
- ¿Le viene bien en media hora? – preguntó.
- Perfecto. Estaré en el restaurante desayunando –le informó.
Richard levantó una mano llamando la atención de Leo.
- Buenos días, ¿has desayunado ya? – le preguntó invitándole a sentarse junto a él.
- Algo – dijo el chico y Richard llamó al camarero - ¿Qué ha pensado?
- Me dijiste que podrías enseñarme el país.
- Así es. ¿Qué idea tiene? – preguntó.
- Haz un itinerario. Quiero estar cerca de Palo… no recuerdo ni su nombre – dijo Richard medio riendo.
- Palo verde – continuó Leo.
- Quiero estar cerca, y poder espiar de vez en cuando a mi niña – confesó – pero también me gustaría recorrer tu país. He echado un vistazo a la información que me dejaste. Voy a tener que comprarme una cámara de fotos – aseguró.
- Eso sería lo más inteligente que podría hacer – contestó Leo sonriendo.
Hablaron durante al menos una hora sobre las diferentes zonas que visitar, y cuando los camareros comenzaron a recoger las mesas, Richard pidió que cargasen todo a su cuenta y se trasladaron al bar, donde sentados en un apartado, comenzaron a hablar sobre el sueldo de Leo y los gastos del viaje.
A Richard le pareció bien el precio que Leo le indicaba por sus servicios. Era justo. El muchacho le dijo que en todo momento buscaría hoteles adecuados a su nivel y exigencias, mientras él se alojaría en otros establecimientos más modestos. Todos los gastos correrían a cargo del escritor, hospedaje, comidas, desplazamientos… Richard estuvo de acuerdo.
El resto del día, Leo hizo de guía al escritor por los tres museos más importantes de San José. El museo del Jade, El museo del oro y El museo Nacional.
No quiso conocer ni el museo del café ni el de criminología. Sabía que le traería sin remedio el recuerdo de la que hasta hacía unos días había sido su novia y pretendía olvidarla a toda costa. Era curioso que de todas las ciudades del mundo, él estuviese en una donde existiesen ambos museos.
El día siguiente Leo debía de invertirlo en preparar su equipaje, el coche y hacer las reservas necesarias para no tener problemas cuando fuesen llegando a los destinos. El joven le recomendó que llevase calzado cómodo y resistente que pudiese utilizar cuando se adentrasen en parajes selváticos. Le apuntó un par de sitios donde poder hacerlo y en los que no tendría problemas con el idioma. Richard bajó del coche en la puerta de su hotel despidiéndose de Leo.
Entró al hotel mirando hacia la recepción. Descubrió a Lena sola, revisando algo en el ordenador. Se acercó sonriendo.
- Buenas noches.
Lena levantó la mirada y al descubrirle le devolvió la sonrisa.
- Buenas noches señor Castle ¿puedo ayudarle en algo?
- ¿Tienes el día libre mañana? – preguntó directo Richard sin terminar de sorprenderse por sus propias palabras.
- ¿Necesita algo en especial? – contestó Lena esquivando un poco la pregunta del escritor.
- Tengo que hacer algunas compras y pensé que tal vez… si librabas mañana podrías ayudarme – le dijo poniendo su mejor sonrisa.
- Señor Castle, comprenderá que el hotel tiene normas sobre las relaciones personales de los empleados con los clientes – contestó Lena.
- ¿Pero si no existieran esas normas me acompañarías? – insistió él.
Lena le mantuvo la mirada y afirmó en silencio.
- Podría hacerlo. Mañana y pasado descanso – confirmó ella.
- Dime dónde debo recogerte y a qué hora y pasaré a por ti – le dijo Richard manifestando su alegría.
- Pero le ruego que…
- Nadie se enterará…
Ella le escribió una dirección y una hora en una nota y se la tendió.
Se metió en el ascensor con una amplia sonrisa atravesando su cara. Tomaría una ducha y saldría a cenar algo.
Después de ducharse y mientras ajustaba su reloj en su muñeca, decidió que era el momento de hablar con su madre, se tumbó boca arriba sobre la cama y marcó la larga numeración desde el teléfono del hotel.
- Hola madre – dijo después de esperar un buen rato a que Martha contestase.
- Hola querido – contestó Martha con alegría - ¿Qué tal tu viaje?
- Bien madre. ¿Cómo estás tú?
- Sola querido. Estoy completamente sola y echándoos de menos a Alexis y a ti.
- ¿Me estás pidiendo que vuelva madre? – preguntó riendo - ¿Qué pasa con tus fiestas y tus clases?
- ¿Fiestas? – preguntó Martha.
- No me engañas. Sé de sobra que no nos echas de menos, seguro que tienes a todos tus amigos guardando silencio mientras hablamos – le dijo.
- ¡Claro que os echo de menos! – protestó Martha.
- Lo sé madre - le dijo Richard riendo –. ¿Ha llamado Alexis?
- Ha llamado hace unas horas desde el centro de estudiantes – afirmó – me ha dejado su teléfono y los horarios en los que podemos localizarla.
- ¿Preguntó por mí? – se interesó él.
- ¡Claro hijo! – le dijo la actriz – le dije que estarías con algún caso y no me preguntó nada más… te manda muchos besos.
- Gracias madre – contestó él sabiendo que no era nada fácil para su madre silenciar el engaño.
- Katherine llegó a su destino – le informó sin que él lo pidiese – hablé con Jim.
- No te he preguntado nada sobre ella – le dijo algo molesto.
- Lo sé, pero me dijiste que le habías dicho que la llamarías para saber cómo le iba y…
- Madre…
- Bien, bien… - dijo ella silenciándole – no hace falta que me digas nada. Sólo quiero que no seas tan cabezota. Siempre fuisteis amigos…
- Fuimos… tú lo has dicho.
- Deberías llamar…
- Madre… será mejor que cuelgue y que sigas con tu fiesta – le dijo-. Procura que no rompan nada.
- Richard… te quiero hijo.
- Lo sé y yo a ti también – le dijo cortando la comunicación.
Richard colocó el auricular en su sitio y se quedó pensativo mirando al techo. No había nada en ese momento que le pudiese apetecer más que llamarla. Oír su voz podría ser el bálsamo necesario para poder calmar un poco su roto corazón. Aunque sabía que si lo hacía, al colgar volvería a sentir esa incómoda sensación de abismo en sus entrañas. Era una difícil situación que no sabía cómo afrontar, lo deseaba y lo temía a partes iguales. Miró la hora… las siete en DC…
Y sin poder remediarlo, comenzó de nuevo a llorar. Ojalá pudiese dormirse y despertar un mes o dos más tarde, cuando ese abismo no fuese tan grande, cuando el tiempo hubiese empezado a curar un poco su mente y comenzar a aceptarlo. Jamás había amado así a nadie y dudaba que la vida le regalase la oportunidad de volver a hacerlo de nuevo con otra persona que no fuese ella.
Nunca sería capaz de olvidarla.
/../
Katherine colgó en el armario de su despacho un par de trajes, tal y como Aaron le había recomendado, y dejaba también dentro del mismo una bolsa con todo lo que podría necesitar para salir de viaje en cualquier momento.
Miró a su alrededor y pensó que debería hacerse con una cafetera para colocarla allí. Irremediablemente se acordó de él y de la cafetera que compró para ellos en la doce. Evidentemente la que ella comprase sería mucho más modesta. Tan sólo un sencillo electrodoméstico que le permitiese tomar cafeína a grandes dosis manteniéndolo caliente.
Comenzó a colocar su portátil sobre la mesa cuando unos golpes en su puerta la sacaron de su tarea.
- ¿Si? – preguntó ella a la chica que llamaba.
- Buenos días agente Beckett – le dijo –. Soy de recursos humanos, vengo a hacerle entrega de sus credenciales y de la copia de los informes médicos que realizó ayer.
- ¡Ah! bien – contestó ella – gracias – dijo mientras recibía de manos de la chica una gruesa carpeta.
- Mi nombre es Laura Button – le dijo – tiene mi extensión en la carpeta. Le ruego compruebe todos sus datos, en especial los bancarios y se ponga en contacto conmigo si detecta algún error.
- Gracias.
Se sentó y abrió la carpeta. Lo primero que vio fue su carnet de agente, también la identificación para colgar de su cuello y que le permitiría pasar por los tornos de acceso del edificio, tarjeta de crédito para cargar los gastos de cada desplazamiento, un recibo para que recogiese ropa deportiva para sus entrenamientos obligatorios y la famosa cazadora azul oscura con letras amarillas en la espalda que identificaba a todos los agentes del FBI cuando acudían a un escenario.
Rompió el sobre de sus informes médicos y lo leyó por encima. Aunque tenía conocimientos médicos adquiridos a la fuerza por su trabajo, no entendía nada sobre niveles de componentes sanguíneos y la importancia de mantenerlo entre las pautas correctas. De estas cosas siempre se encargaba Lanie, tendría que llamarla y enviarle esos informes para que se los tradujese.
Siguió leyendo, se mencionaba su lesión de corazón, causada por la herida de bala, afortunadamente el médico no la consideraba grave, aunque recomendaba revisiones periódicas. También le recomendaba la realización de ejercicios de espalda, después de detectar una pequeña lesión en una de sus vertebras como consecuencia del algún traumatismo. Se preguntó que tipo de traumatismo podría haber sido. A lo largo de su carrera se había llevado muchos y duros golpes de todo tipo. Recordó la mañana en la azotea en la que estuvo a punto de morir, aquel tipo era realmente fuerte y la golpeó a conciencia. Seguía sin entender como pudo aguantar tanto tiempo colgada de sus dedos con la cantidad de golpes que recibió anteriormente. Aquel día ni se molestó en ir al médico aunque le dolía todo el cuerpo. Recordó la noche y sonrío. El escritor había sido tan cuidadoso y dulce con ella aquella noche... Sacudió la cabeza, no podía permitirse el lujo de pensar en él cada momento.
Abrió el sobre más temido. El informe psicológico. Lo leyó con avidez, intentando averiguar si se había descubierto su secreto. Nada… no se mencionaba nada, simplemente y al igual que el médico, figuraba la palabra APTA al final del mismo. Sonrío. Nada… ni siquiera la recomendación de tener que volver a la consulta.
Revisó el resto de la documentación. Su copia del contrato de trabajo, el seguro médico, los datos bancarios donde se ingresaría su salario… Accedió a internet y entró en la web de su banco, para poder revisar que la numeración de la cuenta era correcta.
Se identificó y espero a que apareciesen sus datos. Comprobó el número completo con el que figuraba en el expediente. Era correcto. Ya que había entrado en su cuenta, decidió revisar si su casero le había devuelto el dinero de la fianza tal y como había prometido hacerlo.
Sus ojos se abrieron con sorpresa. En su cuenta había 250.000 dólares que días antes no estaban allí. Pinchó sobre el ingreso, buscando más información sobre su procedencia, pero únicamente figuraba “trasferencia desde otra cuenta”. ¿Qué narices sería eso? ¿Un error?
Lo mejor sería que llamase a Mónica, la subdirectora de la sucursal bancaria en Nueva York, para que le averiguase la procedencia. Buscó su teléfono en la memoria de su IPhone y marcó la tecla de llamada.
- ¿Mónica? – preguntó al oír la voz de la mujer al otro lado – Soy Katherine Beckett.
- Hola Katherine – contestó la mujer – hace mucho que no hablaba contigo.
- Es cierto – confesó ella – tu trabajo es como el mío, sólo te llaman cuando ocurre algo.
- Así es… - le dijo riendo – por tanto… ¿Qué ocurre Katherine? ¿Algún problema?
- Verás… supongo que se trata de un error – le explicó – he visto en mi cuenta un ingreso por un importe bastante elevado y no sé su procedencia.
- Espera un momento que acceda a tu cuenta – le dijo pidiéndole unos segundos.
- La información que puedo ver – continuó ella – es que se trata de una transferencia de otra cuenta por un importe de 250.000 dólares.
- ¿Y me llamas para quejarte? – preguntó riendo Mónica – cariño, a mi me ingresan esa cantidad y no pregunto, directamente voy a la Quinta Avenida con la Calle Cincuenta y siete – aseguró refiriéndose a la ubicación de Tiffany´s.
- Me pilla un poco lejos hoy – informó – he cambiado de trabajo, ahora vivo en DC.
- ¡Vaya! – exclamó la subdirectora – espero no perderte como cliente, y menos con ese ingreso que dices.
- No es mi intención – le dijo ella riendo.
- Ya lo tengo en pantalla – dijo Mónica – veamos… parece una transferencia desde US Bancorp, pero no puedo identificar quién lo ha realizado.
- Mónica, debe tratarse de un error ¿podrías averiguar algo más? ¿Quién la hizo? – pidió ella.
- Sabes que es complicado – contestó la mujer – pero por suerte tengo un amigo en la sucursal de Park Avenue desde donde está realizada.
- ¿Te importa…?
- No te preocupes – afirmó la mujer – trataré de averiguar si se trata o no de un error y te llamaré a lo largo del día. Dame tiempo, hoy tendré una mañana complicada.
- No te preocupes Mónica – le dijo ella – cuando te sea posible.
- Te llamaré.
- Muchas gracias.
Katherine colgó pensativa. Tal vez su casero se había equivocado y le había hecho un ingreso por un importe equivocado, muy equivocado. Aunque ella juraría que le pagaba a una cuenta de su mismo banco, el Wells Fargo. Aaron le sacó de sus pensamientos apareciendo por la puerta.
- Buenos días – saludó sonriente - ¿un café?
- Por favor – le dijo levantándose y caminando junto a él hasta la sala de descanso.
El resto del día lo pasó pegada a su nuevo compañero familiarizándose con el sistema informático y el arduo papeleo. Incluso entrenó junto a Aaron en el inmenso gimnasio del edificio.
Quería cuanto antes ponerse en acción y que le asignasen un caso, pero Aaron le dijo que eso no ocurriría en la primera semana. Tenía que aprender bastantes cosas antes de poder acompañar a otro agente en un caso o de lo contrario podría retrasar el trabajo del compañero con sus preguntas, o peor, con sus meteduras de pata por no conocer debidamente los procedimientos. Ella lo entendió, aunque seguía deseando que le asignasen ya un caso.
- ¿Serás tú a quién acompañe? – preguntó a Aaron mientras comían.
- Eso lo decidirá el jefe – contestó él masticando un trozo de pizza – pero hay una gran probabilidad de que sea así.
A las seis y media, Aaron comenzó a recoger sus pertenencias. Había sido otro día tranquilo y ambos podrían marcharse a descansar. Ella siguió verificando el caso en el que ambos habían estado trabajando durante el día, y que aunque estaba cerrado, le servía para aprender los procedimientos. Aaron cogió la carpeta de entre las manos de ella cerrándola y guardándola en el archivo.
- No siempre saldremos pronto – le dijo –. Tienes que aprovechar estos días. Y creo que deberías invertir tiempo en buscar una casa.
- Tienes razón – confesó ella pensándolo.
Salió del aburrido edificio del FBI y caminó hasta su hotel. Le habían comentado que los cerezos del cercano parque West Potomac florecerían durante ese mes, y se preguntó si le sería posible contemplarlo.
Mientras caminaba su móvil comenzó a sonar. Mónica del Wells Fargo.
- Hola Mónica – saludó.
- Perdona por no haber llamado antes – se disculpó la mujer.
- No hay problema, a decir verdad, he estado tan ocupada que había olvidado todo el tema – le dijo ella-. ¿Sabes ya algo?
- Sí – contestó Mónica – precisamente fue James, mi amigo de la sucursal del Bancorp, quién realizó esa transferencia.
- ¿Y bien? – preguntó impaciente.
- Creo que conoces de sobra a quien dio la orden, pero James me ha pedido que no reveles como lo has averiguado, puesto que le pidieron que no figurase el nombre del ordenante por ningún sitio- le aclaró Mónica.
- ¿Tengo que asustarme? – preguntó ella parándose en mitad de la acera.
- Cariño, yo no me asustaría si alguien tan estupendo me regalase tanto dinero – le dijo riendo.
- ¿De quien se trata Mónica? – pidió -. Me estoy poniendo nerviosa.
- Richard Castle – contestó sin querer hacer que esperase más – el escritor que trabajaba a tu lado según la prensa ¿no es así?
- ¿Richard? – preguntó ella casi en un grito.
- Recuerda que James me ha pedido…
- Tranquila Mónica – le dijo – siempre puedo decir que recurrí a mis compañeros. No sabes cuanto te agradezco que te hayas molestado en averiguarlo…
- ¿Está todo bien? – preguntó la mujer.
- Si, si… todo bien, aunque mañana te mandaré orden para que transfieras el dinero a la cuenta de dónde proviene – dijo ella.
- ¿Estás segura?
- Completamente – contestó de inmediato -. Gracias de nuevo Mónica. Mañana te mandaré la orden.
- No hay problema Katherine, la cursaré en cuanto la reciba. Cuídate.
- Gracias.
Colgó y entró en su hotel. ¿Por qué Richard había hecho eso? ¿Qué pretendía? Tiró su bolsa sobre una silla y comenzó a desnudarse mientras entraba en el baño. Sería mejor que tomase una ducha antes de llamarle.
Se puso unos pantalones cortos y una vieja camiseta y terminó de secarse el pelo. Cogió su IPhone varias veces sin atreverse a marcar, sabía que sufriría después de hablar con él, hasta que finalmente y tras luchar contra sí misma, tocó sobre el nombre del escritor y la llamada empezó a cursarse.
- Hola soy yo – le dijo al notar que él descolgaba sin dejar que llegase a contestar.
- Hola – contestó él aún sorprendido – tenía que llamarte yo, pero no sabía a que hora debía hacerlo, por tus nuevos horarios… ¿Qué tal tu nuevo trabajo?
- Bien… adaptándome… lo normal supongo – contestó ella intentando relajarse.
- ¿Va todo bien? – preguntó interesado, le extrañaba que fuese ella quién llamase.
- Richard… ¿Qué coño pretendes ingresando en mi cuenta 250.000 dólares? – le soltó sin más.
- Ya – dijo él e hizo un largo silencio -. Que iluso ¿no? Pensé que me llamabas para saber si sigo vivo.
Se dio cuenta que había sido un poco brusca con él. Supuso que su propio mecanismo de autodefensa había actuado por ella.
- Perdona. Tienes razón. ¿Cómo estás Richard? – preguntó en un tono más bajo.
- Estoy todo lo bien que puede estarse, supongo – contestó - ¿Qué tal te va por DC?
- Todo lo bien que puede irme, supongo – imitó ella -. ¿Me quieres contar ya lo del dinero por favor?
- He cobrado el adelanto de mi última novela.
- ¿Y qué tengo yo que ver con eso? – preguntó suavemente.
- Nunca te he agradecido lo suficiente que me soportases durante cinco años – le dijo de carrerilla – es justo que te ceda una parte.
- ¡No lo hice por dinero! – dijo medio gritando.
- Lo sé – cortó él – pero es mi forma de agradecerte que lo hicieras.
- Si quieres agradecérselo a alguien, haz un donativo al alcalde que fue quién te dejó trabajar conmigo – rebatió ella.
- A quien molesté fue a ti, no a él. Además a él ya le hago suficientes donativos – aclaró.
- Mañana ordenaré que te lo devuelvan.
- No harás eso – ordenó – puede que tú y yo no hayamos acabado de la forma que soñé, pero como te dije me gustaría seguir siendo tu amigo, y los amigos hacen regalos a sus amigos. Y más cuando esos amigos no han agradecido lo suficiente la ayuda prestada con sus novelas.
- Richard…
- Katherine… - dijo muy despacio - tómalo como un regalo por favor.
- Un regalo podría ser un libro, unos guantes, un perfume incluso una bicicleta, pero no un cuarto de millón de dólares.
- Te has mudado a cuatrocientos kilómetros de tu ciudad. Te vendrá bien como ayuda para comprar una casa… Nunca habría ganado tanto dinero si no hubiese sido por ti – le dijo casi en un susurro - acéptalo por favor.
- Escúchame Richard…
- Sabes de sobra lo que siento por ti – volvió a cortar él – quiero que todo te vaya muy bien, no quiero que tengas preocupaciones, quiero poder llamarte y saber que eres feliz… y no es que el dinero pueda darte todo eso, pero si al menos consigue que tengas una cosa menos en la que pensar… yo… yo también seré feliz.
- Lo pensaré – le dijo ella totalmente confundida por lo que había oído.
- Espero que no lo hagas – pidió él – Katherine ahora… debo… tengo que…
- Si… yo también tengo que colgar… - dijo ella muy bajito.
- Te llamaré…
- Adiós…
- Te quiero… – dijeron a la vez, pero ninguno pudo oír al otro, porque ambos habían cortado la comunicación.
Irremediablemente una lágrima cayó sobre la imagen de él en la pantalla de su IPhone. Estaba claro que no era capaz de olvidarle…
/../
Roselyn Karpowski llevaba más de diecisiete años ejerciendo como policía. Se consideraba una agente dura y eficiente. Desde el primer día, se tomaba su trabajo con toda la responsabilidad y el compromiso que prometió al recibir su placa y no había abandonado ese código moral jamás.
Admitía que, cuando el fallecido Capitán Montgomery eligió a aquella novata para que fuese detective de homicidios, mientras que a ella le había costado más de cuatro años conseguirlo, sintió una profunda rabia contra Katherine Beckett.
Pero cuando la nueva detective fue haciendo rápidos progresos dejando horas y horas de trabajo extra en ello, se ganó todo su respeto y admiración, incluso su ayuda y su apoyo cuando lo había necesitado.
Ver ahora a Javier y a Ryan allí, como dos cachorrillos a los que han separado de sus padres al nacer, la llenaba de tristeza. Y no era porque pensase que ambos policías no abandonarían tarde o temprano de esa situación. Ambos eran tipos entrenados y profesionales y saldrían de aquello. Pero la situación la apenaba mucho.
Le entristecía saber que la compleja detective Katherine Beckett, a la que había visto durante años dejarse la piel día a día en aquella comisaría sin permitirse apenas tener vida privada, había echado por la borda la única oportunidad de ser feliz que se le había presentado y perseguido durante los últimos cinco años, porque Richard Castle había sido eso, la única y real oportunidad de ser feliz que la detective no había podía obviar, porque él era insistente, tenaz y adorable y no había abandonado aquella comisaría hasta conseguir que ella se rindiese y admitiese que merecía ser feliz por encima del trabajo.
Pero la tozuda detective lo había dejado todo por perseguir de nuevo lo mismo: trabajo. Trabajo y fantasmas, porque desgraciadamente perseguir asesinos en muchos casos consistía en encontrar únicamente eso: fantasmas.
Pensaba que había conseguido que ella cambiase de opinión las últimas navidades, cuando casi tuvo que empujarla por la puerta del ascensor para que fuese a cenar con el escritor y su familia, después de una larga charla en la que se sinceró con ella y le admitió que acababa de divorciarse, y que si pudiese, no volvería a anteponer su trabajo ante al que, hasta hacía bien poco, había sido su marido.
Sonrió al recordar la cara de la detective cuando le confesó que la mitad de la comisaría sospechaba que ella y el escritor tenían una relación y que por la doce corría una apuesta con dinero de por medio, poniendo fecha a lo que tardaría Gates en enterarse y echarle.
Pero Gates no le había echado. Había sido la propia detective quien había elegido un trabajo a casarse con el hombre que le había demostrado cuanto la amaba hasta el punto de poner su vida en serio peligro en varias ocasiones por estar a su lado y no dejarla sola.
Cabezota… Si alguien le pidiese ayuda para hacer que recapacitase, desde luego podría contar con ella.
*************************
G R A C I A S por leer hasta aquí, una vez más espero no defraudaros.
Natalia, ya sabes... sin tus correcciones esto sería un caos.
Anver- Policia de homicidios
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Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Sabes? tu historia me recuerda a cuando haces una fila con las fichas del dominó y tiras la primera, la caída del resto es en cadena.
Aquí la ficha de inicio, sería el no de Kate y todo lo que nos vas enseñando es todo lo que ese no provocó.
La pregunta es ¿ hasta dónde caerán las fichas y por cuánto tiempo lo harán?
Después de este rollo diré: No me ha gustado
Aquí la ficha de inicio, sería el no de Kate y todo lo que nos vas enseñando es todo lo que ese no provocó.
La pregunta es ¿ hasta dónde caerán las fichas y por cuánto tiempo lo harán?
Después de este rollo diré: No me ha gustado
meln- As del póker
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Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Como siempre, ¡un capítulo de 10 Ana!
El comienzo me encanta. Siempre he pensando que Lanie y Espo están hecho para estar juntos, solo falta que ellos decidan sentar la cabeza de una vez. Por eso, verlos como una pareja feliz, que se tienen el uno al otro, me ha encantado. Los dos parece que están dispuestos a hacer lo necesario para que Castle y Beckett vuelvan a estar juntos, aunque no sé porque me da que las cosas no van a ser nada fáciles.
Parece que Castle sigue el lema de "un clavo saca a otro clavo" con la recepcionista del hotel. No deja de pensar en Beckett, incluso su recuerdo le hace llorar, sin embargo intenta que la recepcionista acepte una cita con él. Mi teoría es que trata de olvidar a Beckett centrándose en otra persona. Tengo curiosidad por ver como se desarrolla esa cita.
El ingreso de esa cantidad de dinero en la cuenta de Beckett por parte de Castle me ha parecido más que una forma de agradecerle que le dejase seguir a su lado, un modo de decirle que ya no hay nada más entre ellos, que todo lo que los unió ya no existe. Como un modo de poner punto y final a lo que hubo entre los dos para evitar seguir haciéndose daño mutuamente.
Los finales de estos dos últimos capítulos me gustan muchísimo. Una forma de cerrar los capítulos mostrándonos como se han quedado todos después de que tanto Beckett como Castle se marcharan.
Me encanta poder leer cada semana un nuevo capítulo de tu historia Ana, no me cansaré nunca de decirte que me encanta como escribes y que es un placer poder disfrutar cada lunes de tu historia.
Besos.
El comienzo me encanta. Siempre he pensando que Lanie y Espo están hecho para estar juntos, solo falta que ellos decidan sentar la cabeza de una vez. Por eso, verlos como una pareja feliz, que se tienen el uno al otro, me ha encantado. Los dos parece que están dispuestos a hacer lo necesario para que Castle y Beckett vuelvan a estar juntos, aunque no sé porque me da que las cosas no van a ser nada fáciles.
Parece que Castle sigue el lema de "un clavo saca a otro clavo" con la recepcionista del hotel. No deja de pensar en Beckett, incluso su recuerdo le hace llorar, sin embargo intenta que la recepcionista acepte una cita con él. Mi teoría es que trata de olvidar a Beckett centrándose en otra persona. Tengo curiosidad por ver como se desarrolla esa cita.
El ingreso de esa cantidad de dinero en la cuenta de Beckett por parte de Castle me ha parecido más que una forma de agradecerle que le dejase seguir a su lado, un modo de decirle que ya no hay nada más entre ellos, que todo lo que los unió ya no existe. Como un modo de poner punto y final a lo que hubo entre los dos para evitar seguir haciéndose daño mutuamente.
Los finales de estos dos últimos capítulos me gustan muchísimo. Una forma de cerrar los capítulos mostrándonos como se han quedado todos después de que tanto Beckett como Castle se marcharan.
Me encanta poder leer cada semana un nuevo capítulo de tu historia Ana, no me cansaré nunca de decirte que me encanta como escribes y que es un placer poder disfrutar cada lunes de tu historia.
Besos.
Última edición por Beckett_Castle_Alba el Lun Jun 03, 2013 10:00 am, editado 1 vez
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Gracias Alba, ahora ya puedo comentar.
Ahora en serio, sabes de sobra lo que pienso de tu historia.
Me gusta, me gusta el ritmo, me gusta los sentimientos que van apareciendo en cada uno de los personajes.
Asi que en resumen, me gusta.
Pero lo de las fichas de dominó sí era cierto
Ahora en serio, sabes de sobra lo que pienso de tu historia.
Me gusta, me gusta el ritmo, me gusta los sentimientos que van apareciendo en cada uno de los personajes.
Asi que en resumen, me gusta.
Pero lo de las fichas de dominó sí era cierto
meln- As del póker
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Localización : madrid
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
¿Gracias por qué?meln escribió:Gracias Alba, ahora ya puedo comentar.
Ahora en serio, sabes de sobra lo que pienso de tu historia.
Me gusta, me gusta el ritmo, me gusta los sentimientos que van apareciendo en cada uno de los personajes.
Asi que en resumen, me gusta.
Pero lo de las fichas de dominó sí era cierto
Por cierto, estoy contigo en lo de las fichas del dominó
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Bueno Ana, nos traes otro capítulo excelente.
Apoyo un poco la noción de Estrella al decir que parece un dominó, pero detrás de todo esto hay taaaaaaanto envuelto.
Me lo llevo a un campo totalmente personal y este fic juas juas, eriza mis emociones en más de un sentido.
Ya te lo comenté las otras dos veces: me encanta. Y me encanta todo, porque la forma en cómo pausas los momentos clave de la historia, cómo enfatizas las palabras sin tener que subrayarlas es algo que no todo el mundo consigue al escribir (yo la primera) y eso hace que te metas de tal manera en el papel de cada voz parlante que hasta llegas a justificar los hechos en la vida real.
Excelente de nuevo.
Un saludo.
Apoyo un poco la noción de Estrella al decir que parece un dominó, pero detrás de todo esto hay taaaaaaanto envuelto.
Me lo llevo a un campo totalmente personal y este fic juas juas, eriza mis emociones en más de un sentido.
Ya te lo comenté las otras dos veces: me encanta. Y me encanta todo, porque la forma en cómo pausas los momentos clave de la historia, cómo enfatizas las palabras sin tener que subrayarlas es algo que no todo el mundo consigue al escribir (yo la primera) y eso hace que te metas de tal manera en el papel de cada voz parlante que hasta llegas a justificar los hechos en la vida real.
Excelente de nuevo.
Un saludo.
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
que pedazo de capitulo impresionante
choleck- Escritor - Policia
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Localización : en la parra
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
defraudar??? pero tu estas loca si tus fic y capitulos son geniales cada vez!!! me encanto la conversacion a pesar de ser muy cortita y triste, pero vamos k ademas tenemos otra aliada para lanie!!! espero con ansias el proximo capi!!!
cururi- As del póker
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Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Sabes, a veces pienso que seria mejor dejar varios capítulos sin leer y hacerlos todos seguidos, siempre me quedo con ganas de seguir leyendo más.
Por lo que veo, cada vez hay más gente deseando hacer algo para que ambos recapaciten de una vez y se den cuenta de lo que están haciendo con las decisiones tomadas, me hace gracia como todos acaban pensando en lo mismo, jejejeje, cada vez el club de intentar juntarles es mas grande. Me ha gustado mucho la corta conversación que han tenido, espero que por lo menos no dejen de llamarse y de estar en contacto.
Espero impaciente el próximo capítulo.
Por lo que veo, cada vez hay más gente deseando hacer algo para que ambos recapaciten de una vez y se den cuenta de lo que están haciendo con las decisiones tomadas, me hace gracia como todos acaban pensando en lo mismo, jejejeje, cada vez el club de intentar juntarles es mas grande. Me ha gustado mucho la corta conversación que han tenido, espero que por lo menos no dejen de llamarse y de estar en contacto.
Espero impaciente el próximo capítulo.
Yaye- Escritor - Policia
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roy-rogers- Ayudante de policia
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Edad : 41
Localización : bilbao
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Me encanta, un capi precioso.
Continua pronto.
Continua pronto.
_Caskett_- Escritor - Policia
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Localización : en un mundo feliz
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Ya es Lunes… 22:00 horas…
Gracias a todos que seguís esta historia. De no saber que estáis ahí, leyendo, no valdría la pena seguir. Gracias.
Mil gracias además a quienes os molestáis en comentar. Es todo un orgullo y honor poder leer vuestros comentarios.
Antes de que leáis, pido disculpas por anticipado. Ésta no es mi manera habitual de escribir, pero a veces, para poder explicar sentimientos, hace falta describir escenas, que aunque parezcan duras o fuera de contexto, describen la realidad de la vida y la crueldad de las situaciones que vivimos. Con esto, intento aclarar que si no las considerase oportunas y pertinentes, no las hubiese incluido.
Tengo que advertir a los menores de edad que en este capítulo hay descritas un par de escenas con contenido sexual. Soy responsable de lo que escribo, os ruego seáis responsables de lo que leéis.
Si por un casual (no lo creo) María_cs, leyeses este capítulo, informarte que te lo dedico. Supongo que cuando llegues a la parte final, te rías y entiendas por qué.
CAPITULO 4. HACIENDO CAMBIOS.
Kevin terminó de colocar su corbata y se acercó a su cama agachándose para dar un suave beso a Jenny intentando no despertarla.
Su primer trimestre de embarazo no la estaba tratando del todo bien, y se había levantado de madrugada vomitando, Kevin la había convencido para que se quedase en casa hasta que se encontrase mejor. Afortunadamente se le pasaría, como otras veces, en unas horas, y podría levantarse descansada e ir a trabajar. Su jefa comprendía por lo que estaba pasando y no le había puesto ninguna pega a que llegase tan tarde como necesitara hasta encontrarse bien.
Kevin la acarició con la nariz en la frente en cuanto ella abrió los ojos tras su beso.
- ¿Te encuentras mejor? – preguntó.
- Todavía no, pero lo estaré en un rato – contestó ella somnolienta - ¿tienes que marcharte verdad?
- No quiero abusar de Gates – contestó él – Javier y yo sabemos que nos está dejando tranquilos hasta que nos adaptemos a estar sin Katherine, pero ya llegué tarde el martes y no quiero enfadarla.
- Kevin…
- ¿Si?
- ¿Tú crees que volverán a estar juntos algún día? – preguntó Jenny -. Formaban una pareja ideal.
- No lo sé cariño – contestó el rubio con una amarga sonrisa – ojalá…
Jenny se incorporó sobre su costado acercándose a la cara de su marido y besándole.
- Yo te acompañaría a Alaska si te destinasen allí – dijo ella sonriendo.
Kevin no pudo más que volver a besar a su mujer por la seguridad con la que había confesado su amor.
- Y yo haría lo mismo si te trasladasen a ti – respondió él.
- Pero ese no fue el problema…
- No – dijo él - Richard la hubiese seguido si ella le hubiese aceptado.
- ¿Tú crees que podríamos hacer algo para…?
- Ayer Javi me dijo que Lanie piensa lo mismo y me pidió ayuda cuando llegase el momento.
- ¡Es emocionante! – dijo Jenny entusiasmada - ¿Le habrás dicho que cuente con nosotros, verdad?
- Le he dicho que tendremos un bebé en casa dentro de unos meses – contestó Kevin sonriendo.
- ¿Se lo has dicho ya? – preguntó Jenny.
- No pude evitarlo cariño – le dijo bajito esperando que le perdonase por no poder esperar – estoy tan contento…
- ¿Sabes? Se me está ocurriendo una idea para que ellos…
- ¿De verdad? – dijo Kevin riendo - ¿Qué se te ha ocurrido?
- ¿Qué tal si dejamos que pasen unos días para ver si me encuentro mejor e invitamos a Lanie y Javi a cenar en casa? Así podemos planearlo entre los cuatro.
- Me gustaría saber qué está pasando por esa cabecita – le dijo besándole en la frente – supongo que entre tú y Lanie…
- Tenemos que intentarlo…
- Jenny… - dijo él con una sonrisa
- Tienes que ir a trabajar – dijo ella y él asintió.
- Te llamaré cuando llegue – prometió.
- Yo te llamaré a ti cuando me encuentre mejor – pidió ella – este pequeñín y yo necesitamos descansar para planearlo todo.
Kevin salió de la casa sonriendo. Jenny era una romántica empedernida, y Lanie con su carácter y temperamento solía conseguir todo aquello que se proponía. Ambas podrían tramar el mayor enredo que nadie pudiese imaginar, la última fiesta de cumpleaños de Castle se quedaría a la altura del betún ante el despliegue de medios que podían hacer ambas mujeres juntas.
Se lo diría a Javi, al menos podrían hacer apuestas sobre qué tipo de idea se le habría ocurrido a Jenny.
/…/
Eran las seis de la mañana y Richard apenas había dormido aquella noche. Le picaban los ojos y le dolía la cabeza. Había llorado de nuevo, alternando llanto con pesadillas. Sabía que volver a hablar con ella le animaría el corazón durante los minutos que durase la conversación, pero le hundiría después. Y así fue.
Se giró sobre su costado e intentó dormir un poco, necesitaba descansar su mente. Sacarla de ella como fuese. Se permitió sonreír un instante, había quedado con Lena a las diez, al menos se olvidaría durante el día.
A las diez en punto, el escritor se obligó a dar las gracias en español al conductor del taxi que le acababa de dejar en la dirección que Lena le había apuntado en un papel. Marcó el botón correspondiente al piso. Lena no tardó en contestar, diciéndole que bajaría en unos segundos.
Aprovechó para mirar el reflejo de su imagen en el cristal de la puerta. No había llevado mucha ropa para elegir y seguramente la camisa de manga larga que llevaba puesta, le estorbaría si seguía haciendo calor. Colocó su flequillo y comenzó a doblar las mangas de la camisa hasta sus bíceps.
Lena abrió la puerta sonriendo y él se acercó dándole un beso en la mejilla, descubriendo que ella no se sintió en absoluto molesta por ese gesto.
- Bueno señor Castle – comenzó ella - ¿dónde quiere ir?
- ¿Señor Castle? – preguntó él – ¿Qué tal si me llamas Rick?
- Bien... – dijo ella – Rick… ¿dónde quieres ir?
- Pues… la verdad es que no lo sé – contestó él -. No he traído equipaje y mi guía me ha aconsejado que debo comprar calzado cómodo y adecuado para caminar por todo tipo de terrenos… Me aconsejó un par de tiendas en las que no tendría problemas con el idioma, aunque... – dijo sonriendo – creo que ese ya no es un inconveniente.
- ¿Cuánto tiempo piensas estar en Costa Rica? – preguntó ella.
- Mes y medio – dijo con seguridad y pudo apreciar una pequeña sonrisa en la cara de ella.
- ¿Qué zonas vas a visitar? – preguntó Lena.
- Espero que todo el país… Selva, volcanes, playas…
- ¿Qué tal si vamos al Multiplaza Escazú? – preguntó ella y él se encogió de hombros.
- No sé lo que es eso – admitió.
- Uno de los mayores centros comerciales de Centroamérica – explicó ella -. Iremos en mi coche – dijo señalando su izquierda para que comenzasen a andar.
Lena tenía un Volkswagen Crossfox, un pequeño todoterreno compacto de color rojo cereza.
- ¿Qué? – preguntó ella al notar su cara de asombro.
- Nada… me sorprende tu coche.
- Soy alemana, es un coche alemán – dijo ella – además este país tiene tanto por descubrir… es el adecuado para moverse.
- ¿Naciste aquí o en Alemania? – preguntó curioso.
Lena le contó cómo a su padre le habían trasladado por trabajo a Costa Rica cuando ella y su hermano eran adolescentes. Su madre no quiso que abandonasen los estudios en Alemania, y pasaban gran parte del año en su país natal viajando a Costa Rica cada vez que tenían vacaciones. Cuando a su padre volvieron a trasladarle de nuevo a su ciudad de origen, ella ya había quedado prendada del país y no dudó en aceptar el trabajo que le ofreció un amigo de su padre en el hotel Presidente.
Cuando ella le preguntó por su profesión, Richard no quiso descubrirse, y le dijo que era periodista, no tuvo que mentir demasiado cuando le confesó que venía en busca de ideas para poder escribir.
Pasaron la mañana comprando ropa. A Lena le sorprendió que hubiese viajado sin ningún equipaje. Él simplemente contestó que había salido de Nueva York demasiado rápido. La joven le había ayudado, ya no sólo a desenvolverse con tranquilidad en las tiendas, si no también a elegir la ropa adecuada, aconsejándole sobre tejidos, colores y dando su opinión cuando él se probaba.
En una de las ocasiones, cuando Richard salió del probador con un pantalón de corte militar de color arena y una camisa blanca de manga corta, Lena se acercó para colocarle el cuello, que sin darse cuenta, el escritor había dejado levantado por uno de los lados. En ese momento, y ante la cercanía de la chica, él no quiso esperar más, y la dio un rápido beso en los labios. Lena asombrada en un principio, le sonrió y él aprovechó para tirar de ella metiéndola junto a él en el probador, donde comenzó a besarla sin cruzar ninguna palabra.
- Creo que será mejor que espere fuera – le dijo ella separándose cuando notó que él había comenzado a acariciarla por debajo de la camiseta.
- Está bien – contestó él besándola rápidamente - ¿Entonces… lo compro?
- Si… - le dijo ella saliendo del probador y volviendo rápidamente para darle un fugaz beso.
Richard cerró la puerta y una amplia sonrisa cruzó su cara. Comenzó a cambiarse rápidamente, le apetecía salir cuanto antes, perderse en esos labios y dejar que su corazón se diese el gusto durante ese día de repiquetear con la intensidad con la que lo estaba haciendo desde hacía unos minutos.
Cuando salieron de la tienda, Richard pasó todas las bolsas que llevaba a su mano izquierda y con la derecha la cogió de la suya. Lena no dijo nada, entrelazó sus dedos con los del escritor y siguieron andando. Continuaron con las compras, con la diferencia que ahora, cada vez que él tenía que probarse algo, la empujaba para que entrase al probador junto a él, y ambos buscaban sus bocas, con ansia, separándose cuando oían acercarse a alguien, o cuando algún empleado les preguntaba si necesitaban su ayuda. Ambos se limitaban a mirarse sonriendo, y él se daba prisa en probarse para no llamar demasiado la atención.
Cuando llegó la hora de la comida, Lena, en el mostrador de información del centro comercial, pidió que entregasen todas las compras de Richard en la recepción del hotel Presidente.
Libres de bolsas, accedieron a la zona de restaurantes, Richard la dejó elegir el lugar donde comer. Arroz, frijoles, plátano frito, verduras, papas, pollo, cerdo… Lena le obligaba a probarlo todo y aunque al escritor aquella multitud de comidas en un mismo plato le abrumaron, tuvo que reconocer que todo estaba exquisito.
En un momento en el que Lena se excusó para ir al baño, el camarero sirvió el café que ambos habían pedido, y por un momento un relámpago de tristeza volvió a cruzar por su mente, aquel café le traía de nuevo su recuerdo. Intentó pensar en otra cosa, necesitaba olvidarse de su detective, afortunadamente Lena no tardó demasiado en volver del baño y atrapar sus labios entre los de ella, haciendo que el escritor volviese a vivir el momento y dejase el pasado en el lugar correspondiente… en el ayer.
- ¿Estás cansada o te atreves a seguir con lo que aún me falta? – preguntó Richard mientras pagaba al camarero.
- ¿Qué más necesitas? – preguntó ella.
- Una cámara de fotos, calzado y una bolsa de viaje cómoda para llevarlo todo – aseguró él.
No invirtieron demasiado tiempo en comprar lo que él necesitaba y Lena notando el cansancio de Richard, le propuso pasar el resto de la tarde en un SPA cercano a su casa.
De nuevo, Lena pidió que mandasen los paquetes al hotel y Richard, mientras, aprovechó para comprar un bañador para utilizar en el SPA y un colgante que había visto mirar a Lena en una de las tiendas en las que habían estado y así agradecerle su ayuda.
Varias horas después y más relajados tras el SPA, ambos cenaban al aire libre en un pequeño restaurante de comida alemana que Lena conocía muy bien.
Richard no paraba de mirarla, preguntándose si sería capaz de pasar aquella noche junto a ella. Era una joven muy atractiva con la que había pasado un día estupendo, había sido como llegar a un oasis después de pasar más de diez días en pleno desierto, no tenía que preocuparse de agradarla, ni de medir sus palabras, había dejado rienda suelta al deseo de besarla y acariciarla y Lena le había correspondido. Ni siquiera le había preguntado si volvería a San José o si ese sería el primer y último día que pasaría con ella…
Por su parte Lena, se preguntaba de qué estaría huyendo aquel hombre, leyendo en el fondo de sus ojos la gran tristeza que arrastraba con él. Le atraían sus facciones y su dulzura, y según pasaba el día, la conquistó el gran respeto con el que él la estaba tratando. Lástima que estuviese allí de paso, porque sintió que podía enamorarse perdidamente de aquel hombre. Y en ese momento pensó que era tonta, la mujer por la que posiblemente él estaba sufriendo y que seguramente le había dejado marchar, debía ser tonta de remate.
Lena paró el coche a unos metros del hotel Presidente. Quería evitar que alguien pudiese reconocerlos.
- ¿Quieres subir a mi habitación? – preguntó Richard después de un largo beso.
- Ya te he dicho que el hotel tiene normas, Rick… - contestó ella.
Él la miró y se atrevió a dar el paso.
- ¿Me recomiendas otro hotel donde pueda pasar la noche? – le dijo ladeando su sonrisa.
Lena no dijo nada, miró por el retrovisor, puso el intermitente y se incorporó al tráfico de la calle.
Richard deseó que no estuviesen muy lejos de su destino, una parte de él quería a toda costa volver a su habitación y llorar como cada noche hasta que le picasen los ojos y se quedase dormido para poder soñar con ella, aunque fuese un instante, aunque se tratasen de pesadillas. Pero otra parte de él deseaba llegar cuanto antes a donde Lena le llevaba para no poder arrepentirse y no salir corriendo, su mente le pedía a gritos que la olvidase, que hiciese el amor con aquella chica toda la noche hasta perder la noción del tiempo. El paso estaba dado.
Lena aparcó casi en la puerta de su casa y salió del todoterreno. Él dudó unos instantes para finalmente salir y esperar quieto junto al coche. Lena se acercó y deslizó su mano junto a la de él con toda naturalidad y ambos caminaron hasta el portal.
- ¿Te apetece tomar algo? – preguntó ella invitándole a pasar a la casa.
- ¿Bourbon? – preguntó él y Lena asintió.
Richard paseó su mirada por el salón mientras Lena desaparecía por una puerta, que él intuyó se trataba de la cocina.
- ¿Hielo o agua? – preguntó desde la otra estancia.
- Hielo por favor – le dijo girándose para mirar todo, la decoración era escasa y funcional, le vino a la mente el dicho sobre los alemanes: prácticos y fríos.
Lena no tardó en aparecer con dos vasos en la mano, le tendió uno al escritor, que al cogerlo, tiró de ella hasta pegarla contra su cuerpo. No necesitaba más preámbulos. Ambos sabían lo que querían.
Él pegó sus labios a los de Lena sujetándola por la nuca. Ella se separó sonriéndole y tomando un sorbo de su bebida.
Richard comprendió entonces que debía tomárselo con calma. Una parte de él temía salir corriendo de allí en cualquier momento y eso le apremiaba a lanzarse sobre la chica para no intentar pensar en nada más que ese momento, pero otra parte le decía que él era Richard Castle, el atractivo y rico escritor, que hasta hace poco figuraba en las listas de los solteros más codiciados de Nueva York, y al que no le había faltado nunca una guapa acompañante colgada del brazo. Tomó un sorbo de su bourbon y correspondió a la sonrisa de Lena, pasándole el dedo pulgar sobre el labio superior, limpiando una pequeña gota que había quedado allí tras beber.
Lena giró su cara en la mano de él, besando el interior de la misma, y él volvió a buscar sus labios tomándoselo con tranquilidad y haciendo que ambos se sentasen en el sofá.
El contenido de ambos vasos fue desapareciendo y tras el líquido, también lo hizo la camiseta de Lena. Richard continuó, colando sus dedos suavemente por la cintura de los vaqueros de Lena desabotonándolos rápidamente. Metió sus manos entre la tela del pantalón y la piel de ella, bajándoselos con presteza, ella se dejó hacer, echando la cabeza hacía atrás mientras el escritor bajaba con su boca por el cuello, el pecho y el abdomen de ella, arrodillándose junto al sofá para deshacerse tanto de los vaqueros como de los zapatos de tacón, que quedaron en el suelo junto a la abandonada camiseta.
Lena se puso en pie, y él hizo lo mismo recorriendo de nuevo la piel de la chica con su lengua. Ella tembló ligeramente sin saber si era por el cambio de temperatura o por la sensación de la boca de él mordiendo sobre la tela del sujetador. Se abrazó al cuello del escritor, y las manos de él recorrieron su espalda, acariciándola con las yemas de los dedos.
Lena en silencio, comenzó a dar pasos hacia atrás buscando su habitación y tirando de él al hacerlo. Richard se apoderó de su boca, besándola mientras andaban y apretándola con fuerza por su trasero contra él. Entraron a la habitación y ella se separó un instante, él la miró acomodando su vista a la escasa luz que entraba desde el salón.
Intentó acercarse para besarla pero ella no le dejó hacerlo.
- ¿Tienes…? – preguntó Lena
- ¿Preservativo? – preguntó a su vez él negando con la cabeza.
- Déjame un segundo – pidió ella acercándose a una cómoda y abriendo un cajón del que sacó un par de paquetitos plateados que dejó sobre la cama.
Richard decidió que era el momento de lanzarse sobre ella, y sin apenas dejar que llegase a abrazarle, se apoderó de su boca y la apretó contra él.
Lena gimió, quejándose, cuando él tiró de la tela del sujetador con los dientes. Le empujó levemente con la palma de la mano sobre el pecho de él separándole ligeramente para poder llevar sus manos hasta el cinturón de él, soltándolo y desabrochando su pantalón. Richard la miró vislumbrando apenas el brillo de los ojos de ella.
En ese momento una luz proveniente de algún coche de la calle, iluminó por unos segundos la habitación, y Richard pudo distinguir el verde claro de sus pupilas. Instantáneamente cerró sus ojos, evitando mirarla, y volvió a lanzarse contra ella, besando su cuello mientras se apoderaba con una mano de su pecho y con la otra apretaba su culo pegándola contra él.
Lena se inclinó hacia atrás, apartando su pelo y dejando que él lamiese su cuello, gimió e intentó desabotonarle la camisa, pero Richard se lo impidió, girándola bruscamente y abrazándola por la espalda. Dio un par de pasos hacia delante, acercándola a la cama y en apenas un par de segundos la empujó hasta que ella quedó de rodillas sobre el colchón. Las manos de él apretaron sus pechos, arrastrando con los dedos la tela del sujetador hasta bajarlo y poder pellizcar sus pezones. Lena se estremeció y él se centró en lamer su cuello mientras con su mano buscaba sobre la colcha el paquete que minutos antes había dejado ella.
Cuando lo tuvo entre sus dedos, lo rasgó y bajándose lo justo los bóxer, se colocó el preservativo con rapidez retornando de inmediato al cuerpo de Lena, con una mano volvió a su pecho pellizcándola, llevando la otra hasta sus bragas, bajándoselas hasta mitad de los muslos y explorando con sus dedos la vulva, presionándola y buscando su punto más sensible.
Ella soltó un pequeño gruñido, resultado de que él había encontrado lo que buscaba. Tras unos segundos Lena le llamó entrecortadamente y en ese momento, al oírla, él pensó que se vendría abajo. Soltó su pecho y llevó su mano hasta los labios de ella, tocándolos con los dedos, e introduciendo su índice dentro de su boca, ella lo capturó entre sus dientes y con un violento movimiento de su pelvis Richard la penetró con furia, embistiéndola con intensidad sin dejar de mover sus dedos con furor entre las piernas de ella. Lena le mordió el dedo, sorprendida por la brusquedad con la que él escritor la estaba tomando.
Instantes después él llegaba al climax sin preocuparse de ella, y al relajar sus enloquecidos movimientos fue consciente que Lena estaba temblando. Un relámpago de culpabilidad le asaltó. Salió de ella y comenzó a besar su cuello, colocándola con cuidado la ropa interior.
Tiró de la colcha y la empujó suavemente hasta tumbarla sobre la sábana, tapándola y recostándose junto a ella para abrazarla.
Se despertó incómodo. No sabía cuanto tiempo había pasado. Estaba tumbado sobre la cama de Lena, completamente vestido, incluso con los zapatos puestos. Ella respiraba acompasadamente. Con mucho cuidado se levantó y buscó el baño para deshacerse del preservativo. Se miró al espejo y no pudo evitar sentirse molesto consigo mismo.
Del bolsillo de su pantalón sacó la cajita del colgante y de su cartera una tarjeta y un minúsculo bolígrafo con el que escribió:
Espero que puedas perdonarme y si volviésemos a vernos prometo compensarte.
Gracias por tu ayuda. Eres maravillosa.
Dejó la tarjeta y la cajita sobre la mesita al lado de Lena y con todo el cuidado del mundo, después de comprobar que ella seguía durmiendo, salió de la casa.
Mientras caminaba por la calle, sin rumbo y sin saber donde estaba, esperando que apareciese un taxi, miró su reloj, las dos y media de la mañana, las cuatro y media en Washington.
Maldita seas Katherine Beckett – pensó – no soy capaz de dejar de ver tus ojos.
/…/
Katherine abrió los ojos en la oscuridad, se situó y pensó durante unos instantes recordando todo lo que había pasado durante las últimas horas, y se sorprendió a sí misma sonriendo tontamente. Feliz.
Sintió la tibia piel del torso de él pegada a su espalda y se giró para mirarle. Él se movió quedándose boca arriba dejando la mano sobre su cintura y apretándola contra su costado en la maniobra pero sin llegar a despertarse.
Ella hundió la nariz en su cuello, acariciándole despacio con la punta de la misma y llenándose de su olor al hacerlo. No pudo evitar acariciarle el pecho con la yema del dedo índice, dejándose llevar por la sensación que le producía la suave y tibia piel bajo la cual notaba el golpeteo acompasado de su corazón.
Se apretó contra él, era el lugar más cómodo, cálido y acogedor que jamás había conocido antes. Piel con piel, completamente desnudos. Ese olor a suavizante de las sábanas mezclado con su colonia… no quería estar en otro sitio que no fuese entre sus brazos para siempre. Levantó ligeramente la cara de la almohada y le besó entre la nariz y la mejilla, hundiéndose después contra su cuerpo y pegando la cara al pecho de él.
Quería estar allí siempre. Él era su hogar. Su único hogar, sus brazos.
- Te quiero – le dijo en voz muy baja sin esperar contestación.
Suspiró y cerró los ojos para dormirse.
- ¿Cuándo tienes que irte? – preguntó él en un susurro, sorprendiéndola pues pensaba que dormía.
- No podría hacerlo – contestó ella jugueteando con los dedos sobre el pecho de él.
- ¿Por qué? – preguntó Richard.
- Quiero estar a tu lado – contestó ella.
- Y lo estarás – le aseguró cogiendo la mano con la que jugaba sobre su piel – vayas donde vayas, pienso ir contigo.
- No podrías hacer eso, toda tu vida está aquí – le dijo – si vinieses conmigo seguramente apenas estaríamos juntos… estarías sólo mientras yo…
- ¿Estaría menos sólo quedándome aquí y viajando para verte? – preguntó.
- No voy a irme – aseguró levantándose para mirarle – no hay nada más que hablar.
- No vas a renunciar por mí, no puedes hacerme eso – le dijo serio.
- ¿Por qué? – le dijo volviendo a apoyarse sobre el pecho de él.
- Serás la mejor agente federal del país – concluyó – y mi mujer, y no pienso renunciar a ninguna de las dos cosas.
Ella le miró notando que se le llenaban de lágrimas los ojos y él besó lentamente la mano que tenía atrapada con la suya, enseñándola el anillo que unas horas antes había colocado en su dedo cuando Katherine, entre asombrada, atemorizada y confusa le había dicho que sí.
Ambos se sonrieron y él se ladeó para besarla, ella abrió la boca poco a poco dejando que él la invadiese y después de recrearse deliberadamente con sus labios comenzaron un sutil juego con sus lenguas, saboreándose mutua y delicadamente.
Lentamente él fue girándose quedando sobre ella para acceder mejor a su cuerpo, comenzó a acariciarla con suavidad por toda la piel, buscando hábilmente las zonas que ya habían sido exploradas con anterioridad y sabia eran más sensibles a sus mimos. Fue paseando por ellas las yemas de sus dedos tan despacio y con tanto dominio que a ella, cada caricia, le parecía un roce con el fuego, al notar como reaccionaban sus sentidos a las sabias atenciones de su prometido.
Él decidió que con sus manos no tendría suficiente y abandonó su boca recorriendo con sus labios la cara de ella hasta llegar hasta su oído atrapando el lóbulo entre sus dientes con delicadeza.
- Te juro que hoy no pienso dejar un solo milímetro de tu piel sin saborear – dijo susurrándola muy despacio y soplando con calidez en su oído.
Ella arqueó su espalda expectante ante la mezcla del comentario y el suave y cálido aliento recibido y Richard bajó lentamente con su boca lamiéndola el cuello deleitándose y martirizándola con su lentitud. Se detuvo a besar el hueco entre sus clavículas para seguir bajando descaradamente lento hasta situar sus labios entre sus pechos previamente sujetos entre sus grandes manos y besó con veneración sobre la cicatriz que le recordaba día a día que podía haberla perdido. Mientras la besaba, presionaba sus pezones con los pulgares, acariciándolos circularmente, golpeándolos con decisión pero con suavidad.
Katherine gimió cuando él retiró su dedo pulgar y apretó con suavidad sus dientes sobre el endurecido pezón. Ella le buscó con la mirada y se cruzó con unos ojos perdidos en el deseo. Lejos de apartarse de ellos, ambos siguieron mirándose mientras él abandonaba uno de sus pechos para dar el mismo trato al otro. Le vio sonreírla cuando apretó con determinación y delicadeza sus dientes y ella se arqueó de nuevo con más intensidad, como una gata sobre la cama.
Él volvió a tomar ambos pechos entre sus manos, y sin dejar de mirarla, fue arrastrando su lengua por su abdomen, lamiendo, besando y mordiendo tiernamente toda la piel a su paso. Se movía de un lado a otro rodeando de caricias con sus labios en su cintura, parándose para mordisquear sus caderas, subiendo por cicatriz de su costado con su lengua, se encaminó a su ombligo que besó con devoción sonriéndola mientras notaba como ella se estremecía ante sus besos y siguió el camino hacia abajo sin perder ni un segundo el contacto visual y sin dejar de presionar y acariciar con sus manos los pechos de ella.
Katherine llevo una de sus manos a la cabeza de Richard y comenzó a jugar enredándose entre su pelo, su otra mano buscó la de él, separándole del pecho que tenía apresado y entrelazando los dedos de ambos. Sintió cómo el escritor se soltó de su mano y agarrándola la obligó a que ella la pusiese sobre su propio pecho y él volvió a entrelazar sus dedos y apretó con fuerza su mano sobre la de ella, que suspiró al sentir sus propias caricias pero exigidas por él.
El escritor soltó una risita al oírla suspirar.
- Eres fascinante – dijo él mientras seguía su camino mordiendo y lamiendo toda la piel de su vientre a su paso –. Y eres mi mujer – aseguró.
Ella sollozó profundamente cuando Richard llegó con su lengua hasta el objetivo que él se había marcado, lamiéndolo y sonriéndola con ademán de triunfo. Levantó su mano entrelazada a la suya sin soltarla y comenzó a moverla circularmente, obligándola a que rozase su propio pezón sutilmente. Su sonrisa de triunfo aumentó al ver la expresión de la cara de ella provocada por aquella caricia.
Él entrecerró los ojos y hundió su boca. Al notar sus dientes capturando dulcemente su pequeño y ardiente punto de placer, ella soltó un grito ahogado y volvió a arquearse con violencia sobre la cama, elevando sus caderas bruscamente.
Entonces con su propio grito, se despertó… sintió su excitación y la humedad empapando su ropa interior… miró el reloj de mesita, las cuatro y media. Decidió levantarse para darse una rápida ducha y que desapareciese la incómoda sensación que le trasmitía la ropa mojada.
Maldito seas Richard Castle – dijo en voz alta mientras abría el grifo - haces que me arrepienta a cada segundo…
/…/
Paula llegó con una hora de antelación a la estipulada para el comienzo de la fiesta. Entregó su acreditación al personal de seguridad que la dejó pasar por el torno hasta la zona del escáner.
Tuvo que pasar su bolso por el mismo, tanta seguridad le parecía absurda para acceder a una fiesta, pero si querían organizarla en el TOP ON THE ROCK, tenían que acatar las pautas que se marcaban para todo aquel que quisiese subir hasta esa parte del edificio.
Su representada era una joven escritora llamada Mary Coal, la joven había conseguido publicar su primera novela erótica, género que se había puesto muy de moda en los últimos años, y dado que el libro había alcanzado una cifra record de ventas no esperada, se podían permitir el lujo de presentar la secuela por todo lo alto.
Le había sorprendido el tirón, pensaba que después de la saga de la escritora E.L. James y sus “Cincuenta”, ningún otro libro sobre el mismo tema podría alcanzar tanto éxito, pero afortunadamente para su cuenta corriente, no era así. Parecía que el género atraía más de lo esperado. Paula pensó por un momento que la vida sexual de la mayor parte de los compradores debía de ser muy aburrida para tener que recurrir a ese tipo de lecturas y demandar más y más.
El personal del edificio fue guiándola hasta los ascensores lanzadera que iban directos al piso 68. Paula, por el camino, llamó al organizador con bastante enfado.
- Hola Adam, soy Paula – le dijo - ¿Dónde estás?
- Hola Paula, estamos preparándolo todo, acaban de cerrar al público y mis chicos están a tope – contestó mientras daba órdenes por gestos.
- ¿No pensarás que los invitados van a tener que recorrer este laberinto hasta los ascensores? – le dijo con enfado – este tinglado es sólo para turistas, ya puedes llamar y que den acceso directo, entiendo la parte de la seguridad, pero me niego a que periodistas y famosos tengan que recorrer el laberinto de tiendas y escenarios de fotografía.
- No te preocupes Paula, todo está previsto – contestó él - ¿Dónde estás tú?
- Entrando en la lanzadera – le dijo mientras esperaba a que el ascensor se vaciase de los últimos turistas con cámaras – no veo al personal de limpieza.
- Paula, tranquila… queda una hora – pidió.
- Te veo en un minuto – le dijo Paula segura al montar en el ascensor y cortó la comunicación mientras por los altavoces comenzaba la corta explicación sobre la construcción y en el techo del ascensor se proyectaban imágenes.
Paula salió del cubículo justo un minuto después, abriendo la boca para aliviar la presión de sus oídos. Sus delicados tímpanos siempre se veían afectados al subir a pisos tan altos y tan rápido, cosa que era bastante común en Manhattan, normalmente se acordaba de masticar chicle, pero vestida con aquel elegante diseño de Armani, no quedaría nada bien masticar como un camionero.
Recorrió la estancia observando a una veintena de operarios que se afanaban en preparar todo, limpiando, colocando barras donde servir las bebidas, el pequeño escenario donde tocaría un grupo en directo y donde presentarían el libro… entonces recordó la primera fiesta que organizó en aquel lugar. Caprichos de Richard Castle, que se negó en rotundo en hacerla en otro lugar que no fuese el piso más alto del edificio Rockefeller. La idea le había parecido absurda y extravagante, y el antojadizo escritor le había jurado que de haber estado la terraza del Empire State Building acristalada, hubiese sido la elegida y que no aceptaría otro lugar.
A los gestores del TOP ON THE ROCK no les pareció del todo mal la idea cuando ella lo propuso, máxime cuando Paula aceptó la cifra que le marcaron sin poner pegas. No era muy común que se hiciesen fiestas allí, pero las que se celebraban tenían éxito seguro.
Richard… Richard… ¿Dónde estaría ahora? Se había reunido con ella unos días antes, para decirle que desaparecería del país seis semanas y que le importaba un bledo el libro.
Para él ya estaba acabado, no le importaba publicitarlo. Lo único que quería era olvidar a su protagonista. Lo que menos necesitaba eran fiestas y promociones en las que le preguntasen por ella y por su relación real con la inspectora en la que se había inspirado.
Paula supo que tenía el corazón totalmente roto. No le había visto así nunca, ni siquiera cuando acabó con sus dos matrimonios. No pudo más que levantarse de su silla y abrazarle. Para ella Richard era más que su representado. Era su amigo. No había conocido nunca a nadie con el corazón más grande que él. Richard siempre había sido terriblemente sentimental, demasiado para su gusto. No entendía qué había podido pasar para que Katherine le rechazase. Llevaba loco por ella desde que la conoció. Y ella hubiese jurado que era un sentimiento correspondido.
Y por la forma en la que se puso a llorar al corresponder a su abrazo, Paula supo que seguiría enamorado de su detective por mucho tiempo. Por un momento Paula pensó que sería cosa del Karma, Richard había roto sin querer tantos corazones en su vida, que el Karma le devolvía el juego. Aunque también era cierto que él jamás había engañado a ninguna mujer para meterla en su cama, las decenas de mujeres que habían despertado entre sus sábanas, habían entrado en ellas sabiendo que serían flor de un día. Hasta sus dos ex le habían herido a él y no al contrario, y aun así las seguía apreciando como amigas.
Ya le gustaría a ella decirle un par de cositas bien dichas a la detective, de bien poco le iba a servir ir armada, no había protección suficiente para ella ante sus palabras.
Paula siguió examinando la estancia, tenía que reconocer que se ponía muy nerviosa y que Adam tenía todo bastante controlado. Sin que fuese su intención prestó atención a la conversación de dos jóvenes estudiantes que harían las veces de guardarropa cuando comenzase la fiesta.
- Pues tendremos que pensar algo – decía la chica con rasgos asiáticos – podemos tenderles una trampa, pero no pienso dejar que sigan enfadados.
- Tienes razón… ¡Son tan monos juntos! – contestó la muchacha afroamericana.
- Ya se nos ocurrirá algo – concluyó la asiática – y necesitaremos a sus amigos para liarle a él también y que ninguno se entere.
Paula sopesó la idea.
No soportaba pensar que Richard pudiese encerrase en su casa sin afeitarse ni ducharse, paseando en calzoncillos por su casa y bebiéndose todo el alcohol de Nueva York, como cuando mató a Derrick Storm y se quedó sin ideas.
Le conocía, si no conseguía olvidarla, seguro que haría algo así y ella haría todo lo posible por evitarlo… tuviese que recurrir a quien tuviese que recurrir… incluso a la estirada de Gina…
/../
G R A C I A S por leer hasta aquí.
Pido perdón a todos aquellos que se hayan sentido ofendidos por la escena con Lena, mi intención es relatar un sentimiento, en ningún momento he pretendido describir una situación de beneficio unilateral.
Nos vemos el próximo lunes, a las 22.00 (hora española) como siempre.
Natalia: cada vez es menos caótico, pero aun así, mil gracias.
Gracias a todos que seguís esta historia. De no saber que estáis ahí, leyendo, no valdría la pena seguir. Gracias.
Mil gracias además a quienes os molestáis en comentar. Es todo un orgullo y honor poder leer vuestros comentarios.
Antes de que leáis, pido disculpas por anticipado. Ésta no es mi manera habitual de escribir, pero a veces, para poder explicar sentimientos, hace falta describir escenas, que aunque parezcan duras o fuera de contexto, describen la realidad de la vida y la crueldad de las situaciones que vivimos. Con esto, intento aclarar que si no las considerase oportunas y pertinentes, no las hubiese incluido.
Tengo que advertir a los menores de edad que en este capítulo hay descritas un par de escenas con contenido sexual. Soy responsable de lo que escribo, os ruego seáis responsables de lo que leéis.
Si por un casual (no lo creo) María_cs, leyeses este capítulo, informarte que te lo dedico. Supongo que cuando llegues a la parte final, te rías y entiendas por qué.
CAPITULO 4. HACIENDO CAMBIOS.
Kevin terminó de colocar su corbata y se acercó a su cama agachándose para dar un suave beso a Jenny intentando no despertarla.
Su primer trimestre de embarazo no la estaba tratando del todo bien, y se había levantado de madrugada vomitando, Kevin la había convencido para que se quedase en casa hasta que se encontrase mejor. Afortunadamente se le pasaría, como otras veces, en unas horas, y podría levantarse descansada e ir a trabajar. Su jefa comprendía por lo que estaba pasando y no le había puesto ninguna pega a que llegase tan tarde como necesitara hasta encontrarse bien.
Kevin la acarició con la nariz en la frente en cuanto ella abrió los ojos tras su beso.
- ¿Te encuentras mejor? – preguntó.
- Todavía no, pero lo estaré en un rato – contestó ella somnolienta - ¿tienes que marcharte verdad?
- No quiero abusar de Gates – contestó él – Javier y yo sabemos que nos está dejando tranquilos hasta que nos adaptemos a estar sin Katherine, pero ya llegué tarde el martes y no quiero enfadarla.
- Kevin…
- ¿Si?
- ¿Tú crees que volverán a estar juntos algún día? – preguntó Jenny -. Formaban una pareja ideal.
- No lo sé cariño – contestó el rubio con una amarga sonrisa – ojalá…
Jenny se incorporó sobre su costado acercándose a la cara de su marido y besándole.
- Yo te acompañaría a Alaska si te destinasen allí – dijo ella sonriendo.
Kevin no pudo más que volver a besar a su mujer por la seguridad con la que había confesado su amor.
- Y yo haría lo mismo si te trasladasen a ti – respondió él.
- Pero ese no fue el problema…
- No – dijo él - Richard la hubiese seguido si ella le hubiese aceptado.
- ¿Tú crees que podríamos hacer algo para…?
- Ayer Javi me dijo que Lanie piensa lo mismo y me pidió ayuda cuando llegase el momento.
- ¡Es emocionante! – dijo Jenny entusiasmada - ¿Le habrás dicho que cuente con nosotros, verdad?
- Le he dicho que tendremos un bebé en casa dentro de unos meses – contestó Kevin sonriendo.
- ¿Se lo has dicho ya? – preguntó Jenny.
- No pude evitarlo cariño – le dijo bajito esperando que le perdonase por no poder esperar – estoy tan contento…
- ¿Sabes? Se me está ocurriendo una idea para que ellos…
- ¿De verdad? – dijo Kevin riendo - ¿Qué se te ha ocurrido?
- ¿Qué tal si dejamos que pasen unos días para ver si me encuentro mejor e invitamos a Lanie y Javi a cenar en casa? Así podemos planearlo entre los cuatro.
- Me gustaría saber qué está pasando por esa cabecita – le dijo besándole en la frente – supongo que entre tú y Lanie…
- Tenemos que intentarlo…
- Jenny… - dijo él con una sonrisa
- Tienes que ir a trabajar – dijo ella y él asintió.
- Te llamaré cuando llegue – prometió.
- Yo te llamaré a ti cuando me encuentre mejor – pidió ella – este pequeñín y yo necesitamos descansar para planearlo todo.
Kevin salió de la casa sonriendo. Jenny era una romántica empedernida, y Lanie con su carácter y temperamento solía conseguir todo aquello que se proponía. Ambas podrían tramar el mayor enredo que nadie pudiese imaginar, la última fiesta de cumpleaños de Castle se quedaría a la altura del betún ante el despliegue de medios que podían hacer ambas mujeres juntas.
Se lo diría a Javi, al menos podrían hacer apuestas sobre qué tipo de idea se le habría ocurrido a Jenny.
/…/
Eran las seis de la mañana y Richard apenas había dormido aquella noche. Le picaban los ojos y le dolía la cabeza. Había llorado de nuevo, alternando llanto con pesadillas. Sabía que volver a hablar con ella le animaría el corazón durante los minutos que durase la conversación, pero le hundiría después. Y así fue.
Se giró sobre su costado e intentó dormir un poco, necesitaba descansar su mente. Sacarla de ella como fuese. Se permitió sonreír un instante, había quedado con Lena a las diez, al menos se olvidaría durante el día.
A las diez en punto, el escritor se obligó a dar las gracias en español al conductor del taxi que le acababa de dejar en la dirección que Lena le había apuntado en un papel. Marcó el botón correspondiente al piso. Lena no tardó en contestar, diciéndole que bajaría en unos segundos.
Aprovechó para mirar el reflejo de su imagen en el cristal de la puerta. No había llevado mucha ropa para elegir y seguramente la camisa de manga larga que llevaba puesta, le estorbaría si seguía haciendo calor. Colocó su flequillo y comenzó a doblar las mangas de la camisa hasta sus bíceps.
Lena abrió la puerta sonriendo y él se acercó dándole un beso en la mejilla, descubriendo que ella no se sintió en absoluto molesta por ese gesto.
- Bueno señor Castle – comenzó ella - ¿dónde quiere ir?
- ¿Señor Castle? – preguntó él – ¿Qué tal si me llamas Rick?
- Bien... – dijo ella – Rick… ¿dónde quieres ir?
- Pues… la verdad es que no lo sé – contestó él -. No he traído equipaje y mi guía me ha aconsejado que debo comprar calzado cómodo y adecuado para caminar por todo tipo de terrenos… Me aconsejó un par de tiendas en las que no tendría problemas con el idioma, aunque... – dijo sonriendo – creo que ese ya no es un inconveniente.
- ¿Cuánto tiempo piensas estar en Costa Rica? – preguntó ella.
- Mes y medio – dijo con seguridad y pudo apreciar una pequeña sonrisa en la cara de ella.
- ¿Qué zonas vas a visitar? – preguntó Lena.
- Espero que todo el país… Selva, volcanes, playas…
- ¿Qué tal si vamos al Multiplaza Escazú? – preguntó ella y él se encogió de hombros.
- No sé lo que es eso – admitió.
- Uno de los mayores centros comerciales de Centroamérica – explicó ella -. Iremos en mi coche – dijo señalando su izquierda para que comenzasen a andar.
Lena tenía un Volkswagen Crossfox, un pequeño todoterreno compacto de color rojo cereza.
- ¿Qué? – preguntó ella al notar su cara de asombro.
- Nada… me sorprende tu coche.
- Soy alemana, es un coche alemán – dijo ella – además este país tiene tanto por descubrir… es el adecuado para moverse.
- ¿Naciste aquí o en Alemania? – preguntó curioso.
Lena le contó cómo a su padre le habían trasladado por trabajo a Costa Rica cuando ella y su hermano eran adolescentes. Su madre no quiso que abandonasen los estudios en Alemania, y pasaban gran parte del año en su país natal viajando a Costa Rica cada vez que tenían vacaciones. Cuando a su padre volvieron a trasladarle de nuevo a su ciudad de origen, ella ya había quedado prendada del país y no dudó en aceptar el trabajo que le ofreció un amigo de su padre en el hotel Presidente.
Cuando ella le preguntó por su profesión, Richard no quiso descubrirse, y le dijo que era periodista, no tuvo que mentir demasiado cuando le confesó que venía en busca de ideas para poder escribir.
Pasaron la mañana comprando ropa. A Lena le sorprendió que hubiese viajado sin ningún equipaje. Él simplemente contestó que había salido de Nueva York demasiado rápido. La joven le había ayudado, ya no sólo a desenvolverse con tranquilidad en las tiendas, si no también a elegir la ropa adecuada, aconsejándole sobre tejidos, colores y dando su opinión cuando él se probaba.
En una de las ocasiones, cuando Richard salió del probador con un pantalón de corte militar de color arena y una camisa blanca de manga corta, Lena se acercó para colocarle el cuello, que sin darse cuenta, el escritor había dejado levantado por uno de los lados. En ese momento, y ante la cercanía de la chica, él no quiso esperar más, y la dio un rápido beso en los labios. Lena asombrada en un principio, le sonrió y él aprovechó para tirar de ella metiéndola junto a él en el probador, donde comenzó a besarla sin cruzar ninguna palabra.
- Creo que será mejor que espere fuera – le dijo ella separándose cuando notó que él había comenzado a acariciarla por debajo de la camiseta.
- Está bien – contestó él besándola rápidamente - ¿Entonces… lo compro?
- Si… - le dijo ella saliendo del probador y volviendo rápidamente para darle un fugaz beso.
Richard cerró la puerta y una amplia sonrisa cruzó su cara. Comenzó a cambiarse rápidamente, le apetecía salir cuanto antes, perderse en esos labios y dejar que su corazón se diese el gusto durante ese día de repiquetear con la intensidad con la que lo estaba haciendo desde hacía unos minutos.
Cuando salieron de la tienda, Richard pasó todas las bolsas que llevaba a su mano izquierda y con la derecha la cogió de la suya. Lena no dijo nada, entrelazó sus dedos con los del escritor y siguieron andando. Continuaron con las compras, con la diferencia que ahora, cada vez que él tenía que probarse algo, la empujaba para que entrase al probador junto a él, y ambos buscaban sus bocas, con ansia, separándose cuando oían acercarse a alguien, o cuando algún empleado les preguntaba si necesitaban su ayuda. Ambos se limitaban a mirarse sonriendo, y él se daba prisa en probarse para no llamar demasiado la atención.
Cuando llegó la hora de la comida, Lena, en el mostrador de información del centro comercial, pidió que entregasen todas las compras de Richard en la recepción del hotel Presidente.
Libres de bolsas, accedieron a la zona de restaurantes, Richard la dejó elegir el lugar donde comer. Arroz, frijoles, plátano frito, verduras, papas, pollo, cerdo… Lena le obligaba a probarlo todo y aunque al escritor aquella multitud de comidas en un mismo plato le abrumaron, tuvo que reconocer que todo estaba exquisito.
En un momento en el que Lena se excusó para ir al baño, el camarero sirvió el café que ambos habían pedido, y por un momento un relámpago de tristeza volvió a cruzar por su mente, aquel café le traía de nuevo su recuerdo. Intentó pensar en otra cosa, necesitaba olvidarse de su detective, afortunadamente Lena no tardó demasiado en volver del baño y atrapar sus labios entre los de ella, haciendo que el escritor volviese a vivir el momento y dejase el pasado en el lugar correspondiente… en el ayer.
- ¿Estás cansada o te atreves a seguir con lo que aún me falta? – preguntó Richard mientras pagaba al camarero.
- ¿Qué más necesitas? – preguntó ella.
- Una cámara de fotos, calzado y una bolsa de viaje cómoda para llevarlo todo – aseguró él.
No invirtieron demasiado tiempo en comprar lo que él necesitaba y Lena notando el cansancio de Richard, le propuso pasar el resto de la tarde en un SPA cercano a su casa.
De nuevo, Lena pidió que mandasen los paquetes al hotel y Richard, mientras, aprovechó para comprar un bañador para utilizar en el SPA y un colgante que había visto mirar a Lena en una de las tiendas en las que habían estado y así agradecerle su ayuda.
Varias horas después y más relajados tras el SPA, ambos cenaban al aire libre en un pequeño restaurante de comida alemana que Lena conocía muy bien.
Richard no paraba de mirarla, preguntándose si sería capaz de pasar aquella noche junto a ella. Era una joven muy atractiva con la que había pasado un día estupendo, había sido como llegar a un oasis después de pasar más de diez días en pleno desierto, no tenía que preocuparse de agradarla, ni de medir sus palabras, había dejado rienda suelta al deseo de besarla y acariciarla y Lena le había correspondido. Ni siquiera le había preguntado si volvería a San José o si ese sería el primer y último día que pasaría con ella…
Por su parte Lena, se preguntaba de qué estaría huyendo aquel hombre, leyendo en el fondo de sus ojos la gran tristeza que arrastraba con él. Le atraían sus facciones y su dulzura, y según pasaba el día, la conquistó el gran respeto con el que él la estaba tratando. Lástima que estuviese allí de paso, porque sintió que podía enamorarse perdidamente de aquel hombre. Y en ese momento pensó que era tonta, la mujer por la que posiblemente él estaba sufriendo y que seguramente le había dejado marchar, debía ser tonta de remate.
Lena paró el coche a unos metros del hotel Presidente. Quería evitar que alguien pudiese reconocerlos.
- ¿Quieres subir a mi habitación? – preguntó Richard después de un largo beso.
- Ya te he dicho que el hotel tiene normas, Rick… - contestó ella.
Él la miró y se atrevió a dar el paso.
- ¿Me recomiendas otro hotel donde pueda pasar la noche? – le dijo ladeando su sonrisa.
Lena no dijo nada, miró por el retrovisor, puso el intermitente y se incorporó al tráfico de la calle.
Richard deseó que no estuviesen muy lejos de su destino, una parte de él quería a toda costa volver a su habitación y llorar como cada noche hasta que le picasen los ojos y se quedase dormido para poder soñar con ella, aunque fuese un instante, aunque se tratasen de pesadillas. Pero otra parte de él deseaba llegar cuanto antes a donde Lena le llevaba para no poder arrepentirse y no salir corriendo, su mente le pedía a gritos que la olvidase, que hiciese el amor con aquella chica toda la noche hasta perder la noción del tiempo. El paso estaba dado.
Lena aparcó casi en la puerta de su casa y salió del todoterreno. Él dudó unos instantes para finalmente salir y esperar quieto junto al coche. Lena se acercó y deslizó su mano junto a la de él con toda naturalidad y ambos caminaron hasta el portal.
- ¿Te apetece tomar algo? – preguntó ella invitándole a pasar a la casa.
- ¿Bourbon? – preguntó él y Lena asintió.
Richard paseó su mirada por el salón mientras Lena desaparecía por una puerta, que él intuyó se trataba de la cocina.
- ¿Hielo o agua? – preguntó desde la otra estancia.
- Hielo por favor – le dijo girándose para mirar todo, la decoración era escasa y funcional, le vino a la mente el dicho sobre los alemanes: prácticos y fríos.
Lena no tardó en aparecer con dos vasos en la mano, le tendió uno al escritor, que al cogerlo, tiró de ella hasta pegarla contra su cuerpo. No necesitaba más preámbulos. Ambos sabían lo que querían.
Él pegó sus labios a los de Lena sujetándola por la nuca. Ella se separó sonriéndole y tomando un sorbo de su bebida.
Richard comprendió entonces que debía tomárselo con calma. Una parte de él temía salir corriendo de allí en cualquier momento y eso le apremiaba a lanzarse sobre la chica para no intentar pensar en nada más que ese momento, pero otra parte le decía que él era Richard Castle, el atractivo y rico escritor, que hasta hace poco figuraba en las listas de los solteros más codiciados de Nueva York, y al que no le había faltado nunca una guapa acompañante colgada del brazo. Tomó un sorbo de su bourbon y correspondió a la sonrisa de Lena, pasándole el dedo pulgar sobre el labio superior, limpiando una pequeña gota que había quedado allí tras beber.
Lena giró su cara en la mano de él, besando el interior de la misma, y él volvió a buscar sus labios tomándoselo con tranquilidad y haciendo que ambos se sentasen en el sofá.
El contenido de ambos vasos fue desapareciendo y tras el líquido, también lo hizo la camiseta de Lena. Richard continuó, colando sus dedos suavemente por la cintura de los vaqueros de Lena desabotonándolos rápidamente. Metió sus manos entre la tela del pantalón y la piel de ella, bajándoselos con presteza, ella se dejó hacer, echando la cabeza hacía atrás mientras el escritor bajaba con su boca por el cuello, el pecho y el abdomen de ella, arrodillándose junto al sofá para deshacerse tanto de los vaqueros como de los zapatos de tacón, que quedaron en el suelo junto a la abandonada camiseta.
Lena se puso en pie, y él hizo lo mismo recorriendo de nuevo la piel de la chica con su lengua. Ella tembló ligeramente sin saber si era por el cambio de temperatura o por la sensación de la boca de él mordiendo sobre la tela del sujetador. Se abrazó al cuello del escritor, y las manos de él recorrieron su espalda, acariciándola con las yemas de los dedos.
Lena en silencio, comenzó a dar pasos hacia atrás buscando su habitación y tirando de él al hacerlo. Richard se apoderó de su boca, besándola mientras andaban y apretándola con fuerza por su trasero contra él. Entraron a la habitación y ella se separó un instante, él la miró acomodando su vista a la escasa luz que entraba desde el salón.
Intentó acercarse para besarla pero ella no le dejó hacerlo.
- ¿Tienes…? – preguntó Lena
- ¿Preservativo? – preguntó a su vez él negando con la cabeza.
- Déjame un segundo – pidió ella acercándose a una cómoda y abriendo un cajón del que sacó un par de paquetitos plateados que dejó sobre la cama.
Richard decidió que era el momento de lanzarse sobre ella, y sin apenas dejar que llegase a abrazarle, se apoderó de su boca y la apretó contra él.
Lena gimió, quejándose, cuando él tiró de la tela del sujetador con los dientes. Le empujó levemente con la palma de la mano sobre el pecho de él separándole ligeramente para poder llevar sus manos hasta el cinturón de él, soltándolo y desabrochando su pantalón. Richard la miró vislumbrando apenas el brillo de los ojos de ella.
En ese momento una luz proveniente de algún coche de la calle, iluminó por unos segundos la habitación, y Richard pudo distinguir el verde claro de sus pupilas. Instantáneamente cerró sus ojos, evitando mirarla, y volvió a lanzarse contra ella, besando su cuello mientras se apoderaba con una mano de su pecho y con la otra apretaba su culo pegándola contra él.
Lena se inclinó hacia atrás, apartando su pelo y dejando que él lamiese su cuello, gimió e intentó desabotonarle la camisa, pero Richard se lo impidió, girándola bruscamente y abrazándola por la espalda. Dio un par de pasos hacia delante, acercándola a la cama y en apenas un par de segundos la empujó hasta que ella quedó de rodillas sobre el colchón. Las manos de él apretaron sus pechos, arrastrando con los dedos la tela del sujetador hasta bajarlo y poder pellizcar sus pezones. Lena se estremeció y él se centró en lamer su cuello mientras con su mano buscaba sobre la colcha el paquete que minutos antes había dejado ella.
Cuando lo tuvo entre sus dedos, lo rasgó y bajándose lo justo los bóxer, se colocó el preservativo con rapidez retornando de inmediato al cuerpo de Lena, con una mano volvió a su pecho pellizcándola, llevando la otra hasta sus bragas, bajándoselas hasta mitad de los muslos y explorando con sus dedos la vulva, presionándola y buscando su punto más sensible.
Ella soltó un pequeño gruñido, resultado de que él había encontrado lo que buscaba. Tras unos segundos Lena le llamó entrecortadamente y en ese momento, al oírla, él pensó que se vendría abajo. Soltó su pecho y llevó su mano hasta los labios de ella, tocándolos con los dedos, e introduciendo su índice dentro de su boca, ella lo capturó entre sus dientes y con un violento movimiento de su pelvis Richard la penetró con furia, embistiéndola con intensidad sin dejar de mover sus dedos con furor entre las piernas de ella. Lena le mordió el dedo, sorprendida por la brusquedad con la que él escritor la estaba tomando.
Instantes después él llegaba al climax sin preocuparse de ella, y al relajar sus enloquecidos movimientos fue consciente que Lena estaba temblando. Un relámpago de culpabilidad le asaltó. Salió de ella y comenzó a besar su cuello, colocándola con cuidado la ropa interior.
Tiró de la colcha y la empujó suavemente hasta tumbarla sobre la sábana, tapándola y recostándose junto a ella para abrazarla.
Se despertó incómodo. No sabía cuanto tiempo había pasado. Estaba tumbado sobre la cama de Lena, completamente vestido, incluso con los zapatos puestos. Ella respiraba acompasadamente. Con mucho cuidado se levantó y buscó el baño para deshacerse del preservativo. Se miró al espejo y no pudo evitar sentirse molesto consigo mismo.
Del bolsillo de su pantalón sacó la cajita del colgante y de su cartera una tarjeta y un minúsculo bolígrafo con el que escribió:
Espero que puedas perdonarme y si volviésemos a vernos prometo compensarte.
Gracias por tu ayuda. Eres maravillosa.
Dejó la tarjeta y la cajita sobre la mesita al lado de Lena y con todo el cuidado del mundo, después de comprobar que ella seguía durmiendo, salió de la casa.
Mientras caminaba por la calle, sin rumbo y sin saber donde estaba, esperando que apareciese un taxi, miró su reloj, las dos y media de la mañana, las cuatro y media en Washington.
Maldita seas Katherine Beckett – pensó – no soy capaz de dejar de ver tus ojos.
/…/
Katherine abrió los ojos en la oscuridad, se situó y pensó durante unos instantes recordando todo lo que había pasado durante las últimas horas, y se sorprendió a sí misma sonriendo tontamente. Feliz.
Sintió la tibia piel del torso de él pegada a su espalda y se giró para mirarle. Él se movió quedándose boca arriba dejando la mano sobre su cintura y apretándola contra su costado en la maniobra pero sin llegar a despertarse.
Ella hundió la nariz en su cuello, acariciándole despacio con la punta de la misma y llenándose de su olor al hacerlo. No pudo evitar acariciarle el pecho con la yema del dedo índice, dejándose llevar por la sensación que le producía la suave y tibia piel bajo la cual notaba el golpeteo acompasado de su corazón.
Se apretó contra él, era el lugar más cómodo, cálido y acogedor que jamás había conocido antes. Piel con piel, completamente desnudos. Ese olor a suavizante de las sábanas mezclado con su colonia… no quería estar en otro sitio que no fuese entre sus brazos para siempre. Levantó ligeramente la cara de la almohada y le besó entre la nariz y la mejilla, hundiéndose después contra su cuerpo y pegando la cara al pecho de él.
Quería estar allí siempre. Él era su hogar. Su único hogar, sus brazos.
- Te quiero – le dijo en voz muy baja sin esperar contestación.
Suspiró y cerró los ojos para dormirse.
- ¿Cuándo tienes que irte? – preguntó él en un susurro, sorprendiéndola pues pensaba que dormía.
- No podría hacerlo – contestó ella jugueteando con los dedos sobre el pecho de él.
- ¿Por qué? – preguntó Richard.
- Quiero estar a tu lado – contestó ella.
- Y lo estarás – le aseguró cogiendo la mano con la que jugaba sobre su piel – vayas donde vayas, pienso ir contigo.
- No podrías hacer eso, toda tu vida está aquí – le dijo – si vinieses conmigo seguramente apenas estaríamos juntos… estarías sólo mientras yo…
- ¿Estaría menos sólo quedándome aquí y viajando para verte? – preguntó.
- No voy a irme – aseguró levantándose para mirarle – no hay nada más que hablar.
- No vas a renunciar por mí, no puedes hacerme eso – le dijo serio.
- ¿Por qué? – le dijo volviendo a apoyarse sobre el pecho de él.
- Serás la mejor agente federal del país – concluyó – y mi mujer, y no pienso renunciar a ninguna de las dos cosas.
Ella le miró notando que se le llenaban de lágrimas los ojos y él besó lentamente la mano que tenía atrapada con la suya, enseñándola el anillo que unas horas antes había colocado en su dedo cuando Katherine, entre asombrada, atemorizada y confusa le había dicho que sí.
Ambos se sonrieron y él se ladeó para besarla, ella abrió la boca poco a poco dejando que él la invadiese y después de recrearse deliberadamente con sus labios comenzaron un sutil juego con sus lenguas, saboreándose mutua y delicadamente.
Lentamente él fue girándose quedando sobre ella para acceder mejor a su cuerpo, comenzó a acariciarla con suavidad por toda la piel, buscando hábilmente las zonas que ya habían sido exploradas con anterioridad y sabia eran más sensibles a sus mimos. Fue paseando por ellas las yemas de sus dedos tan despacio y con tanto dominio que a ella, cada caricia, le parecía un roce con el fuego, al notar como reaccionaban sus sentidos a las sabias atenciones de su prometido.
Él decidió que con sus manos no tendría suficiente y abandonó su boca recorriendo con sus labios la cara de ella hasta llegar hasta su oído atrapando el lóbulo entre sus dientes con delicadeza.
- Te juro que hoy no pienso dejar un solo milímetro de tu piel sin saborear – dijo susurrándola muy despacio y soplando con calidez en su oído.
Ella arqueó su espalda expectante ante la mezcla del comentario y el suave y cálido aliento recibido y Richard bajó lentamente con su boca lamiéndola el cuello deleitándose y martirizándola con su lentitud. Se detuvo a besar el hueco entre sus clavículas para seguir bajando descaradamente lento hasta situar sus labios entre sus pechos previamente sujetos entre sus grandes manos y besó con veneración sobre la cicatriz que le recordaba día a día que podía haberla perdido. Mientras la besaba, presionaba sus pezones con los pulgares, acariciándolos circularmente, golpeándolos con decisión pero con suavidad.
Katherine gimió cuando él retiró su dedo pulgar y apretó con suavidad sus dientes sobre el endurecido pezón. Ella le buscó con la mirada y se cruzó con unos ojos perdidos en el deseo. Lejos de apartarse de ellos, ambos siguieron mirándose mientras él abandonaba uno de sus pechos para dar el mismo trato al otro. Le vio sonreírla cuando apretó con determinación y delicadeza sus dientes y ella se arqueó de nuevo con más intensidad, como una gata sobre la cama.
Él volvió a tomar ambos pechos entre sus manos, y sin dejar de mirarla, fue arrastrando su lengua por su abdomen, lamiendo, besando y mordiendo tiernamente toda la piel a su paso. Se movía de un lado a otro rodeando de caricias con sus labios en su cintura, parándose para mordisquear sus caderas, subiendo por cicatriz de su costado con su lengua, se encaminó a su ombligo que besó con devoción sonriéndola mientras notaba como ella se estremecía ante sus besos y siguió el camino hacia abajo sin perder ni un segundo el contacto visual y sin dejar de presionar y acariciar con sus manos los pechos de ella.
Katherine llevo una de sus manos a la cabeza de Richard y comenzó a jugar enredándose entre su pelo, su otra mano buscó la de él, separándole del pecho que tenía apresado y entrelazando los dedos de ambos. Sintió cómo el escritor se soltó de su mano y agarrándola la obligó a que ella la pusiese sobre su propio pecho y él volvió a entrelazar sus dedos y apretó con fuerza su mano sobre la de ella, que suspiró al sentir sus propias caricias pero exigidas por él.
El escritor soltó una risita al oírla suspirar.
- Eres fascinante – dijo él mientras seguía su camino mordiendo y lamiendo toda la piel de su vientre a su paso –. Y eres mi mujer – aseguró.
Ella sollozó profundamente cuando Richard llegó con su lengua hasta el objetivo que él se había marcado, lamiéndolo y sonriéndola con ademán de triunfo. Levantó su mano entrelazada a la suya sin soltarla y comenzó a moverla circularmente, obligándola a que rozase su propio pezón sutilmente. Su sonrisa de triunfo aumentó al ver la expresión de la cara de ella provocada por aquella caricia.
Él entrecerró los ojos y hundió su boca. Al notar sus dientes capturando dulcemente su pequeño y ardiente punto de placer, ella soltó un grito ahogado y volvió a arquearse con violencia sobre la cama, elevando sus caderas bruscamente.
Entonces con su propio grito, se despertó… sintió su excitación y la humedad empapando su ropa interior… miró el reloj de mesita, las cuatro y media. Decidió levantarse para darse una rápida ducha y que desapareciese la incómoda sensación que le trasmitía la ropa mojada.
Maldito seas Richard Castle – dijo en voz alta mientras abría el grifo - haces que me arrepienta a cada segundo…
/…/
Paula llegó con una hora de antelación a la estipulada para el comienzo de la fiesta. Entregó su acreditación al personal de seguridad que la dejó pasar por el torno hasta la zona del escáner.
Tuvo que pasar su bolso por el mismo, tanta seguridad le parecía absurda para acceder a una fiesta, pero si querían organizarla en el TOP ON THE ROCK, tenían que acatar las pautas que se marcaban para todo aquel que quisiese subir hasta esa parte del edificio.
Su representada era una joven escritora llamada Mary Coal, la joven había conseguido publicar su primera novela erótica, género que se había puesto muy de moda en los últimos años, y dado que el libro había alcanzado una cifra record de ventas no esperada, se podían permitir el lujo de presentar la secuela por todo lo alto.
Le había sorprendido el tirón, pensaba que después de la saga de la escritora E.L. James y sus “Cincuenta”, ningún otro libro sobre el mismo tema podría alcanzar tanto éxito, pero afortunadamente para su cuenta corriente, no era así. Parecía que el género atraía más de lo esperado. Paula pensó por un momento que la vida sexual de la mayor parte de los compradores debía de ser muy aburrida para tener que recurrir a ese tipo de lecturas y demandar más y más.
El personal del edificio fue guiándola hasta los ascensores lanzadera que iban directos al piso 68. Paula, por el camino, llamó al organizador con bastante enfado.
- Hola Adam, soy Paula – le dijo - ¿Dónde estás?
- Hola Paula, estamos preparándolo todo, acaban de cerrar al público y mis chicos están a tope – contestó mientras daba órdenes por gestos.
- ¿No pensarás que los invitados van a tener que recorrer este laberinto hasta los ascensores? – le dijo con enfado – este tinglado es sólo para turistas, ya puedes llamar y que den acceso directo, entiendo la parte de la seguridad, pero me niego a que periodistas y famosos tengan que recorrer el laberinto de tiendas y escenarios de fotografía.
- No te preocupes Paula, todo está previsto – contestó él - ¿Dónde estás tú?
- Entrando en la lanzadera – le dijo mientras esperaba a que el ascensor se vaciase de los últimos turistas con cámaras – no veo al personal de limpieza.
- Paula, tranquila… queda una hora – pidió.
- Te veo en un minuto – le dijo Paula segura al montar en el ascensor y cortó la comunicación mientras por los altavoces comenzaba la corta explicación sobre la construcción y en el techo del ascensor se proyectaban imágenes.
Paula salió del cubículo justo un minuto después, abriendo la boca para aliviar la presión de sus oídos. Sus delicados tímpanos siempre se veían afectados al subir a pisos tan altos y tan rápido, cosa que era bastante común en Manhattan, normalmente se acordaba de masticar chicle, pero vestida con aquel elegante diseño de Armani, no quedaría nada bien masticar como un camionero.
Recorrió la estancia observando a una veintena de operarios que se afanaban en preparar todo, limpiando, colocando barras donde servir las bebidas, el pequeño escenario donde tocaría un grupo en directo y donde presentarían el libro… entonces recordó la primera fiesta que organizó en aquel lugar. Caprichos de Richard Castle, que se negó en rotundo en hacerla en otro lugar que no fuese el piso más alto del edificio Rockefeller. La idea le había parecido absurda y extravagante, y el antojadizo escritor le había jurado que de haber estado la terraza del Empire State Building acristalada, hubiese sido la elegida y que no aceptaría otro lugar.
A los gestores del TOP ON THE ROCK no les pareció del todo mal la idea cuando ella lo propuso, máxime cuando Paula aceptó la cifra que le marcaron sin poner pegas. No era muy común que se hiciesen fiestas allí, pero las que se celebraban tenían éxito seguro.
Richard… Richard… ¿Dónde estaría ahora? Se había reunido con ella unos días antes, para decirle que desaparecería del país seis semanas y que le importaba un bledo el libro.
Para él ya estaba acabado, no le importaba publicitarlo. Lo único que quería era olvidar a su protagonista. Lo que menos necesitaba eran fiestas y promociones en las que le preguntasen por ella y por su relación real con la inspectora en la que se había inspirado.
Paula supo que tenía el corazón totalmente roto. No le había visto así nunca, ni siquiera cuando acabó con sus dos matrimonios. No pudo más que levantarse de su silla y abrazarle. Para ella Richard era más que su representado. Era su amigo. No había conocido nunca a nadie con el corazón más grande que él. Richard siempre había sido terriblemente sentimental, demasiado para su gusto. No entendía qué había podido pasar para que Katherine le rechazase. Llevaba loco por ella desde que la conoció. Y ella hubiese jurado que era un sentimiento correspondido.
Y por la forma en la que se puso a llorar al corresponder a su abrazo, Paula supo que seguiría enamorado de su detective por mucho tiempo. Por un momento Paula pensó que sería cosa del Karma, Richard había roto sin querer tantos corazones en su vida, que el Karma le devolvía el juego. Aunque también era cierto que él jamás había engañado a ninguna mujer para meterla en su cama, las decenas de mujeres que habían despertado entre sus sábanas, habían entrado en ellas sabiendo que serían flor de un día. Hasta sus dos ex le habían herido a él y no al contrario, y aun así las seguía apreciando como amigas.
Ya le gustaría a ella decirle un par de cositas bien dichas a la detective, de bien poco le iba a servir ir armada, no había protección suficiente para ella ante sus palabras.
Paula siguió examinando la estancia, tenía que reconocer que se ponía muy nerviosa y que Adam tenía todo bastante controlado. Sin que fuese su intención prestó atención a la conversación de dos jóvenes estudiantes que harían las veces de guardarropa cuando comenzase la fiesta.
- Pues tendremos que pensar algo – decía la chica con rasgos asiáticos – podemos tenderles una trampa, pero no pienso dejar que sigan enfadados.
- Tienes razón… ¡Son tan monos juntos! – contestó la muchacha afroamericana.
- Ya se nos ocurrirá algo – concluyó la asiática – y necesitaremos a sus amigos para liarle a él también y que ninguno se entere.
Paula sopesó la idea.
No soportaba pensar que Richard pudiese encerrase en su casa sin afeitarse ni ducharse, paseando en calzoncillos por su casa y bebiéndose todo el alcohol de Nueva York, como cuando mató a Derrick Storm y se quedó sin ideas.
Le conocía, si no conseguía olvidarla, seguro que haría algo así y ella haría todo lo posible por evitarlo… tuviese que recurrir a quien tuviese que recurrir… incluso a la estirada de Gina…
/../
G R A C I A S por leer hasta aquí.
Pido perdón a todos aquellos que se hayan sentido ofendidos por la escena con Lena, mi intención es relatar un sentimiento, en ningún momento he pretendido describir una situación de beneficio unilateral.
Nos vemos el próximo lunes, a las 22.00 (hora española) como siempre.
Natalia: cada vez es menos caótico, pero aun así, mil gracias.
Anver- Policia de homicidios
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Localización : Madrid
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
No te imaginas las ganas que tenía de que publicaras el capitulo. Primero, ya sabes mi opinión, no tienes que pedir perdón por lo que escribes, aquí nadie somos responsables de lo que leen los menores, no podemos hacernos cargo de ello.
Con respecto al capítulo, tengo que confesarte que me encanta el camino por el que estás llevando el fic. Me parece tan real como la vida misma.
Me gusta como todos intentan que de algún modo Castle y Beckett vuelvan a estar juntos. A saber que plan se les ha ocurrido a Lanie y Jenny. Si la idea parte de Lanie, me imagino un plan de lo más elaborado jajaja
La vida de Castle parecía que iba mejor que la de Beckett, en otra ciudad y conociendo a una nueva mujer, pero se ve que no es así, que incluso él quería creerlo, quería olvidar a toda costa, pero no puede. El modo en que tiene lugar ese día de compras, sin que ella quiera preguntar nada cuando ve que hay algo que le oculta, dice mucho de Lena.
Esa escena entre los dos, tan dura y fría me eriza la piel por el modo en que la has descrito, demostrando la desesperada situación que vive Castle. Sin duda tengo que felicitarte porque no podrías haberla descrito mejor.
Por otro lado, la vida de Kate no es mucho mejor que la de Castle, a la vista está después de como la deja ese sueño que tiene con él.
Estos dos necesitan reencontrarse porque nada ni nadie va a sacarles de la cabeza al otro.
La descripción de Rockeffeler Center me deja sin palabras, como siempre lo hacen tus descripciones.
La idea de que Paula ayude a que Castle y Beckett se reencuentren me gusta. Seguro que con tantas personas intentando juntarlos de nuevo, va a salir un plan a lo grande.
Me sorprendes con cada capítulo Ana, estoy deseando saber que tienes preparado para el siguiente.
Por cierto, que no se me olvide, Estrella te manda besos
Con respecto al capítulo, tengo que confesarte que me encanta el camino por el que estás llevando el fic. Me parece tan real como la vida misma.
Me gusta como todos intentan que de algún modo Castle y Beckett vuelvan a estar juntos. A saber que plan se les ha ocurrido a Lanie y Jenny. Si la idea parte de Lanie, me imagino un plan de lo más elaborado jajaja
La vida de Castle parecía que iba mejor que la de Beckett, en otra ciudad y conociendo a una nueva mujer, pero se ve que no es así, que incluso él quería creerlo, quería olvidar a toda costa, pero no puede. El modo en que tiene lugar ese día de compras, sin que ella quiera preguntar nada cuando ve que hay algo que le oculta, dice mucho de Lena.
Esa escena entre los dos, tan dura y fría me eriza la piel por el modo en que la has descrito, demostrando la desesperada situación que vive Castle. Sin duda tengo que felicitarte porque no podrías haberla descrito mejor.
Por otro lado, la vida de Kate no es mucho mejor que la de Castle, a la vista está después de como la deja ese sueño que tiene con él.
Estos dos necesitan reencontrarse porque nada ni nadie va a sacarles de la cabeza al otro.
La descripción de Rockeffeler Center me deja sin palabras, como siempre lo hacen tus descripciones.
La idea de que Paula ayude a que Castle y Beckett se reencuentren me gusta. Seguro que con tantas personas intentando juntarlos de nuevo, va a salir un plan a lo grande.
Me sorprendes con cada capítulo Ana, estoy deseando saber que tienes preparado para el siguiente.
Por cierto, que no se me olvide, Estrella te manda besos
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Sublime
Poco que añadir Ana, el detalle de la dedicatoria de maría y leerlo luego en el fic.... jajajajaja es todo un detallazo con todas las palabras puestas
Por otro lado, no veo para nada el tener que pedir disculpas ante lo descrito en la situación acometida con Paula, al menos bajo mi punto de vista.
Todos los detalles y envergaduras de lo descrito sacian la imaginacion de cada lector de forma particular, me ha encantado. Y se hace corta la lectura por cómo te metes de lleno en ambas mentes y situaciones.
La primera parte con Kevin y Jenny ha sido espléndida, enternecedora... sabemos como es el Kevin del día a día y el cómo de enamorado está de su mujer asi que esa escena me ha parecido de lo más emotiva y lógica. Colocada en todo su esplendor para el plan que están pensando (que ganas no me faltan por saber que traman jajajaja peligrosa es Lanie por sí sola.... junto a Jenny ya es el "apaga y vámonos")
Fiel todos los lunes a las 22.00h, espero el siguiente con ganas.
Un beso
Poco que añadir Ana, el detalle de la dedicatoria de maría y leerlo luego en el fic.... jajajajaja es todo un detallazo con todas las palabras puestas
Por otro lado, no veo para nada el tener que pedir disculpas ante lo descrito en la situación acometida con Paula, al menos bajo mi punto de vista.
Todos los detalles y envergaduras de lo descrito sacian la imaginacion de cada lector de forma particular, me ha encantado. Y se hace corta la lectura por cómo te metes de lleno en ambas mentes y situaciones.
La primera parte con Kevin y Jenny ha sido espléndida, enternecedora... sabemos como es el Kevin del día a día y el cómo de enamorado está de su mujer asi que esa escena me ha parecido de lo más emotiva y lógica. Colocada en todo su esplendor para el plan que están pensando (que ganas no me faltan por saber que traman jajajaja peligrosa es Lanie por sí sola.... junto a Jenny ya es el "apaga y vámonos")
Fiel todos los lunes a las 22.00h, espero el siguiente con ganas.
Un beso
Re: Volver a empezar. CAP 19. FINAL. (23/09/13)
Es buenisimo. Sigue
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